1ª de S. Juan
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Esta primera carta de Juan, inseparable de su evangelio, nos recuerda que
el camino cristiano no es sino una divinización, la nuestra. En
toda época el ideal cristiano ha parecido muy pálido o muy estrecho
a mucha gente. Sin criticar directamente los valores del cristianismo
y sus beneficios a la humanidad, les ha parecido que limita al
hombre.
Pero incluso entre los cristianos, esa religión sentimental basada
en un entusiasmo por Jesús, el Maestro bueno que enseña el amor
universal, oculta a menudo una ignorancia de los ideales de la
fe. Porque en Jesús nosotros queremos alcanzar a Dios mismo: estamos
en busca de la Verdad y queremos perdernos en esa Verdad de donde
salimos.
En esta primera carta, Juan afirma: Si tienen al Hijo de Dios,
tienen toda la Verdad, están en el camino del auténtico Amor y
están en comunión con Dios mismo. Pero quizás nos engañamos a
nosotros mismos cuando pretendemos estar en Cristo. Y por eso
Juan precisa los criterios, las condiciones que nos permiten verificar
si realmente andamos en la luz y vivimos en el amor.
De este modo la primera carta de Juan completa su Evangelio, en
el que había demostrado que al creer o no en Cristo tomamos la
decisión más importante de la vida humana.
En esta carta se pueden reconocer tres partes:
- andar en la luz: 1,5-2,29
- vivir como hijos de Dios: 3,1-4,6
- Dios-Amor es fuente del amor, 4,7-21, y fuente de la fe, 5.
Capítulo 1
La palabra de vida
1:1 Lo que era desde el principio,
lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al
Verbo de vida
1:2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto,
y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba
con el Padre, y se nos manifestó);
1:3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para
que también vosotros tengáis comunión con
nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre,
y con su Hijo Jesucristo.
1:4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
Dios es luz
1:5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y
os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
1:6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos
en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
1:7 pero si andamos en luz, como él está en luz,
tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo
su Hijo nos limpia de todo pecado.
1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros.
1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso,
y su palabra no está en nosotros.
Capítulo 2
Cristo, nuestro abogado
2:1 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis;
y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo.
2:2 Y él es la propiciación por nuestros pecados;
y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo.
2:3 Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus
mandamientos.
2:4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el
tal es mentiroso, y la verdad no está en él;
2:5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente
el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos
en él.
2:6 El que dice que permanece en él, debe andar como él
anduvo.
El nuevo mandamiento
2:7 Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento
antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento
antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.
2:8 Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero
en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando,
y la luz verdadera ya alumbra.
2:9 El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano,
está todavía en tinieblas.
2:10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él
no hay tropiezo.
2:11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas,
y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas
le han cegado los ojos.
2:12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os
han sido perdonados por su nombre.
2:13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al
que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes,
porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros,
hijitos, porque habéis conocido al Padre.
2:14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido
al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes,
porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros,
y habéis vencido al maligno.
2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él.
2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne,
los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene
del Padre, sino del mundo.
2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad
de Dios permanece para siempre.
El anticristo
2:18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros
oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido
muchos anticristos; por esto conocemos que es el último
tiempo.
2:19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si
hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros;
pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.
2:20 Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y
conocéis todas las cosas.
2:21 No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque
la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.
2:22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que
Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al
Padre y al Hijo.
2:23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El
que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
2:24 Lo que habéis oído desde el principio, permanezca
en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio
permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis
en el Hijo y en el Padre.
2:25 Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.
2:26 Os he escrito esto sobre los que os engañan.
2:27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él
permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie
os enseñe; así como la unción misma os enseña
todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según
ella os ha enseñado, permaneced en él.
2:28 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando
se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos
alejemos de él avergonzados.
2:29 Si sabéis que él es justo, sabed también
que todo el que hace justicia es nacido de él.
Capítulo 3
Hijos de Dios
3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios;
por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él.
3:2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado
lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es.
3:3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica
a sí mismo, así como él es puro.
3:4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley;
pues el pecado es infracción de la ley.
3:5 Y sabéis que él apareció para quitar
nuestros pecados,
y no hay pecado en él.
3:6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel
que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
3:7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo,
como él es justo.
3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo
peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de
Dios, para deshacer las obras del diablo.
3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar,
porque es nacido de Dios.
3:10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del
diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano,
no es de Dios.
3:11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde
el principio: Que nos amemos unos a otros.
3:12 No como Caín, que era del maligno y mató a
su hermano.
¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras
eran malas, y las de su hermano justas.
3:13 Hermanos míos, no os extrañéis si el
mundo os aborrece.
3:14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece
en muerte.
3:15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis
que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su
vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras
vidas por los hermanos.
3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano
tener necesidad, y cierra contra él su corazón,
¿cómo mora el amor de Dios en él?
3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino
de hecho y en verdad.
3:19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos
nuestros corazones delante de él;
3:20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro
corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
3:21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza
tenemos en Dios;
3:22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas
que son agradables delante de él.
3:23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su
Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
3:24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios
en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros,
por el Espíritu que nos ha dado.
Capítulo 4
El Espíritu de Dios y el espíritu
del anticristo
4:1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad
los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas
han salido por el mundo.
4:2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu
que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;
4:3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido
en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo,
el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora
ya está en el mundo.
4:4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido;
porque mayor es el que está en vosotros, que el que está
en el mundo.
4:5 Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los
oye.
4:6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que
no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu
de verdad y el espíritu de error.
Dios es amor
4:7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de
Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
4:8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
4:9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que vivamos por él.
4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió
a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
4:11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también
nosotros amarnos unos a otros.
4:12 Nadie ha visto jamás a Dios.
Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor
se ha perfeccionado en nosotros.
4:13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él
en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.
4:14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado
al Hijo, el Salvador del mundo.
4:15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios,
Dios permanece en él, y él en Dios.
4:16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios
tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él.
4:17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que
tengamos confianza en el día del juicio; pues como él
es, así somos nosotros en este mundo.
4:18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera
el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde
el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
4:19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero.
4:20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es
mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto?
4:21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que
ama a Dios, ame también a su hermano.
Capítulo 5
La fe que vence al mundo
5:1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido
de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también
al que ha sido engendrado por él.
5:2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos
a Dios, y guardamos sus mandamientos.
5:3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos;
y sus mandamientos no son gravosos.
5:4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta
es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
5:5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree
que Jesús es el Hijo de Dios?
El testimonio del Espíritu
5:6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante
agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu
es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad.
5:7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre,
el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
5:8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu,
el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.
5:9 Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio
de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado
acerca de su Hijo.
5:10 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí
mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no
ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su
Hijo.
5:11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna;
y esta vida está en su Hijo.
5:12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo
de Dios no tiene la vida.
El conocimiento de la vida eterna
5:13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en
el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis
vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de
Dios.
5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
5:15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que
pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
5:16 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de
muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para
los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte,
por el cual yo no digo que se pida.
5:17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.
5:18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica
el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y
el maligno no le toca.
5:19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está
bajo el maligno.
5:20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado
entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el
verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y
la vida eterna.
5:21 Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
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