Evangelio de Juan
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Los tres primeros
evangelios pueden hacernos olvidar el trabajo y los talentos de
los que los redactaron. Cualquiera que haya sido la visión que
quisieron dejarnos del Salvador, trataron los testimonios con
tanta sencillez, que muchas veces creemos que estamos viendo y
oyendo al mismo Jesús.
En ese sentido el evangelio de Juan
es muy diferente. Este libro lo acompañó a lo largo de toda su
vida de apóstol y no dejó de redactarlo y de corregirlo a medida
que iba profundizando su experiencia de Jesús, ahora resucitado
y presente en su Iglesia. Y Juan no nos oculta lo que ese propuso:
"Esto ha sido escrito para que crean que Jesús es el Hijo de Dios..."
(Jn 20,31). Ciertamente la Iglesia profesaba la fe en Jesús, Hijo
de Dios, pero ¿cómo entendían estas palabras? La resurrección
de Jesús había manifestado la divinidad de su persona, pero ¿desde
cuándo y hasta qué punto participa de la existencia divina?
El evangelio de Juan afirma con toda claridad su existencia en
Dios mismo desde la eternidad, y esta claridad sobre el origen
de Jesús ilumina la amplitud de su obra. Siendo Jesús el Hijo
eterno de Dios hecho hombre, no vino sólo para enseñarnos a ser
mejores, sino para transformar la creación.
En evangelio de Juan es polémico: mientras más pura y dura sea
una verdad, menos numerosos serán los que puedan oírla. Este evangelio
no dejó de suscitar polémicas dentro de la misma Iglesia en los
primeros tiempos en que fue divulgado, pero pronto fue reconocido
como Palabra de Dios y de los Apóstoles.
Capítulo 1
El Verbo hecho carne
1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y
el Verbo era Dios.
1:2 Este era en el principio con Dios.
1:3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él
nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
1:5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron
contra ella.
1:6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
1:7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la
luz, a fin de que todos creyesen por él.
1:8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de
la luz.
1:9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía
a este mundo.
1:10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero
el mundo no le conoció.
1:11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros
(y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre),
lleno de gracia y de verdad.
1:15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo:
Este es de quien yo decía: El que viene después
de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
1:16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.
1:17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
1:18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo,
que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Testimonio de Juan el Bautista
(Mt. 3.11-12; Mr.
1.7-8; Lc. 3.15-17)
1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le
preguntasen: ¿Tú, quién eres?
1:20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo
no soy el Cristo.
1:21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú
Elías?
Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta?
Y respondió: No.
1:22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos
respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de
ti mismo?
1:23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad
el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
1:24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
1:25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues,
bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni
el profeta?
1:26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua;
mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
1:27 Este es el que viene después de mí, el que
es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la
correa del calzado.
1:28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del
Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El Cordero de Dios
1:29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía
a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo.
1:30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí
viene un varón, el cual es antes de mí; porque era
primero que yo.
1:31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado
a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
1:32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu
que descendía del cielo como paloma, y permaneció
sobre él.
1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a
bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender
el Espíritu y que permanece sobre él, ése
es el que bautiza con el Espíritu Santo.
1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el
Hijo de Dios.
Los primeros discípulos
1:35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus
discípulos.
1:36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo:
He aquí el Cordero de Dios.
1:37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a
Jesús.
1:38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían,
les dijo: ¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde
moras?
1:39 Les dijo: Venid y ved. Fueron,
y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día;
porque era como la hora décima.
1:40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de
los dos que habían oído a Juan, y habían
seguido a Jesús.
1:41 Este halló primero a su hermano Simón, y le
dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).
1:42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús,
dijo: Tú eres Simón, hijo
de Jonás; tú serás llamado Cefas
(que quiere decir, Pedro).
Jesús llama a Felipe y a Natanael
1:43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea,
y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.
1:44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
1:45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado
a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así
como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de
Nazaret.
1:46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de
bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.
1:47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo
de él: He aquí un verdadero
israelita, en quien no hay engaño.
1:48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió
Jesús y le dijo: Antes que Felipe
te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
1:49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú
eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.
1:50 Respondió Jesús y le dijo:
¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas
mayores que estas verás.
1:51 Y le dijo: De cierto, de cierto os
digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto,
y a los ángeles de Dios que suben y descienden
sobre el Hijo del Hombre.
Capítulo 2
Las bodas de Caná
2:1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de
Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
2:2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y
sus discípulos.
2:3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen
vino.
2:4 Jesús le dijo: ¿Qué
tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
2:5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os
dijere.
2:6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme
al rito de la purificación de los judíos, en cada
una de las cuales cabían dos o tres cántaros.
2:7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas
de agua. Y las llenaron hasta arriba.
2:8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo
al maestresala. Y se lo
llevaron.
2:9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber
él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes
que habían sacado el agua, llamó al esposo,
2:10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando
ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado
el buen vino hasta ahora.
2:11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná
de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos
creyeron en él.
2:12 Después de esto descendieron a Capernaum,
él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron
allí no muchos días.
Jesús purifica el templo
(Mt. 21.12-13; Mr.
11.15-18; Lc. 19.45-46)
2:13 Estaba cerca la pascua
de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,
2:14 y halló en el templo a los que vendían bueyes,
ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
2:15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo
a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas
de los cambistas, y volcó las mesas;
2:16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad
de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre
casa de mercado.
2:17 Entonces se acordaron sus discípulos que está
escrito: El celo de tu casa me consume.
2:18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué
señal nos muestras, ya que haces esto?
2:19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid
este templo, y en tres días lo levantaré.
2:20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años
fue edificado este templo, ¿y tú en tres días
lo levantarás?
2:21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo.
2:22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus
discípulos se acordaron que había dicho esto; y
creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había
dicho.
Jesús conoce a todos los hombres
2:23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos
creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.
2:24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía
a todos,
2:25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio
del hombre, pues él sabía lo que había en
el hombre.
Capítulo 3
Jesús y Nicodemo
3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo,
un principal entre los judíos.
3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos
que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas
señales que tú haces, si no está Dios con él.
3:3 Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede
ver el reino de Dios.
3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre
de su madre, y nacer?
3:5 Respondió Jesús: De cierto,
de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu,
no puede entrar en el reino de Dios.
3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es;
y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
3:7 No te maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer de nuevo.
3:8 El viento sopla de donde quiere, y oyes
su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde
va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
3:9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede
hacerse esto?
3:10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres
tú maestro de Israel, y no sabes esto?
3:11 De cierto, de cierto te digo, que lo
que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís
nuestro testimonio.
3:12 Si os he dicho cosas terrenales, y no
creéis, ¿cómo creeréis si os dijere
las celestiales?
3:13 Nadie subió al cielo, sino el
que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está
en el cielo.
3:14 Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del
Hombre sea levantado,
3:15 para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
De tal manera amó Dios al mundo
3:16 Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
3:17 Porque no envió Dios a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo
por él.
3:18 El que en él cree, no es condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído
en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
3:19 Y esta es la condenación: que
la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas
que la luz, porque sus obras eran malas.
3:20 Porque todo aquel que hace lo malo,
aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean
reprendidas.
3:21 Mas el que practica la verdad viene
a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en
Dios.
El amigo del esposo
3:22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos
a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.
3:23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim,
porque había allí muchas aguas; y venían,
y eran bautizados.
3:24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.
3:25 Entonces hubo discusión entre los discípulos
de Juan y los judíos acerca de la purificación.
3:26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el
que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú
diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.
3:27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir
nada, si no le fuere dado del cielo.
3:28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el
Cristo,
sino que soy enviado delante de él.
3:29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo,
que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la
voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.
3:30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
El que viene de arriba
3:31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la
tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del
cielo, es sobre todos.
3:32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe
su testimonio.
3:33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios
es veraz.
3:34 Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla;
pues Dios no da el Espíritu por medida.
3:35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su
mano.
3:36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa
creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios
está sobre él.
Capítulo 4
Jesús y la mujer samaritana
4:1 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos
habían oído decir: Jesús hace y bautiza más
discípulos que Juan
4:2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
4:3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.
4:4 Y le era necesario pasar por Samaria.
4:5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la
heredad que Jacob dio a su hijo José.
4:6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús,
cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era
como la hora sexta.
4:7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo:
Dame de beber.
4:8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar
de comer.
4:9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú,
siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer
samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre
sí.
4:10 Respondió Jesús y le dijo: Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame
de beber; tú le pedirías, y él te daría
agua viva.
4:11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla,
y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua
viva?
4:12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob,
que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y
sus ganados?
4:13 Respondió Jesús y le dijo:Cualquiera
que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
4:14 mas el que bebiere del agua que yo le
daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua
que yo le daré será en él una fuente de agua
que salte para vida eterna.
4:15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no
tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
4:16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu
marido, y ven acá.
4:17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús
le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;
4:18 porque cinco maridos has tenido, y el
que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
4:19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres
profeta.
4:20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís
que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
4:21 Jesús le dijo: Mujer, créeme,
que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén
adoraréis al Padre.
4:22 Vosotros adoráis lo que no sabéis;
nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene
de los judíos.
4:23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu
y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca
que le adoren.
4:24 Dios es Espíritu; y los que le
adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
4:25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías,
llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas
las cosas.
4:26 Jesús le dijo: Yo soy, el que
habla contigo.
4:27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de
que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué
preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?
4:28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la
ciudad, y dijo a los hombres:
4:29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho.
¿No será éste el Cristo?
4:30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
4:31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí,
come.
4:32 El les dijo: Yo tengo una comida que
comer, que vosotros no sabéis.
4:33 Entonces los discípulos decían unos a otros:
¿Le habrá traído alguien de comer?
4:34 Jesús les dijo: Mi comida es que
haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
4:35 ¿No decís vosotros: Aún
faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os
digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están
blancos para la siega.
4:36 Y el que siega recibe salario, y recoge
fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente
con el que siega.
4:37 Porque en esto es verdadero el dicho:
Uno es el que siembra, y otro es el que siega.
4:38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros
no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado
en sus labores.
4:39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él
por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo
todo lo que he hecho.
4:40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron
que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.
4:41 Y creyeron muchos más por la palabra de él,
4:42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu
dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente
éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Jesús sana al hijo de un noble
4:43 Dos días después, salió de allí
y fue a Galilea.
4:44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta
no tiene honra en su propia tierra.
4:45 Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo
visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén,
en la fiesta;
porque también ellos habían ido a la fiesta.
4:46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea,
donde había convertido el agua en vino.
Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba
enfermo.
4:47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado
de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese
y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.
4:48 Entonces Jesús le dijo: Si no
viereis señales y prodigios, no creeréis.
4:49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes
que mi hijo muera.
4:50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive.
Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo,
y se fue.
4:51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron
a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.
4:52 Entonces él les preguntó a qué hora
había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las
siete le dejó la fiebre.
4:53 El padre entonces entendió que aquella era la hora
en que Jesús le había dicho: Tu
hijo vive; y creyó él con toda su casa.
4:54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de
Judea a Galilea.
Capítulo 5
El paralítico de Betesda
5:1 Después de estas cosas había una fiesta de los
judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
5:2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas,
un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
5:3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos,
cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
5:4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo
al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía
al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano
de cualquier enfermedad que tuviese.
5:5 Y había allí un hombre que hacía treinta
y ocho años que estaba enfermo.
5:6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho
tiempo así, le dijo: ¿Quieres
ser sano?
5:7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien
me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que
yo voy, otro desciende antes que yo.
5:8 Jesús le dijo: Levántate,
toma tu lecho, y anda.
5:9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho,
y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
5:10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había
sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar
tu lecho.
5:11 El les respondió: El que me sanó, él mismo
me dijo: Toma tu lecho y anda.
5:12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te
dijo: Toma tu lecho y anda?
5:13 Y el que había sido sanado no sabía quién
fuese, porque Jesús se había apartado de la gente
que estaba en aquel lugar.
5:14 Después le halló Jesús en el templo, y
le dijo: Mira, has sido sanado; no peques
más, para que no te venga alguna cosa peor.
5:15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús
era el que le había sanado.
5:16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús,
y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día
de reposo.
5:17 Y Jesús les respondió: Mi
Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.
5:18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle,
porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino
que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose
igual a Dios.
La autoridad del Hijo
5:19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De
cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí
mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre
hace, también lo hace el Hijo igualmente.
5:20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra
todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas
le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
5:21 Porque como el Padre levanta a los
muertos, y les da vida, así también el Hijo a los
que quiere da vida.
5:22 Porque el Padre a nadie juzga, sino
que todo el juicio dio al Hijo,
5:23 para que todos honren al Hijo como
honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que
le envió.
5:24 De cierto, de cierto os digo: El que
oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna;
y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte
a vida.
5:25 De cierto, de cierto os digo: Viene
la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del
Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.
5:26 Porque como el Padre tiene vida en
sí mismo, así también ha dado al Hijo el
tener vida en sí mismo;
5:27 y también le dio autoridad de
hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
5:28 No os maravilléis de esto; porque
vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros
oirán su voz;
5:29 y los que hicieron lo bueno, saldrán
a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación.
Testigos de Cristo
5:30 No puedo yo hacer nada por mí
mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo,
porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió,
la del Padre.
5:31 Si yo doy testimonio acerca de mí
mismo, mi testimonio no es verdadero.
5:32 Otro es el que da testimonio acerca
de mí, y sé que el testimonio que da de mí
es verdadero.
5:33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan,
y él dio testimonio de la verdad.
5:34 Pero yo no recibo testimonio de hombre
alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.
5:35 El era antorcha que ardía y
alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en
su luz.
5:36 Mas yo tengo mayor testimonio que el
de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese,
las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que
el Padre me ha enviado.
5:37 También el Padre que me envió
ha dado testimonio de mí.
Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto
su aspecto,
5:38 ni tenéis su palabra morando
en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no
creéis.
5:39 Escudriñad las Escrituras; porque
a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí;
5:40 y no queréis venir a mí
para que tengáis vida.
5:41 Gloria de los hombres no recibo.
5:42 Mas yo os conozco, que no tenéis
amor de Dios en vosotros.
5:43 Yo he venido en nombre de mi Padre,
y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a
ése recibiréis.
5:44 ¿Cómo podéis vosotros
creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no
buscáis la gloria que viene del Dios único?
5:45 No penséis que yo voy a acusaros
delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien
tenéis vuestra esperanza.
5:46 Porque si creyeseis a Moisés,
me creeríais a mí, porque de mí escribió
él.
5:47 Pero si no creéis a sus escritos,
¿cómo creeréis a mis palabras?
Capítulo 6
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14.13-21; Mr.
6.30-44; Lc. 9.10-17)
6:1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar
de Galilea, el de Tiberias.
6:2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales
que hacía en los enfermos.
6:3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó
allí con sus discípulos.
6:4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.
6:5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había
venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De
dónde compraremos pan para que coman éstos?
6:6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía
lo que había de hacer.
6:7 Felipe le respondió: Doscientos denarios
de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un
poco.
6:8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón
Pedro, le dijo:
6:9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de
cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
6:10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar
la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se
recostaron como en número de cinco mil varones.
6:11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado
gracias, los repartió entre los discípulos, y los
discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de
los peces, cuanto querían.
6:12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos:
Recoged los pedazos que sobraron, para que
no se pierda nada.
6:13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de
los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.
6:14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús
había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que
había de venir al mundo.
6:15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse
de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él
solo.
Jesús anda sobre el mar
(Mt. 14.22-27; Mr.
6.45-52)
6:16 Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar,
6:17 y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum.
Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
6:18 Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba.
6:19 Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios,
vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a
la barca; y tuvieron miedo.
6:20 Mas él les dijo: Yo soy; no
temáis.
6:21 Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual
llegó en seguida a la tierra adonde iban.
La gente busca a Jesús
6:22 El día siguiente, la gente que estaba al otro lado
del mar vio que no había habido allí más
que una sola barca, y que Jesús no había entrado
en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían
ido solos.
6:23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto
al lugar donde habían comido el pan después de haber
dado gracias el Señor.
6:24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí,
ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum,
buscando a Jesús.
Jesús, el pan de vida
6:25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí,
¿cuándo llegaste acá?
6:26 Respondió Jesús y les dijo: De
cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis
visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
6:27 Trabajad, no por la comida que perece,
sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo
del Hombre os dará; porque a éste señaló
Dios el Padre.
6:28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para
poner en práctica las obras de Dios?
6:29 Respondió Jesús y les dijo: Esta
es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
6:30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues,
haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué
obra haces?
6:31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.
6:32 Y Jesús les dijo: De cierto,
de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas
mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
6:33 Porque el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo.
6:34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
6:35 Jesús les dijo: Yo soy el pan
de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre;
y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
6:36 Mas os he dicho, que aunque me habéis
visto, no creéis.
6:37 Todo lo que el Padre me da, vendrá
a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
6:38 Porque he descendido del cielo, no
para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
6:39 Y esta es la voluntad del Padre, el
que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo
nada, sino que lo resucite en el día postrero.
6:40 Y esta es la voluntad del que me ha
enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga
vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
6:41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque
había dicho: Yo soy el pan que descendió
del cielo.
6:42 Y decían: ¿No es éste Jesús,
el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?
¿Cómo, pues, dice éste: Del
cielo he descendido?
6:43 Jesús respondió y les dijo:No
murmuréis entre vosotros.
6:44 Ninguno puede venir a mí, si
el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré
en el día postrero.
6:45 Escrito está en los profetas:
Y serán todos enseñados por Dios.
Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió
de él, viene a mí.
6:46 No que alguno haya visto al Padre,
sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.
6:47 De cierto, de cierto os digo: El que
cree en mí, tiene vida eterna.
6:48 Yo soy el pan de vida.
6:49 Vuestros padres comieron el maná
en el desierto, y murieron.
6:50 Este es el pan que desciende del cielo,
para que el que de él come, no muera.
6:51 Yo soy el pan vivo que descendió
del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré
por la vida del mundo.
6:52 Entonces los judíos contendían entre sí,
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer
su carne?
6:53 Jesús les dijo: De cierto, de
cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre,
y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
6:54 El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero.
6:55 Porque mi carne es verdadera comida,
y mi sangre es verdadera bebida.
6:56 El que come mi carne y bebe mi sangre,
en mí permanece, y yo en él.
6:57 Como me envió el Padre viviente,
y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también
vivirá por mí.
6:58 Este es el pan que descendió
del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y
murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.
6:59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
Palabras de vida eterna
6:60 Al oirlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura
es esta palabra; ¿quién la puede oír?
6:61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos
murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto
os ofende?
6:62 ¿Pues qué, si viereis
al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
6:63 El espíritu es el que da vida;
la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado
son espíritu y son vida.
6:64 Pero hay algunos de vosotros que no
creen. Porque Jesús
sabía desde el principio quiénes eran los que no
creían, y quién le había de entregar.
6:65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno
puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
6:66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron
atrás, y ya no andaban con él.
6:67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis
acaso iros también vosotros?
6:68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
6:69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
6:70 Jesús les respondió: ¿No
os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?
6:71 Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque
éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.
Capítulo 7
Incredulidad de los hermanos de Jesús
7:1 Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea;
pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban
matarle.
7:2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;
7:3 y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea,
para que también tus discípulos vean las obras que
haces.
7:4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto.
Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.
7:5 Porque ni aun sus hermanos creían en él.
7:6 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo
aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está
presto.
7:7 No puede el mundo aborreceros a vosotros;
mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que
sus obras son malas.
7:8 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo
todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha
cumplido.
7:9 Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea.
Jesús en la fiesta de los tabernáculos
7:10 Pero después que sus hermanos habían subido,
entonces él también subió a la fiesta, no
abiertamente, sino como en secreto.
7:11 Y le buscaban los judíos en la fiesta, y decían:
¿Dónde está aquél?
7:12 Y había gran murmullo acerca de él entre la
multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían:
No, sino que engaña al pueblo.
7:13 Pero ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo
a los judíos.
7:14 Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al
templo, y enseñaba.
7:15 Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo
sabe éste letras, sin haber estudiado?
7:16 Jesús les respondió y dijo:
Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.
7:17 El que quiera hacer la voluntad de
Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo
por mi propia cuenta.
7:18 El que habla por su propia cuenta,
su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le
envió, éste es verdadero, y no hay en él
injusticia.
7:19 ¿No os dio Moisés la
ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué
procuráis matarme?
7:20 Respondió la multitud y dijo: Demonio tienes; ¿quién
procura matarte?
7:21 Jesús respondió y les dijo: Una
obra hice, y todos os maravilláis.
7:22 Por cierto, Moisés os dio la
circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los
padres);
y en el día de reposo circuncidáis al hombre.
7:23 Si recibe el hombre la circuncisión
en el día de reposo, para que la ley de Moisés no
sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el
día de reposo sané completamente a un hombre?
7:24 No juzguéis según las
apariencias, sino juzgad con justo juicio.
¿Es éste el Cristo?
7:25 Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No
es éste a quien buscan para matarle?
7:26 Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada.
¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que
éste es el Cristo?
7:27 Pero éste, sabemos de dónde es; mas cuando
venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea.
7:28 Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó
la voz y dijo: A mí me conocéis,
y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí
mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros
no conocéis.
7:29 Pero yo le conozco, porque de él
procedo, y él me envió.
7:30 Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó
mano, porque aún no había llegado su hora.
7:31 Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían:
El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales
que las que éste hace?
Los fariseos envían alguaciles para prender a Jesús
7:32 Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él
estas cosas; y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron
alguaciles para que le prendiesen.
7:33 Entonces Jesús dijo: Todavía
un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al
que me envió.
7:34 Me buscaréis, y no me hallaréis;
y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir.
7:35 Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿Adónde
se irá éste, que no le hallemos? ¿Se irá
a los dispersos entre los griegos, y enseñará a
los griegos?
7:36 ¿Qué significa esto que dijo: Me
buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré,
vosotros no podréis venir?
Ríos de agua viva
7:37 En el último y gran día de la fiesta,
Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba.
7:38 El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva.
7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir
los que creyesen en él; pues aún no había
venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había
sido aún glorificado.
División entre la gente
7:40 Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras,
decían: Verdaderamente éste es el profeta.
7:41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían:
¿De Galilea ha de venir el Cristo?
7:42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de
la aldea de Belén,
de donde era David, ha de venir el Cristo?
7:43 Hubo entonces disensión entre la gente a causa de
él.
7:44 Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno
le echó mano.
¡Nunca ha hablado hombre así!
7:45 Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a
los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué
no le habéis traído?
7:46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno
ha hablado como este hombre!
7:47 Entonces los fariseos les respondieron: ¿También
vosotros habéis sido engañados?
7:48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los
gobernantes, o de los fariseos?
7:49 Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es.
7:50 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche,
el cual era uno de ellos:
7:51 ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no
le oye, y sabe lo que ha hecho?
7:52 Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también
galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado
profeta.
La mujer adúltera
7:53 Cada uno se fue a su casa;
Capítulo 8
8:1 y Jesús se fue al monte de los Olivos.
8:2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo
vino a él; y sentado él, les enseñaba.
8:3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida
en adulterio; y poniéndola en medio,
8:4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto
mismo de adulterio.
8:5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales
mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices?
8:6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle.
Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en
tierra con el dedo.
8:7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les
dijo: El que de vosotros esté sin pecado
sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8:8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió
escribiendo en tierra.
8:9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia,
salían uno a uno, comenzando desde los más viejos
hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer
que estaba en medio.
8:10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino
a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde
están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
8:11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le
dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques
más.
Jesús, la luz del mundo
8:12 Otra vez Jesús les habló, diciendo:Yo
soy la luz del mundo;
el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida.
8:13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio
acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
8:14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque
yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es
verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde
voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni
a dónde voy.
8:15 Vosotros juzgáis según
la carne; yo no juzgo a nadie.
8:16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero;
porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
8:17 Y en vuestra ley está escrito
que el testimonio de dos hombres es verdadero.
8:18 Yo soy el que doy testimonio de mí
mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
8:19 Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre?
Respondió Jesús: Ni a mí
me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis,
también a mi Padre conoceríais.
8:20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las
ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió,
porque aún no había llegado su hora.
A donde yo voy, vosotros no podéis venir
8:21 Otra vez les dijo Jesús: Yo
me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis;
a donde yo voy, vosotros no podéis venir.
8:22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se
matará a sí mismo, que dice: A
donde yo voy, vosotros no podéis venir?
8:23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo,
yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este
mundo.
8:24 Por eso os dije que moriréis
en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en
vuestros pecados moriréis.
8:25 Entonces le dijeron: ¿Tú
quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde
el principio os he dicho.
8:26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar
de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo
que he oído de él, esto hablo al mundo.
8:27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre.
8:28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando
hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis
que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según
me enseñó el Padre, así hablo.
8:29 Porque el que me envió, conmigo
está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre
lo que le agrada.
8:30 Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.
La verdad os hará libres
8:31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían
creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos;
8:32 y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres.
8:33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos,
y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo
dices tú: Seréis libres?
8:34 Jesús les respondió:
De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado,
esclavo es del pecado.
8:35 Y el esclavo no queda en la casa para
siempre; el hijo sí queda para siempre.
8:36 Así que, si el Hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres.
8:37 Sé que sois descendientes de
Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla
cabida en vosotros.
8:38 Yo hablo lo que he visto cerca del
Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído
cerca de vuestro padre.
Sois de vuestro padre el diablo
8:39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús
les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las
obras de Abraham haríais.
8:40 Pero ahora procuráis matarme
a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído
de Dios; no hizo esto Abraham.
8:41 Vosotros hacéis las obras de
vuestro padre. Entonces le
dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre
tenemos, que es Dios.
8:42 Jesús entonces les dijo: Si
vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque
yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí
mismo, sino que él me envió.
8:43 ¿Por qué no entendéis
mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo,
y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad,
porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo
habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
8:45 Y a mí, porque digo la verdad,
no me creéis.
8:46 ¿Quién de vosotros me
redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué
vosotros no me creéis?
8:47 El que es de Dios, las palabras de
Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois
de Dios.
La preexistencia de Cristo
8:48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No
decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes
demonio?
8:49 Respondió Jesús: Yo no
tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis.
8:50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien
la busca, y juzga.
8:51 De cierto, de cierto os digo, que el
que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
8:52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que
tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú
dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.
8:53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham,
el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién
te haces a ti mismo?
8:54 Respondió Jesús: Si yo
me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es
el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro
Dios.
8:55 Pero vosotros no le conocéis;
mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería
mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.
8:56 Abraham vuestro padre se gozó
de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
8:57 Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes
cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
8:58 Jesús les dijo: De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
8:59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús
se escondió y salió del templo; y atravesando por
en medio de ellos, se fue.
Capítulo 9
Jesús sana a un ciego de nacimiento
9:1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
9:2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí,
¿quién pecó, éste o sus padres, para
que haya nacido ciego?
9:3 Respondió Jesús: No es que
pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras
de Dios se manifiesten en él.
9:4 Me es necesario hacer las obras del que
me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene,
cuando nadie puede trabajar.
9:5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz
soy del mundo.
9:6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva,
y untó con el lodo los ojos del ciego,
9:7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque
de Siloé (que traducido
es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
9:8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto
que era ciego, decían: ¿No es éste el que se
sentaba y mendigaba?
9:9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El
decía: Yo soy.
9:10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
9:11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama
Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al
Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí
la vista.
9:12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él?
El dijo: No sé.
Los fariseos interrogan al ciego sanado
9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
9:14 Y era día de reposo cuando Jesús había
hecho el lodo, y le había abierto los ojos.
9:15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos
cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso
lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.
9:16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre
no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo.
Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador
hacer estas señales? Y había disensión entre
ellos.
9:17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué
dices tú del que te abrió los ojos? Y él
dijo: Que es profeta.
9:18 Pero los judíos no creían que él había
sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron
a los padres del que había recibido la vista,
9:19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro
hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo,
pues, ve ahora?
9:20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste
es nuestro hijo, y que nació ciego;
9:21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién
le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene,
preguntadle a él; él hablará por sí
mismo.
9:22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los
judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado
que si alguno confesase que Jesús era el Mesías,
fuera expulsado de la sinagoga.
9:23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
9:24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido
ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese
hombre es pecador.
9:25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador,
no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego,
ahora veo.
9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo
te abrió los ojos?
9:27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis
querido oir; ¿por qué lo queréis oír
otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros
sus discípulos?
9:28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo;
pero nosotros, discípulos de Moisés somos.
9:29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero
respecto a ése, no sabemos de dónde sea.
9:30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso,
que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí
me abrió los ojos.
9:31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno
es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.
9:32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno
abriese los ojos a uno que nació ciego.
9:33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.
9:34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en
pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
Ceguera espiritual
9:35 Oyó Jesús que le habían expulsado;
y hallándole, le dijo: ¿Crees
tú en el Hijo de Dios?
9:36 Respondió él y dijo: ¿Quién es,
Señor, para que crea en él?
9:37 Le dijo Jesús: Pues le has visto,
y el que habla contigo, él es.
9:38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
9:39 Dijo Jesús: Para juicio he venido
yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven,
sean cegados.
9:40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él,
al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también
ciegos?
9:41 Jesús les respondió: Si
fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque
decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
Capítulo 10
Parábola del redil
10:1 De cierto, de cierto os digo: El que
no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube
por otra parte, ése es ladrón y salteador.
10:2 Mas el que entra por la puerta, el pastor
de las ovejas es.
10:3 A éste abre el portero, y las
ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
10:4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias,
va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
10:5 Mas al extraño no seguirán,
sino huirán de él, porque no conocen la voz de los
extraños.
10:6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron
qué era lo que les decía.
Jesús, el buen pastor
10:7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De
cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
10:8 Todos los que antes de mí vinieron,
ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
10:9 Yo soy la puerta; el que por mí
entrare, será salvo; y entrará, y saldrá,
y hallará pastos.
10:10 El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida,
y para que la tengan en abundancia.
10:11 Yo soy el buen pastor;
el buen pastor su vida da por las ovejas.
10:12 Mas el asalariado, y que no es el
pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y
deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
10:13 Así que el asalariado huye,
porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
10:14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis
ovejas, y las mías me conocen,
10:15 así como el Padre me conoce,
y yo conozco al Padre;
y pongo mi vida por las ovejas.
10:16 También tengo otras ovejas
que no son de este redil; aquéllas también debo
traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño,
y un pastor.
10:17 Por eso me ama el Padre, porque yo
pongo mi vida, para volverla a tomar.
10:18 Nadie me la quita, sino que yo de
mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder
para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
10:19 Volvió a haber disensión entre los judíos
por estas palabras.
10:20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está
fuera de sí; ¿por qué le oís?
10:21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado.
¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
Los judíos rechazan a Jesús
10:22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la
dedicación. Era invierno,
10:23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico
de Salomón.
10:24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta
cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el
Cristo, dínoslo abiertamente.
10:25 Jesús les respondió: Os
lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre
de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
10:26 pero vosotros no creéis, porque
no sois de mis ovejas, como os he dicho.
10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco,
y me siguen,
10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor
que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
10:30 Yo y el Padre uno somos.
10:31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para
apedrearle.
10:32 Jesús les respondió: Muchas
buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál
de ellas me apedreáis?
10:33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra
no te apedreamos, sino por la blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
10:34 Jesús les respondió: ¿No
está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
10:35 Si llamó dioses a aquellos
a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser
quebrantada),
10:36 ¿al que el Padre santificó
y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas,
porque dije: Hijo de Dios soy?
10:37 Si no hago las obras de mi Padre,
no me creáis.
10:38 Mas si las hago, aunque no me creáis
a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis
que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
10:39 Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó
de sus manos.
10:40 Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar
donde primero había estado bautizando Juan;
y se quedó allí.
10:41 Y muchos venían a él, y decían: Juan,
a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan
dijo de éste, era verdad.
10:42 Y muchos creyeron en él allí.
Capítulo 11
Muerte de Lázaro
11:1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania,
la aldea de María y de Marta su hermana.
11:2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue
la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó
los pies con sus cabellos.)
11:3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor,
he aquí el que amas está enfermo.
11:4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para
que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
11:5 Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
11:6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó
dos días más en el lugar donde estaba.
11:7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos:
Vamos a Judea otra vez.
11:8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban
los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
11:9 Respondió Jesús: ¿No
tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza,
porque ve la luz de este mundo;
11:10 pero el que anda de noche, tropieza,
porque no hay luz en él.
11:11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro
amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
11:12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme,
sanará.
11:13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro;
y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
11:14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro
ha muerto;
11:15 y me alegro por vosotros, de no haber
estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
11:16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos:
Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Jesús, la resurrección y la vida
11:17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía
ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
11:18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince
estadios;
11:19 y muchos de los judíos habían venido a Marta
y a María, para consolarlas por su hermano.
11:20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía,
salió a encontrarle; pero María se quedó
en casa.
11:21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado
aquí, mi hermano no habría muerto.
11:22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas
a Dios, Dios te lo dará.
11:23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
11:24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la
resurrección, en el día postrero.
11:25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección
y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto,
vivirá.
11:26 Y todo aquel que vive y cree en mí,
no morirá eternamente. ¿Crees esto?
11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que
tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Jesús llora ante la tumba de Lázaro
11:28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María
su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está
aquí y te llama.
11:29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y
vino a él.
11:30 Jesús todavía no había entrado en la
aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había
encontrado.
11:31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella
y la consolaban, cuando vieron que María se había
levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo:
Va al sepulcro a llorar allí.
11:32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús,
al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor,
si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
11:33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos
que la acompañaban, también llorando, se estremeció
en espíritu y se conmovió,
11:34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis?
Le dijeron: Señor, ven y ve.
11:35 Jesús lloró.
11:36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le
amaba.
11:37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste,
que abrió los ojos al ciego, haber hecho también
que Lázaro no muriera?
Resurrección de Lázaro
11:38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al
sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
11:39 Dijo Jesús: Quitad la piedra.
Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor,
hiede ya, porque es de cuatro días.
11:40 Jesús le dijo: ¿No te
he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
11:41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto
el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre,
gracias te doy por haberme oído.
11:42 Yo sabía que siempre me oyes;
pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor,
para que crean que tú me has enviado.
11:43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro,
ven fuera!
11:44 Y el que había muerto salió, atadas las manos
y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús
les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
El complot para matar a Jesús
(Mt. 26.1-5; Mr.
14.1-2; Lc. 22.1-2)
11:45 Entonces muchos de los judíos que habían
venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo
Jesús, creyeron en él.
11:46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron
lo que Jesús había hecho.
11:47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron
el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este
hombre hace muchas señales.
11:48 Si le dejamos así, todos creerán en él;
y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar
santo y nuestra nación.
11:49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel
año, les dijo: Vosotros no sabéis nada;
11:50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por
el pueblo, y no que toda la nación perezca.
11:51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el
sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús
había de morir por la nación;
11:52 y no solamente por la nación, sino también
para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
11:53 Así que, desde aquel día acordaron matarle.
11:54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre
los judíos, sino que se alejó de allí a la
región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín;
y se quedó allí con sus discípulos.
11:55 Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos
subieron de aquella región a Jerusalén antes de
la pascua, para purificarse.
11:56 Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo,
se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No
vendrá a la fiesta?
11:57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían
dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase,
para que le prendiesen.
Capítulo 12
Jesús es ungido en Betania
(Mt. 26.6-13; Mr.
14.3-9)
12:1 Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania,
donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y
a quien había resucitado de los muertos.
12:2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y
Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con
él.
12:3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo
puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús,
y los enjugó con sus cabellos;
y la casa se llenó del olor del perfume.
12:4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de
Simón, el que le había de entregar:
12:5 ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos
denarios,
y dado a los pobres?
12:6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque
era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que
se echaba en ella.
12:7 Entonces Jesús dijo: Déjala;
para el día de mi sepultura ha guardado esto.
12:8 Porque a los pobres siempre los tendréis
con vosotros,
mas a mí no siempre me tendréis.
El complot contra Lázaro
12:9 Gran multitud de los judíos supieron entonces que
él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa
de Jesús, sino también para ver a Lázaro,
a quien había resucitado de los muertos.
12:10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también
a Lázaro,
12:11 porque a causa de él muchos de los judíos
se apartaban y creían en Jesús.
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1-11; Mr.
11.1-11; Lc. 19.28-40)
12:12 El siguiente día, grandes multitudes que habían
venido a la fiesta, al oír que Jesús venía
a Jerusalén,
12:13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban:
¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor,
el Rey de Israel!
12:14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre
él, como está escrito:
12:15 No temas, hija de Sion;
He aquí tu Rey viene,
Montado sobre un pollino de asna.
12:16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al
principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces
se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él,
y de que se las habían hecho.
12:17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando
llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó
de los muertos.
12:18 Por lo cual también había venido la gente
a recibirle, porque había oído que él había
hecho esta señal.
12:19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no
conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.
Unos griegos buscan a Jesús
12:20 Había ciertos griegos entre los que habían
subido a adorar en la fiesta.
12:21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida
de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos
ver a Jesús.
12:22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés
y Felipe se lo dijeron a Jesús.
12:23 Jesús les respondió diciendo: Ha
llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
12:24 De cierto, de cierto os digo, que
si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo;
pero si muere, lleva mucho fruto.
12:25 El que ama su vida, la perderá;
y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
12:26 Si alguno me sirve, sígame;
y donde yo estuviere, allí también estará
mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
Jesús anuncia su muerte
12:27 Ahora está turbada mi alma;
¿y qué diré? ¿Padre, sálvame
de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.
12:28 Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré
otra vez.
12:29 Y la multitud que estaba allí, y había oído
la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían:
Un ángel le ha hablado.
12:30 Respondió Jesús y dijo: No
ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.
12:31 Ahora es el juicio de este mundo;
ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.
12:32 Y yo, si fuere levantado de la tierra,
a todos atraeré a mí mismo.
12:33 Y decía esto dando a entender de qué muerte
iba a morir.
12:34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído
de la ley, que el Cristo permanece para siempre.
¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que
el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este
Hijo del Hombre?
12:35 Entonces Jesús les dijo: Aún
por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto
que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas;
porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.
12:36 Entre tanto que tenéis la luz,
creed en la luz, para que seáis hijos de luz.
Incredulidad de los judíos
Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó
de ellos.
12:37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales
delante de ellos, no creían en él;
12:38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías,
que dijo:
Señor, ¿quién ha creído a nuestro
anuncio?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
12:39 Por esto no podían creer, porque también dijo
Isaías:
12:40 Cegó los ojos de ellos, y endureció
su corazón; Para que no vean con los
ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan y yo los sane.
12:41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló
acerca de él.
12:42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en
él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para
no ser expulsados de la sinagoga.
12:43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la
gloria de Dios.
Las palabras de Jesús juzgarán a los hombres
12:44 Jesús clamó y dijo: El
que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me
envió;
12:45 y el que me ve, ve al que me envió.
12:46 Yo, la luz, he venido al mundo, para
que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
12:47 Al que oye mis palabras, y no las
guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo,
sino a salvar al mundo.
12:48 El que me rechaza, y no recibe mis
palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella
le juzgará en el día postrero.
12:49 Porque yo no he hablado por mi propia
cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento
de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.
12:50 Y sé que su mandamiento es
vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el
Padre me lo ha dicho.
Capítulo 13
Jesús lava los pies de sus discípulos
13:1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que
su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre,
como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el fin.
13:2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en
el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que
le entregase,
13:3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas
las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios
iba,
13:4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y
tomando una toalla, se la ciñó.
13:5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los
pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con
que estaba ceñido.
13:6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor,
¿tú me lavas los pies?
13:7 Respondió Jesús y le dijo: Lo
que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás
después.
13:8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás.
Jesús le respondió: Si no te
lavare, no tendrás parte conmigo.
13:9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis
pies, sino también las manos y la cabeza.
13:10 Jesús le dijo: El que está
lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo
limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.
13:11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso
dijo: No estáis limpios todos.
13:12 Así que, después que les hubo lavado los pies,
tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis
lo que os he hecho?
13:13 Vosotros me llamáis Maestro,
y Señor; y decís bien, porque lo soy.
13:14 Pues si yo, el Señor y el Maestro,
he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros.
13:15 Porque ejemplo os he dado, para que
como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
13:16 De cierto, de cierto os digo: El siervo
no es mayor que su señor,
ni el enviado es mayor que el que le envió.
13:17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados
seréis si las hiciereis.
13:18 No hablo de todos vosotros; yo sé
a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que
come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.
13:19 Desde ahora os lo digo antes que suceda,
para que cuando suceda, creáis que yo soy.
13:20 De cierto, de cierto os digo: El que
recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe
a mí, recibe al que me envió.
Jesús anuncia la traición de Judas
(Mt. 26.20-25; Mr.
14.17-21; Lc. 22.21-23)
13:21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en
espíritu, y declaró y dijo: De
cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar.
13:22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros,
dudando de quién hablaba.
13:23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba,
estaba recostado al lado de Jesús.
13:24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro,
para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.
13:25 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús,
le dijo: Señor, ¿quién es?
13:26 Respondió Jesús: A quien
yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan,
lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.
13:27 Y después del bocado, Satanás entró
en él. Entonces Jesús le dijo: Lo
que vas a hacer, hazlo más pronto.
13:28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió
por qué le dijo esto.
13:29 Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la
bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos
para la fiesta; o que diese algo a los pobres.
13:30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió;
y era ya de noche.
El nuevo mandamiento
13:31 Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora
es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.
13:32 Si Dios es glorificado en él,
Dios también le glorificará en sí mismo,
y en seguida le glorificará.
13:33 Hijitos, aún estaré
con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los
judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo
voy, vosotros no podéis ir.
13:34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os
améis unos a otros;
como yo os he amado, que también os améis unos a
otros.
13:35 En esto conocerán todos que
sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los
otros.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31-35; Mr.
14.27-31; Lc. 22.31-34)
13:36 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde
vas? Jesús le respondió: A
donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás
después.
13:37 Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te
puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti.
13:38 Jesús le respondió: ¿Tu
vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo:
No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.
Capítulo 14
Jesús, el camino al Padre
14:1 No se turbe vuestro corazón; creéis
en Dios, creed también en mí.
14:2 En la casa de mi Padre muchas moradas
hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues,
a preparar lugar para vosotros.
14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis.
14:4 Y sabéis a dónde voy, y
sabéis el camino.
14:5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde
vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
14:7 Si me conocieseis, también a mi
Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le
habéis visto.
14:8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y
nos basta.
14:9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo
hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo,
pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre,
y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo
por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él
hace las obras.
14:11 Creedme que yo soy en el Padre, y el
Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
14:12 De cierto, de cierto os digo: El que
en mí cree, las obras que yo hago, él las hará
también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en
el Hijo.
14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo
haré.
La promesa del Espíritu Santo
14:15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.
14:16 Y yo rogaré al Padre, y os
dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre:
14:17 el Espíritu de verdad, al cual
el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará
en vosotros.
14:18 No os dejaré huérfanos;
vendré a vosotros.
14:19 Todavía un poco, y el mundo
no me verá más; pero vosotros me veréis;
porque yo vivo, vosotros también viviréis.
14:20 En aquel día vosotros conoceréis
que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
14:21 El que tiene mis mandamientos, y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será
amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré
a él.
14:22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo
es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
14:23 Respondió Jesús y le dijo: El
que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará,
y vendremos a él, y haremos morada con él.
14:24 El que no me ama, no guarda mis palabras;
y la palabra que habéis oído no es mía, sino
del Padre que me envió.
14:25 Os he dicho estas cosas estando con
vosotros.
14:26 Mas el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él
os enseñará todas las cosas, y os recordará
todo lo que yo os he dicho.
14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo
no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón,
ni tenga miedo.
14:28 Habéis oído que yo os
he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais
regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre
mayor es que yo.
14:29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda,
para que cuando suceda, creáis.
14:30 No hablaré ya mucho con vosotros;
porque viene el príncipe de este mundo, y él nada
tiene en mí.
14:31 Mas para que el mundo conozca que
amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago.
Levantaos, vamos de aquí.
Capítulo 15
Jesús, la vid verdadera
15:1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es
el labrador.
15:2 Todo pámpano que en mí
no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto,
lo limpiará, para que lleve más fruto.
15:3 Ya vosotros estáis limpios por
la palabra que os he hablado.
15:4 Permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo,
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis
en mí.
15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos;
el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
15:6 El que en mí no permanece, será
echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen,
y los echan en el fuego, y arden.
15:7 Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis,
y os será hecho.
15:8 En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
15:9 Como el Padre me ha amado, así
también yo os he amado; permaneced en mi amor.
15:10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi
Padre, y permanezco en su amor.
15:11 Estas cosas os he hablado, para que
mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
15:12 Este es mi mandamiento: Que os améis
unos a otros,
como yo os he amado.
15:13 Nadie tiene mayor amor que este, que
uno ponga su vida por sus amigos.
15:14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis
lo que yo os mando.
15:15 Ya no os llamaré siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado
amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las
he dado a conocer.
15:16 No me elegisteis vosotros a mí,
sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que
vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca;
para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él
os lo dé.
15:17 Esto os mando: Que os améis unos
a otros.
El mundo os aborrecerá
15:18 Si el mundo os aborrece, sabed que
a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
15:19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría
lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí
del mundo, por eso el mundo os aborrece.
15:20 Acordaos de la palabra que yo os he
dicho: El siervo no es mayor que su señor.
Si a mí me han perseguido, también a vosotros os
perseguirán; si han guardado mi palabra, también
guardarán la vuestra.
15:21 Mas todo esto os harán por
causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
15:22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera
hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa
por su pecado.
15:23 El que me aborrece a mí, también
a mi Padre aborrece.
15:24 Si yo no hubiese hecho entre ellos
obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado;
pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.
15:25 Pero esto es para que se cumpla la
palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.
15:26 Pero cuando venga el Consolador, a
quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad,
el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca
de mí.
15:27 Y vosotros daréis testimonio
también, porque habéis estado conmigo desde el principio.
Capítulo 16
16:1 Estas cosas os he hablado, para que no
tengáis tropiezo.
16:2 Os expulsarán de las sinagogas;
y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará
que rinde servicio a Dios.
16:3 Y harán esto porque no conocen
al Padre ni a mí.
16:4 Mas os he dicho estas cosas, para que
cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había
dicho.
La obra del Espíritu Santo
Esto no os lo dije al principio, porque
yo estaba con vosotros.
16:5 Pero ahora voy al que me envió;
y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
16:6 Antes, porque os he dicho estas cosas,
tristeza ha llenado vuestro corazón.
16:7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene
que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría
a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
16:8 Y cuando él venga, convencerá
al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
16:9 De pecado, por cuanto no creen en mí;
16:10 de justicia, por cuanto voy al Padre,
y no me veréis más;
16:11 y de juicio, por cuanto el príncipe
de este mundo ha sido ya juzgado.
16:12 Aún tengo muchas cosas que
deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
16:13 Pero cuando venga el Espíritu
de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque
no hablará por su propia cuenta, sino que hablará
todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán
de venir.
16:14 El me glorificará; porque tomará
de lo mío, y os lo hará saber.
16:15 Todo lo que tiene el Padre es mío;
por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará
saber.
La tristeza se convertirá en gozo
16:16 Todavía un poco, y no me veréis;
y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.
16:17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos
a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía
un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis;
y, porque yo voy al Padre?
16:18 Decían, pues: ¿Qué quiere decir con:
Todavía un poco? No entendemos lo que habla.
16:19 Jesús conoció que querían preguntarle,
y les dijo: ¿Preguntáis entre
vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no
me veréis, y de nuevo un poco y me veréis?
16:20 De cierto, de cierto os digo, que
vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se
alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra
tristeza se convertirá en gozo.
16:21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor,
porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz
un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de
que haya nacido un hombre en el mundo.
16:22 También vosotros ahora tenéis
tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro
corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.
16:23 En aquel día no me preguntaréis
nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis
al Padre en mi nombre, os lo dará.
16:24 Hasta ahora nada habéis pedido
en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo
sea cumplido.
Yo he vencido al mundo
16:25 Estas cosas os he hablado en alegorías;
la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías,
sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.
16:26 En aquel día pediréis
en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
16:27 pues el Padre mismo os ama, porque
vosotros me habéis amado, y habéis creído
que yo salí de Dios.
16:28 Salí del Padre, y he venido
al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.
16:29 Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas
claramente, y ninguna alegoría dices.
16:30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas
que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.
16:31 Jesús les respondió: ¿Ahora
creéis?
16:32 He aquí la hora viene, y ha
venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado,
y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre
está conmigo.
16:33 Estas cosas os he hablado para que
en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo.
Capítulo 17
Jesús ora por sus discípulos
17:1 Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos
al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado;
glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique
a ti;
17:2 como le has dado potestad sobre toda
carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
17:3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado.
17:4 Yo te he glorificado en la tierra; he
acabado la obra que me diste que hiciese.
17:5 Ahora pues, Padre, glorifícame
tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo fuese.
17:6 He manifestado tu nombre a los hombres
que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado
tu palabra.
17:7 Ahora han conocido que todas las cosas
que me has dado, proceden de ti;
17:8 porque las palabras que me diste, les
he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que
salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
17:9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo,
sino por los que me diste; porque tuyos son,
17:10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo
mío; y he sido glorificado en ellos.
17:11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos
están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que
me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así
como nosotros.
17:12 Cuando estaba con ellos en el mundo,
yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé,
y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición,
para que la Escritura se cumpliese.
17:13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en
el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
17:14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo
los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo.
17:15 No ruego que los quites del mundo, sino
que los guardes del mal.
17:16 No son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo.
17:17 Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad.
17:18 Como tú me enviaste al mundo,
así yo los he enviado al mundo.
17:19 Y por ellos yo me santifico a mí
mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
17:20 Mas no ruego solamente por éstos,
sino también por los que han de creer en mí por la
palabra de ellos,
17:21 para que todos sean uno; como tú,
oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
17:22 La gloria que me diste, yo les he dado,
para que sean uno, así como nosotros somos uno.
17:23 Yo en ellos, y tú en mí,
para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que
tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también
a mí me has amado.
17:24 Padre, aquellos que me has dado, quiero
que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para
que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes
de la fundación del mundo.
17:25 Padre justo, el mundo no te ha conocido,
pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú
me enviaste.
17:26 Y les he dado a conocer tu nombre, y
lo daré a conocer aún, para que el amor con que me
has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
Capítulo 18
Arresto de Jesús
(Mt. 26.47-56; Mr.
14.43-50; Lc. 22.47-53)
18:1 Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus
discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde
había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.
18:2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía
aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido
allí con sus discípulos.
18:3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados,
y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue
allí con linternas y antorchas, y con armas.
18:4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían
de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A
quién buscáis?
18:5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les
dijo: Yo soy. Y estaba también
con ellos Judas, el que le entregaba.
18:6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron,
y cayeron a tierra.
18:7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A
quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús
nazareno.
18:8 Respondió Jesús: Os he
dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir
a éstos;
18:9 para que se cumpliese aquello que había
dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.
18:10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada,
la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote,
y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
18:11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete
tu espada en la vaina; la copa
que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
Jesús ante el sumo sacerdote
(Mt. 26.57-58; Mr.
14.53-54; Lc. 22.54)
18:12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno
y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús
y le ataron,
18:13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro
de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.
18:14 Era Caifás el que había dado el consejo a
los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese
por el pueblo.
Pedro en el patio de Anás
(Mt. 26.69-70; Mr.
14.66-68; Lc. 22.55-57)
18:15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro
discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo
sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;
18:16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues,
el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló
a la portera, e hizo entrar a Pedro.
18:17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres
tú también de los discípulos de este hombre?
Dijo él: No lo soy.
18:18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían
encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban;
y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
Anás interroga a Jesús
(Mt. 26.59-66; Mr.
14.55-64; Lc. 22.66-71)
18:19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca
de sus discípulos y de su doctrina.
18:20 Jesús le respondió: Yo
públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado
en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los
judíos, y nada he hablado en oculto.
18:21 ¿Por qué me preguntas
a mí? Pregunta a los que han oído, qué les
haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
18:22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles,
que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así
respondes al sumo sacerdote?
18:23 Jesús le respondió: Si
he hablado mal, testifica en qué está el mal; y
si bien, ¿por qué me golpeas?
18:24 Anás entonces le envió atado a Caifás,
el sumo sacerdote.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.71-75; Mr.
14.69-72; Lc. 22.58-62)
18:25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron:
¿No eres tú de sus discípulos? El negó,
y dijo: No lo soy.
18:26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel
a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No
te vi yo en el huerto con él?
18:27 Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el
gallo.
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2, 11-31;
Mr. 15.1-20; Lc.
23.1-5, 13-25)
18:28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio.
Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para
no contaminarse, y así poder comer la pascua.
18:29 Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué
acusación traéis contra este hombre?
18:30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor,
no te lo habríamos entregado.
18:31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según
vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos
está permitido dar muerte a nadie;
18:32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había
dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
18:33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y
llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú
el Rey de los judíos?
18:34 Jesús le respondió: ¿Dices
tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
18:35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío?
Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado
a mí. ¿Qué has hecho?
18:36 Respondió Jesús: Mi
reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis
servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los
judíos; pero mi reino no es de aquí.
18:37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey?
Respondió Jesús: Tú
dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido
al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de
la verdad, oye mi voz.
18:38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando
hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y
les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.
18:39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte
uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte
al Rey de los judíos?
18:40 Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste,
sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
Capítulo 19
19:1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús,
y le azotó.
19:2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron
sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;
19:3 y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos!
y le daban de bofetadas.
19:4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os
lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito
hallo en él.
19:5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas
y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí
el hombre!
19:6 Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles,
dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no
hallo delito en él.
19:7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley,
y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí
mismo Hijo de Dios.
19:8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo.
19:9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús:
¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio
respuesta.
19:10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas?
¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo
autoridad para soltarte?
19:11 Respondió Jesús: Ninguna
autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada
de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado
tiene.
19:12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos
daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de
César; todo el que se hace rey, a César se opone.
19:13 Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús,
y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado,
y en hebreo Gabata.
19:14 Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta.
Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro
Rey!
19:15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale!
Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron
los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.
19:16 Así que entonces lo entregó a ellos para que
fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-50; Mr.
15.21-37; Lc. 23.26-49)
19:17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado
de la Calavera, y en hebreo, Gólgota;
19:18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos,
uno a cada lado, y Jesús en medio.
19:19 Escribió también Pilato un título,
que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO,
REY DE LOS JUDÍOS.
19:20 Y muchos de los judíos leyeron este título;
porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca
de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en
griego y en latín.
19:21 Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos:
No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo:
Soy Rey de los judíos.
19:22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
19:23 Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús,
tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada
soldado. Tomaron también su túnica, la cual era
sin costura, de un solo tejido de arriba abajo.
19:24 Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos
suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue
para que se cumpliese la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Y así lo hicieron los soldados.
19:25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana
de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
19:26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo
a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
Mujer, he ahí tu hijo.
19:27 Después dijo al discípulo: He
ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo
la recibió en su casa.
19:28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo
estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese:Tengo
sed.
19:29 Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces
ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en
un hisopo, se la acercaron a la boca.
19:30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado
es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El costado de Jesús traspasado
19:31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación
de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz
en el día de reposo (pues aquel día de reposo era
de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las
piernas, y fuesen quitados de allí.
19:32 Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al
primero, y asimismo al otro que había sido crucificado
con él.
19:33 Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto,
no le quebraron las piernas.
19:34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con
una lanza, y al instante salió sangre y agua.
19:35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero;
y él sabe que dice verdad, para que vosotros también
creáis.
19:36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura:
No será quebrado hueso suyo.
19:37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al
que traspasaron.
Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Mr.
15.42-47; Lc. 23.50-56)
19:38 Después de todo esto, José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo
de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse
el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces
vino, y se llevó el cuerpo de Jesús.
19:39 También Nicodemo, el que antes había visitado
a Jesús de noche,
vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien
libras .
19:40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron
en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre
sepultar entre los judíos.
19:41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había
un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún
no había sido puesto ninguno.
19:42 Allí, pues, por causa de la preparación de
la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba
cerca, pusieron a Jesús.
Capítulo 20
La resurrección
(Mt. 28.1-10; Mr.
16.1-8; Lc. 24.1-12)
20:1 El primer día de la semana, María Magdalena fue
de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada
la piedra del sepulcro.
20:2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro
discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se
han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde
le han puesto.
20:3 Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
20:4 Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo
corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero
al sepulcro.
20:5 Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí,
pero no entró.
20:6 Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró
en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí,
20:7 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús,
no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
20:8 Entonces entró también el otro discípulo,
que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.
20:9 Porque aún no habían entendido la Escritura,
que era necesario que él resucitase de los muertos.
20:10 Y volvieron los discípulos a los suyos.
Jesús se aparece a María Magdalena
(Mr. 16.9-11)
20:11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro;
y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;
20:12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban
sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el
cuerpo de Jesús había sido puesto.
20:13 Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les
dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé
dónde le han puesto.
20:14 Cuando había dicho esto, se volvió, y vio
a Jesús que estaba allí; mas no sabía que
era Jesús.
20:15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por
qué lloras? ¿A quién buscas? Ella,
pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú
lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
20:16 Jesús le dijo: ¡María!
Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir,
Maestro).
20:17 Jesús le dijo: No me toques,
porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos,
y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro
Dios.
20:18 Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos
las nuevas de que había visto al Señor, y que él
le había dicho estas cosas.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28.16-20; Mr.
16.14-18; Lc. 24.36-49)
20:19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día,
el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar
donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los
judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo:
Paz a vosotros.
20:20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos
y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al
Señor.
20:21 Entonces Jesús les dijo otra vez:
Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también
yo os envío.
20:22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid
el Espíritu Santo.
20:23 A quienes remitiereis los pecados,
les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.
Incredulidad de Tomás
20:24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo,
no estaba con ellos cuando Jesús vino.
20:25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor
hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal
de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y
metiere mi mano en su costado, no creeré.
20:26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos
dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando
las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz
a vosotros.
20:27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí
tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en
mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
20:28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor
mío, y Dios mío!
20:29 Jesús le dijo: Porque me has
visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no
vieron, y creyeron.
El propósito del libro
20:30 Hizo además Jesús muchas otras señales
en presencia de sus discípulos, las cuales no están
escritas en este libro.
20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo,
tengáis vida en su nombre.
Capítulo 21
Jesús se aparece a siete de sus discípulos
21:1 Después de esto, Jesús se manifestó otra
vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó
de esta manera:
21:2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el
Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos
de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
21:3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron:
Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una
barca; y aquella noche no pescaron nada.
21:4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús
en la playa; mas los discípulos no sabían que era
Jesús.
21:5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis
algo de comer? Le respondieron: No.
21:6 El les dijo: Echad la red a la derecha
de la barca, y hallaréis.
Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran
cantidad de peces.
21:7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba
dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando
oyó que era el Señor, se ciñó la ropa
(porque se había despojado de ella), y se echó al
mar.
21:8 Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando
la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos
codos.
21:9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima
de ellas, y pan.
21:10 Jesús les dijo: Traed de los
peces que acabáis de pescar.
21:11 Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra,
llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos,
la red no se rompió.
21:12 Les dijo Jesús: Venid, comed.
Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle:
¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor.
21:13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio,
y asimismo del pescado.
21:14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba
a sus discípulos, después de haber resucitado de los
muertos.
Apacienta mis ovejas
21:15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón
Pedro: Simón, hijo de Jonás,
¿me amas más que éstos? Le respondió:
Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo:
Apacienta mis corderos.
21:16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió:
Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo:
Pastorea mis ovejas.
21:17 Le dijo la tercera vez: Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas?
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera
vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú
lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo:
Apacienta mis ovejas.
21:18 De cierto, de cierto te digo: Cuando
eras más joven, te ceñías, e ibas a donde
querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus
manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde
no quieras.
21:19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había
de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
El discípulo amado
21:20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el
discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la
cena se había recostado al lado de él, y le había
dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?
21:21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor,
¿y qué de éste?
21:22 Jesús le dijo: Si quiero que
él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme
tú.
21:23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos,
que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús
no le dijo que no moriría, sino: Si
quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué
a ti?
21:24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas,
y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es
verdadero.
21:25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús,
las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en
el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.
Amén.
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