Evangelio de Lucas
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Lucas, médico sirio,
se convirtió a la fe cristiana cuando los primeros misioneros
salieron de las comunidades de Jerusalén y de Cesarea para llevar
el Evangelio más allá de las fronteras del país judío. Luego dejó
su patria para acompañar al apóstol Pablo (Hechos 16,10).
Llegó a Roma, capital del mundo entonces conocido, donde permaneció
durante dos años, por lo menos, y se encontró con Pedro y Marcos,
que predicaban entre los cristianos de Roma.
Cuando escribió su Evangelio, hacia el año 70, tenía ante su vista
varios escritos que contenían hechos y milagros de Jesús, los
mismos que usaron Marcos y Mateo; pero también había recogido
durante sus viajes otros relatos que provenían de los primeros
discípulos de Jesús, y que guardaban las iglesias más antiguas
de Jerusalén y de Cesarea.
De ahí provienen los dos primeros capítulos de su Evangelio, en
que nos habla de la infancia de Jesús, a partir de datos que le
debió proporcionar su madre, María.
Lucas era de cultura griega y escribía
para griegos. No reprodujo, como Marcos y Mateo, detalles que
se referían a leyes y costumbres judías, pues no habrían sido
entendibles para sus lectores.
Lucas veía en el Evangelio la fuerza que reconcilia a los hombres
con Dios y a los hombres entre sí. Por eso se preocupó de transmitirnos
las parábolas de la misericordia y las palabras que condenan el
dinero, factor de división entre los hombres. Asimismo notó el
trato tan sencillo de Jesús con las mujeres, en un mundo que las
mantenía totalmente marginadas.
El evangelio de Lucas consta de
tres partes: - El ministerio de Jesús en Galilea: 3,1-9,56
- El viaje a Jerusalén: 9,57-18,17
- La llegada a Jerusalén y la Pasión: 18,18-23
El último capítulo sobre las apariciones de Jesús resucitado era
como una invitación a leer el libro de los Hechos, que es la continuación
del Evangelio de Lucas.
Capítulo 1
Dedicatoria a Teófilo
1:1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia
de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
1:2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio
lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,
1:3 me ha parecido también a mí, después
de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen,
escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
1:4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales
has sido instruido.
Anuncio del nacimiento de Juan
1:5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote
llamado Zacarías, de la clase de Abías;
su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
1:6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles
en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
1:7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril,
y ambos eran ya de edad avanzada.
1:8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio
delante de Dios según el orden de su clase,
1:9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en
suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
1:10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora
del incienso.
1:11 Y se le apareció un ángel del Señor
puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
1:12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió
temor.
1:13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas;
porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet
te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
1:14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán
de su nacimiento;
1:15 porque será grande delante de Dios. No beberá
vino ni sidra,
y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre
de su madre.
1:16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan
al Señor Dios de ellos.
1:17 E irá delante de él con el espíritu
y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de
los padres a los hijos,
y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar
al Señor un pueblo bien dispuesto.
1:18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué
conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad
avanzada.
1:19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel,
que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte
estas buenas nuevas.
1:20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta
el día en que esto se haga, por cuanto no creíste
mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
1:21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba
de que él se demorase en el santuario.
1:22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron
que había visto visión en el santuario. El les hablaba
por señas, y permaneció mudo.
1:23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su
casa.
1:24 Después de aquellos días concibió su
mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
1:25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días
en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio del nacimiento de Jesús
1:26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios
a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
1:27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba
José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era
María.
1:28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve,
muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú
entre las mujeres.
1:29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras,
y pensaba qué salutación sería esta.
1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas,
porque has hallado gracia delante de Dios.
1:31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás
a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
1:32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo;
y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
1:33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin.
1:34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo
será esto? pues no conozco varón.
1:35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo
Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
1:36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también
ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella,
la que llamaban estéril;
1:37 porque nada hay imposible para Dios.
1:38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del
Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el
ángel se fue de su presencia.
María visita a Elisabet
1:39 En aquellos días, levantándose María,
fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
1:40 y entró en casa de Zacarías, y saludó
a Elisabet.
1:41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación
de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet
fue llena del Espíritu Santo,
1:42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
1:43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que
la madre de mi Señor venga a mí?
1:44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación
a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre.
1:45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá
lo que le fue dicho de parte del Señor.
1:46 Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor;
1:47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi
Salvador.
1:48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada
todas las generaciones.
1:49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
1:50 Y su misericordia es de generación
en generación
A los que le temen.
1:51 Hizo proezas con su brazo;
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
1:52 Quitó de los tronos a los poderosos,
Y exaltó a los humildes.
1:53 A los hambrientos colmó de bienes,
Y a los ricos envió vacíos.
1:54 Socorrió a Israel su siervo,
Acordándose de la misericordia
1:55 De la cual habló a nuestros padres,
Para con Abraham
y su descendencia para siempre.
1:56 Y se quedó María con ella como tres meses;
después se volvió a su casa.
Nacimiento de Juan el Bautista
1:57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento,
dio a luz un hijo.
1:58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había
engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con
ella.
1:59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar
al niño;
y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;
1:60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.
1:61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela
que se llame con ese nombre.
1:62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo
le quería llamar.
1:63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan
es su nombre. Y todos se maravillaron.
1:64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló
bendiciendo a Dios.
1:65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las
montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas.
1:66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón,
diciendo: ¿Quién, pues, será este niño?
Y la mano del Señor estaba con él.
Profecía de Zacarías
1:67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu
Santo, y profetizó, diciendo:
1:68 Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo,
1:69 Y nos levantó un poderoso Salvador
En la casa de David su siervo,
1:70 Como habló por boca de sus santos profetas
que fueron desde el principio;
1:71 Salvación de nuestros enemigos, y de
la mano de todos los que nos aborrecieron;
1:72 Para hacer misericordia con nuestros padres,
Y acordarse de su santo pacto;
1:73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder
1:74 Que, librados de nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
1:75 En santidad y en justicia delante de él,
todos nuestros días.
1:76 Y tú, niño, profeta del Altísimo
serás llamado;
Porque irás delante de la presencia del Señor,
para preparar sus caminos;
1:77 Para dar conocimiento de salvación
a su pueblo,
Para perdón de sus pecados,
1:78 Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
1:79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas
y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz.
1:80 Y el niño crecía, y se fortalecía en
espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día
de su manifestación a Israel.
Capítulo 2
Nacimiento de Jesús
(Mt. 1.18-25)
2:1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó
un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese
empadronado.
2:2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
2:3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
2:4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret,
a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto
era de la casa y familia de David;
2:5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con
él, la cual estaba encinta.
2:6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron
los días de su alumbramiento.
2:7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió
en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había
lugar para ellos en el mesón.
Los ángeles y los pastores
2:8 Había pastores en la misma región, que velaban
y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
2:9 Y he aquí, se les presentó un ángel del
Señor, y la gloria del Señor los rodeó de
resplandor; y tuvieron gran temor.
2:10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he
aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo
el pueblo:
2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es CRISTO el Señor.
2:12 Esto os servirá de señal: Hallaréis
al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
2:13 Y repentinamente apareció con el ángel una
multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
2:15 Sucedió que cuando los ángeles su fueron de
ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos,
pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que
el Señor nos ha manifestado.
2:16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María
y a José, y al niño acostado en el pesebre.
2:17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho
acerca del niño.
2:18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores
les decían.
2:19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas
en su corazón.
2:20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por
todas las cosas que habían oído y visto, como se
les había dicho.
Presentación de Jesús en el templo
2:21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño,
le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido
puesto por el ángel
antes que fuese concebido.
2:22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación
de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén
para presentarle al Señor
2:23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo
varón que abriere la matriz será llamado santo al
Señor),
2:24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor:
Un par de tórtolas, o dos palominos.
2:25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba
la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba
sobre él.
2:26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo,
que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
2:27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando
los padres del niño Jesús lo trajeron al templo,
para hacer por él conforme al rito de la ley,
2:28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios,
diciendo:
2:29 Ahora, Señor, despides a tu siervo
en paz,
Conforme a tu palabra;
2:30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
2:31 La cual has preparado en presencia de todos
los pueblos;
2:32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
2:33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo
que se decía de él.
2:34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:
He aquí, éste está puesto para caída
y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal
que será contradicha
2:35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que
sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había
vivido con su marido siete años desde su virginidad,
2:37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y
no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día
con ayunos y oraciones.
2:38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias
a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la
redención en Jerusalén.
El regreso a Nazaret
2:39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en
la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
2:40 Y el niño crecía y se fortalecía, y
se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre
él.
El niño Jesús en el templo
2:41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén
en la fiesta de la pascua;
2:42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén
conforme a la costumbre de la fiesta.
2:43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el
niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen
José y su madre.
2:44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron
camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los
conocidos;
2:45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
2:46 Y aconteció que tres días después le
hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la
ley, oyéndoles y preguntándoles.
2:47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia
y de sus respuestas.
2:48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo,
¿por qué nos has hecho así? He aquí,
tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
2:49 Entonces él les dijo: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que en los
negocios de mi Padre me es necesario estar?
2:50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
2:51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret,
y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas
en su corazón.
2:52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura,
y en gracia para con Dios y los hombres.
Capítulo 3
Predicación de Juan el Bautista
(Mt. 3.1-12; Mr.
1.1-8; Jn. 1.19-28)
3:1 En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César,
siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de
Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia
de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
3:2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino
palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3:3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán,
predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de
pecados,
3:4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta
Isaías, que dice:
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
3:5 Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado;
Los caminos torcidos serán enderezados,
Y los caminos ásperos allanados;
3:6 Y verá toda carne la salvación
de Dios.
3:7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas
por él: ¡Oh generación de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis
a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre;
porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas
piedras.
3:9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto se corta y se echa en el fuego.
3:10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué
haremos?
3:11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas,
dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga
lo mismo.
3:12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados,
y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
3:13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está
ordenado.
3:14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros,
¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión
a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
3:15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose
todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
3:16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os
bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien
no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará
en Espíritu Santo y fuego.
3:17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era,
y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja
en fuego que nunca se apagará.
3:18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas
nuevas al pueblo.
3:19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a
causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas
las maldades que Herodes había hecho,
3:20 sobre todas ellas, añadió además esta:
encerró a Juan en la cárcel.
El bautismo de Jesús
(Mt. 3.13-17; Mr.
1.9-11)
3:21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba,
también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo
se abrió,
3:22 y descendió el Espíritu Santo sobre él
en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía:
Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Genealogía de Jesús
(Mt. 1.1-17)
3:23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de
treinta años, hijo, según se creía, de José,
hijo de Elí,
3:24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo
de Jana, hijo de José,
3:25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum,
hijo de Esli, hijo de Nagai,
3:26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo
de José, hijo de Judá,
3:27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
hijo de Neri,
3:28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam,
hijo de Er,
3:29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo
de Matat,
3:30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá,
hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
3:31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo
de Natán,
3:32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de
Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
3:33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares,
hijo de Judá,
3:34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré,
hijo de Nacor,
3:35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber,
hijo de Sala,
3:36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo
de Noé, hijo de Lamec,
3:37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo
de Mahalaleel, hijo de Cainán,
3:38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo
de Dios.
Capítulo 4
Tentación de Jesús
(Mt. 4.1-11; Mr.
1.12-13)
4:1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió
del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
4:2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no
comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo
hambre.
4:3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí
a esta piedra que se convierta en pan.
4:4 Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra de Dios.
4:5 Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró
en un momento todos los reinos de la tierra.
4:6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad,
y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y
a quien quiero la doy.
4:7 Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.
4:8 Respondiendo Jesús, le dijo: Vete
de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
4:9 Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo
del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí
abajo;
4:10 porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
4:11 y, En las manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
4:12 Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho
está: No tentarás al Señor tu Dios.
4:13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó
de él por un tiempo.
Jesús principia su ministerio
(Mt. 4.12-17; Mr.
1.14-15)
4:14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu
a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de
alrededor.
4:15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado
por todos.
Jesús en Nazaret
(Mt. 13.53-58; Mr.
6.1-6)
4:16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día
de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre,
y se levantó a leer.
4:17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo
abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
4:18 El Espíritu del
Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados
de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
4:19 A predicar el año agradable
del Señor.
4:20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó;
y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
4:21 Y comenzó a decirles: Hoy se
ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
4:22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados
de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:
¿No es éste el hijo de José?
4:23 El les dijo: Sin duda me diréis
este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de
tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum,
haz también aquí en tu tierra.
4:24 Y añadió: De cierto os
digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
4:25 Y en verdad os digo que muchas viudas
había en Israel en los días de Elías, cuando
el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo
una gran hambre en toda la tierra;
4:26 pero a ninguna de ellas fue enviado
Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
4:27 Y muchos leprosos había en Israel
en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado,
sino Naamán el sirio.
4:28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron
de ira;
4:29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le
llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada
la ciudad de ellos, para despeñarle.
4:30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
Un hombre que tenía un espíritu inmundo
(Mr. 1.21-28)
4:31 Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea;
y les enseñaba en los días de reposo.
4:32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con
autoridad.
4:33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu
de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
4:34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros,
Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo
te conozco quién eres, el Santo de Dios.
4:35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate,
y sal de él. Entonces
el demonio, derribándole en medio de ellos, salió
de él, y no le hizo daño alguno.
4:36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo:
¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder
manda a los espíritus inmundos, y salen?
4:37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los
contornos.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mt. 8.14-15; Mr.
1.29-31)
4:38 Entonces Jesús se levantó y salió de
la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra
de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por
ella.
4:39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre;
y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante,
les servía.
Muchos sanados al ponerse el sol
(Mt. 8.16-17; Mr.
1.32-34)
4:40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos
de diversas enfermedades los traían a él; y él,
poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
4:41 También salían demonios de muchos, dando voces
y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los
reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían
que él era el Cristo.
Jesús recorre Galilea predicando
(Mr. 1.35-39)
4:42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un
lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba,
le detenían para que no se fuera de ellos.
4:43 Pero él les dijo: Es necesario
que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino
de Dios; porque para esto he sido enviado.
4:44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
Capítulo 5
La pesca milagrosa
(Mt. 4.18-22; Mr.
1.16-20)
5:1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret,
el gentío se agolpaba sobre él para oír la
palabra de Dios.
5:2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y
los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
5:3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón,
le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose,
enseñaba desde la barca a la multitud.
5:4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga
mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5:5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos
estado trabajando, y nada hemos pescado;
mas en tu palabra echaré la red.
5:6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces,
y su red se rompía.
5:7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban
en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron
ambas barcas, de tal manera que se hundían.
5:8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante
Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor,
porque soy hombre pecador.
5:9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había
apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
5:10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros
de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No
temas; desde ahora serás pescador de hombres.
5:11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo,
le siguieron.
Jesús sana a un leproso
(Mt. 8.1-4; Mr.
1.40-45)
5:12 Sucedió que estando él en una de las ciudades,
se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a
Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó,
diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
5:13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó,
diciendo: Quiero; sé limpio.
Y al instante la lepra se fue de él.
5:14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino
ve, le dijo, muéstrate al
sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó
Moisés,
para testimonio a ellos.
5:15 Pero su fama se extendía más y más;
y se reunía mucha gente para oírle, y para que les
sanase de sus enfermedades.
5:16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9.1-8; Mr.
2.1-12)
5:17 Aconteció un día, que él estaba enseñando,
y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales
habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea
y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él
para sanar.
5:18 Y sucedió que unos hombres que traían en un
lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle
adentro y ponerle delante de él.
5:19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud,
subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el
lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
5:20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre,
tus pecados te son perdonados.
5:21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar,
diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias?
¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
5:22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos,
respondiendo les dijo: ¿Qué
caviláis en vuestros corazones?
5:23 ¿Qué es más fácil,
decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate
y anda?
5:24 Pues para que sepáis que el
Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados(dijo
al paralítico):A ti te digo:
Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
5:25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y
tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando
a Dios.
5:26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y
llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
Llamamiento de Leví
(Mt. 9.9-13; Mr.
2.13-17)
5:27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano
llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos,
y le dijo: Sígueme.
5:28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.
5:29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había
mucha compañía de publicanos y de otros que estaban
a la mesa con ellos.
5:30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos,
diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis
con publicanos y pecadores?
5:31 Respondiendo Jesús, les dijo:
Los que están sanos no tienen necesidad de médico,
sino los enfermos.
5:32 No he venido a llamar a justos, sino
a pecadores al arrepentimiento.
La pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9.14-17; Mr.
2.18-22)
5:33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos
de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los
de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?
5:34 El les dijo: ¿Podéis
acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto
que el esposo está con ellos?
5:35 Mas vendrán días cuando
el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días
ayunarán.
5:36 Les dijo también una parábola: Nadie
corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo;
pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo
sacado de él no armoniza con el viejo.
5:37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos;
de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará,
y los odres se perderán.
5:38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se
ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
5:39 Y ninguno que beba del añejo,
quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Capítulo 6
Los discípulos recogen espigas en el día
de reposo
(Mt. 12.1-8; Mr.
2.23-28)
6:1 Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús
por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían,
restregándolas con las manos.
6:2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué
hacéis lo que no es lícito hacer en los días
de reposo?
6:3 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni
aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo
hambre él, y los que con él estaban;
6:4 cómo entró en la casa de
Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales
no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes,
y comió, y dio también a los que estaban con él?
6:5 Y les decía: El Hijo del Hombre
es Señor aun del día de reposo.
El hombre de la mano seca
(Mt. 12.9-14; Mr.
3.1-6)
6:6 Aconteció también en otro día de reposo,
que él entró en la sinagoga y enseñaba; y
estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
6:7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en
el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de
qué acusarle.
6:8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y
dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate,
y ponte en medio. Y él,
levantándose, se puso en pie.
6:9 Entonces Jesús les dijo: Os
preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día
de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?
6:10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende
tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue
restaurada.
6:11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí
qué podrían hacer contra Jesús.
Elección de los doce apóstoles
(Mt. 10.1-4; Mr.
3.13-19)
6:12 En aquellos días él fue al monte a orar, y
pasó la noche orando a Dios.
6:13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos,
y escogió a doce de ellos, a los cuales también
llamó apóstoles:
6:14 a Simón, a quien también llamó Pedro,
a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
6:15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado
Zelote,
6:16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó
a ser el traidor.
Jesús atiende a una multitud
(Mt. 4.23-25)
6:17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano,
en compañía de sus discípulos y de una gran
multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa
de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle,
y para ser sanados de sus enfermedades;
6:18 y los que habían sido atormentados de espíritus
inmundos eran sanados.
6:19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía
de él y sanaba a todos.
Bienaventuranzas y ayes
(Mt. 5.1-12)
6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
Bienaventurados vosotros los pobres, porque
vuestro es el reino de Dios.
6:21 Bienaventurados los que ahora tenéis
hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que
ahora lloráis, porque reiréis.
6:22 Bienaventurados seréis cuando
los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y
os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del
Hijo del Hombre.
6:23 Gozaos en aquel día, y alegraos,
porque he aquí vuestro galardón es grande en los
cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
6:24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque
ya tenéis vuestro consuelo.
6:25 ¡Ay de vosotros, los que ahora
estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay
de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis
y lloraréis.
6:26 ¡Ay de vosotros, cuando todos
los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían
sus padres con los falsos profetas.
El amor hacia los enemigos, y la regla de oro
(Mt. 5.38-48; 7.12)
6:27 Pero a vosotros los que oís,
os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
6:28 bendecid a los que os maldicen, y orad
por los que os calumnian.
6:29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale
también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica
le niegues.
6:30 A cualquiera que te pida, dale; y al
que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
6:31 Y como queréis que hagan los
hombres con vosotros, así también haced vosotros
con ellos.
6:32 Porque si amáis a los que os
aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores aman a los que los aman.
6:33 Y si hacéis bien a los que os
hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque
también los pecadores hacen lo mismo.
6:34 Y si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito
tenéis? Porque también los pecadores prestan a los
pecadores, para recibir otro tanto.
6:35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y
haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será
vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo;
porque él es benigno para con los ingratos y malos.
6:36 Sed, pues, misericordiosos, como también
vuestro Padre es misericordioso.
El juzgar a los demás
(Mt. 7.1-5)
6:37 No juzguéis, y no seréis
juzgados; no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados.
6:38 Dad, y se os dará; medida buena,
apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo;
porque con la misma medida con que medís, os volverán
a medir.
6:39 Y les decía una parábola: ¿Acaso
puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos
en el hoyo?
6:40 El discípulo no es superior
a su maestro;
mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
6:41 ¿Por qué miras la paja
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la
viga que está en tu propio ojo?
6:42 ¿O cómo puedes decir
a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está
en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el
ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio
ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está
en el ojo de tu hermano.
Por sus frutos los conoceréis
(Mt. 7.15-20)
6:43 No es buen árbol el que da
malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
6:44 Porque cada árbol se conoce
por su fruto;
pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se
vendimian uvas.
6:45 El hombre bueno, del buen tesoro de
su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro
de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del
corazón habla la boca.
Los dos cimientos
(Mt. 7.24-27)
6:46 ¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
6:47 Todo aquel que viene a mí, y
oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién
es semejante.
6:48 Semejante es al hombre que al edificar
una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre
la roca; y cuando vino una inundación, el río dio
con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover,
porque estaba fundada sobre la roca.
6:49 Mas el que oyó y no hizo, semejante
es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento;
contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó,
y fue grande la ruina de aquella casa.
Capítulo 7
Jesús sana al siervo de un centurión
(Mt. 8.5-13)
7:1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo
que le oía, entró en Capernaum.
7:2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería
mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
7:3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús,
le envió unos ancianos de los judíos, rogándole
que viniese y sanase a su siervo.
7:4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud,
diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
7:5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una
sinagoga.
7:6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos
de la casa, el centurión envió a él unos amigos,
diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno
de que entres bajo mi techo;
7:7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la
palabra, y mi siervo será sano.
7:8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y
tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve,
y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
7:9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él,
y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os
digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
7:10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron
sano al siervo que había estado enfermo.
Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín
7:11 Aconteció después, que él iba a la
ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de
sus discípulos, y una gran multitud.
7:12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí
que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su
madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente
de la ciudad.
7:13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de
ella, y le dijo: No llores.
7:14 Y acercándose, tocó el féretro; y los
que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven,
a ti te digo, levántate.
7:15 Entonces se incorporó el que había muerto,
y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
7:16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo:
Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado
a su pueblo.
7:17 Y se extendió la fama de él por toda Judea,
y por toda la región de alrededor.
Los mensajeros de Juan el Bautista
(Mt. 11.2-19)
7:18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas
estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
7:19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres
tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron:
Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres
tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y
plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio
la vista.
7:22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id,
haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos
oyen,
los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
7:23 y bienaventurado es aquel que no halle
tropiezo en mí.
7:24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a
decir de Juan a la gente: ta¿Qué
salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida
por el viento?
7:25 Mas ¿qué salisteis a
ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He
aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites,
en los palacios de los reyes están.
7:26 Mas ¿qué salisteis a
ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que
profeta.
7:27 Este es de quien está escrito:
He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
7:28 Os digo que entre los nacidos de mujeres,
no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
7:29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron
a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
7:30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon
los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo
bautizados por Juan.
7:31 Y dijo el Señor: ¿A qué,
pues, compararé los hombres de esta generación,
y a qué son semejantes?
7:32 Semejantes son a los muchachos sentados
en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta,
y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
7:33 Porque vino Juan el Bautista, que ni
comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio
tiene.
7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y
bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor
de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
7:35 Mas la sabiduría es justificada
por todos sus hijos.
Jesús en el hogar de Simón el fariseo
7:36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese
con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó
a la mesa.
7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber
que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un
frasco de alabastro con perfume;
7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando,
comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba
con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el
perfume.
7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado,
dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería
quién y qué clase de mujer es la que le toca, que
es pecadora.
7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo:Simón,
una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
7:41 Un acreedor tenía dos deudores:
el uno le debía quinientos denarios,
y el otro cincuenta;
7:42 y no teniendo ellos con qué
pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de
ellos le amará más?
7:43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien
perdonó más. Y él le dijo: Rectamente
has juzgado.
7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves
esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis
pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas,
y los ha enjugado con sus cabellos.
7:45 No me diste beso; mas ésta,
desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
7:46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas
ésta ha ungido con perfume mis pies.
7:47 Por lo cual te digo que sus muchos
pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel
a quien se le perdona poco, poco ama.
7:48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son
perdonados.
7:49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron
a decir entre sí: ¿Quién es éste,
que también perdona pecados?
7:50 Pero él dijo a la mujer: Tu
fe te ha salvado, vé en paz.
Capítulo 8
Mujeres que sirven a Jesús
8:1 Aconteció después, que Jesús iba por todas
las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del
reino de Dios, y los doce con él,
8:2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus
malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena,
de la que habían salido siete demonios,
8:3 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras
muchas que le servían de sus bienes.
Parábola del sembrador
(Mt. 13.1-15, 18-23;
Mr. 4.1-20)
8:4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad
venían a él, les dijo por parábola:
8:5 El sembrador salió a sembrar
su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al
camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron.
8:6 Otra parte cayó sobre la piedra;
y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
8:7 Otra parte cayó entre espinos,
y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8:8 Y otra parte cayó en buena tierra,
y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando
estas cosas, decía a gran voz: El
que tiene oídos para oír, oiga.
8:9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué
significa esta parábola?
8:10 Y él dijo: A vosotros os es
dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros
por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
8:11 Esta es, pues, la parábola:
La semilla es la palabra de Dios.
8:12 Y los de junto al camino son los que
oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la
palabra, para que no crean y se salven.
8:13 Los de sobre la piedra son los que
habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos
no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el
tiempo de la prueba se apartan.
8:14 La que cayó entre espinos, éstos
son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes
y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
8:15 Mas la que cayó en buena tierra,
éstos son los que con corazón bueno y recto retienen
la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
Nada oculto que no haya de ser manifestado
(Mr. 4.21-25)
8:16 Nadie que enciende una luz la cubre
con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone
en un candelero
para que los que entran vean la luz.
8:17 Porque nada hay oculto, que no haya
de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido,
y de salir a luz.
8:18 Mirad, pues, cómo oís;
porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que
no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt. 12.46-50; Mr.
3.31-35)
8:19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero
no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
8:20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están
fuera y quieren verte.
8:21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi
madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la
hacen.
Jesús calma la tempestad
(Mt. 8.23-27;Mr.
4.35-41)
8:22 Aconteció un día, que entró en una
barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos
al otro lado del lago. Y partieron.
8:23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se
desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban
y peligraban.
8:24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro,
Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió
al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
8:25 Y les dijo: ¿Dónde está
vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían
unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los
vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
El endemoniado gadareno
(Mt. 8.28-34; Mr.
5.1-20)
8:26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está
en la ribera opuesta a Galilea.
8:27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre
de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no
vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
8:28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito,
y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué
tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te
ruego que no me atormentes.
8:29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del
hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado
de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo
las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)
8:30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo
te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos
demonios habían entrado en él.
8:31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
8:32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían
en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les
dio permiso.
8:33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos;
y el hato se precipitó por un despeñadero al lago,
y se ahogó.
8:34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había
acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los
campos.
8:35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron
a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido
los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en
su cabal juicio; y tuvieron miedo.
8:36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo
había sido salvado el endemoniado.
8:37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de
los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían
gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
8:38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le
rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le
despidió, diciendo:
8:39 Vuélvete a tu casa, y cuenta
cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él
se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas
había hecho Jesús con él.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt. 9.18-26; Mr.
5.21-43)
8:40 Cuando volvió Jesús, le recibió la
multitud con gozo; porque todos le esperaban.
8:41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal
de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús,
le rogaba que entrase en su casa;
8:42 porque tenía una hija única, como de doce años,
que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
8:43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde
hacía doce años, y que había gastado en médicos
todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser
curada,
8:44 se le acercó por detrás y tocó el borde
de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
8:45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién
es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los
que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime,
y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
8:46 Pero Jesús dijo: Alguien me
ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
8:47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado
oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró
delante de todo el pueblo por qué causa le había
tocado, y cómo al instante había sido sanada.
8:48 Y él le dijo: Hija, tu fe te
ha salvado; ve en paz.
8:49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal
de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más
al Maestro.
8:50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No
temas; cree solamente, y será salva.
8:51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo,
sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la
niña.
8:52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella.
Pero él dijo: No lloréis;
no está muerta, sino que duerme.
8:53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
8:54 Mas él, tomándola de la mano, clamó
diciendo: Muchacha, levántate.
8:55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente
se levantó; y él mandó que se le diese de
comer.
8:56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les
mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Capítulo 9
Misión de los doce discípulos
(Mt. 10.5-15; Mr.
6.7-13)
9:1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder
y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
9:2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a
los enfermos.
9:3 Y les dijo:No
toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja,
ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
9:4 Y en cualquier casa donde entréis,
quedad allí, y de allí salid.
9:5 Y dondequiera que no os recibieren, salid
de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio
contra ellos.
9:6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio
y sanando por todas partes.
Muerte de Juan el Bautista
(Mt. 14.1-12; Mr.
6.14-29)
9:7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía
Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos:
Juan ha resucitado de los muertos;
9:8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta
de los antiguos ha resucitado.
9:9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién,
pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14.13-21; Mr.
6.30-44; Jn. 6.1-14)
9:10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían
hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar
desierto de la ciudad llamada Betsaida.
9:11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él
les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba
a los que necesitaban ser curados.
9:12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose
los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las
aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos;
porque aquí estamos en lugar desierto.
9:13 El les dijo: Dadles vosotros de comer.
Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados,
a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta
multitud.
9:14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta
en cincuenta.
9:15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
9:16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando
los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus
discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
9:17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les
sobró, doce cestas de pedazos.
La confesión de Pedro
(Mt. 16.13-20; Mr.
8.27-30)
9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte,
estaban con él los discípulos; y les preguntó,
diciendo: ¿Quién dice la gente
que soy yo?
9:19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías;
y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9:20 El les dijo: ¿Y
vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo
Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
Jesús anuncia su muerte
(Mt. 16.21-28;
Mr. 8.31E.1)
9:21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto,
encargándoselo rigurosamente,
9:22 y diciendo: Es necesario que el Hijo
del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos,
por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto,
y resucite al tercer día.
9:23 Y decía a todos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame.
9:24 Porque todo el que quiera salvar su
vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa
de mí, éste la salvará.
9:25 Pues ¿qué aprovecha al
hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí
mismo?
9:26 Porque el que se avergonzare de mí
y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo
del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de
los santos ángeles.
9:27 Pero os digo en verdad, que hay algunos
de los que están aquí, que no gustarán la
muerte hasta que vean el reino de Dios.
La transfiguración
(Mt. 17.1-8; Mr.
9.2-8)
9:28 Aconteció como ocho días después de
estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y
subió al monte a orar.
9:29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo
otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
9:30 Y he aquí dos varones que hablaban con él,
los cuales eran Moisés y Elías;
9:31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su
partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
9:32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos
de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria
de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
9:33 Y sucedió que apartándose ellos de él,
Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que
estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una
para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que
decía.
9:34 Mientras él decía esto, vino una nube que los
cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
9:35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi
Hijo amado;
a él oíd.
9:36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo;
y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a
nadie de lo que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
(Mt. 17.14-21; Mr.
9.14-29)
9:37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte,
una gran multitud les salió al encuentro.
9:38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:
Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único
que tengo;
9:39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da
voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole,
a duras penas se aparta de él.
9:40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera,
y no pudieron.
9:41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo
he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá
a tu hijo.
9:42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó
y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió
al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo
devolvió a su padre.
9:43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mt. 17.22-23; Mr.
9.30-32)
Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía,
dijo a sus discípulos:
9:44 Haced que os penetren bien en los oídos
estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre
será entregado en manos de hombres.
9:45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban
veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle
sobre esas palabras.
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18.1-5; Mr.
9.33-37)
9:46 Entonces entraron en discusión sobre quién
de ellos sería el mayor.
9:47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones,
tomó a un niño y lo puso junto a sí,
9:48 y les dijo: Cualquiera que reciba a
este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera
que me recibe a mí, recibe al que me envió;
porque el que es más pequeño entre todos vosotros,
ése es el más grande.
El que no es contra nosotros, por nosotros es
(Mr. 9.38-40)
9:49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a
uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos,
porque no sigue con nosotros.
9:50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis;
porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Jesús reprende a Jacobo y a Juan
9:51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había
de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
9:52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales
fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle
preparativos.
9:53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a
Jerusalén.
9:54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron:
Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego
del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
9:55 Entonces volviéndose él, los reprendió,
diciendo: Vosotros no sabéis de qué
espíritu sois;
9:56 porque el Hijo del Hombre no ha venido
para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.
Y se fueron a otra aldea.
Los que querían seguir a Jesús
(Mt. 8.18-22)
9:57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te
seguiré adondequiera que vayas.
9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras
tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del
Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
9:59 Y dijo a otro: Sígueme.
El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre
a mi padre.
9:60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus
muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
9:61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor;
pero déjame que me despida primero de los que están
en mi casa.
9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que
poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto
para el reino de Dios.
Capítulo 10
Misión de los setenta
10:1 Después de estas cosas, designó el Señor
también a otros setenta, a quienes envió de dos en
dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él
había de ir.
10:2 Y les decía: La mies a la verdad
es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor
de la mies que envíe obreros a su mies.
10:3 Id; he aquí yo os envío
como corderos en medio de lobos.
10:4 No llevéis bolsa, ni alforja,
ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
10:5 En cualquier casa donde entréis,
primeramente decid: Paz sea a esta casa.
10:6 Y si hubiere allí algún
hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no,
se volverá a vosotros.
10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo
y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario.
No os paséis de casa en casa.
10:8 En cualquier ciudad donde entréis,
y os reciban, comed lo que os pongan delante;
10:9 y sanad a los enfermos que en ella haya,
y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10:10 Mas en cualquier ciudad donde entréis,
y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
10:11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que
se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros.
Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
10:12 Y os digo que en aquel día será
más tolerable el castigo para Sodoma,
que para aquella ciudad.
Ayes sobre las ciudades impenitentes
(Mt. 11.20-24)
10:13 ¡Ay de ti, Corazín!
¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón
se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo
ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
10:14 Por tanto, en el juicio será
más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que
para vosotras.
10:15 Y tú, Capernaum, que hasta
los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
10:16 El que a vosotros oye, a mí
me oye;
y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que
me desecha a mí, desecha al que me envió.
Regreso de los setenta
10:17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor,
aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
10:18 Y les dijo: Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo.
10:19 He aquí os doy potestad de
hollar serpientes y escorpiones,
y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
10:20 Pero no os regocijéis de que
los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros
nombres están escritos en los cielos.
Jesús se regocija
(Mt. 11.25-27; 13.16-17)
10:21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en
el Espíritu, y dijo: Yo te alabo,
oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste
estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los
niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
10:22 Todas las cosas me fueron entregadas
por mi Padre;
y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién
es el Padre, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
10:23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte:
Bienaventurados los ojos que ven lo que
vosotros veis;
10:24 porque os digo que muchos profetas
y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír
lo que oís, y no lo oyeron.
El buen samaritano
10:25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó
y dijo, para probarle:
Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida
eterna?
10:26 El le dijo: ¿Qué está
escrito en la ley? ¿Cómo lees?
10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
todas tus fuerzas, y con toda tu mente;
y a tu prójimo como a ti mismo.
10:28 Y le dijo: Bien has respondido; haz
esto, y vivirás.
10:29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo,
dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
10:30 Respondiendo Jesús, dijo: Un
hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y
cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e
hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
10:31 Aconteció que descendió
un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó
de largo.
10:32 Asimismo un levita, llegando cerca
de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
10:33 Pero un samaritano, que iba de camino,
vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
10:34 y acercándose, vendó
sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole
en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó
de él.
10:35 Otro día al partir, sacó
dos denarios,
y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo
que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
10:36 ¿Quién, pues, de estos
tres te parece que fue el prójimo del que cayó en
manos de los ladrones?
10:37 El dijo: El que usó de misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz
tú lo mismo.
Jesús visita a Marta y a María
10:38 Aconteció que yendo de camino, entró en una
aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
10:39 Esta tenía una hermana que se llamaba María,
la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía
su palabra.
10:40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose,
dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me
deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
10:41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta,
Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
10:42 Pero sólo una cosa es necesaria;
y María ha escogido la buena parte, la cual no le será
quitada.
Capítulo 11
Jesús y la oración
(Mt. 6.9-15; 7.7-11)
11:1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar,
y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor,
enséñanos a orar, como también Juan enseñó
a sus discípulos.
11:2 Y les dijo: Cuando oréis, decid:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra.
11:3 El pan nuestro de cada día, dánoslo
hoy.
11:4 Y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
11:5 Les dijo también: ¿Quién
de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le
dice: Amigo, préstame tres panes,
11:6 porque un amigo mío ha venido
a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
11:7 y aquél, respondiendo desde adentro,
le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis
niños están conmigo en cama; no puedo levantarme,
y dártelos?
11:8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos
por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará
y le dará todo lo que necesite.
11:9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
11:10 Porque todo aquel que pide, recibe;
y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11:11 ¿Qué padre de vosotros,
si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si
pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
11:12 ¿O si le pide un huevo, le dará
un escorpión?
11:13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis
dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre celestial dará el Espíritu
Santo a los que se lo pidan?
Una casa dividida contra sí misma
(Mt. 12.22-30; Mr.
3.20-27)
11:14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo;
y aconteció que salido el demonio, el mudo habló;
y la gente se maravilló.
11:15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú,
príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
11:16 Otros, para tentarle, le pedían señal del
cielo.
11:17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les
dijo: Todo reino dividido contra sí
mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma,
cae.
11:18 Y si también Satanás
está dividido contra sí mismo, ¿cómo
permanecerá su reino? ya que decís que por Beelzebú
echo yo fuera los demonios.
11:19 Pues si yo echo fuera los demonios
por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los
echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
11:20 Mas si por el dedo de Dios echo yo
fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a
vosotros.
11:21 Cuando el hombre fuerte armado guarda
su palacio, en paz está lo que posee.
11:22 Pero cuando viene otro más
fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que
confiaba, y reparte el botín.
11:23 El que no es conmigo, contra mí
es;
y el que conmigo no recoge, desparrama.
El espíritu inmundo que vuelve
(Mt. 12.43-45)
11:24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda
por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice:
Volveré a mi casa de donde salí.
11:25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
11:26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores
que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Los que en verdad son bienaventurados
11:27 Mientras él decía estas cosas, una mujer
de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado
el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.
11:28 Y él dijo: Antes bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
La generación perversa demanda señal
(Mt. 12.38-42)
11:29 Y apiñándose las multitudes, comenzó
a decir: Esta generación es mala;
demanda señal,
pero señal no le será dada, sino la señal
de Jonás.
11:30 Porque así como Jonás
fue señal a los ninivitas,
también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
11:31 La reina del Sur se levantará
en el juicio con los hombres de esta generación, y los
condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para
oír la sabiduría de Salomón,y
he aquí más que Salomón en este lugar.
11:32 Los hombres de Nínive se levantarán
en el juicio con esta generación, y la condenarán;
porque a la predicación de Jonás se arrepintieron,
y he aquí más que Jonás en este lugar.
La lámpara del cuerpo
(Mt. 6.22-23)
11:33 Nadie pone en oculto la luz encendida,
ni debajo del almud,
sino en el candelero,
para que los que entran vean la luz.
11:34 La lámpara del cuerpo es el
ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está
lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu
cuerpo está en tinieblas.
11:35 Mira pues, no suceda que la luz que
en ti hay, sea tinieblas.
11:36 Así que, si todo tu cuerpo
está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas,
será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra
con su resplandor.
Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley
(Mt. 23.1-36; Mr.
12.38-40; Lc. 20.45-47)
11:37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese
con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó
a la mesa.
11:38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que
no se hubiese lavado antes de comer.
11:39 Pero el Señor le dijo: Ahora
bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso
y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad
y de maldad.
11:40 Necios, ¿el que hizo lo de
fuera, no hizo también lo de adentro?
11:41 Pero dad limosna de lo que tenéis,
y entonces todo os será limpio.
11:42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos!
que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza,
y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os
era necesario hacer, sin dejar aquello.
11:43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que
amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones
en las plazas.
11:44 ¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se
ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
11:45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le
dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas
a nosotros.
11:46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros
también, intérpretes de la ley! porque cargáis
a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni
aun con un dedo las tocáis.
11:47 ¡Ay de vosotros, que edificáis
los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!
11:48 De modo que sois testigos y consentidores
de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los
mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
11:49 Por eso la sabiduría de Dios
también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles;
y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,
11:50 para que se demande de esta generación
la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación
del mundo,
11:51 desde la sangre de Abel
hasta la sangre de Zacarías,
que murió entre el altar y el templo; sí, os digo
que será demandada de esta generación.
11:52 ¡Ay de vosotros, intérpretes
de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia;
vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
11:53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y
los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle
a que hablase de muchas cosas;
11:54 acechándole, y procurando cazar alguna palabra de
su boca para acusarle.
Capítulo 12
La levadura de los fariseos
12:1 En esto, juntándose por millares la multitud, tanto
que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos,
primeramente: Guardaos de la levadura de los
fariseos,
que es la hipocresía.
12:2 Porque nada hay encubierto, que no haya
de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
12:3 Por tanto, todo lo que habéis
dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis
hablado al oído en los aposentos, se proclamará en
las azoteas.
A quién se debe temer
(Mt. 10.26-31)
12:4 Mas os digo, amigos míos: No
temáis a los que matan el cuerpo, y después nada
más pueden hacer.
12:5 Pero os enseñaré a quién
debéis temer: Temed a aquel que después de haber
quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí,
os digo, a éste temed.
12:6 ¿No se venden cinco pajarillos
por dos cuartos?
Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
12:7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis, pues; más
valéis vosotros que muchos pajarillos.
El que me confesare delante de los hombres
12:8 Os digo que todo aquel que me confesare
delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará
delante de los ángeles de Dios;
12:9 mas el que me negare delante de los
hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
12:10 A todo aquel que dijere alguna palabra
contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que
blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será
perdonado.
12:11 Cuando os trajeren a las sinagogas,
y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis
por cómo o qué habréis de responder, o qué
habréis de decir;
12:12 porque el Espíritu Santo os
enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
El rico insensato
12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que
parta conmigo la herencia.
12:14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién
me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
12:15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda
avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia
de los bienes que posee.
12:16 También les refirió una parábola, diciendo:
La heredad de un hombre rico había
producido mucho.
12:17 Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde
guardar mis frutos?
12:18 Y dijo: Esto haré: derribaré
mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré
todos mis frutos y mis bienes;
12:19 y diré a mi alma: Alma, muchos
bienes tienes guardados para muchos años; repósate,
come, bebe, regocíjate.
12:20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche
vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién
será?
12:21 Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios.
El afán y la ansiedad
(Mt. 6.25-34)
12:22 Dijo luego a sus discípulos: Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué
comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
12:23 La vida es más que la comida,
y el cuerpo que el vestido.
12:24 Considerad los cuervos, que ni siembran,
ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
12:25 ¿Y quién de vosotros
podrá con afanarse añadir a su estatura uncodo?
12:26 Pues si no podéis ni aun lo
que es menos, ¿por qué os afanáis por lo
demás?
12:27 Considerad los lirios, cómo
crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria
se vistió como uno de ellos.
12:28 Y si así viste Dios la hierba
que hoy está en el campo, y mañana es echada al
horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de
poca fe?
12:29 Vosotros, pues, no os preocupéis
por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis
de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.
12:30 Porque todas estas cosas buscan las
gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad
de estas cosas.
12:31 Mas buscad el reino de Dios, y todas
estas cosas os serán añadidas.
Tesoro en el cielo
(Mt. 6.19-21)
12:32 No temáis, manada pequeña,
porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
12:33 Vended lo que poseéis, y dad
limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos
que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
12:34 Porque donde está vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón.
El siervo vigilante
12:35 Estén ceñidos vuestros
lomos, y vuestras lámparas encendidas;
12:36 y vosotros sed semejantes a hombres
que aguardan a que su señor regrese
de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
12:37 Bienaventurados aquellos siervos a
los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto
os digo que se ceñirá, y hará que se sienten
a la mesa, y vendrá a servirles.
12:38 Y aunque venga a la segunda vigilia,
y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así,
bienaventurados son aquellos siervos.
12:39 Pero sabed esto, que si supiese el
padre de familia a qué hora el ladrón había
de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar
su casa.
12:40 Vosotros, pues, también, estad
preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del
Hombre vendrá.
El siervo infiel
(Mt. 24.45-51)
12:41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta
parábola a nosotros, o también a todos?
12:42 Y dijo el Señor: ¿Quién
es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá
sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?
12:43 Bienaventurado aquel siervo al cual,
cuando su señor venga, le halle haciendo así.
12:44 En verdad os digo que le pondrá
sobre todos sus bienes.
12:45 Mas si aquel siervo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados
y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
12:46 vendrá el señor de aquel
siervo en día que éste no espera, y a la hora que
no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con
los infieles.
12:47 Aquel siervo que conociendo la voluntad
de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su
voluntad, recibirá muchos azotes.
12:48 Mas el que sin conocerla hizo cosas
dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel
a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al
que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.
Jesús, causa de división
(Mt. 10.34-36)
12:49 Fuego vine a echar en la tierra;
¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
12:50 De un bautismo tengo que ser bautizado;
y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
12:51 ¿Pensáis que he venido
para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
12:52 Porque de aquí en adelante,
cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos,
y dos contra tres.
12:53 Estará dividido el padre contra
el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y
la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera
contra su suegra.
¿Cómo no reconocéis este tiempo?
(Mt. 16.1-4; Mr.
8.11-13)
12:54 Decía también a la multitud: Cuando
veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene;
y así sucede.
12:55 Y cuando sopla el viento del sur,
decís: Hará calor; y lo hace.
12:56 ¡Hipócritas! Sabéis
distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo
no distinguís este tiempo?
Arréglate con tu adversario
(Mt. 5.25-26)
12:57 ¿Y por qué no juzgáis
por vosotros mismos lo que es justo?
12:58 Cuando vayas al magistrado con tu
adversario, procura en el camino arreglarte con él, no
sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil,
y el alguacil te meta en la cárcel.
12:59 Te digo que no saldrás de allí,
hasta que hayas pagado aun la última blanca.
Capítulo 13
Arrepentíos o pereceréis
13:1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban
acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado
con los sacrificios de ellos.
13:2 Respondiendo Jesús, les dijo:
¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales
cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
13:3 Os digo: No; antes si no os arrepentís,
todos pereceréis igualmente.
13:4 O aquellos dieciocho sobre los cuales
cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que todos los hombres que habitan
en Jerusalén?
13:5 Os digo: No; antes si no os arrepentís,
todos pereceréis igualmente.
Parábola de la higuera estéril
13:6 Dijo también esta parábola: Tenía
un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar
fruto en ella, y no lo halló.
13:7 Y dijo al viñador: He aquí,
hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera,
y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza
también la tierra?
13:8 El entonces, respondiendo, le dijo:
Señor, déjala todavía este año, hasta
que yo cave alrededor de ella, y la abone.
13:9 Y si diere fruto, bien; y si no, la
cortarás después.
Jesús sana a una mujer en el día de reposo
13:10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día
de reposo;
13:11 y había allí una mujer que desde hacía
dieciocho años tenía espíritu de enfermedad,
y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
13:12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer,
eres libre de tu enfermedad.
13:13 Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego,
y glorificaba a Dios.
13:14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús
hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis
días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues,
venid y sed sanados, y no en día de reposo.
13:15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita,
cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo
su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
13:16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás
había atado dieciocho años, ¿no se le debía
desatar de esta ligadura en el día de reposo?
13:17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus
adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas
gloriosas hechas por él.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt. 13.31-32; Mr.
4.30-32)
13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante
el reino de Dios, y con qué lo compararé?
13:19 Es semejante al grano de mostaza,
que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció,
y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en
sus ramas.
Parábola de la levadura
(Mt. 13.33)
13:20 Y volvió a decir: ¿A
qué compararé el reino de Dios?
13:21 Es semejante a la levadura, que una
mujer tomó y escondió en tres medidas
de harina, hasta que todo hubo fermentado.
La puerta estrecha
(Mt. 7.13-14, 21-23)
13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando,
y encaminándose a Jerusalén.
13:23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que
se salvan? Y él les dijo:
13:24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta;
porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
13:25 Después que el padre de familia
se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis
a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde
sois.
13:26 Entonces comenzaréis a decir:
Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
13:27 Pero os dirá: Os digo que no
sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros,
hacedores de maldad.
13:28 Allí será el llanto
y el crujir de dientes,
cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los
profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
13:29 Porque vendrán del oriente
y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la
mesa en el reino de Dios.
13:30 Y he aquí hay postreros que
serán primeros, y primeros que serán postreros.
Lamento de Jesús sobre Jerusalén
(Mt. 23.37-39)
13:31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole:
Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
13:32 Y les dijo: Id, y decid a aquella
zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy
y mañana, y al tercer día termino mi obra.
13:33 Sin embargo, es necesario que hoy
y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque
no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
13:34 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la
gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
13:35 He aquí, vuestra casa os es
dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que
llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en
nombre del Señor.
Capítulo 14
Jesús sana a un hidrópico
14:1 Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado
para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos
le acechaban.
14:2 Y he aquí estaban delante de él un hombre hidrópico.
14:3 Entonces Jesús habló a los intérpretes
de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es
lícito sanar en el día de reposo?
14:4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó,
y le despidió.
14:5 Y dirigiéndose a ellos, dijo:
¿Quién de vosotros, si
su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará
inmediatamente, aunque sea en día de reposo?
14:6 Y no le podían replicar a estas cosas.
Los convidados a las bodas
14:7 Observando cómo escogían los primeros asientos
a la mesa, refirió a los convidados una parábola,
diciéndoles:
14:8 Cuando fueres convidado por alguno
a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más
distinguido que tú esté convidado por él,
14:9 y viniendo el que te convidó
a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces
comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
14:10 Mas cuando fueres convidado, ve y
siéntate en el último lugar, para que cuando venga
el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba;
entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo
a la mesa.
14:11 Porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
14:12 Dijo también al que le había convidado: Cuando
hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos,
ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su
vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
14:13 Mas cuando hagas banquete, llama a
los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14:14 y serás bienaventurado; porque
ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado
en la resurrección de los justos.
Parábola de la gran cena
14:15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él
a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino
de Dios.
14:16 Entonces Jesús le dijo: Un
hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
14:17 Y a la hora de la cena envió
a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está
preparado.
14:18 Y todos a una comenzaron a excusarse.
El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla;
te ruego que me excuses.
14:19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas
de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
14:20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por
tanto no puedo ir.
14:21 Vuelto el siervo, hizo saber estas
cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia,
dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la
ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos
y los ciegos.
14:22 Y dijo el siervo: Señor, se
ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
14:23 Dijo el señor al siervo: Ve
por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar,
para que se llene mi casa.
14:24 Porque os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Lo que cuesta seguir a Cristo
14:25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose,
les dijo:
14:26 Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y
hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi
discípulo.
14:27 Y el que no lleva su cruz y viene
en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
14:28 Porque ¿quién de vosotros,
queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
14:29 No sea que después que haya
puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean
comiencen a hacer burla de él,
14:30 diciendo: Este hombre comenzó
a edificar, y no pudo acabar.
14:31 ¿O qué rey, al marchar
a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera
si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él
con veinte mil?
14:32 Y si no puede, cuando el otro está
todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones
de paz.
14:33 Así, pues, cualquiera de vosotros
que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Cuando la sal pierde su sabor
(Mt. 5.13; Mr.
9.50)
14:34 Buena es la sal; mas si la sal se
hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
14:35 Ni para la tierra ni para el muladar
es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para
oír, oiga.
Capítulo 15
Parábola de la oveja perdida
(Mt. 18.10-14)
15:1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores
para oírle,
15:2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a
los pecadores recibe, y con ellos come.
15:3 Entonces él les refirió esta parábola,
diciendo:
15:4 ¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa
y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta
encontrarla?
15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre
sus hombros gozoso;
15:6 y al llegar a casa, reúne a sus
amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he
encontrado mi oveja que se había perdido.
15:7 Os digo que así habrá más
gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa
y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
Parábola de la moneda perdida
15:8 ¿O qué mujer que tiene
diez dracmas,
si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la
casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
15:9 Y cuando la encuentra, reúne
a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado
la dracma
que había perdido.
15:10 Así os digo que hay gozo delante
de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Parábola del hijo pródigo
15:11 También dijo: Un hombre tenía
dos hijos;
15:12 y el menor de ellos dijo a su padre:
Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió
los bienes.
15:13 No muchos días después,
juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia
apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo
perdidamente.
15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado,
vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a
faltarle.
15:15 Y fue y se arrimó a uno de
los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su
hacienda para que apacentase cerdos.
15:16 Y deseaba llenar su vientre de las
algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
15:17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo
aquí perezco de hambre!
15:18 Me levantaré e iré a
mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti.
15:19 Ya no soy digno de ser llamado tu
hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
15:20 Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido
a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello,
y le besó.
15:21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado
tu hijo.
15:22 Pero el padre dijo a sus siervos:
Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano,
y calzado en sus pies.
15:23 Y traed el becerro gordo y matadlo,
y comamos y hagamos fiesta;
15:24 porque este mi hijo muerto era, y
ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron
a regocijarse.
15:25 Y su hijo mayor estaba en el campo;
y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la
música y las danzas;
15:26 y llamando a uno de los criados, le
preguntó qué era aquello.
15:27 El le dijo: Tu hermano ha venido;
y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido
bueno y sano.
15:28 Entonces se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
15:29 Mas él, respondiendo, dijo
al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote
desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para
gozarme con mis amigos.
15:30 Pero cuando vino este tu hijo, que
ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él
el becerro gordo.
15:31 El entonces le dijo: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
15:32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos,
porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y es hallado.
Capítulo 16
Parábola del mayordomo infiel
16:1 Dijo también a sus discípulos: Había
un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue
acusado ante él como disipador de sus bienes.
16:2 Entonces le llamó, y le dijo:
¿Qué es esto que oigo acerca de tí? Da cuenta
de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser
mayordomo.
16:3 Entonces el mayordomo dijo para sí:
¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía.
Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
16:4 Ya sé lo que haré para
que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus
casas.
16:5 Y llamando a cada uno de los deudores
de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
16:6 El dijo: Cien barriles
de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y
escribe cincuenta.
16:7 Después dijo a otro: Y tú,
¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas
de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
16:8 Y alabó el amo al mayordomo malo
por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más
sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
16:9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio
de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os
reciban en las moradas eternas.
16:10 El que es fiel en lo muy poco, también
en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también
en lo más es injusto.
16:11 Pues si en las riquezas injustas no
fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
16:12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles,
¿quién os dará lo que es vuestro?
16:13 Ningún siervo puede servir a
dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará
al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios
y a las riquezas.
16:14 Y oían también todas estas
cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois los
que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres;
mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen
por sublime, delante de Dios es abominación.
La ley y el reino de Dios
16:16 La ley y los profetas eran hasta
Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se
esfuerzan por entrar en él.
16:17 Pero más fácil es que
pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
Jesús enseña sobre el divorcio
(Mt. 19.1-12; Mr.
10.1-12)
16:18 Todo el que repudia a su mujer, y
se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada
del marido, adultera.
El rico y Lázaro
16:19 Había un hombre rico, que
se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía
cada día banquete con esplendidez.
16:20 Había también un mendigo
llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél,
lleno de llagas,
16:21 y ansiaba saciarse de las migajas
que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían
y le lamían las llagas.
16:22 Aconteció que murió
el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham;
y murió también el rico, y fue sepultado.
16:23 Y en el Hades alzó sus ojos,
estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro
en su seno.
16:24 Entonces él, dando voces, dijo:
Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a
Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque
mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
16:25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate
que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también
males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú
atormentado.
16:26 Además de todo esto, una gran
sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que
los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden,
ni de allá pasar acá.
16:27 Entonces le dijo: Te ruego, pues,
padre, que le envíes a la casa de mi padre,
16:28 porque tengo cinco hermanos, para
que les testifique, a fin de que no vengan ellos también
a este lugar de tormento.
16:29 Y Abraham le dijo: A Moisés
y a los profetas tienen; óiganlos.
16:30 El entonces dijo: No, padre Abraham;
pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
16:31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán
aunque alguno se levantare de los muertos.
Capítulo 17
Ocasiones de caer
(Mt. 18.6-7, 21-22;
Mr. 9.42)
17:1 Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible
es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
17:2 Mejor le fuera que se le atase al cuello
una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar
a uno de estos pequeñitos.
17:3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano
pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
17:4 Y si siete veces al día pecare
contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo:
Me arrepiento; perdónale.
Auméntanos la fe
17:5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos
la fe.
17:6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais
fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro:
Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
El deber del siervo
17:7 ¿Quién de vosotros,
teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él
del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
17:8 ¿No le dice más bien:
Prepárame la cena, cíñete, y sírveme
hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come
y bebe tú?
17:9 ¿Acaso da gracias al siervo
porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
17:10 Así también vosotros,
cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid:
Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer,
hicimos.
Diez leprosos son limpiados
17:11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria
y Galilea.
17:12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez
hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
17:13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro,
ten misericordia de nosotros!
17:14 Cuando él los vio, les dijo: Id,
mostraos a los sacerdotes.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
17:15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado,
volvió, glorificando a Dios a gran voz,
17:16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole
gracias; y éste era samaritano.
17:17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No
son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde
están?
17:18 ¿No hubo quien volviese y diese
gloria a Dios sino este extranjero?
17:19 Y le dijo:
Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
La venida del Reino
(Mt. 24.23-28, 36-41)
17:20 Preguntado por los fariseos, cuándo había
de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El
reino de Dios no vendrá con advertencia,
17:21 ni dirán: Helo aquí,
o helo allí;
porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
17:22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo
vendrá cuando desearéis ver uno de los días
del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
17:23 Y os dirán: Helo aquí,
o helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
17:24 Porque como el relámpago que
al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro,
así también será el Hijo del Hombre en su
día.
17:25 Pero primero es necesario que padezca
mucho, y sea desechado por esta generación.
17:26 Como fue en los días de Noé,
así también será en los días del Hijo
del Hombre.
17:27 Comían, bebían, se casaban
y se daban en casamiento, hasta el día en que entró
Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó
a todos.
17:28 Asimismo como sucedió en los
días de Lot;
comían, bebían, compraban, vendían, plantaban,
edificaban;
17:29 mas el día en que Lot salió
de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó
a todos.
17:30 Así será el día
en que el Hijo del Hombre se manifieste.
17:31 En aquel día, el que esté
en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y
el que en el campo, asimismo no vuelva atrás.
17:32 Acordaos de la mujer de Lot.
17:33 Todo el que procure salvar su vida,
la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
17:34 Os digo que en aquella noche estarán
dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será
dejado.
17:35 Dos mujeres estarán moliendo
juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
17:36 Dos estarán en el campo; el
uno será tomado, y el otro dejado.
17:37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor?
El les dijo: Donde estuviere el cuerpo,
allí se juntarán también las águilas.
Capítulo 18
Parábola de la viuda y el juez injusto
18:1 También les refirió Jesús una parábola
sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
18:2 diciendo: Había en una ciudad
un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
18:3 Había también en aquella
ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme
justicia de mi adversario.
18:4 Y él no quiso por algún
tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque
ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
18:5 sin embargo, porque esta viuda me es
molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo,
me agote la paciencia.
18:6 Y dijo el Señor: Oíd lo
que dijo el juez injusto.
18:7 ¿Y acaso Dios no hará justicia
a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se
tardará en responderles?
18:8 Os digo que pronto les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe
en la tierra?
Parábola del fariseo y el publicano
18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y
menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
18:10 Dos hombres subieron al templo a orar:
uno era fariseo, y el otro publicano.
18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como
los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun
como este publicano;
18:12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que gano.
18:13 Mas el publicano, estando lejos, no
quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
18:14 Os digo que éste descendió
a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que
se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Jesús bendice a los niños
(Mt. 19.13-15; Mr.
10.13-16)
18:15 Traían a él los niños para que los
tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
18:16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad
a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de Dios.
18:17 De cierto os digo, que el que no recibe
el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El joven rico
(Mt. 19.16-30; Mr.
10.17-31)
18:18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18:19 Jesús le dijo: ¿Por
qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo
Dios.
18:20 Los mandamientos sabes: No adulterarás;
no matarás;
no hurtarás;
no dirás falso testimonio;
honra a tu padre y a tu madre.
18:21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
18:22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún
te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres,
y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
18:23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque
era muy rico.
18:24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho,
dijo: ¡Cuán difícilmente
entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
18:25 Porque es más fácil
pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en
el reino de Dios.
18:26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues,
podrá ser salvo?
18:27 El les dijo: Lo que es imposible para
los hombres, es posible para Dios.
18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado
nuestras posesiones y te hemos seguido.
18:29 Y él les dijo: De cierto os
digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos,
o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
18:30 que no haya de recibir mucho más
en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt. 20.17-19; Mr.
10.32-34)
18:31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He
aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán
todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del
Hombre.
18:32 Pues será entregado a los gentiles,
y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
18:33 Y después que le hayan azotado,
le matarán; mas al tercer día resucitará.
18:34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra
les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Un ciego de Jericó recibe la vista
(Mt. 20.29-34; Mr.
10.46-52)
18:35 Aconteció que acercándose Jesús a
Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
18:36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó
qué era aquello.
18:37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
18:38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo
de David, ten misericordia de mí!
18:39 Y los que iban delante le reprendían para que callase;
pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David,
ten misericordia de mí!
18:40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó
traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
18:41 diciendo: ¿Qué quieres
que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba
la vista.
18:42 Jesús le dijo: Recíbela,
tu fe te ha salvado.
18:43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y
todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Capítulo 19
Jesús y Zaqueo
19:1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando
por la ciudad.
19:2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era
jefe de los publicanos, y rico,
19:3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía
a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
19:4 Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro
para verle; porque había de pasar por allí.
19:5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia
arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa,
desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
19:6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió
gozoso.
19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado
a posar con un hombre pecador.
19:8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí,
Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo
he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
19:9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la
salvación a esta casa; por cuanto él también
es hijo de Abraham.
19:10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar
y a salvar lo que se había perdido.
Parábola de las diez minas
19:11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús
y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén,
y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
19:12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue
a un país lejano, para recibir un reino y volver.
19:13 Y llamando a diez siervos suyos, les
dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
19:14 Pero sus conciudadanos le aborrecían,
y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos
que éste reine sobre nosotros.
19:15 Aconteció que vuelto él,
después de recibir el reino, mandó llamar ante él
a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para
saber lo que había negociado cada uno.
19:16 Vino el primero, diciendo: Señor,
tu mina ha ganado diez minas.
19:17 El le dijo: Está bien, buen
siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad
sobre diez ciudades.
19:18 Vino otro, diciendo: Señor,
tu mina ha producido cinco minas.
19:19 Y también a éste dijo:
Tú también sé sobre cinco ciudades.
19:20 Vino otro, diciendo: Señor,
aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en
un pañuelo;
19:21 porque tuve miedo de ti, por cuanto
eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que
no sembraste.
19:22 Entonces él le dijo: Mal siervo,
por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo,
que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
19:23 ¿por qué, pues, no pusiste
mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido
con los intereses?
19:24 Y dijo a los que estaban presentes:
Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
19:25 Ellos le dijeron: Señor, tiene
diez minas.
19:26 Pues yo os digo que a todo el que
tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene
se le quitará.
19:27 Y también a aquellos mis enemigos
que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá,
y decapitadlos delante de mí.
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1-11; Mr.
11.1-11; Jn. 12.12-19)
19:28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
19:29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé
y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió
dos de sus discípulos,
19:30 diciendo: Id a la aldea de enfrente,
y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual
ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
19:31 Y si alguien os preguntare: ¿Por
qué lo desatáis? le responderéis así:
Porque el Señor lo necesita.
19:32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como
les dijo.
19:33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron:
¿Por qué desatáis el pollino?
19:34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
19:35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos
sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
19:36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
19:37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos,
toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó
a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían
visto,
19:38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del
Señor;
paz en el cielo, y gloria en las alturas!
19:39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le
dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
19:40 El, respondiendo, les dijo: Os digo
que si éstos callaran, las piedras clamarían.
19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró
sobre ella,
19:42 diciendo: ¡Oh, si también
tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que
es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
19:43 Porque vendrán días
sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado,
y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
19:44 y te derribarán a tierra, y
a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre
piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Purificación del templo
(Mt. 21.12-17; Mr.
11.15-19; Jn. 2.13-22)
19:45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a
todos los que vendían y compraban en él,
19:46 diciéndoles: Escrito está:
Mi casa es casa de oración;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
19:47 Y enseñaba cada día en el templo;
pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales
del pueblo procuraban matarle.
19:48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el
pueblo estaba suspenso oyéndole.
Capítulo 20
La autoridad de Jesús
(Mt. 21.23-27; Mr.
11.27-33)
20:1 Sucedió un día, que enseñando Jesús
al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los
principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
20:2 y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad
haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta
autoridad?
20:3 Respondiendo Jesús, les dijo: Os
haré yo también una pregunta; respondedme:
20:4 El bautismo de Juan, ¿era del
cielo, o de los hombres?
20:5 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo:
Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues,
no le creísteis?
20:6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará;
porque están persuadidos de que Juan era profeta.
20:7 Y respondieron que no sabían de dónde fuese.
20:8 Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco
os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Los labradores malvados
(Mt. 21.33-44; Mr.
12.1-11)
20:9 Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola:
Un hombre plantó una viña,
la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho
tiempo.
20:10 Y a su tiempo envió un siervo
a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña;
pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos
vacías.
20:11 Volvió a enviar otro siervo;
mas ellos a éste también, golpeado y afrentado,
le enviaron con las manos vacías.
20:12 Volvió a enviar un tercer siervo;
mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
20:13 Entonces el señor de la viña
dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo
amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán
respeto.
20:14 Mas los labradores, al verle, discutían
entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle,
para que la heredad sea nuestra.
20:15 Y le echaron fuera de la viña,
y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor
de la viña?
20:16 Vendrá y destruirá a
estos labradores, y dará su viña a otros.Cuando
ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
20:17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué,
pues, es lo que está escrito:
La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo?
20:18 Todo el que cayere sobre aquella piedra,
será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
La cuestión del tributo
(Mt. 21.45-46; 22.15-22;
Mr. 12.12-17)
20:19 Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle
mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había
dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
20:20 Y acechándole enviaron espías que se simulasen
justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle
al poder y autoridad del gobernador.
20:21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y
enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona,
sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
20:22 ¿Nos es lícito dar tributo a César,
o no?
20:23 Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo:
¿Por qué me tentáis?
20:24 Mostradme la moneda. ¿De quién
tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo
dijeron: De César.
20:25 Entonces les dijo: Pues dad a César
lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
20:26 Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del
pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.
La pregunta sobre la resurrección
(Mt. 22.23-33; Mr.
12.18-27)
20:27 Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan
haber resurrección,
le preguntaron,
20:28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si
el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos,
que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
20:29 Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa,
y murió sin hijos.
20:30 Y la tomó el segundo, el cual también murió
sin hijos.
20:31 La tomó el tercero, y así todos los siete,
y murieron sin dejar descendencia.
20:32 Finalmente murió también la mujer.
20:33 En la resurrección, pues, ¿de cuál
de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
20:34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los
hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
20:35 mas los que fueren tenidos por dignos
de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los
muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.
20:36 Porque no pueden ya más morir,
pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al
ser hijos de la resurrección.
20:37 Pero en cuanto a que los muertos han
de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el
pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham,
Dios de Isaac y Dios de Jacob.
20:38 Porque Dios no es Dios de muertos,
sino de vivos, pues para él todos viven.
20:39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron:
Maestro, bien has dicho.
20:40 Y no osaron preguntarle nada más.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mt. 22.41-46; Mr.
12.35-37)
20:41 Entonces él les dijo: ¿Cómo
dicen que el Cristo es hijo de David?
20:42 Pues el mismo David dice en el libro
de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
20:43 Hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies.
20:44 David, pues, le llama Señor;
¿cómo entonces es su hijo?
Jesús acusa a los escribas
(Mt. 23.1-36; Mr.
12.38-40; Lc. 11.37-54)
20:45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
20:46 Guardaos de los escribas, que gustan
de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas,
y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos
en las cenas;
20:47 que devoran las casas de las viudas,
y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán
mayor condenación.
Capítulo 21
La ofrenda de la viuda
(Mr. 12.41-44)
21:1 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas
en el arca de las ofrendas.
21:2 Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí
dos blancas.
21:3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda
pobre echó más que todos.
21:4 Porque todos aquéllos echaron
para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta,
de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Jesús predice la destrucción del templo
(Mt. 24.1-2; Mr.
13.1-2)
21:5 Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de
hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
21:6 En cuanto a estas cosas que veis, días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que
no sea destruida.
Señales antes del fin
(Mt. 24.3-28; Mr.
13.3-23)
21:7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo
será esto? ¿y qué señal habrá
cuando estas cosas estén para suceder?
21:8 El entonces dijo: Mirad que no seáis
engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis
en pos de ellos.
21:9 Y cuando oigáis de guerras y
de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que
estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
21:10 Entonces les dijo: Se levantará
nación contra nación, y reino contra reino;
21:11 y habrá grandes terremotos,
y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá
terror y grandes señales del cielo.
21:12 Pero antes de todas estas cosas os
echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán
a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados
ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.
21:13 Y esto os será ocasión
para dar testimonio.
21:14 Proponed en vuestros corazones no
pensar antes cómo habéis de responder en vuestra
defensa;
21:15 porque yo os daré palabra y
sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir
todos los que se opongan.
21:16 Mas seréis entregados aun por
vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán
a algunos de vosotros;
21:17 y seréis aborrecidos de todos
por causa de mi nombre.
21:18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá.
21:19 Con vuestra paciencia ganaréis
vuestras almas.
21:20 Pero cuando viereis a Jerusalén
rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción
ha llegado.
21:21 Entonces los que estén en Judea,
huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse;
y los que estén en los campos, no entren en ella.
21:22 Porque estos son días de retribución,
para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
21:23 Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días! porque
habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
21:24 Y caerán a filo de espada,
y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén
será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de
los gentiles se cumplan.
La venida del Hijo del Hombre
(Mt. 24.29-35, 42-44;
Mr. 13.24-37)
21:25 Entonces habrá señales
en el sol, en la luna y en las estrellas,
y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del
bramido del mar y de las olas;
21:26 desfalleciendo los hombres por el
temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán
en la tierra; porque las potencias de los cielos serán
conmovidas.
21:27 Entonces verán al Hijo del
Hombre, que vendrá en una nube
con poder y gran gloria.
21:28 Cuando estas cosas comiencen a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención
está cerca.
21:29 También les dijo una parábola: Mirad
la higuera y todos los árboles.
21:30 Cuando ya brotan, viéndolo,
sabéis por vosotros mismos que el verano está ya
cerca.
21:31 Así también vosotros,
cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está
cerca el reino de Dios.
21:32 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
21:33 El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
21:34 Mirad también por vosotros
mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería
y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente
sobre vosotros aquel día.
21:35 Porque como un lazo vendrá
sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
21:36 Velad, pues, en todo tiempo orando
que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas
cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del
Hombre.
21:37 Y enseñaba de día en el templo;
y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los
Olivos.
21:38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana,
para oírle en el templo.
Capítulo 22
El complot para matar a Jesús
(Mt. 26.1-5, 14-16;
Mr. 14.1-2, 10-11; Jn.
11.45-53)
22:1 Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama
la pascua.
22:2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo
matarle; porque temían al pueblo.
22:3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote,
el cual era uno del número de los doce;
22:4 y éste fue y habló con los principales sacerdotes,
y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría.
22:5 Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
22:6 Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad
para entregárselo a espaldas del pueblo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.17-29; Mr.
14.12-25; Jn. 13.21-30; 1
Co. 11.23-26)
22:7 Llegó el día de los panes sin levadura, en
el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
22:8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id,
preparadnos la pascua para que la comamos.
22:9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
22:10 El les dijo: He aquí, al entrar
en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva
un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
22:11 y decid al padre de familia de esa
casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el
aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
22:12 Entonces él os mostrará
un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
22:13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y
prepararon la pascua.
22:14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él
los apóstoles.
22:15 Y les dijo: ¡Cuánto he
deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
22:16 Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
22:17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad
esto, y repartidlo entre vosotros;
22:18 porque os digo que no beberé
más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
22:19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y
les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
22:20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó
la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto
en mi sangre,
que por vosotros se derrama.
22:21 Mas he aquí, la mano del que
me entrega está conmigo en la mesa.
22:22 A la verdad el Hijo del Hombre va,
según lo que está determinado;
pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
22:23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién
de ellos sería el que había de hacer esto.
La grandeza en el servicio
22:24 Hubo también entre ellos una disputa sobre quién
de ellos sería el mayor.
22:25 Pero él les dijo: Los reyes
de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre
ellas tienen autoridad son llamados bienhechores;
22:26 mas no así vosotros,
sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el
que dirige, como el que sirve.
22:27 Porque, ¿cuál es mayor,
el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que
se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.
22:28 Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas.
22:29 Yo, pues, os asigno un reino, como
mi Padre me lo asignó a mí,
22:30 para que comáis y bebáis
a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando
a las doce tribus de Israel.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31-35; Mr.
14.27-31; Jn. 13.36-38)
22:31 Dijo también el Señor: Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para
zarandearos como a trigo;
22:32 pero yo he rogado por ti, que tu fe
no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
22:33 El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no
sólo a la cárcel, sino también a la muerte.
22:34 Y él le dijo: Pedro, te digo
que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues
tres veces que me conoces.
Bolsa, alforja y espada
22:35 Y a ellos dijo: Cuando os envié
sin bolsa, sin alforja, y sin calzado,
¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
22:36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene
bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no
tiene espada, venda su capa y compre una.
22:37 Porque os digo que es necesario que
se cumpla todavía en mí aquello que está
escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está
escrito de mí, tiene cumplimiento.
22:38 Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos
espadas. Y él les dijo: Basta.
Jesús ora en Getsemaní
(Mt. 26.36-46; Mr.
14.32-42)
22:39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los
Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
22:40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad
que no entréis en tentación.
22:41 Y él se apartó de ellos a distancia como de
un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa
de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
22:43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
22:44 Y estando en agonía, oraba más intensamente;
y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta
la tierra.
22:45 Cuando se levantó de la oración, y vino a
sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la
tristeza;
22:46 y les dijo: ¿Por qué
dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en
tentación.
Arresto de Jesús
(Mt. 26.47-56; Mr.
14.43-50; Jn. 18.2-11)
22:47 Mientras él aún hablaba, se presentó
una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al
frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
22:48 Entonces Jesús le dijo: Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
22:49 Viendo los que estaban con él lo que había
de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
22:50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote,
y le cortó la oreja derecha.
22:51 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta
ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
22:52 Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los
jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían
venido contra él: ¿Como contra
un ladrón habéis salido con espadas y palos?
22:53 Habiendo estado con vosotros cada
día en el templo,
no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra
hora, y la potestad de la tinieblas.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.57-58, 69-75;
Mr. 14.53-54, 66-72; Jn.
18.12-18, 25-27)
22:54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa
del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
22:55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se
sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre
ellos.
22:56 Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó
en él, y dijo: También éste estaba con él.
22:57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
22:58 Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú
también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
22:59 Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente
también éste estaba con él, porque es galileo.
22:60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida,
mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
22:61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y
Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le
había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás
tres veces.
22:62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Jesús escarnecido y azotado
(Mt. 26.67-68; Mr.
14.65)
22:63 Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban
de él y le golpeaban;
22:64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y
le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el
que te golpeó?
22:65 Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Jesús ante el concilio
(Mt. 26.59-66; Mr.
14.55-64; Jn. 18.19-24)
22:66 Cuando era de día, se juntaron los ancianos del
pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron
al concilio, diciendo:
22:67 ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les
dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
22:68 y también si os preguntare,
no me responderéis, ni me soltaréis.
22:69 Pero desde ahora el Hijo del Hombre
se sentará a la diestra del poder de Dios.
22:70 Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios?
Y él les dijo: Vosotros decís
que lo soy.
22:71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio
necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su
boca.
Capítulo 23
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2, 11-14;
Mr. 15.1-5; Jn.
18.28-38)
23:1 Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos,
llevaron a Jesús a Pilato.
23:2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado
que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César,
diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
23:3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres
tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él,
dijo: Tú lo dices.
23:4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún
delito hallo en este hombre.
23:5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando
por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Jesús ante Herodes
23:6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó
si el hombre era galileo.
23:7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes,
le remitió a Herodes, que en aquellos días también
estaba en Jerusalén.
23:8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque
hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído
muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna
señal.
23:9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le
respondió.
23:10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole
con gran vehemencia.
23:11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció
y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida;
y volvió a enviarle a Pilato.
23:12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día;
porque antes estaban enemistados entre sí.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15-26; Mr.
15.6-15; Jn. 18.38--19. 16)
23:13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes,
a los gobernantes, y al pueblo,
23:14 les dijo: Me habéis presentado a éste como
un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado
yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno
de aquellos de que le acusáis.
23:15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y
he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
23:16 Le soltaré, pues, después de castigarle.
23:17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
23:18 Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera
con éste, y suéltanos a Barrabás!
23:19 Este había sido echado en la cárcel por sedición
en la ciudad, y por un homicidio.
23:20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
23:21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale,
crucifícale!
23:22 El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal
ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he
hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
23:23 Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado.
Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
23:24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos
pedían;
23:25 y les soltó a aquel que había sido echado
en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían
pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-56; Mr.
15.21-41; Jn. 19.17-30)
23:26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene,
que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para
que la llevase tras Jesús.
23:27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres
que lloraban y hacían lamentación por él.
23:28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas
de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad
por vosotras mismas y por vuestros hijos.
23:29 Porque he aquí vendrán
días en que dirán: Bienaventuradas las estériles,
y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
23:30 Entonces comenzarán a decir
a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
23:31 Porque si en el árbol verde
hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
23:32 Llevaban también con él a otros dos, que eran
malhechores, para ser muertos.
23:33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron
allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la
izquierda.
23:34 Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
23:35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban
de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a
sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
23:36 Los soldados también le escarnecían, acercándose
y presentándole vinagre,
23:37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos,
sálvate a ti mismo.
23:38 Había también sobre él un título
escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY
DE LOS JUDÍOS.
23:39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba,
diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo
y a nosotros.
23:40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni
aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
23:41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos
lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún
mal hizo.
23:42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino.
23:43 Entonces Jesús le dijo: De
cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
23:44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda
la tierra hasta la hora novena.
23:45 Y el sol se oscureció, y el velo
del templo se rasgó por la mitad.
23:46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu.
Y habiendo dicho esto, expiró.
23:47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido,
dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
23:48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este
espectáculo, viendo lo que había acontecido, se
volvían golpeándose el pecho.
23:49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres
que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando
estas cosas.
Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Mr.
15.42-47; Jn. 19.38-42)
23:50 Había un varón llamado José, de Arimatea,
ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón
bueno y justo.
23:51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no
había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
23:52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
23:53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana,
y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual
aún no se había puesto a nadie.
23:54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar
el día de reposo.
23:55 Y las mujeres que habían venido con él desde
Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo
fue puesto su cuerpo.
23:56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos;
y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
Capítulo 24
La resurrección
(Mt. 28.1-10; Mr.
16.1-8; Jn. 20.1-10)
24:1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron
al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían
preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
24:2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro;
24:3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
24:4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí
se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
24:5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron:
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
24:6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos
de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
24:7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado
en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite
al tercer día.
24:8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,
24:9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas
a los once, y a todos los demás.
24:10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre
de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas
a los apóstoles.
24:11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas,
y no las creían.
24:12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro;
y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa
maravillándose de lo que había sucedido.
En el camino a Emaús
(Mr. 16.12-13)
24:13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día
a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios
de Jerusalén.
24:14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas
que habían acontecido.
24:15 Sucedió que mientras hablaban y discutían
entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba
con ellos.
24:16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
24:17 Y les dijo: ¿Qué pláticas
son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis,
y por qué estáis tristes?
24:18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo:
¿Eres tú el único forastero en Jerusalén
que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos
días?
24:19 Entonces él les dijo: ¿Qué
cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que
fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante
de Dios y de todo el pueblo;
24:20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y
nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
24:21 Pero nosotros esperábamos que él era el que
había de redimir a Israel; y ahora, además de todo
esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
24:22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de
entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
24:23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también
habían visto visión de ángeles, quienes dijeron
que él vive.
24:24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron
así como las mujeres habían dicho, pero a él
no le vieron.
24:25 Entonces él les dijo: ¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que
los profetas han dicho!
24:26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
24:27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos
los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de
él decían.
24:28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que
iba más lejos.
24:29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate
con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado.
Entró, pues, a quedarse con ellos.
24:30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa,
tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
24:31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron;
mas él se desapareció de su vista.
24:32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía
nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el
camino, y cuando nos abría las Escrituras?
24:33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén,
y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,
24:34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente,
y ha aparecido a Simón.
24:35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían
acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido
al partir el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28.16-20; Mr.
16.14-18; Jn. 20.19-23)
24:36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús
se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz
a vosotros.
24:37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían
espíritu.
24:38 Pero él les dijo: ¿Por
qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón
estos pensamientos?
24:39 Mirad mis manos y mis pies, que yo
mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne
ni huesos, como veis que yo tengo.
24:40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
24:41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían,
y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis
aquí algo de comer?
24:42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de
miel.
24:43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
24:44 Y les dijo: Estas son las palabras
que os hablé, estando aún con vosotros: que era
necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de
mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los
salmos.
24:45 Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen
las Escrituras;
24:46 y les dijo: Así está
escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese,
y resucitase de los muertos al tercer día;
24:47 y que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén.
24:48 Y vosotros sois testigos de estas
cosas.
24:49 He aquí, yo enviaré
la promesa de mi Padre
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
La ascensión
(Mr. 16.19-20)
24:50 Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos,
los bendijo.
24:51 Y aconteció que bendiciéndolos, se separó
de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
24:52 Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén
con gran gozo;
24:53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a
Dios. Amén.
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