1° de Samuel
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El
libro de Samuel, ahora dividido en dos, marca la tercera etapa
de la historia sagrada, después del Génesis y del Exodo. Aquí
se nos descubre la obra de Dios en el corazón de los hombres y
la manera como éstos cooperan al reino de Dios. Se nos cuentan,
con mucha serenidad, los ejemplos y las faltas de David; su vida,
semejante a la de cualquiera de nosotros, no encierra aparentemente
ningún misterio. Al final, sin embargo, reconocemos que Dios estuvo
presente en todo y construyó con él algo que no perecerá.
Este libro, escrito por contemporaneos, relata acontecimientos
históricos de gran magnitud: la creación de un Reino de Dios en
Israel. Pero se fija con el mismo interés en la persona de David.
Este primer rey de Israel, después del rechazo de Saül, fue un
modelo de creyente porque, siendo hombre de mucha personalidad,
también se dejó guiar e inspirar por Dios.
Aquí, en cierta manera, Dios se esconde: ni revelaciones ni manifestaciones
grandiosas. Solamente una palabra al profeta Natán, que será decisiva
para el porvenir: el reinado de David en Jerusalén y sobre Palestina,
desembocará en el Reino universal de Dios. Cristo Jesús será el
Hijo de David.
Dos personajes preceden a David:
Samuel, el último de los jueces, que también es profeta. Es el
momento en que los israelitas desunidos sienten la necesidad de
una autoridad permanente: «queremos un rey, como los hay en las
demás naciones», en vez de contar solamente con los inspirados,
los «jueces» que no siempre se presentan cuando el pueblo los
necesita.
Saul, el primer rey elegido por Dios, pero después rechazado.
Al empezar el libro, Isral no es dueño todavía de la tierra de
Canaán, pero las tribus ya se han acostumbrado a la vida campesina
sedentaria, después de haber sido pastores errantes. Instalados
en los cerrros, deben ceder, a menudo, ante las incursiones de
los filisteos que viven en la fértil llanura de la costa, en sus
ciudades de Gat, Gaza, Azoto, Ascalón, Acarón.
Capítulo 1
Nacimiento de Samuel
1:1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín,
que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo
de Tohu, hijo de Zuf, efrateo.
1:2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era
Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas
Ana no los tenía.
1:3 Y todos los años aquel varón subía de
su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová
de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí,
Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
1:4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía
sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas
sus hijas, a cada uno su parte.
1:5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque
Jehová no le había concedido tener hijos.
1:6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola,
porque Jehová no le había concedido tener hijos.
1:7 Así hacía cada año; cuando subía
a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual
Ana lloraba, y no comía.
1:8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras?
¿por qué no comes? ¿y por qué está
afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez
hijos?
1:9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido
en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en
una silla junto a un pilar del templo de Jehová,
1:10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró
abundantemente.
1:11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos,
si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te
acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que
dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré
a Jehová todos los días de su vida, y no pasará
navaja sobre su cabeza.
1:12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová,
Elí estaba observando la boca de ella.
1:13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían
sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por
ebria.
1:14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo
estarás ebria? Digiere tu vino.
1:15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío;
yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino
ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.
1:16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque
por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado
hasta ahora.
1:17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios
de Israel te otorgue la petición que le has hecho.
1:18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos.
Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más
triste.
1:19 Y levantándose de mañana, adoraron delante
de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá.
Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó
de ella.
1:20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después
de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre
Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová.
1:21 Después subió el varón Elcana con toda
su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado
y su voto.
1:22 Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré
hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea
presentado delante de Jehová, y se quede allá para
siempre.
1:23 Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te
parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla
Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió
a su hijo hasta que lo destetó.
1:24 Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo,
con tres becerros, un efa
de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová
en Silo; y el niño era pequeño.
1:25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí.
1:26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu
alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo
aquí junto a ti orando a Jehová.
1:27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que
le pedí.
1:28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos
los días que viva, será de Jehová. Y adoró
allí a Jehová.
Capítulo 2
Cántico de Ana
2:1 Y Ana oró y dijo:
Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación.
2:2 No hay santo como Jehová;
Porque no hay ninguno fuera de ti,
Y no hay refugio como el Dios nuestro.
2:3 No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;
Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca;
Porque el Dios de todo saber es Jehová,
Y a él toca el pesar las acciones.
2:4 Los arcos de los fuertes fueron quebrados,
Y los débiles se ciñeron de poder.
2:5 Los saciados se alquilaron por pan,
Y los hambrientos dejaron de tener hambre;
Hasta la estéril ha dado a luz siete,
Y la que tenía muchos hijos languidece.
2:6 Jehová mata, y él da vida;
El hace descender al Seol, y hace subir.
2:7 Jehová empobrece, y él enriquece;
Abate, y enaltece.
2:8 El levanta del polvo al pobre,
Y del muladar exalta al menesteroso,
Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio
de honor.
Porque de Jehová son las columnas de la tierra,
Y él afirmó sobre ellas el mundo.
2:9 El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
2:10 Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,
Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Jehová juzgará los confines de la tierra,
Dará poder a su Rey,
Y exaltará el poderío de su Ungido.
2:11 Y Elcana se volvió a su casa en Ramá; y el niño
ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí.
El pecado de los hijos de Elí
2:12 Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no
tenían conocimiento de Jehová.
2:13 Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando
alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote
mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio
de tres dientes,
2:14 y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero
o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote
lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo
israelita que venía a Silo.
2:15 Asimismo, antes de quemar la grosura, venía el criado
del sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne que
asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida,
sino cruda.
2:16 Y si el hombre le respondía: Quemen la grosura primero,
y después toma tanto como quieras; él respondía:
No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré
por la fuerza.
2:17 Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado
de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas
de Jehová.
2:18 Y el joven Samuel ministraba en la presencia de Jehová,
vestido de un efod de lino.
2:19 Y le hacía su madre una túnica pequeña
y se la traía cada año, cuando subía con
su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado.
2:20 Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: Jehová
te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió
a Jehová. Y se volvieron a su casa.
2:21 Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió,
y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía
delante de Jehová.
2:22 Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que
sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían
con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo
de reunión.
2:23 Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes?
Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.
2:24 No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo
oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová.
2:25 Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán;
mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién
rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su
padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir.
2:26 Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de
Dios y delante de los hombres.
2:27 Y vino un varón de Dios a Elí, y le dijo: Así
ha dicho Jehová: ¿No me manifesté yo claramente
a la casa de tu padre, cuando estaban en Egipto en casa de Faraón?
2:28 Y yo le escogí por mi sacerdote entre todas las tribus
de Israel, para que ofreciese sobre mi altar, y quemase incienso,
y llevase efod delante de mí;
y di a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos de
Israel.
2:29 ¿Por qué habéis hollado mis sacrificios
y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo;
y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos
de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?
2:30 Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había
dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante
de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová:
Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran,
y los que me desprecian serán tenidos en poco.
2:31 He aquí, vienen días en que cortaré
tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya
anciano en tu casa.
2:32 Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes
a Israel; y en ningún tiempo habrá anciano en tu
casa.
2:33 El varón de los tuyos que yo no corte de mi altar,
será para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor;
y todos los nacidos en tu casa morirán en la edad viril.
2:34 Y te será por señal esto que acontecerá
a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día.
2:35 Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme
a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa
firme, y andará delante de mi ungido todos los días.
2:36 Y el que hubiere quedado en tu casa vendrá a postrarse
delante de él por una moneda de plata y un bocado de pan,
diciéndole: Te ruego que me agregues a alguno de los ministerios,
para que pueda comer un bocado de pan.
Capítulo 3
Jehová llama a Samuel
3:1 El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de
Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos
días; no había visión con frecuencia.
3:2 Y aconteció un día, que estando Elí acostado
en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo
que no podía ver,
3:3 Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde
estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios
fuese apagada,
3:4 Jehová llamó a Samuel; y él respondió:
Heme aquí.
3:5 Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí, ¿Para
qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado;
vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó.
3:6 Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel.
Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí;
¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo
mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate.
3:7 Y Samuel no había conocido aún a Jehová,
ni la palabra de Jehová le había sido revelada.
3:8 Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel.
Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme
aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces
entendió Elí que Jehová llamaba al joven.
3:9 Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te
llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo
oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar.
3:10 Y vino Jehová y se paró, y llamó como
las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo:
Habla, porque tu siervo oye.
3:11 Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré
yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán
ambos oídos.
3:12 Aquel día yo cumpliré contra Elí todas
las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta
el fin.
3:13 Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre,
por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado
a Dios, y él no los ha estorbado.
3:14 Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad
de la casa de Elí no será expiada jamás,
ni con sacrificios ni con ofrendas.
3:15 Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió
las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía
descubrir la visión a Elí.
3:16 Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío,
Samuel. Y él respondió: Heme aquí.
3:17 Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te
habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga
Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo
lo que habló contigo.
3:18 Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada.
Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le
pareciere.
3:19 Y Samuel creció, y Jehová estaba con él,
y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.
3:20 Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que
Samuel era fiel profeta de Jehová.
3:21 Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque
Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra
de Jehová.
Capítulo 4
Los filisteos capturan el arca
4:1 Y Samuel habló a todo Israel. Por aquel tiempo salió
Israel a encontrar en batalla a los filisteos, y acampó
junto a Eben- ezer, y los filisteos acamparon en Afec.
4:2 Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y trabándose
el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales
hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil hombres.
4:3 Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos
de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová
delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca
del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos
salve de la mano de nuestros enemigos.
4:4 Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de allá
el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que
moraba entre los querubines;
y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí
con el arca del pacto de Dios.
4:5 Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehová
llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran
júbilo que la tierra tembló.
4:6 Cuando los filisteos oyeron la voz de júbilo, dijeron:
¿Qué voz de gran júbilo es esta en el campamento
de los hebreos? Y supieron que el arca de Jehová había
sido traída al campamento.
4:7 Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido
Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes
de ahora no fue así.
4:8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará
de la mano de estos dioses poderosos? Estos son los dioses que
hirieron a Egipto con toda plaga en el desierto.
4:9 Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para que no sirváis
a los hebreos, como ellos os han servido a vosotros; sed hombres,
y pelead.
4:10 Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron
cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues
cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie.
4:11 Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de
Elí, Ofni y Finees.
4:12 Y corriendo de la batalla un hombre de Benjamín, llegó
el mismo día a Silo, rotos sus vestidos y tierra sobre
su cabeza;
4:13 y cuando llegó, he aquí que Elí estaba
sentado en una silla vigilando junto al camino, porque su corazón
estaba temblando por causa del arca de Dios. Llegado, pues, aquel
hombre a la ciudad, y dadas las nuevas, toda la ciudad gritó.
4:14 Cuando Elí oyó el estruendo de la gritería,
dijo: ¿Qué estruendo de alboroto es este? Y aquel
hombre vino aprisa y dio las nuevas a Elí.
4:15 Era ya Elí de edad de noventa y ocho años,
y sus ojos se habían oscurecido, de modo que no podía
ver.
4:16 Dijo, pues, aquel hombre a Elí: Yo vengo de la batalla,
he escapado hoy del combate. Y Elí dijo: ¿Qué
ha acontecido, hijo mío?
4:17 Y el mensajero respondió diciendo: Israel huyó
delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad
en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron
muertos, y el arca de Dios ha sido tomada.
4:18 Y aconteció que cuando él hizo mención
del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de
la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió;
porque era hombre viejo y pesado. Y había juzgado a Israel
cuarenta años.
4:19 Y su nuera la mujer de Finees, que estaba encinta, cercana
al alumbramiento, oyendo el rumor que el arca de Dios había
sido tomada, y muertos su suegro y su marido, se inclinó
y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores de repente.
4:20 Y al tiempo que moría, le decían las que estaban
junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo.
Mas ella no respondió, ni se dio por entendida.
4:21 Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada
es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios,
y por la muerte de su suegro y de su marido.
4:22 Dijo, pues: Traspasada es la gloria de Israel; porque ha
sido tomada el arca de Dios.
Capítulo 5
El arca en tierra de los filisteos
5:1 Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron
desde Eben-ezer a Asdod.
5:2 Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en
la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.
5:3 Y cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron
de mañana, he aquí Dagón postrado en tierra
delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón y
lo volvieron a su lugar.
5:4 Y volviéndose a levantar de mañana el siguiente
día, he aquí que Dagón había caído
postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza
de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas
sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco
solamente.
5:5 Por esta causa los sacerdotes de Dagón y todos los
que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de
Dagón en Asdod, hasta hoy.
5:6 Y se agravó la mano de Jehová sobre los de Asdod,
y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod
y en todo su territorio.
5:7 Y viendo esto los de Asdod, dijeron: No quede con nosotros
el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros
y sobre nuestro dios Dagón.
5:8 Convocaron, pues, a todos los príncipes de los filisteos,
y les dijeron: ¿Qué haremos del arca del Dios de
Israel? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de
Israel a Gat. Y pasaron allá el arca del Dios de Israel.
5:9 Y aconteció que cuando la habían pasado, la
mano de Jehová estuvo contra la ciudad con gran quebrantamiento,
y afligió a los hombres de aquella ciudad desde el chico
hasta el grande, y se llenaron de tumores.
5:10 Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y cuando
el arca de Dios vino a Ecrón, los ecronitas dieron voces,
diciendo: Han pasado a nosotros el arca del Dios de Israel para
matarnos a nosotros y a nuestro pueblo.
5:11 Y enviaron y reunieron a todos los príncipes de los
filisteos, diciendo: Enviad el arca del Dios de Israel, y vuélvase
a su lugar, y no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo; porque
había consternación de muerte en toda la ciudad,
y la mano de Dios se había agravado allí.
5:12 Y los que no morían, eran heridos de tumores; y el
clamor de la ciudad subía al cielo.
Capítulo 6
Los filisteos devuelven el arca
6:1 Estuvo el arca de Jehová en la tierra de los filisteos
siete meses.
6:2 Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos,
preguntaron: ¿Qué haremos del arca de Jehová?
Hacednos saber de qué manera la hemos de volver a enviar
a su lugar.
6:3 Ellos dijeron: Si enviáis el arca del Dios de Israel,
no la enviéis vacía, sino pagadle la expiación;
entonces seréis sanos, y conoceréis por qué
no se apartó de vosotros su mano.
6:4 Y ellos dijeron: ¿Y qué será la expiación
que le pagaremos? Ellos respondieron: Conforme al número
de los príncipes de los filisteos, cinco tumores de oro,
y cinco ratones de oro, porque una misma plaga ha afligido a todos
vosotros y a vuestros príncipes.
6:5 Haréis, pues, figuras de vuestros tumores, y de vuestros
ratones que destruyen la tierra, y daréis gloria al Dios
de Israel; quizá aliviará su mano de sobre vosotros
y de sobre vuestros dioses, y de sobre vuestra tierra.
6:6 ¿Por qué endurecéis vuestro corazón,
como los egipcios y Faraón endurecieron su corazón?
Después que los había tratado así, ¿no
los dejaron ir, y se fueron?
6:7 Haced, pues, ahora un carro nuevo, y tomad luego dos vacas
que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo, y uncid
las vacas al carro, y haced volver sus becerros de detrás
de ellas a casa.
6:8 Tomaréis luego el arca de Jehová, y la pondréis
sobre el carro, y las joyas de oro que le habéis de pagar
en ofrenda por la culpa, las pondréis en una caja al lado
de ella; y la dejaréis que se vaya.
6:9 Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a
Bet-semes, él nos ha hecho este mal tan grande; y si no,
sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto
ocurrió por accidente.
6:10 Y aquellos hombres lo hicieron así; tomando dos vacas
que criaban, las uncieron al carro, y encerraron en casa sus becerros.
6:11 Luego pusieron el arca de Jehová sobre el carro, y
la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores.
6:12 Y las vacas se encaminaron por el camino de Bet-semes, y
seguían camino recto, andando y bramando, sin apartarse
ni a derecha ni a izquierda; y los príncipes de los filisteos
fueron tras ellas hasta el límite de Bet-semes.
6:13 Y los de Bet-semes segaban el trigo en el valle; y alzando
los ojos vieron el arca, y se regocijaron cuando la vieron.
6:14 Y el carro vino al campo de Josué de Bet-semes, y
paró allí donde había una gran piedra; y
ellos cortaron la madera del carro, y ofrecieron las vacas en
holocausto a Jehová.
6:15 Y los levitas bajaron el arca de Jehová, y la caja
que estaba junto a ella, en la cual estaban las joyas de oro,
y las pusieron sobre aquella gran piedra; y los hombres de Bet-semes
sacrificaron holocaustos y dedicaron sacrificios a Jehová
en aquel día.
6:16 Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos,
volvieron a Ecrón el mismo día.
6:17 Estos fueron los tumores de oro que pagaron los filisteos
en expiación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno,
por Ascalón uno, por Gat uno, por Ecrón uno.
6:18 Y los ratones de oro fueron conforme al número de
todas las ciudades de los filisteos pertenecientes a los cinco
príncipes, así las ciudades fortificadas como las
aldeas sin muro. La gran piedra sobre la cual pusieron el arca
de Jehová está en el campo de Josué de Bet-semes
hasta hoy.
6:19 Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque
habían mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir
del pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el
pueblo, porque Jehová lo había herido con tan gran
mortandad.
6:20 Y dijeron los de Bet-semes: ¿Quién podrá
estar delante de Jehová el Dios santo? ¿A quién
subirá desde nosotros?
6:21 Y enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim,
diciendo: Los filisteos han devuelto el arca de Jehová;
descended, pues, y llevadla a vosotros.
Capítulo 7
7:1 Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová,
y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron
a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová.
7:2 Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim
pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de
Israel lamentaba en pos de Jehová.
Samuel, juez de Israel
7:3 Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si
de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová,
quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad
vuestro corazón a Jehová, y sólo a él
servid, y os librará de la mano de los filisteos.
7:4 Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot,
y sirvieron sólo a Jehová.
7:5 Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré
por vosotros a Jehová.
7:6 Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante
de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí:
Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los
hijos de Israel en Mizpa.
7:7 Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban
reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos
contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron
temor de los filisteos.
7:8 Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de
clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos
guarde de la mano de los filisteos.
7:9 Y Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó
entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a
Jehová por Israel, y Jehová le oyó.
7:10 Y aconteció que mientras Samuel sacrificaba el holocausto,
los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Mas
Jehová tronó aquel día con gran estruendo
sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos
delante de Israel.
7:11 Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, siguieron a los
filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Bet-car.
7:12 Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa
y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí
nos ayudó Jehová.
7:13 Así fueron sometidos los filisteos, y no volvieron
más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jehová
estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel.
7:14 Y fueron restituidas a los hijos de Israel las ciudades que
los filisteos habían tomado a los israelitas, desde Ecrón
hasta Gat; e Israel libró su territorio de mano de los
filisteos. Y hubo paz entre Israel y el amorreo.
7:15 Y juzgó Samuel a Israel todo el tiempo que vivió.
7:16 Y todos los años iba y daba vuelta a Bet-el, a Gilgal
y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares.
7:17 Después volvía a Ramá, porque allí
estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó
allí un altar a Jehová.
Capítulo 8
Israel pide rey
8:1 Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus
hijos por jueces sobre Israel.
8:2 Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre
del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba.
8:3 Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre,
antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar
y pervirtiendo el derecho.
8:4 Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron
a Ramá para ver a Samuel,
8:5 y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus
hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos
ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.
8:6 Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos
un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová.
8:7 Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo
lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí
me han desechado, para que no reine sobre ellos.
8:8 Conforme a todas las obras que han hecho desde el día
que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí
y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo.
8:9 Ahora, pues, oye su voz; mas protesta solemnemente contra
ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey
que reinará sobre ellos.
8:10 Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová
al pueblo que le había pedido rey.
8:11 Dijo, pues: Así hará el rey que reinará
sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá
en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante
de su carro;
8:12 y nombrará para sí jefes de miles y jefes de
cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos
y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los
pertrechos de sus carros.
8:13 Tomará también a vuestras hijas para que sean
perfumadoras, cocineras y amasadoras.
8:14 Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras
viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos.
8:15 Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para
dar a sus oficiales y a sus siervos.
8:16 Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros
mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará
sus obras.
8:17 Diezmará también vuestros rebaños, y
seréis sus siervos.
8:18 Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey
que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá
en aquel día.
8:19 Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo:
No, sino que habrá rey sobre nosotros;
8:20 y nosotros seremos también como todas las naciones,
y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de
nosotros, y hará nuestras guerras.
8:21 Y oyó Samuel todas las palabras del pueblo, y las
refirió en oídos de Jehová.
8:22 Y Jehová dijo a Samuel: Oye su voz, y pon rey sobre
ellos. Entonces dijo Samuel a los varones de Israel: Idos cada
uno a vuestra ciudad.
Capítulo 9
Saúl es elegido rey
9:1 Había un varón de Benjamín, hombre valeroso,
el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de
Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita.
9:2 Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl,
joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro
más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba
a cualquiera del pueblo.
9:3 Y se habían perdido las asnas de Cis, padre de Saúl;
por lo que dijo Cis a Saúl su hijo: Toma ahora contigo
alguno de los criados, y levántate, y ve a buscar las asnas.
9:4 Y él pasó el monte de Efraín, y de allí
a la tierra de Salisa, y no las hallaron. Pasaron luego por la
tierra de Saalim, y tampoco. Después pasaron por la tierra
de Benjamín, y no las encontraron.
9:5 Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo a su
criado que tenía consigo: Ven, volvámonos; porque
quizá mi padre, abandonada la preocupación por las
asnas, estará acongojado por nosotros.
9:6 El le respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad
un varón de Dios, que es hombre insigne; todo lo que él
dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá
nos dará algún indicio acerca del objeto por el
cual emprendimos nuestro camino.
9:7 Respondió Saúl a su criado: Vamos ahora; pero
¿qué llevaremos al varón? Porque el pan de
nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle
al varón de Dios. ¿Qué tenemos?
9:8 Entonces volvió el criado a responder a Saúl,
diciendo: He aquí se halla en mi mano la cuarta parte de
un siclo de plata;
esto daré al varón de Dios, para que nos declare
nuestro camino.
9:9 (Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios,
decía así: Venid y vamos al vidente; porque al que
hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)
9:10 Dijo entonces Saúl a su criado: Dices bien; anda,
vamos. Y fueron a la ciudad donde estaba el varón de Dios.
9:11 Y cuando subían por la cuesta de la ciudad, hallaron
unas doncellas que salían por agua, a las cuales dijeron:
¿Está en este lugar el vidente?
9:12 Ellas, respondiéndoles, dijeron: Sí; helo allí
delante de ti; date prisa, pues, porque hoy ha venido a la ciudad
en atención a que el pueblo tiene hoy un sacrificio en
el lugar alto.
9:13 Cuando entréis en la ciudad, le encontraréis
luego, antes que suba al lugar alto a comer; pues el pueblo no
comerá hasta que él haya llegado, por cuanto él
es el que bendice el sacrificio; después de esto comen
los convidados. Subid, pues, ahora, porque ahora le hallaréis.
9:14 Ellos entonces subieron a la ciudad; y cuando estuvieron
en medio de ella, he aquí Samuel venía hacía
ellos para subir al lugar alto.
9:15 Y un día antes que Saúl viniese, Jehová
había revelado al oído de Samuel, diciendo:
9:16 Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un
varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás
por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a
mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mirado a mi pueblo,
por cuanto su clamor ha llegado hasta mí.
9:17 Y luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo:
He aquí éste es el varón del cual te hablé;
éste gobernará a mi pueblo.
9:18 Acercándose, pues, Saúl a Samuel en medio de
la puerta, le dijo: Te ruego que me enseñes dónde
está la casa del vidente.
9:19 Y Samuel respondió a Saúl, diciendo: Yo soy
el vidente; sube delante de mí al lugar alto, y come hoy
conmigo, y por la mañana te despacharé, y te descubriré
todo lo que está en tu corazón.
9:20 Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días,
pierde cuidado de ellas, porque se han hallado. Mas ¿para
quién es todo lo que hay de codiciable en Israel, sino
para ti y para toda la casa de tu padre?
9:21 Saúl respondió y dijo: ¿No soy yo hijo
de Benjamín, de la más pequeña de las tribus
de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña
de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por
qué, pues, me has dicho cosa semejante?
9:22 Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado,
los introdujo a la sala, y les dio lugar a la cabecera de los
convidados, que eran unos treinta hombres.
9:23 Y dijo Samuel al cocinero: Trae acá la porción
que te di, la cual te dije que guardases aparte.
9:24 Entonces alzó el cocinero una espaldilla, con lo que
estaba sobre ella, y la puso delante de Saúl. Y Samuel
dijo: He aquí lo que estaba reservado; ponlo delante de
ti y come, porque para esta ocasión se te guardó,
cuando dije: Yo he convidado al pueblo. Y Saúl comió
aquel día con Samuel.
9:25 Y cuando hubieron descendido del lugar alto a la ciudad,
él habló con Saúl en el terrado.
9:26 Al otro día madrugaron; y al despuntar el alba, Samuel
llamó a Saúl, que estaba en el terrado, y dijo:
Levántate, para que te despida. Luego se levantó
Saúl, y salieron ambos, él y Samuel.
9:27 Y descendiendo ellos al extremo de la ciudad, dijo Samuel
a Saúl: Di al criado que se adelante (y se adelantó
el criado), mas espera tú un poco para que te declare la
palabra de Dios.
Capítulo 10
10:1 Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó
sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha
ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?
10:2 Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás
dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín,
en Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías
ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse
por las asnas, y está afligido por vosotros, diciendo:
¿Qué haré acerca de mi hijo?
10:3 Y luego que de allí sigas más adelante, y llegues
a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres
que suben a Dios en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres
tortas de pan, y el tercero una vasija de vino;
10:4 los cuales, luego que te hayan saludado, te darán
dos panes, los que tomarás de mano de ellos.
10:5 Después de esto llegarás al collado de Dios
donde está la guarnición de los filisteos; y cuando
entres allá en la ciudad encontrarás una compañía
de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos
salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando.
10:6 Entonces el Espíritu de Jehová vendrá
sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás
mudado en otro hombre.
10:7 Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que
te viniere a la mano, porque Dios está contigo.
10:8 Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces
descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar
ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga
a ti y te enseñe lo que has de hacer.
10:9 Aconteció luego, que al volver él la espalda
para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón;
y todas estas señales acontecieron en aquel día.
10:10 Y cuando llegaron allá al collado, he aquí
la compañía de los profetas que venía a encontrarse
con él; y el Espíritu de Dios vino sobre él
con poder, y profetizó entre ellos.
10:11 Y aconteció que cuando todos los que le conocían
antes vieron que profetizaba con los profetas, el pueblo decía
el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis?
¿Saúl también entre los profetas?
10:12 Y alguno de allí respondió diciendo: ¿Y
quién es el padre de ellos? Por esta causa se hizo proverbio:
¿También Saúl entre los profetas?
10:13 Y cesó de profetizar, y llegó al lugar alto.
10:14 Un tío de Saúl dijo a él y a su criado:
¿A dónde fuisteis? Y él respondió:
A buscar las asnas; y como vimos que no parecían, fuimos
a Samuel.
10:15 Dijo el tío de Saúl: Yo te ruego me declares
qué os dijo Samuel.
10:16 Y Saúl respondió a su tío: Nos declaró
expresamente que las asnas habían sido halladas. Mas del
asunto del reino, de que Samuel le había hablado, no le
descubrió nada.
10:17 Después Samuel convocó al pueblo delante de
Jehová en Mizpa,
10:18 y dijo a los hijos de Israel: Así ha dicho Jehová
el Dios de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto, y os libré
de mano de los egipcios, y de mano de todos los reinos que os
afligieron.
10:19 Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios,
que os guarda de todas vuestras aflicciones y angustias, y habéis
dicho: No, sino pon rey sobre nosotros. Ahora, pues, presentaos
delante de Jehová por vuestras tribus y por vuestros millares.
10:20 Y haciendo Samuel que se acercasen todas las tribus de Israel,
fue tomada la tribu de Benjamín.
10:21 E hizo llegar la tribu de Benjamín por sus familias,
y fue tomada la familia de Matri; y de ella fue tomado Saúl
hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue hallado.
10:22 Preguntaron, pues, otra vez a Jehová si aún
no había venido allí aquel varón. Y respondió
Jehová: He aquí que él está escondido
entre el bagaje.
10:23 Entonces corrieron y lo trajeron de allí; y puesto
en medio del pueblo, desde los hombros arriba era más alto
que todo el pueblo.
10:24 Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto
al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él
en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría,
diciendo: ¡Viva el rey!
10:25 Samuel recitó luego al pueblo las leyes del reino,
y las escribió en un libro, el cual guardó delante
de Jehová.
10:26 Y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa.
Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron
con él los hombres de guerra cuyos corazones Dios había
tocado.
10:27 Pero algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos
ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron
presente; mas él disimuló.
Capítulo 11
Saúl derrota a los amonitas
11:1 Después subió Nahas amonita, y acampó
contra Jabes de Galaad. Y todos los de Jabes dijeron a Nahas:
Haz alianza con nosotros, y te serviremos.
11:2 Y Nahas amonita les respondió: Con esta condición
haré alianza con vosotros, que a cada uno de todos vosotros
saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel.
11:3 Entonces los ancianos de Jabes le dijeron: Danos siete días,
para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel;
y si no hay nadie que nos defienda, saldremos a ti.
11:4 Llegando los mensajeros a Gabaa de Saúl, dijeron estas
palabras en oídos del pueblo; y todo el pueblo alzó
su voz y lloró.
11:5 Y he aquí Saúl que venía del campo,
tras los bueyes; y dijo Saúl: ¿Qué tiene
el pueblo, que llora? Y le contaron las palabras de los hombres
de Jabes.
11:6 Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu
de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió
en ira en gran manera.
11:7 Y tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y
los envió por todo el territorio de Israel por medio de
mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes
del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel. Y
cayó temor de Jehová sobre el pueblo, y salieron
como un solo hombre.
11:8 Y los contó en Bezec; y fueron los hijos de Israel
trescientos mil, y treinta mil los hombres de Judá.
11:9 Y respondieron a los mensajeros que habían venido:
Así diréis a los de Jabes de Galaad: Mañana
al calentar el sol, seréis librados. Y vinieron los mensajeros
y lo anunciaron a los de Jabes, los cuales se alegraron.
11:10 Y los de Jabes dijeron a los enemigos: Mañana saldremos
a vosotros, para que hagáis con nosotros todo lo que bien
os pareciere.
11:11 Aconteció que al día siguiente dispuso Saúl
al pueblo en tres compañías, y entraron en medio
del campamento a la vigilia de la mañana, e hirieron a
los amonitas hasta que el día calentó; y los que
quedaron fueron dispersos, de tal manera que no quedaron dos de
ellos juntos.
11:12 El pueblo entonces dijo a Samuel: ¿Quiénes
son los que decían: ¿Ha de reinar Saúl sobre
nosotros? Dadnos esos hombres, y los mataremos.
11:13 Y Saúl dijo: No morirá hoy ninguno, porque
hoy Jehová ha dado salvación en Israel.
11:14 Mas Samuel dijo al pueblo: Venid, vamos a Gilgal para que
renovemos allí el reino.
11:15 Y fue todo el pueblo a Gilgal, e invistieron allí
a Saúl por rey delante de Jehová en Gilgal. Y sacrificaron
allí ofrendas de paz delante de Jehová, y se alegraron
mucho allí Saúl y todos los de Israel.
Capítulo 12
Discurso de Samuel al pueblo
12:1 Dijo Samuel a todo Israel: He aquí, yo he oído
vuestra voz en todo cuanto me habéis dicho, y os he puesto
rey.
12:2 Ahora, pues, he aquí vuestro rey va delante de vosotros.
Yo soy ya viejo y lleno de canas; pero mis hijos están
con vosotros, y yo he andado delante de vosotros desde mi juventud
hasta este día.
12:3 Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de
Jehová y delante de su ungido, si he tomado el buey de
alguno, si he tomado el asno de alguno, si he calumniado a alguien,
si he agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho para
cegar mis ojos con él; y os lo restituiré.
12:4 Entonces dijeron: Nunca nos has calumniado ni agraviado,
ni has tomado algo de mano de ningún hombre.
12:5 Y él les dijo: Jehová es testigo contra vosotros,
y su ungido también es testigo en este día, que
no habéis hallado cosa alguna en mi mano. Y ellos respondieron:
Así es.
12:6 Entonces Samuel dijo al pueblo: Jehová que designó
a Moisés y a Aarón,
y sacó a vuestros padres de la tierra de Egipto, es testigo.
12:7 Ahora, pues, aguardad, y contenderé con vosotros delante
de Jehová acerca de todos los hechos de salvación
que Jehová ha hecho con vosotros y con vuestros padres.
12:8 Cuando Jacob hubo entrado en Egipto, y vuestros padres clamaron
a Jehová,
Jehová envió a Moisés y a Aarón, los
cuales sacaron a vuestros padres de Egipto, y los hicieron habitar
en este lugar.
12:9 Y olvidaron a Jehová su Dios, y él los vendió
en mano de Sísara
jefe del ejército de Hazor, y en mano de los filisteos,
y en mano del rey de Moab,
los cuales les hicieron guerra.
12:10 Y ellos clamaron a Jehová, y dijeron: Hemos pecado,
porque hemos dejado a Jehová y hemos servido a los baales
y a Astarot; líbranos, pues, ahora de mano de nuestros
enemigos, y te serviremos.
12:11 Entonces Jehová envió a Jerobaal,
a Barac,
a Jefté
y a Samuel,
y os libró de mano de vuestros enemigos en derredor, y
habitasteis seguros.
12:12 Y habiendo visto que Nahas rey de los hijos de Amón
venía contra vosotros, me dijisteis: No, sino que ha de
reinar sobre nosotros un rey;
siendo así que Jehová vuestro Dios era vuestro rey.
12:13 Ahora, pues, he aquí el rey que habéis elegido,
el cual pedisteis; ya veis que Jehová ha puesto rey sobre
vosotros.
12:14 Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis
su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra de Jehová, y
si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís
a Jehová vuestro Dios, haréis bien.
12:15 Mas si no oyereis la voz de Jehová, y si fuereis
rebeldes a las palabras de Jehová, la mano de Jehová
estará contra vosotros como estuvo contra vuestros padres.
12:16 Esperad aún ahora, y mirad esta gran cosa que Jehová
hará delante de vuestros ojos.
12:17 ¿No es ahora la siega del trigo? Yo clamaré
a Jehová, y él dará truenos y lluvias, para
que conozcáis y veáis que es grande vuestra maldad
que habéis hecho ante los ojos de Jehová, pidiendo
para vosotros rey.
12:18 Y Samuel clamó a Jehová, y Jehová dio
truenos y lluvias en aquel día; y todo el pueblo tuvo gran
temor de Jehová y de Samuel.
12:19 Entonces dijo todo el pueblo a Samuel: Ruega por tus siervos
a Jehová tu Dios, para que no muramos; porque a todos nuestros
pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros.
12:20 Y Samuel respondió al pueblo: No temáis; vosotros
habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis
de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón.
12:21 No os apartéis en pos de vanidades que no aprovechan
ni libran, porque son vanidades.
12:22 Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por
su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo
suyo.
12:23 Así que, lejos sea de mí que peque yo contra
Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré
en el camino bueno y recto.
12:24 Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con
todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes
cosas ha hecho por vosotros.
12:25 Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey
pereceréis.
Capítulo 13
Guerra contra los filisteos
13:1 Había ya reinado Saúl un año; y cuando
hubo reinado dos años sobre Israel,
13:2 escogió luego a tres mil hombres de Israel, de los
cuales estaban con Saúl dos mil en Micmas y en el monte
de Bet-el, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín;
y envió al resto del pueblo cada uno a sus tiendas.
13:3 Y Jonatán atacó a la guarnición de los
filisteos que había en el collado, y lo oyeron los filisteos.
E hizo Saúl tocar trompeta por todo el país, diciendo:
Oigan los hebreos.
13:4 Y todo Israel oyó que se decía: Saúl
ha atacado a la guarnición de los filisteos; y también
que Israel se había hecho abominable a los filisteos. Y
se juntó el pueblo en pos de Saúl en Gilgal.
13:5 Entonces los filisteos se juntaron para pelear contra Israel,
treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso
como la arena que está a la orilla del mar; y subieron
y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén.
13:6 Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en estrecho
(porque el pueblo estaba en aprieto), se escondieron en cuevas,
en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas.
13:7 Y algunos de los hebreos pasaron el Jordán a la tierra
de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún
en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando.
13:8 Y él esperó siete días, conforme al
plazo que Samuel había dicho;
pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba.
13:9 Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas
de paz. Y ofreció el holocausto.
13:10 Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he
aquí Samuel que venía; y Saúl salió
a recibirle, para saludarle.
13:11 Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl
respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que
tú no venías dentro del plazo señalado, y
que los filisteos estaban reunidos en Micmas,
13:12 me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí
a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé,
pues, y ofrecí holocausto.
13:13 Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho;
no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él
te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado
tu reino sobre Israel para siempre.
13:14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová
se ha buscado un varón conforme a su corazón,
al cual Jehová ha designado para que sea príncipe
sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová
te mandó.
13:15 Y levantándose Samuel, subió de Gilgal a Gabaa
de Benjamín. Y Saúl contó la gente que se
hallaba con él, como seiscientos hombres.
13:16 Saúl, pues, y Jonatán su hijo, y el pueblo
que con ellos se hallaba, se quedaron en Gabaa de Benjamín;
pero los filisteos habían acampado en Micmas.
13:17 Y salieron merodeadores del campamento de los filisteos
en tres escuadrones; un escuadrón marchaba por el camino
de Ofra hacia la tierra de Sual,
13:18 otro escuadrón marchaba hacia Bet-horón, y
el tercer escuadrón marchaba hacia la región que
mira al valle de Zeboim, hacia el desierto.
13:19 Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque
los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan
espada o lanza.
13:20 Por lo cual todos los de Israel tenían que descender
a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón,
su hacha o su hoz.
13:21 Y el precio era un pim por las rejas de arado y por los
azadones, y la tercera parte de un siclo
por afilar las hachas y por componer las aguijadas.
13:22 Así aconteció que en el día de la batalla
no se halló espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo
que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl
y Jonatán su hijo, que las tenían.
13:23 Y la guarnición de los filisteos avanzó hasta
el paso de Micmas.
Capítulo 14
14:1 Aconteció un día, que Jonatán hijo
de Saúl dijo a su criado que le traía las armas:
Ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está
de aquel lado. Y no lo hizo saber a su padre.
14:2 Y Saúl se hallaba al extremo de Gabaa, debajo de un
granado que hay en Migrón, y la gente que estaba con él
era como seiscientos hombres.
14:3 Y Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de
Finees, hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo,
llevaba el efod; y no sabía el pueblo que Jonatán
se hubiese ido.
14:4 Y entre los desfiladeros por donde Jonatán procuraba
pasar a la guarnición de los filisteos, había un
peñasco agudo de un lado, y otro del otro lado; el uno
se llamaba Boses, y el otro Sene.
14:5 Uno de los peñascos estaba situado al norte, hacia
Micmas, y el otro al sur, hacia Gabaa.
14:6 Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos
a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga
algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para
Jehová salvar con muchos o con pocos.
14:7 Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes
en tu corazón; ve, pues aquí estoy contigo a tu
voluntad.
14:8 Dijo entonces Jonatán: Vamos a pasar a esos hombres,
y nos mostraremos a ellos.
14:9 Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a
vosotros, entonces nos estaremos en nuestro lugar, y no subiremos
a ellos.
14:10 Mas si nos dijeren así: Subid a nosotros, entonces
subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestra mano;
y esto nos será por señal.
14:11 Se mostraron, pues, ambos a la guarnición de los
filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos,
que salen de las cavernas donde se habían escondido.
14:12 Y los hombres de la guarnición respondieron a Jonatán
y a su paje de armas, y dijeron: Subid a nosotros, y os haremos
saber una cosa. Entonces Jonatán dijo a su paje de armas:
Sube tras mí, porque Jehová los ha entregado en
manos de Israel.
14:13 Y subió Jonatán trepando con sus manos y sus
pies, y tras él su paje de armas; y a los que caían
delante de Jonatán, su paje de armas que iba tras él
los mataba.
14:14 Y fue esta primera matanza que hicieron Jonatán y
su paje de armas, como veinte hombres, en el espacio de una media
yugada de tierra.
14:15 Y hubo pánico en el campamento y por el campo, y
entre toda la gente de la guarnición; y los que habían
ido a merodear, también ellos tuvieron pánico, y
la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación.
14:16 Y los centinelas de Saúl vieron desde Gabaa de Benjamín
cómo la multitud estaba turbada, e iba de un lado a otro
y era deshecha.
14:17 Entonces Saúl dijo al pueblo que estaba con él:
Pasad ahora revista, y ved quién se haya ido de los nuestros.
Pasaron revista, y he aquí que faltaba Jonatán y
su paje de armas.
14:18 Y Saúl dijo a Ahías: Trae el arca de Dios.
Porque el arca de Dios estaba entonces con los hijos de Israel.
14:19 Pero aconteció que mientras aún hablaba Saúl
con el sacerdote, el alboroto que había en el campamento
de los filisteos aumentaba, e iba creciendo en gran manera. Entonces
dijo Saúl al sacerdote: Detén tu mano.
14:20 Y juntando Saúl a todo el pueblo que con él
estaba, llegaron hasta el lugar de la batalla; y he aquí
que la espada de cada uno estaba vuelta contra su compañero,
y había gran confusión.
14:21 Y los hebreos que habían estado con los filisteos
de tiempo atrás, y habían venido con ellos de los
alrededores al campamento, se pusieron también del lado
de los israelitas que estaban con Saúl y con Jonatán.
14:22 Asimismo todos los israelitas que se habían escondido
en el monte de Efraín, oyendo que los filisteos huían,
también ellos los persiguieron en aquella batalla.
14:23 Así salvó Jehová a Israel aquel día.
Y llegó la batalla hasta Bet-avén.
14:24 Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel
día; porque Saúl había juramentado al pueblo,
diciendo: Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes
que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo
el pueblo no había probado pan.
14:25 Y todo el pueblo llegó a un bosque, donde había
miel en la superficie del campo.
14:26 Entró, pues, el pueblo en el bosque, y he aquí
que la miel corría; pero no hubo quien hiciera llegar su
mano a su boca, porque el pueblo temía el juramento.
14:27 Pero Jonatán no había oído cuando su
padre había juramentado al pueblo, y alargó la punta
de una vara que traía en su mano, y la mojó en un
panal de miel, y llevó su mano a la boca; y fueron aclarados
sus ojos.
14:28 Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre
ha hecho jurar solemnemente al pueblo, diciendo: Maldito sea el
hombre que tome hoy alimento. Y el pueblo desfallecía.
14:29 Respondió Jonatán: Mi padre ha turbado el
país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos,
por haber gustado un poco de esta miel.
14:30 ¿Cuánto más si el pueblo hubiera comido
libremente hoy del botín tomado de sus enemigos? ¿No
se habría hecho ahora mayor estrago entre los filisteos?
14:31 E hirieron aquel día a los filisteos desde Micmas
hasta Ajalón; pero el pueblo estaba muy cansado.
14:32 Y se lanzó el pueblo sobre el botín, y tomaron
ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo; y el
pueblo los comió con sangre.
14:33 Y le dieron aviso a Saúl, diciendo: El pueblo peca
contra Jehová, comiendo la carne con la sangre.
Y él dijo: Vosotros habéis prevaricado; rodadme
ahora acá una piedra grande.
14:34 Además dijo Saúl: Esparcíos por el
pueblo, y decidles que me traigan cada uno su vaca, y cada cual
su oveja, y degolladlas aquí, y comed; y no pequéis
contra Jehová comiendo la carne con la sangre. Y trajo
todo el pueblo cada cual por su mano su vaca aquella noche, y
las degollaron allí.
14:35 Y edificó Saúl altar a Jehová; este
altar fue el primero que edificó a Jehová.
14:36 Y dijo Saúl: Descendamos de noche contra los filisteos,
y los saquearemos hasta la mañana, y no dejaremos de ellos
ninguno. Y ellos dijeron: Haz lo que bien te pareciere. Dijo luego
el sacerdote: Acerquémonos aquí a Dios.
14:37 Y Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé
tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel?
Mas Jehová no le dio respuesta aquel día.
14:38 Entonces dijo Saúl: Venid acá todos los principales
del pueblo, y sabed y ved en qué ha consistido este pecado
hoy;
14:39 porque vive Jehová que salva a Israel, que aunque
fuere en Jonatán mi hijo, de seguro morirá. Y no
hubo en todo el pueblo quien le respondiese.
14:40 Dijo luego a todo Israel: Vosotros estaréis a un
lado, y yo y Jonatán mi hijo estaremos al otro lado. Y
el pueblo respondió a Saúl: Haz lo que bien te pareciere.
14:41 Entonces dijo Saúl a Jehová Dios de Israel:
Da suerte perfecta. Y la suerte cayó sobre Jonatán
y Saúl, y el pueblo salió libre.
14:42 Y Saúl dijo: Echad suertes entre mí y Jonatán
mi hijo. Y la suerte cayó sobre Jonatán.
14:43 Entonces Saúl dijo a Jonatán: Declárame
lo que has hecho. Y Jonatán se lo declaró y dijo:
Ciertamente gusté un poco de miel con la punta de la vara
que traía en mi mano; ¿y he de morir?
14:44 Y Saúl respondió: Así me haga Dios
y aun me añada, que sin duda morirás, Jonatán.
14:45 Entonces el pueblo dijo a Saúl: ¿Ha de morir
Jonatán, el que ha hecho esta grande salvación en
Israel? No será así. Vive Jehová, que no
ha de caer un cabello de su cabeza en tierra, pues que ha actuado
hoy con Dios. Así el pueblo libró de morir a Jonatán.
14:46 Y Saúl dejó de seguir a los filisteos; y los
filisteos se fueron a su lugar.
14:47 Después de haber tomado posesión del reinado
de Israel, Saúl hizo guerra a todos sus enemigos en derredor:
contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra
los reyes de Soba, y contra los filisteos; y adondequiera que
se volvía, era vencedor.
14:48 Y reunió un ejército y derrotó a Amalec,
y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban.
14:49 Y los hijos de Saúl fueron Jonatán, Isúi
y Malquisúa. Y los nombres de sus dos hijas eran, el de
la mayor, Merab, y el de la menor, Mical.
14:50 Y el nombre de la mujer de Saúl era Ahinoam, hija
de Ahimaas. Y el nombre del general de su ejército era
Abner, hijo de Ner tío de Saúl.
14:51 Porque Cis padre de Saúl, y Ner padre de Abner, fueron
hijos de Abiel.
14:52 Y hubo guerra encarnizada contra los filisteos todo el tiempo
de Saúl; y a todo el que Saúl veía que era
hombre esforzado y apto para combatir, lo juntaba consigo.
Capítulo 15
Saúl desobedece y es desechado
15:1 Después Samuel dijo a Saúl: Jehová
me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel;
ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová.
15:2 Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele
en el camino cuando subía de Egipto.
15:3 Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene,
y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños,
y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.
15:4 Saúl, pues, convocó al pueblo y les pasó
revista en Telaim, doscientos mil de a pie, y diez mil hombres
de Judá.
15:5 Y viniendo Saúl a la ciudad de Amalec, puso emboscada
en el valle.
15:6 Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos y salid de
entre los de Amalec, para que no os destruya juntamente con ellos;
porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de
Israel, cuando subían de Egipto. Y se apartaron los ceneos
de entre los hijos de Amalec.
15:7 Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila
hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto.
15:8 Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo
mató a filo de espada.
15:9 Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor
de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados,
de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir;
mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.
15:10 Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo:
15:11 Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha
vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras.
Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová
toda aquella noche.
15:12 Madrugó luego Samuel para ir a encontrar a Saúl
por la mañana; y fue dado aviso a Samuel, diciendo: Saúl
ha venido a Carmel, y he aquí se levantó un monumento,
y dio la vuelta, y pasó adelante y descendió a Gilgal.
15:13 Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo:
Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra
de Jehová.
15:14 Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de
ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos?
15:15 Y Saúl respondió: De Amalec los han traído;
porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las
vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás
lo destruimos.
15:16 Entonces dijo Samuel a Saúl: Déjame declararte
lo que Jehová me ha dicho esta noche. Y él le respondió:
Di.
15:17 Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios
ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel,
y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel?
15:18 Y Jehová te envió en misión y dijo:
Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta
que los acabes.
15:19 ¿Por qué, pues, no has oído la voz
de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo
malo ante los ojos de Jehová?
15:20 Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido
la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová
me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he
destruido a los amalecitas.
15:21 Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas,
las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová
tu Dios en Gilgal.
15:22 Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en
los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de
los carneros.
15:23 Porque como pecado de adivinación es la rebelión,
y como ídolos e idolatría la obstinación.
Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él
también te ha desechado para que no seas rey.
15:24 Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he
quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque
temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona,
pues, ahora mi pecado,
15:25 y vuelve conmigo para que adore a Jehová.
15:26 Y Samuel respondió a Saúl: No volveré
contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová
te ha desechado para que no seas rey sobre Israel.
15:27 Y volviéndose Samuel para irse, él se asió
de la punta de su manto, y éste se rasgó.
15:28 Entonces Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de
ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor
que tú.
15:29 Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá,
ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta.
15:30 Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres
delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas
conmigo para que adore a Jehová tu Dios.
15:31 Y volvió Samuel tras Saúl, y adoró
Saúl a Jehová.
15:32 Después dijo Samuel: Traedme a Agag rey de Amalec.
Y Agag vino a él alegremente. Y dijo Agag: Ciertamente
ya pasó la amargura de la muerte.
15:33 Y Samuel dijo: Como tu espada dejó a las mujeres
sin hijos, así tu madre será sin hijo entre las
mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante
de Jehová en Gilgal.
15:34 Se fue luego Samuel a Ramá, y Saúl subió
a su casa en Gabaa de Saúl.
15:35 Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda
su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía
de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.
Capítulo 16
Samuel unge a David
16:1 Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás
a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine
sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré
a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto
de rey.
16:2 Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl
lo supiera, me mataría. Jehová respondió: Toma
contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová
he venido.
16:3 Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré
lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere.
16:4 Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que
él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad
salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica
tu venida?
16:5 El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio
a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando
él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.
16:6 Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio
a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está
su ungido.
16:7 Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer,
ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová
no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está
delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
16:8 Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar
delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido
Jehová.
16:9 Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco
a éste ha elegido Jehová.
16:10 E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel;
pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos.
16:11 Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos
todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún
el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí:
Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta
que él venga aquí.
16:12 Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era
rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová
dijo: Levántate y úngelo, porque éste es.
16:13 Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió
en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el
Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó
luego Samuel, y se volvió a Ramá.
David toca para Saúl
16:14 El Espíritu de Jehová se apartó de
Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte
de Jehová.
16:15 Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí
ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta.
16:16 Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están
delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para
que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte
de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio.
16:17 Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme,
pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo.
16:18 Entonces uno de los criados respondió diciendo: He
aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén,
que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente
en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él.
16:19 Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo:
Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas.
16:20 Y tomó Isaí un asno cargado de pan, una vasija
de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio
de David su hijo.
16:21 Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él;
y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas.
16:22 Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te
ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en
mis ojos.
16:23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía
sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano;
y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu
malo se apartaba de él.
Capítulo 17
David mata a Goliat
17:1 Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra,
y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre
Soco y Azeca, en Efes-damim.
17:2 También Saúl y los hombres de Israel se juntaron,
y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla
contra los filisteos.
17:3 Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel
estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos.
17:4 Salió entonces del campamento de los filisteos un
paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía
de altura seis codos
y un palmo.
17:5 Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba
una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos
de bronce.
17:6 Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina
de bronce entre sus hombros.
17:7 El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía
el hierro de su lanza seiscientos siclos
de hierro; e iba su escudero delante de él.
17:8 Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel,
diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto
en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros
los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre
que venga contra mí.
17:9 Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros
seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él,
y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis.
17:10 Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado
al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo.
17:11 Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo,
se turbaron y tuvieron gran miedo.
17:12 Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén
de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía
ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo
y de gran edad entre los hombres.
17:13 Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido
para seguir a Saúl a la guerra. Y los nombres de sus tres
hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito,
el segundo Abinadab, y el tercero Sama;
17:14 y David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores
a Saúl.
17:15 Pero David había ido y vuelto, dejando a Saúl,
para apacentar las ovejas de su padre en Belén.
17:16 Venía, pues, aquel filisteo por la mañana
y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días.
17:17 Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus
hermanos un efa
de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto
al campamento a tus hermanos.
17:18 Y estos diez quesos de leche los llevarás al jefe
de los mil; y mira si tus hermanos están buenos, y toma
prendas de ellos.
17:19 Y Saúl y ellos y todos los de Israel estaban en el
valle de Ela, peleando contra los filisteos.
17:20 Se levantó, pues, David de mañana, y dejando
las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí
le había mandado; y llegó al campamento cuando el
ejército salía en orden de batalla, y daba el grito
de combate.
17:21 Y se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos,
ejército frente a ejército.
17:22 Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba
el bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó,
preguntó por sus hermanos, si estaban bien.
17:23 Mientras él hablaba con ellos, he aquí que
aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos,
que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre
las filas de los filisteos y habló las mismas palabras,
y las oyó David.
17:24 Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre
huían de su presencia, y tenían gran temor.
17:25 Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis
visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para provocar
a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con
grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de
tributos a la casa de su padre en Israel.
17:26 Entonces habló David a los que estaban junto a él,
diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere
a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién
es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones
del Dios viviente?
17:27 Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo:
Así se hará al hombre que le venciere.
17:28 Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos
hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para
qué has descendido acá? ¿y a quién
has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu
soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla
has venido.
17:29 David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora?
¿No es esto mero hablar?
17:30 Y apartándose de él hacia otros, preguntó
de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.
17:31 Fueron oídas las palabras que David había
dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo
hizo venir.
17:32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón
de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará
contra este filisteo.
17:33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir
contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú
eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.
17:34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor
de las ovejas de su padre; y cuando venía un león,
o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,
17:35 salía yo tras él, y lo hería, y lo
libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le
echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.
17:36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este
filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha
provocado al ejéricto del Dios viviente.
17:37 Añadió David: Jehová, que me ha librado
de las garras del león y de las garras del oso, él
también me librará de la mano de este filisteo.
Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo.
17:38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso
sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza.
17:39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos,
y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba.
Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque
nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas
cosas.
17:40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco
piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el
zurrón que traía, y tomó su honda en su mano,
y se fue hacia el filisteo.
17:41 Y el filisteo venía andando y acercándose
a David, y su escudero delante de él.
17:42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo
en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer.
17:43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que
vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses.
17:44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré
tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.
17:45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí
con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre
de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones
de Israel, a quien tú has provocado.
17:46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te
venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy
los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias
de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.
17:47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová
no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la
batalla, y él os entregará en nuestras manos.
17:48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó
y echó a andar para ir al encuentro de David, David se
dio prisa, y corrió a la linea de batalla contra el filisteo.
17:49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí
una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo
en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y
cayó sobre su rostro en tierra.
17:50 Así venció David al filisteo con honda y piedra;
e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada
en su mano.
17:51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo;
y tomando la espada de él y sacándola de su vaina,
lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza.
Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.
17:52 Levantándose luego los de Israel y los de Judá,
gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y
hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los
filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón.
17:53 Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos,
y saquearon su campamento.
17:54 Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a
Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda.
17:55 Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse
con el filisteo, dijo a Abner general del ejército: Abner,
¿de quién es hijo ese joven? Y Abner respondió:
17:56 Vive tu alma, oh rey, que no lo sé. Y el rey dijo:
Pregunta de quién es hijo ese joven.
17:57 Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner
lo tomó y lo llevó delante de Saúl, teniendo
David la cabeza del filisteo en su mano.
17:58 Y le dijo Saúl: Muchacho, ¿de quién
eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo
Isaí de Belén.
Capítulo 18
Pacto de Jonatán y David
18:1 Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar
con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con
la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.
18:2 Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó
volver a casa de su padre.
18:3 E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le
amaba como a sí mismo.
18:4 Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se
lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y
su talabarte.
18:5 Y salía David a dondequiera que Saúl le enviaba,
y se portaba prudentemente. Y lo puso Saúl sobre gente de
guerra, y era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a los ojos
de los siervos de Saúl.
Saúl tiene celos de David
18:6 Aconteció que cuando volvían ellos, cuando
David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres
de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir
al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría
y con instrumentos de música.
18:7 Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían:
Saúl hirió a sus miles,
Y David a sus diez miles.
18:8 Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó
este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles;
no le falta más que el reino.
18:9 Y desde aquel día Saúl no miró con buenos
ojos a David.
18:10 Aconteció al otro día, que un espíritu
malo de parte de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba
en medio de la casa. David tocaba con su mano como los otros días;
y tenía Saúl la lanza en la mano.
18:11 Y arrojó Saúl la lanza, diciendo: Enclavaré
a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces.
18:12 Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová
estaba con él, y se había apartado de Saúl;
18:13 por lo cual Saúl lo alejó de sí, y
le hizo jefe de mil; y salía y entraba delante del pueblo.
18:14 Y David se conducía prudentemente en todos sus asuntos,
y Jehová estaba con él.
18:15 Y viendo Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía
temor de él.
18:16 Mas todo Israel y Judá amaba a David, porque él
salía y entraba delante de ellos.
18:17 Entonces dijo Saúl a David: He aquí, yo te
daré Merab mi hija mayor por mujer, con tal que me seas
hombre valiente, y pelees las batallas de Jehová. Mas Saúl
decía: No será mi mano contra él, sino que
será contra él la mano de los filisteos.
18:18 Pero David respondió a Saúl: ¿Quién
soy yo, o qué es mi vida, o la familia de mi padre en Israel,
para que yo sea yerno del rey?
18:19 Y llegado el tiempo en que Merab hija de Saúl se
había de dar a David, fue dada por mujer a Adriel meholatita.
18:20 Pero Mical la otra hija de Saúl amaba a David; y
fue dicho a Saúl, y le pareció bien a sus ojos.
18:21 Y Saúl dijo: Yo se la daré, para que le sea
por lazo, y para que la mano de los filisteos sea contra él.
Dijo, pues, Saúl a David por segunda vez: Tú serás
mi yerno hoy.
18:22 Y mandó Saúl a sus siervos: Hablad en secreto
a David, diciéndole: He aquí el rey te ama, y todos
sus siervos te quieren bien; sé, pues, yerno del rey.
18:23 Los criados de Saúl hablaron estas palabras a los
oídos de David. Y David dijo: ¿Os parece a vosotros
que es poco ser yerno del rey, siendo yo un hombre pobre y de
ninguna estima?
18:24 Y los criados de Saúl le dieron la respuesta, diciendo:
Tales palabras ha dicho David.
18:25 Y Saúl dijo: Decid así a David: El rey no
desea la dote, sino cien prepucios de filisteos, para que sea
tomada venganza de los enemigos del rey. Pero Saúl pensaba
hacer caer a David en manos de los filisteos.
18:26 Cuando sus siervos declararon a David estas palabras, pareció
bien la cosa a los ojos de David, para ser yerno del rey. Y antes
que el plazo se cumpliese,
18:27 se levantó David y se fue con su gente, y mató
a doscientos hombres de los filisteos; y trajo David los prepucios
de ellos y los entregó todos al rey, a fin de hacerse yerno
del rey. Y Saúl le dio su hija Mical por mujer.
18:28 Pero Saúl, viendo y considerando que Jehová
estaba con David, y que su hija Mical lo amaba,
18:29 tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo
de David todos los días.
18:30 Y salieron a campaña los príncipes de los
filisteos; y cada vez que salían, David tenía más
éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual
se hizo de mucha estima su nombre.
Capítulo 19
Saúl procura matar a David
19:1 Habló Saúl a Jonatán su hijo, y a todos
sus siervos, para que matasen a David; pero Jonatán hijo
de Saúl amaba a David en gran manera,
19:2 y dio aviso a David, diciendo: Saúl mi padre procura
matarte; por tanto cuídate hasta la mañana, y estate
en lugar oculto y escóndete.
19:3 Y yo saldré y estaré junto a mi padre en el
campo donde estés; y hablaré de ti a mi padre, y
te haré saber lo que haya.
19:4 Y Jonatán habló bien de David a Saúl
su padre, y le dijo: No peque el rey contra su siervo David, porque
ninguna cosa ha cometido contra ti, y porque sus obras han sido
muy buenas para contigo;
19:5 pues él tomó su vida en su mano, y mató
al filisteo, y Jehová dio gran salvación a todo
Israel. Tú lo viste, y te alegraste; ¿por qué,
pues, pecarás contra la sangre inocente, matando a David
sin causa?
19:6 Y escuchó Saúl la voz de Jonatán, y
juró Saúl: Vive Jehová, que no morirá.
19:7 Y llamó Jonatán a David, y le declaró
todas estas palabras; y él mismo trajo a David a Saúl,
y estuvo delante de él como antes.
19:8 Después hubo de nuevo guerra; y salió David
y peleó contra los filisteos, y los hirió con gran
estrago, y huyeron delante de él.
19:9 Y el espíritu malo de parte de Jehová vino
sobre Saúl; y estando sentado en su casa tenía una
lanza a mano, mientras David estaba tocando.
19:10 Y Saúl procuró enclavar a David con la lanza
a la pared, pero él se apartó de delante de Saúl,
el cual hirió con la lanza en la pared; y David huyó,
y escapó aquella noche.
19:11 Saúl envió luego mensajeros a casa de David
para que lo vigilasen, y lo matasen a la mañana.
Mas Mical su mujer avisó a David, diciendo: Si no salvas
tu vida esta noche, mañana serás muerto.
19:12 Y descolgó Mical a David por una ventana; y él
se fue y huyó, y escapó.
19:13 Tomó luego Mical una estatua, y la puso sobre la
cama, y le acomodó por cabecera una almohada de pelo de
cabra y la cubrió con la ropa.
19:14 Y cuando Saúl envió mensajeros para prender
a David, ella respondió: Está enfermo.
19:15 Volvió Saúl a enviar mensajeros para que viesen
a David, diciendo: Traédmelo en la cama para que lo mate.
19:16 Y cuando los mensajeros entraron, he aquí la estatua
estaba en la cama, y una almohada de pelo de cabra a su cabecera.
19:17 Entonces Saúl dijo a Mical: ¿Por qué
me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo?
Y Mical respondió a Saúl: Porque él me dijo:
Déjame ir; si no, yo te mataré.
19:18 Huyó, pues, David, y escapó, y vino a Samuel
en Ramá, y le dijo todo lo que Saúl había
hecho con él. Y él y Samuel se fueron y moraron
en Naiot.
19:19 Y fue dado aviso a Saúl, diciendo: He aquí
que David está en Naiot en Ramá.
19:20 Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran
a David, los cuales vieron una compañía de profetas
que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía.
Y vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl,
y ellos también profetizaron.
19:21 Cuando lo supo Saúl, envió otros mensajeros,
los cuales también profetizaron. Y Saúl volvió
a enviar mensajeros por tercera vez, y ellos también profetizaron.
19:22 Entonces él mismo fue a Ramá; y llegando al
gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo:
¿Dónde están Samuel y David? Y uno respondió:
He aquí están en Naiot en Ramá.
19:23 Y fue a Naiot en Ramá; y también vino sobre
él el Espíritu de Dios, y siguió andando
y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá.
19:24 Y él también se despojó de sus vestidos,
y profetizó igualmente delante de Samuel, y estuvo desnudo
todo aquel día y toda aquella noche. De aquí se
dijo: ¿También Saúl entre los profetas?
Capítulo 20
Amistad de David y Jonatán
20:1 Después David huyó de Naiot en Ramá,
y vino delante de Jonatán, y dijo: ¿Qué he
hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado
contra tu padre, para que busque mi vida?
20:2 El le dijo: En ninguna manera; no morirás. He aquí
que mi padre ninguna cosa hará, grande ni pequeña,
que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de
encubrir mi padre este asunto? No será así.
20:3 Y David volvió a jurar diciendo: Tu padre sabe claramente
que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: No
sepa esto Jonatán, para que no se entristezca; y ciertamente,
vive Jehová y vive tu alma, que apenas hay un paso entre
mí y la muerte.
20:4 Y Jonatán dijo a David: Lo que deseare tu alma, haré
por ti.
20:5 Y David respondió a Jonatán: He aquí
que mañana será nueva luna,
y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; mas tú dejarás
que me esconda en el campo hasta la tarde del tercer día.
20:6 Si tu padre hiciere mención de mí, dirás:
Me rogó mucho que lo dejase ir corriendo a Belén
su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá
el sacrificio anual.
20:7 Si él dijere: Bien está, entonces tendrá
paz tu siervo; mas si se enojare, sabe que la maldad está
determinada de parte de él.
20:8 Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has
hecho entrar a tu siervo en pacto de Jehová contigo; y
si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay
necesidad de llevarme hasta tu padre.
20:9 Y Jonatán le dijo: Nunca tal te suceda; antes bien,
si yo supiere que mi padre ha determinado maldad contra ti, ¿no
te lo avisaría yo?
20:10 Dijo entonces David a Jonatán: ¿Quién
me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente?
20:11 Y Jonatán dijo a David: Ven, salgamos al campo. Y
salieron ambos al campo.
20:12 Entonces dijo Jonatán a David: ¡Jehová
Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre
mañana a esta hora, o el día tercero, si resultare
bien para con David, entonces enviaré a ti para hacértelo
saber.
20:13 Pero si mi padre intentare hacerte mal, Jehová haga
así a Jonatán, y aun le añada, si no te lo
hiciere saber y te enviare para que te vayas en paz. Y esté
Jehová contigo, como estuvo con mi padre.
20:14 Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová,
para que no muera,
20:15 y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre.
Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de
David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea
quitado de la casa de David.
20:16 Así hizo Jonatán pacto con la casa de David,
diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos
de David.
20:17 Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le
amaba, pues le amaba como a sí mismo.
20:18 Luego le dijo Jonatán: Mañana es nueva luna,
y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará
vacío.
20:19 Estarás, pues, tres días, y luego descenderás
y vendrás al lugar donde estabas escondido el día
que ocurrió esto mismo, y esperarás junto a la piedra
de Ezel.
20:20 Y yo tiraré tres saetas hacia aquel lado, como ejercitándome
al blanco.
20:21 Luego enviaré al criado, diciéndole: Ve, busca
las saetas. Y si dijere al criado: He allí las saetas más
acá de ti, tómalas; tú vendrás, porque
paz tienes, y nada malo hay, vive Jehová.
20:22 Mas si yo dijere al muchacho así: He allí
las saetas más allá de ti; vete, porque Jehová
te ha enviado.
20:23 En cuanto al asunto de que tú y yo hemos hablado,
esté Jehová entre nosotros dos para siempre.
20:24 David, pues, se escondió en el campo, y cuando llegó
la nueva luna, se sentó el rey a comer pan.
20:25 Y el rey se sentó en su silla, como solía,
en el asiento junto a la pared, y Jonatán se levantó,
y se sentó Abner al lado de Saúl, y el lugar de
David quedó vacío.
20:26 Mas aquel día Saúl no dijo nada, porque se
decía: Le habrá acontecido algo, y no está
limpio; de seguro no está purificado.
20:27 Al siguiente día, el segundo día de la nueva
luna, aconteció también que el asiento de David
quedó vacío. Y Saúl dijo a Jonatán
su hijo: ¿Por qué no ha venido a comer el hijo de
Isaí hoy ni ayer?
20:28 Y Jonatán respondió a Saúl: David me
pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén,
20:29 diciendo: Te ruego que me dejes ir, porque nuestra familia
celebra sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha mandado;
por lo tanto, si he hallado gracia en tus ojos, permíteme
ir ahora para visitar a mis hermanos. Por esto, pues, no ha venido
a la mesa del rey.
20:30 Entonces se encendió la ira de Saúl contra
Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso
no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí
para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza
de tu madre?
20:31 Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere
sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino.
Envía pues, ahora, y tráemelo, porque ha de morir.
20:32 Y Jonatán respondió a su padre Saúl
y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué
ha hecho?
20:33 Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo;
de donde entendió Jonatán que su padre estaba resuelto
a matar a David.
20:34 Y se levantó Jonatán de la mesa con exaltada
ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna;
porque tenía dolor a causa de David, porque su padre le
había afrentado.
20:35 Al otro día, de mañana, salió Jonatán
al campo, al tiempo señalado con David, y un muchacho pequeño
con él.
20:36 Y dijo al muchacho: Corre y busca las saetas que yo tirare.
Y cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la saeta
de modo que pasara más allá de él.
20:37 Y llegando el muchacho adonde estaba la saeta que Jonatán
había tirado, Jonatán dio voces tras el muchacho,
diciendo: ¿No está la saeta más allá
de ti?
20:38 Y volvió a gritar Jonatán tras el muchacho:
Corre, date prisa, no te pares. Y el muchacho de Jonatán
recogió las saetas, y vino a su señor.
20:39 Pero ninguna cosa entendió el muchacho; solamente
Jonatán y David entendían de lo que se trataba.
20:40 Luego dio Jonatán sus armas a su muchacho, y le dijo:
Vete y llévalas a la ciudad.
20:41 Y luego que el muchacho se hubo ido, se levantó David
del lado del sur, y se inclinó tres veces postrándose
hasta la tierra; y besándose el uno al otro, lloraron el
uno con el otro; y David lloró más.
20:42 Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, porque ambos
hemos jurado por el nombre de Jehová, diciendo: Jehová
esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia,
para siempre. Y él se levantó y se fue; y Jonatán
entró en la ciudad.
Capítulo 21
David huye de Saúl
21:1 Vino David a Nob, al sacerdote Ahimelec;
y se sorprendió Ahimelec de su encuentro, y le dijo: ¿Cómo
vienes tú solo, y nadie contigo?
21:2 Y respondió David al sacerdote Ahimelec: El rey me
encomendó un asunto, y me dijo: Nadie sepa cosa alguna
del asunto a que te envío, y lo que te he encomendado;
y yo les señalé a los criados un cierto lugar.
21:3 Ahora, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco
panes, o lo que tengas.
21:4 El sacerdote respondió a David y dijo: No tengo pan
común a la mano, solamente tengo pan sagrado; pero lo daré
si los criados se han guardado a lo menos de mujeres.
21:5 Y David respondió al sacerdote, y le dijo: En verdad
las mujeres han estado lejos de nosotros ayer y anteayer; cuando
yo salí, ya los vasos de los jóvenes eran santos,
aunque el viaje es profano; ¿cuánto más no
serán santos hoy sus vasos?
21:6 Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí
no había otro pan sino los panes de la proposición,
los cuales habían sido quitados de la presencia de Jehová,
para poner panes calientes el día que aquéllos fueron
quitados.
21:7 Y estaba allí aquel día detenido delante de
Jehová uno de los siervos de Saúl, cuyo nombre era
Doeg, edomita, el principal de los pastores de Saúl.
21:8 Y David dijo a Ahimelec: ¿No tienes aquí a
mano lanza o espada? Porque no tomé en mi mano mi espada
ni mis armas, por cuanto la orden del rey era apremiante.
21:9 Y el sacerdote respondió: La espada de Goliat el filisteo,
al que tú venciste en el valle de Ela,
está aquí envuelta en un velo detrás del
efod; si quieres tomarla, tómala; porque aquí no
hay otra sino esa. Y dijo David: Ninguna como ella; dámela.
21:10 Y levantándose David aquel día, huyó
de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis rey de Gat.
21:11 Y los siervos de Aquis le dijeron: ¿No es éste
David, el rey de la tierra? ¿no es éste de quien
cantaban en las danzas, diciendo:
Hirió Saúl a sus miles,
Y David a sus diez miles?
21:12 Y David puso en su corazón estas palabras, y tuvo
gran temor de Aquis rey de Gat.
21:13 Y cambió su manera de comportarse delante de ellos,
y se fingió loco entre ellos,
y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr
la saliva por su barba.
21:14 Y dijo Aquis a sus siervos: He aquí, veis que este
hombre es demente; ¿por qué lo habéis traído
a mí?
21:15 ¿Acaso me faltan locos, para que hayáis traído
a éste que hiciese de loco delante de mí? ¿Había
de entrar éste en mi casa?
Capítulo 22
22:1 Yéndose luego David de allí, huyó a la
cueva de Adulam;
y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron
allí a él.
22:2 Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el
que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de
espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como
cuatrocientos hombres.
22:3 Y se fue David de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey
de Moab: Yo te ruego que mi padre y mi madre estén con vosotros,
hasta que sepa lo que Dios hará de mí.
22:4 Los trajo, pues, a la presencia del rey de Moab, y habitaron
con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte.
22:5 Pero el profeta Gad dijo a David: No te estés en este
lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Y David se fue,
y vino al bosque de Haret.
Saúl mata a los sacerdotes de Nob
22:6 Oyó Saúl que se sabía de David y de
los que estaban con él. Y Saúl estaba sentado en
Gabaa, debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su
lanza en su mano, y todos sus siervos estaban alrededor de él.
22:7 Y dijo Saúl a sus siervos que estaban alrededor de
él: Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os
dará también a todos vosotros el hijo de Isaí
tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes
de millares y jefes de centenas,
22:8 para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí,
y no haya quien me descubra al oído cómo mi hijo
ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni alguno de vosotros
que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha
levantado a mi siervo contra mí para que me aceche, tal
como lo hace hoy?
22:9 Entonces Doeg edomita, que era el principal de los siervos
de Saúl, respondió y dijo: Yo vi al hijo de Isaí
que vino a Nob, a Ahimelec hijo de Ahitob,
22:10 el cual consultó por él a Jehová y
le dio provisiones, y también le dio la espada de Goliat
el filisteo.
22:11 Y el rey envió por el sacerdote Ahimelec hijo de
Ahitob, y por toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban
en Nob; y todos vinieron al rey.
22:12 Y Saúl le dijo: Oye ahora, hijo de Ahitob. Y él
dijo: Heme aquí, señor mío.
22:13 Y le dijo Saúl: ¿Por qué habéis
conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí,
cuando le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios,
para que se levantase contra mí y me acechase, como lo
hace hoy día?
22:14 Entonces Ahimelec respondió al rey, y dijo: ¿Y
quién entre todos tus siervos es tan fiel como David, yerno
también del rey, que sirve a tus órdenes y es ilustre
en tu casa?
22:15 ¿He comenzado yo desde hoy a consultar por él
a Dios? Lejos sea de mí; no culpe el rey de cosa alguna
a su siervo, ni a toda la casa de mi padre; porque tu siervo ninguna
cosa sabe de este asunto, grande ni pequeña.
22:16 Y el rey dijo: Sin duda morirás, Ahimelec, tú
y toda la casa de tu padre.
22:17 Entonces dijo el rey a la gente de su guardia que estaba
alrededor de él: Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová;
porque también la mano de ellos está con David,
pues sabiendo ellos que huía, no me lo descubrieron. Pero
los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar
a los sacerdotes de Jehová.
22:18 Entonces dijo el rey a Doeg: Vuelve tú, y arremete
contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg el edomita y acometió
a los sacerdotes, y mató en aquel día a ochenta
y cinco varones que vestían efod de lino.
22:19 Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de
espada; así a hombres como a mujeres, niños hasta
los de pecho, bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo
de espada.
22:20 Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se
llamaba Abiatar, escapó, y huyó tras David.
22:21 Y Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había
dado muerte a los sacerdotes de Jehová.
22:22 Y dijo David a Abiatar: Yo sabía que estando allí
aquel día Doeg el edomita, él lo había de
hacer saber a Saúl. Yo he ocasionado la muerte a todas
las personas de la casa de tu padre.
22:23 Quédate conmigo, no temas; quien buscare mi vida,
buscará también la tuya; pues conmigo estarás
a salvo.
Capítulo 23
David en el desierto
23:1 Dieron aviso a David, diciendo: He aquí que los filisteos
combaten a Keila, y roban las eras.
23:2 Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Iré
a atacar a estos filisteos? Y Jehová respondió a
David: Ve, ataca a los filisteos, y libra a Keila.
23:3 Pero los que estaban con David le dijeron: He aquí
que nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto
más si fuéremos a Keila contra el ejército
de los filisteos?
23:4 Entonces David volvió a consultar a Jehová.
Y Jehová le respondió y dijo: Levántate,
desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los
filisteos.
23:5 Fue, pues, David con sus hombres a Keila, y peleó
contra los filisteos, se llevó sus ganados, y les causó
una gran derrota; y libró David a los de Keila.
23:6 Y aconteció que cuando Abiatar hijo de Ahimelec huyó
siguiendo a David a Keila, descendió con el efod en su
mano.
23:7 Y fue dado aviso a Saúl que David había venido
a Keila. Entonces dijo Saúl: Dios lo ha entregado en mi
mano, pues se ha encerrado entrando en ciudad con puertas y cerraduras.
23:8 Y convocó Saúl a todo el pueblo a la batalla
para descender a Keila, y poner sitio a David y a sus hombres.
23:9 Mas entendiendo David que Saúl ideaba el mal contra
él, dijo a Abiatar sacerdote: Trae el efod.
23:10 Y dijo David: Jehová Dios de Israel, tu siervo tiene
entendido que Saúl trata de venir contra Keila, a destruir
la ciudad por causa mía.
23:11 ¿Me entregarán los vecinos de Keila en sus
manos? ¿Descenderá Saúl, como ha oído
tu siervo? Jehová Dios de Israel, te ruego que lo declares
a tu siervo. Y Jehová dijo: Sí, descenderá.
23:12 Dijo luego David: ¿Me entregarán los vecinos
de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl?
Y Jehová respondió: Os entregarán.
23:13 David entonces se levantó con sus hombres, que eran
como seiscientos, y salieron de Keila, y anduvieron de un lugar
a otro. Y vino a Saúl la nueva de que David se había
escapado de Keila, y desistió de salir.
23:14 Y David se quedó en el desierto en lugares fuertes,
y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y lo buscaba Saúl
todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos.
23:15 Viendo, pues, David que Saúl había salido
en busca de su vida, se estuvo en Hores, en el desierto de Zif.
23:16 Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl
y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios.
23:17 Y le dijo: No temas, pues no te hallará la mano de
Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel,
y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl
mi padre así lo sabe.
23:18 Y ambos hicieron pacto delante de Jehová;
y David se quedó en Hores, y Jonatán se volvió
a su casa.
23:19 Después subieron los de Zif para decirle a Saúl
en Gabaa: ¿No está David escondido en nuestra tierra
en las peñas de Hores, en el collado de Haquila, que está
al sur del desierto?
23:20 Por tanto, rey, desciende pronto ahora, conforme a tu deseo,
y nosotros lo entregaremos en la mano del rey.
23:21 Y Saúl dijo: Benditos seáis vosotros de Jehová,
que habéis tenido compasión de mí.
23:22 Id, pues, ahora, aseguraos más, conoced y ved el
lugar de su escondite, y quién lo haya visto allí;
porque se me ha dicho que él es astuto en gran manera.
23:23 Observad, pues, e informaos de todos los escondrijos donde
se oculta, y volved a mí con información segura,
y yo iré con vosotros; y si él estuviere en la tierra,
yo le buscaré entre todos los millares de Judá.
23:24 Y ellos se levantaron, y se fueron a Zif delante de Saúl.
Pero David y su gente estaban en el desierto de Maón, en
el Arabá al sur del desierto.
23:25 Y se fue Saúl con su gente a buscarlo; pero fue dado
aviso a David, y descendió a la peña, y se quedó
en el desierto de Maón. Cuando Saúl oyó esto,
siguió a David al desierto de Maón.
23:26 Y Saúl iba por un lado del monte, y David con sus
hombres por el otro lado del monte, y se daba prisa David para
escapar de Saúl; mas Saúl y sus hombres habían
encerrado a David y a su gente para capturarlos.
23:27 Entonces vino un mensajero a Saúl, diciendo: Ven
luego, porque los filisteos han hecho una irrupción en
el país.
23:28 Volvió, por tanto, Saúl de perseguir a David,
y partió contra los filisteos. Por esta causa pusieron
a aquel lugar por nombre Sela-hama-lecot.
23:29 Entonces David subió de allí y habitó
en los lugares fuertes de En-gadi.
Capítulo 24
David perdona la vida a Saúl en En-gadi
24:1 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos,
le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en
el desierto de En-gadi.
24:2 Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo
Israel, fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres
de los peñascos de las cabras monteses.
24:3 Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino,
donde había una cueva, entró Saúl en ella
para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en
los rincones de la cueva.
24:4 Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí
el día de que te dijo Jehová: He aquí que
entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él
como te pareciere. Y se levantó David, y calladamente cortó
la orilla del manto de Saúl.
24:5 Después de esto se turbó el corazón
de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl.
24:6 Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal
cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo
extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.
24:7 Así reprimió David a sus hombres con palabras,
y no les permitió que se levantasen contra Saúl.
Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.
24:8 También David se levantó después, y
saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl, diciendo:
¡Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró
hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra, e
hizo reverencia.
24:9 Y dijo David a Saúl: ¿Por qué oyes las
palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal?
24:10 He aquí han visto hoy tus ojos cómo Jehová
te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te
matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé
mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová.
24:11 Y mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en
mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no te
maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición
en mi mano, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas
a caza de mi vida para quitármela.
24:12 Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme
de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti.
24:13 Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos
saldrá la impiedad; así que mi mano no será
contra ti.
24:14 ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A
quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una
pulga?
24:15 Jehová, pues, será juez, y él juzgará
entre tú y yo. El vea y sustente mi causa, y me defienda
de tu mano.
24:16 Y aconteció que cuando David acabó de decir
estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es
esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó Saúl
su voz y lloró,
24:17 y dijo a David: Más justo eres tú que yo,
que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal.
24:18 Tú has mostrado hoy que has hecho conmigo bien; pues
no me has dado muerte, habiéndome entregado Jehová
en tu mano.
24:19 Porque ¿quién hallará a su enemigo,
y lo dejará ir sano y salvo? Jehová te pague con
bien por lo que en este día has hecho conmigo.
24:20 Y ahora, como yo entiendo que tú has de reinar, y
que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable,
24:21 júrame, pues, ahora por Jehová, que no destruirás
mi descendencia después de mí, ni borrarás
mi nombre de la casa de mi padre.
24:22 Entonces David juró a Saúl. Y se fue Saúl
a su casa, y David y sus hombres subieron al lugar fuerte.
Capítulo 25
David y Abigail
25:1 Murió Samuel, y se juntó todo Israel, y lo
lloraron, y lo sepultaron en su casa en Ramá. Y se levantó
David y se fue al desierto de Parán.
25:2 Y en Maón había un hombre que tenía
su hacienda en Carmel, el cual era muy rico, y tenía tres
mil ovejas y mil cabras. Y aconteció que estaba esquilando
sus ovejas en Carmel.
25:3 Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail.
Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia,
pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de
Caleb.
25:4 Y oyó David en el desierto que Nabal esquilaba sus
ovejas.
25:5 Entonces envió David diez jóvenes y les dijo:
Subid a Carmel e id a Nabal, y saludadle en mi nombre,
25:6 y decidle así: Sea paz a ti, y paz a tu familia, y
paz a todo cuanto tienes.
25:7 He sabido que tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han
estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les faltó
nada en todo el tiempo que han estado en Carmel.
25:8 Pregunta a tus criados, y ellos te lo dirán. Hallen,
por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque hemos
venido en buen día; te ruego que des lo que tuvieres a
mano a tus siervos, y a tu hijo David.
25:9 Cuando llegaron los jóvenes enviados por David, dijeron
a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y callaron.
25:10 Y Nabal respondió a los jóvenes enviados por
David, y dijo: ¿Quién es David, y quién es
el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus
señores.
25:11 ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne
que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que
no sé de dónde son?
25:12 Y los jóvenes que había enviado David se volvieron
por su camino, y vinieron y dijeron a David todas estas palabras.
25:13 Entonces David dijo a sus hombres: Cíñase
cada uno su espada. Y se ciñó cada uno su espada
y también David se ciñó su espada; y subieron
tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con
el bagaje.
25:14 Pero uno de los criados dio aviso a Abigail mujer de Nabal,
diciendo: He aquí David envió mensajeros del desierto
que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido.
25:15 Y aquellos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nunca
nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que
anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo.
25:16 Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos
los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas.
25:17 Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque
el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda
su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay
quien pueda hablarle.
25:18 Entonces Abigail tomó luego doscientos panes, dos
cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas
de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes
de higos secos, y lo cargó todo en asnos.
25:19 Y dijo a sus criados: Id delante de mí, y yo os seguiré
luego; y nada declaró a su marido Nabal.
25:20 Y montando un asno, descendió por una parte secreta
del monte; y he aquí David y sus hombres venían
frente a ella, y ella les salió al encuentro.
25:21 Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado
todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le
haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto
mal por bien.
25:22 Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada,
que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo
no he de dejar con vida ni un varón.
25:23 Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente
del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David,
se inclinó a tierra;
25:24 y se echó a sus pies, y dijo: Señor mío,
sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu
sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu
sierva.
25:25 No haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso,
de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. El se llama
Nabal, y la insensatez está con él; mas yo tu sierva
no vi a los jóvenes que tú enviaste.
25:26 Ahora pues, señor mío, vive Jehová,
y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar
sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus
enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor.
25:27 Y ahora este presente que tu sierva ha traído a mi
señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor.
25:28 Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues
Jehová de cierto hará casa estable a mi señor,
por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová,
y mal no se ha hallado en ti en tus días.
25:29 Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar
contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será
ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu
Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como
de en medio de la palma de una honda.
25:30 Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi
señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te
establezca por príncipe sobre Israel,
25:31 entonces, señor mío, no tendrás motivo
de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa,
o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi
señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor,
acuérdate de tu sierva.
25:32 Y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de
Israel, que te envió para que hoy me encontrases.
25:33 Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que
me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por
mi propia mano.
25:34 Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido
de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi
encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado
con vida a Nabal ni un varón.
25:35 Y recibió David de su mano lo que le había
traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he
oído tu voz, y te he tenido respeto.
25:36 Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él
tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón
de Nabal estaba alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual
ella no le declaró cosa alguna hasta el día siguiente.
25:37 Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían
pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas
cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó
como una piedra.
25:38 Y diez días después, Jehová hirió
a Nabal, y murió.
25:39 Luego que David oyó que Nabal había muerto,
dijo: Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de
mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado del mal
a su siervo; y Jehová ha vuelto la maldad de Nabal sobre
su propia cabeza. Después envió David a hablar con
Abigail, para tomarla por su mujer.
25:40 Y los siervos de David vinieron a Abigail en Carmel, y hablaron
con ella, diciendo: David nos ha enviado a ti, para tomarte por
su mujer.
25:41 Y ella se levantó e inclinó su rostro a tierra,
diciendo: He aquí tu sierva, que será una sierva
para lavar los pies de los siervos de mi señor.
25:42 Y levantándose luego Abigail con cinco doncellas
que le servían, montó en un asno y siguió
a los mensajeros de David, y fue su mujer.
25:43 También tomó David a Ahinoam de Jezreel, y
ambas fueron sus mujeres.
25:44 Porque Saúl había dado a su hija Mical mujer
de David a Palti hijo de Lais, que era de Galim.
Capítulo 26
David perdona la vida a Saúl en Zif
26:1 Vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa, diciendo: ¿No
está David escondido en el collado de Haquila, al oriente
del desierto?
26:2 Saúl entonces se levantó y descendió
al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos
de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.
26:3 Y acampó Saúl en el collado de Haquila, que
está al oriente del desierto, junto al camino. Y estaba
David en el desierto, y entendió que Saúl le seguía
en el desierto.
26:4 David, por tanto, envió espías, y supo con
certeza que Saúl había venido.
26:5 Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl
había acampado; y miró David el lugar donde dormían
Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército.
Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba
acampado en derredor de él.
26:6 Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia,
hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo
a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé
contigo.
26:7 David, pues, y Abisai fueron de noche al ejército;
y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el
campamento, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner
y el ejército estaban tendidos alrededor de él.
26:8 Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a tu
enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con
la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no
le daré segundo golpe.
26:9 Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién
extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y
será inocente?
26:10 Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová
no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo
en batalla perezca,
26:11 guárdeme Jehová de extender mi mano contra
el ungido de Jehová. Pero toma ahora la lanza que está
a su cabecera, y la vasija de agua, y vámonos.
26:12 Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua
de la cabecera de Saúl, y se fueron; y no hubo nadie que
viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían; porque
un profundo sueño enviado de Jehová había
caído sobre ellos.
26:13 Entonces pasó David al lado opuesto, y se puso en
la cumbre del monte a lo lejos, habiendo gran distancia entre
ellos.
26:14 Y dio voces David al pueblo, y a Abner hijo de Ner, diciendo:
¿No respondes, Abner? Entonces Abner respondió y
dijo: ¿Quién eres tú que gritas al rey?
26:15 Y dijo David a Abner: ¿No eres tú un hombre?
¿y quién hay como tú en Israel? ¿Por
qué, pues, no has guardado al rey tu señor? Porque
uno del pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey.
26:16 Esto que has hecho no está bien. Vive Jehová,
que sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a
vuestro señor, al ungido de Jehová. Mira pues, ahora,
dónde está la lanza del rey, y la vasija de agua
que estaba a su cabecera.
26:17 Y conociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No
es esta tu voz, hijo mío David? Y David respondió:
Mi voz es, rey señor mío.
26:18 Y dijo: ¿Por qué persigue así mi señor
a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal
hay en mi mano?
26:19 Ruego, pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras
de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte
él la ofrenda; mas si fueren hijos de hombres, malditos
sean ellos en presencia de Jehová, porque me han arrojado
hoy para que no tenga parte en la heredad de Jehová, diciendo:
Vé y sirve a dioses ajenos.
26:20 No caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová,
porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, así
como quien persigue una perdiz por los montes.
26:21 Entonces dijo Saúl: He pecado; vuélvete, hijo
mío David, que ningún mal te haré más,
porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He aquí
yo he hecho neciamente, y he errado en gran manera.
26:22 Y David respondió y dijo: He aquí la lanza
del rey; pase acá uno de los criados y tómela.
26:23 Y Jehová pague a cada uno su justicia y su lealtad;
pues Jehová te había entregado hoy en mi mano, mas
yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová.
26:24 Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa
hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová,
y me libre de toda aflicción.
26:25 Y Saúl dijo a David: Bendito eres tú, hijo
mío David; sin duda emprenderás tú cosas
grandes, y prevalecerás. Entonces David se fue por su camino,
y Saúl se volvió a su lugar.
Capítulo 27
David entre los filisteos
27:1 Dijo luego David en su corazón: Al fin seré
muerto algún día por la mano de Saúl; nada,
por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los
filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no
me ande buscando más por todo el territorio de Israel;
y así escaparé de su mano.
27:2 Se levantó, pues, David, y con los seiscientos hombres
que tenía consigo se pasó a Aquis hijo de Maoc,
rey de Gat.
27:3 Y moró David con Aquis en Gat, él y sus hombres,
cada uno con su familia; David con sus dos mujeres, Ahinoam jezreelita
y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel.
27:4 Y vino a Saúl la nueva de que David había huido
a Gat, y no lo buscó más.
27:5 Y David dijo a Aquis: Si he hallado gracia ante tus ojos,
séame dado lugar en alguna de las aldeas para que habite
allí; pues ¿por qué ha de morar tu siervo
contigo en la ciudad real?
27:6 Y Aquis le dio aquel día a Siclag, por lo cual Siclag
vino a ser de los reyes de Judá hasta hoy.
27:7 Fue el número de los días que David habitó
en la tierra de los filisteos, un año y cuatro meses.
27:8 Y subía David con sus hombres, y hacían incursiones
contra los gesuritas, los gezritas y los amalecitas; porque éstos
habitaban de largo tiempo la tierra, desde como quien va a Shur
hasta la tierra de Egipto.
27:9 Y asolaba David el país, y no dejaba con vida hombre
ni mujer; y se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos
y las ropas, y regresaba a Aquis.
27:10 Y decía Aquis: ¿Dónde habéis
merodeado hoy? Y David decía: En el Neguev de Judá,
y el Neguev de Jerameel, o en el Neguev de los ceneos.
27:11 Ni hombre ni mujer dejaba David con vida para que viniesen
a Gat; diciendo: No sea que den aviso de nosotros y digan: Esto
hizo David. Y esta fue su costumbre todo el tiempo que moró
en la tierra de los filisteos.
27:12 Y Aquis creía a David, y decía: El se ha hecho
abominable a su pueblo de Israel, y será siempre mi siervo.
Capítulo 28
28:1 Aconteció en aquellos días, que los filisteos
reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel. Y dijo Aquis a
David: Ten entendido que has de salir conmigo a campaña,
tú y tus hombres.
28:2 Y David respondió a Aquis: Muy bien, tú sabrás
lo que hará tu siervo. Y Aquis dijo a David: Por tanto, yo
te constituiré guarda de mi persona durante toda mi vida.
Saúl y la adivina de Endor
28:3 Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había
lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad.
Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores
y adivinos.
28:4 Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon
en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon
en Gilboa.
28:5 Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos,
tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera.
28:6 Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová
no le respondió ni por sueños, ni por Urim,
ni por profetas.
28:7 Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer
que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya
a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron:
He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu
de adivinación.
28:8 Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos,
y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche;
y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu
de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere.
28:9 Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que
Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los
evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones
tropiezo a mi vida, para hacerme morir?
28:10 Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo:
Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por
esto.
28:11 La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré
venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel.
28:12 Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y
habló aquella mujer a Saúl, diciendo:
28:13 ¿Por qué me has engañado? pues tú
eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué
has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto
dioses que suben de la tierra.
28:14 El le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió:
Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces
entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra,
hizo gran reverencia.
28:15 Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has
inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió:
Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí,
y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más,
ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he
llamado, para que me declares lo que tengo que hacer.
28:16 Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas
a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo?
28:17 Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí;
pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado
a tu compañero,
David.
28:18 Como tú no obedeciste
a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra
Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy.
28:19 Y Jehová entregará a Israel también
contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis
conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará
también al ejército de Israel en mano de los filisteos.
28:20 Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era,
y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas,
porque en todo aquel día y aquella noche no había
comido pan.
28:21 Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndolo
turbado en gran manera, le dijo: He aquí que tu sierva
ha obedecido a tu voz, y he arriesgado mi vida, y he oído
las palabras que tú me has dicho.
28:22 Te ruego, pues, que tú también oigas la voz
de tu sierva; pondré yo delante de ti un bocado de pan
para que comas, a fin de que cobres fuerzas, y sigas tu camino.
28:23 Y él rehusó diciendo: No comeré. Pero
porfiaron con él sus siervos juntamente con la mujer, y
él les obedeció. Se levantó, pues, del suelo,
y se sentó sobre una cama.
28:24 Y aquella mujer tenía en su casa un ternero engordado,
el cual mató luego; y tomó harina y la amasó,
y coció de ella panes sin levadura.
28:25 Y lo trajo delante de Saúl y de sus siervos; y después
de haber comido, se levantaron, y se fueron aquella noche.
Capítulo 29
Los filisteos desconfían de David
29:1 Los filisteos juntaron todas sus fuerzas en Afec, e Israel
acampó junto a la fuente que está en Jezreel.
29:2 Y cuando los príncipes de los filisteos pasaban revista
a sus compañías de a ciento y de a mil hombres,
David y sus hombres iban en la retaguardia con Aquis.
29:3 Y dijeron los príncipes de los filisteos: ¿Qué
hacen aquí estos hebreos? Y Aquis respondió a los
príncipes de los filisteos: ¿No es éste David,
el siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo
por días y años, y no he hallado falta en él
desde el día que se pasó a mí hasta hoy?
29:4 Entonces los príncipes de los filisteos se enojaron
contra él, y le dijeron: Despide a este hombre, para que
se vuelva al lugar que le señalaste, y no venga con nosotros
a la batalla, no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo;
porque ¿con qué cosa volvería mejor a la
gracia de su señor que con las cabezas de estos hombres?
29:5 ¿No es éste David, de quien cantaban en las
danzas, diciendo:
Saúl hirió a sus miles,
Y David a sus diez miles?
29:6 Y Aquis llamó a David y le dijo: Vive Jehová,
que tú has sido recto, y que me ha parecido bien tu salida
y tu entrada en el campamento conmigo, y que ninguna cosa mala
he hallado en ti desde el día que viniste a mí hasta
hoy; mas a los ojos de los príncipes no agradas.
29:7 Vuélvete, pues, y vete en paz, para no desagradar
a los príncipes de los filisteos.
29:8 Y David respondió a Aquis: ¿Qué he hecho?
¿Qué has hallado en tu siervo desde el día
que estoy contigo hasta hoy, para que yo no vaya y pelee contra
los enemigos de mi señor el rey?
29:9 Y Aquis respondió a David, y dijo: Yo sé que
tú eres bueno ante mis ojos, como un ángel de Dios;
pero los príncipes de los filisteos me han dicho: No venga
con nosotros a la batalla.
29:10 Levántate, pues, de mañana, tú y los
siervos de tu señor que han venido contigo; y levantándoos
al amanecer, marchad.
29:11 Y se levantó David de mañana, él y
sus hombres, para irse y volver a la tierra de los filisteos;
y los filisteos fueron a Jezreel.
Capítulo 30
David derrota a los amalecitas
30:1 Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al tercer día,
los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían
asolado a Siclag y le habían prendido fuego.
30:2 Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos
los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero
a nadie habían dado muerte, sino se los habían llevado
al seguir su camino.
30:3 Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí
que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían
sido llevados cautivos.
30:4 Entonces David y la gente que con él estaba alzaron
su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.
30:5 Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail la
que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas.
30:6 Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba
de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma,
cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció
en Jehová su Dios.
30:7 Y dijo David al sacerdote Abiatar
hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar
acercó el efod a David.
30:8 Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré
a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él
le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás,
y de cierto librarás a los cautivos.
30:9 Partió, pues, David, él y los seiscientos hombres
que con él estaban, y llegaron hasta el torrente de Besor,
donde se quedaron algunos.
30:10 Y David siguió adelante con cuatrocientos hombres;
porque se quedaron atrás doscientos, que cansados no pudieron
pasar el torrente de Besor.
30:11 Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron
a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber
agua.
30:12 Le dieron también un pedazo de masa de higos secos
y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió
en él su espíritu; porque no había comido
pan ni bebido agua en tres días y tres noches.
30:13 Y le dijo David: ¿De quién eres tú,
y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio: Yo
soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres
días, porque estaba yo enfermo;
30:14 pues hicimos una incursión a la parte del Neguev
que es de los cereteos, y de Judá, y al Neguev de Caleb;
y pusimos fuego a Siclag.
30:15 Y le dijo David: ¿Me llevarás tú a
esa tropa? Y él dijo: Júrame por Dios que no me
matarás, ni me entregarás en mano de mi amo, y yo
te llevaré a esa gente.
30:16 Lo llevó, pues; y he aquí que estaban desparramados
sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y haciendo fiesta,
por todo aquel gran botín que habían tomado de la
tierra de los filisteos y de la tierra de Judá.
30:17 Y los hirió David desde aquella mañana hasta
la tarde del día siguiente; y no escapó de ellos
ninguno, sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre
los camellos y huyeron.
30:18 Y libró David todo lo que los amalecitas habían
tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres.
30:19 Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así
de hijos como de hijas, del robo, y de todas las cosas que les
habían tomado; todo lo recuperó David.
30:20 Tomó también David todas las ovejas y el ganado
mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este es
el botín de David.
30:21 Y vino David a los doscientos hombres que habían
quedado cansados y no habían podido seguir a David, a los
cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos
salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba.
Y cuando David llegó a la gente, les saludó con
paz.
30:22 Entonces todos los malos y perversos de entre los que habían
ido con David, respondieron y dijeron: Porque no fueron con nosotros,
no les daremos del botín que hemos quitado, sino a cada
uno su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan.
30:23 Y David dijo: No hagáis eso, hermanos míos,
de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y
ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra
nosotros.
30:24 ¿Y quién os escuchará en este caso?
Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así
ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará
parte igual.
30:25 Desde aquel día en adelante fue esto por ley y ordenanza
en Israel, hasta hoy.
30:26 Y cuando David llegó a Siclag, envió del botín
a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: He aquí
un presente para vosotros del botín de los enemigos de
Jehová.
30:27 Lo envió a los que estaban en Bet-el, en Ramot del
Neguev, en Jatir,
30:28 en Aroer, en Sifmot, en Estemoa,
30:29 en Racal, en las ciudades de Jerameel, en las ciudades del
ceneo,
30:30 en Horma, en Corasán, en Atac,
30:31 en Hebrón, y en todos los lugares donde David había
estado con sus hombres.
Capítulo 31
Muerte de Saúl y de sus hijos
(1 Cr. 10.1-12)
31:1 Los filisteos, pues, pelearon contra Israel, y los de Israel
huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte
de Gilboa.
31:2 Y siguiendo los filisteos a Saúl y a sus hijos, mataron
a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.
31:3 Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron
los flecheros, y tuvo gran temor de ellos.
31:4 Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y
traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos
y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería,
porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl
su propia espada y se echó sobre ella.
31:5 Y viendo su escudero a Saúl muerto, él también
se echó sobre su espada, y murió con él.
31:6 Así murió Saúl en aquel día, juntamente
con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones.
31:7 Y los de Israel que eran del otro lado del valle, y del otro
lado del Jordán, viendo que Israel había huido y que
Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las
ciudades y huyeron; y los filisteos vinieron y habitaron en ellas.
31:8 Aconteció al siguiente día, que viniendo los
filisteos a despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus
tres hijos tendidos en el monte de Gilboa.
31:9 Y le cortaron la cabeza, y le despojaron de las armas; y enviaron
mensajeros por toda la tierra de los filisteos, para que llevaran
las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al pueblo.
31:10 Y pusieron sus armas en el templo de Astarot, y colgaron su
cuerpo en el muro de Bet-sán.
31:11 Mas oyendo los de Jabes de Galaad esto que los filisteos hicieron
a Saúl,
31:12 todos los hombres valientes se levantaron, y anduvieron toda
aquella noche, y quitaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos
de sus hijos del muro de Bet-sán; y viniendo a Jabes, los
quemaron allí.
31:13 Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un árbol
en Jabes, y ayunaron siete días.
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