Evangelio de Mateo
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¿Quién era Mateo, llamado también Leví? Leemos en el Evangelio que era
cobrador de impuestos y que Jesús hizo de él uno de sus apóstoles
(Mt 9,9 y Mc 2,13).
Está profundamente marcado por una situación conflictiva que enfrentaba
entonces a judíos y cristianos. La comunidad judía, terriblemente
impactada por la guerra con los Romanos en la que fue destruida
su nación, se estaba reorganizando bajo la dirección de los fariseos,
quienes terminaron por decidir la exclusión de todos los judíos
que creían en Jesús y que eran miembros de la comunidad cristiana.
Este Evangelio trata de mostrar que los cristianos no deben preocuparse
si por ahora los rechaza su pueblo. Por el hecho de que la comunidad
judía no reconoció a su Mesías, perdió sus derechos a las promesas
de Dios y Dios se hizo un nuevo pueblo, que es la Iglesia. Mateo
cita numerosos textos del Antiguo Testamento para probar que los
cristianos son los verdaderos herederos del pueblo de la Alianza.
Mateo ha destacado la figura de Jesús como predicador y Maestro
de la Escritura. Se interesa en forma especial por las palabras
de Jesús, que son más numerosas en su Evangelio que en los demás,
y en cambio, cuenta sus gestos y sus milagros del modo más esquemático
posible.
No hay pues que extrañarse de que Mateo haya construido su Evangelio
en torno a cinco "discursos", en los que reunió palabras que Jesús
pronunció en diferentes ocasiones. Estos discursos son:
El Sermón de la montaña: 5, 6 y 7.
Las instrucciones a los misioneros: 10
Las Parábolas del Reino: 13
Las advertencias a la comunidad cristiana: 18
Cómo vivir a la espera del fin de los tiempos: 23, 24 y 25.
A manera de introducción, Mateo puso los dos primeros capítulos
sobre la infancia de Jesús. Son relatos de un carácter especial,
en los que se preocupa muy poco de la historicidad de los hechos,
pues la intención es presentar a través de imágenes una enseñanza
teológica.
Capítulo 1
Genealogía de Jesucristo
(Lc.
3. 23-38) 1:1 Libro de la genealogía de
Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
1:2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá
y a sus hermanos.
1:3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares
a Esrom, y Esrom a Aram.
1:4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y
Naasón a Salmón.
1:5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró
de Rut a Obed, y Obed a Isa.
1:6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró
a Salomón de la que fue mujer de Urías.
1:7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías,
y Abías a Asa.
1:8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías.
1:9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a
Ezequías.
1:10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés
a Amón, y Amón a Josías.
1:11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos,
en el tiempo de la deportación a Babilonia.
1:12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías
engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel.
1:13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim
a Azor.
1:14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.
1:15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán
a Jacob;
1:16 y Jacob engendró a José, marido de María,
de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
1:17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David
son catorce; desde David hasta la deportación
a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia
hasta Cristo, catorce.
Nacimiento de Jesucristo
(Lc. 2. 1-7)
1:18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada
María su madre con José,
antes que se juntasen, se halló que había concebido
del Espíritu Santo.
1:19 José su marido, como era justo, y no quería
infamarla, quiso dejarla secretamente.
1:20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel
del Señor le apareció en sueños y le dijo:
José, hijo de David, no temas recibir a María tu
mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu
Santo es.
1:21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados.
1:22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho
por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
1:23 He aquí, una virgen concebirá
y dará a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel,
que traducido es: Dios con nosotros.
1:24 Y despertando José del sueño, hizo como el
ángel del Señor le había mandado, y recibió
a su mujer.
1:25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito;
y le puso por nombre JESÚS.
Capítulo 2
La visita de los magos
2:1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en
días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén
unos magos,
2:2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos,
que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos
a adorarle.
2:3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén
con él.
2:4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas
del pueblo, les preguntó dónde había de nacer
el Cristo.
2:5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así
está escrito por el profeta:
2:6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes
de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel.
2:7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó
de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;
2:8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y
averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis,
hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
2:9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí
la estrella que habían visto en el oriente iba delante de
ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
2:10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
2:11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre
María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus
tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
2:12 Pero siendo avisados por revelación en sueños
que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Matanza de los niños
2:13 Después que partieron ellos, he aquí
un ángel del Señor apareció en sueños
a José y dijo: Levántate y toma al niño y
a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que
yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará
al niño para matarlo.
2:14 Y él, despertando, tomó de noche al niño
y a su madre, y se fue a Egipto,
2:15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que
se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta,
cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.
2:16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se
enojó mucho, y mandó matar a todos los niños
menores de dos años que había en Belén y
en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había
inquirido de los magos.
2:17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta
Jeremías, cuando dijo:
2:18 Voz fue oída en Ramá,
Grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos,
Y no quiso ser consolada, porque perecieron.
2:19 Pero después de muerto Herodes, he aquí un
ángel del Señor apareció en sueños
a José en Egipto,
2:20 diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre,
y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban
la muerte del niño.
2:21 Entonces él se levantó, y tomó al niño
y a su madre, y vino a tierra de Israel.
2:22 Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes
su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación
en sueños, se fue a la región de Galilea,
2:23 y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret,
para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría
de ser llamado nazareno.
Capítulo 3
Predicación de Juan el Bautista
(Mr. 1. 1-8; Lc.
3. 1-9, 15-17; Jn. 1. 19-28)
3:1 En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en
el desierto de Judea,
3:2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos
se ha acercado.
3:3 Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías,
cuando dijo:
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
Enderezad sus sendas.
3:4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un
cinto de cuero alrededor de sus lomos;
y su comida era langostas y miel silvestre.
3:5 Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y
toda la provincia de alrededor del Jordán,
3:6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando
sus pecados.
3:7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos
venían a su bautismo, les decía: ¡Generación
de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
3:9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham
tenemos por padre;
porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de
estas piedras.
3:10 Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado en el fuego.
3:11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero
el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar,
es más poderoso que yo; él os bautizará en
Espíritu Santo y fuego.
3:12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era;
y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja
en fuego que nunca se apagará.
El bautismo de Jesús
(Mr. 1. 9-11; Lc.
3. 21-22)
3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán,
para ser bautizado por él.
3:14 Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado
por ti, ¿y tú vienes a mí?
3:15 Pero Jesús le respondió: Deja
ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.
Entonces le dejó.
3:16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió
luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y
vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma,
y venía sobre él.
3:17 Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia.
Capítulo 4
Tentación de Jesús
(Mr. 1. 12-13; Lc.
4. 1-13)
4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al
desierto, para ser tentado por el diablo.
4:2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta
noches, tuvo hambre.
4:3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en pan.
4:4 Él respondió y dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios.
4:5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso
sobre el pináculo del templo,
4:6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque
escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y,
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
4:7 Jesús le dijo: Escrito está
también: No tentarás al Señor tu Dios.
4:8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le
mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete,
Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios
adorarás, y a él sólo servirás.
4:11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron
ángeles y le servían.
Jesús principia su ministerio
(Mr. 1. 14-20; Lc.
4. 14-15; 5. 1-11; 6.
17-19)
4:12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso,
volvió a Galilea;
4:13 y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum,
ciudad marítima, en la región de Zabulón
y de Neftalí,
4:14 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías,
cuando dijo:
4:15 Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
4:16 El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció.
4:17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y
a decir: Arrepentíos, porque el reino
de los cielos
se ha acercado.
4:18 Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos,
Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban
la red en el mar; porque eran pescadores.
4:19 Y les dijo: Venid en pos de mí,
y os haré pescadores de hombres.
4:20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.
4:21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo
hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su
padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
4:22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
4:23 Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando
en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino,
y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
4:24 Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron
todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y
paralíticos; y los sanó.
4:25 Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis,
de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.
Capítulo 5
El Sermón del monte: Las bienaventuranzas
(Lc. 6. 20-23)
5:1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose,
vinieron a él sus discípulos.
5:2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
5:4 Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación.
5:5 Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad.
5:6 Bienaventurados los que tienen hambre
y sed
de justicia, porque ellos serán saciados.
5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia.
5:8 Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios.
5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque
ellos serán llamados hijos de Dios.
5:10 Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
5:11 Bienaventurados sois cuando por mi causa
os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo.
5:12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón
es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas
que fueron antes de vosotros.
La sal de la tierra
5:13 Vosotros sois la sal de la tierra;
pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será
salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera
y hollada por los hombres.
La luz del mundo
5:14 Vosotros sois la luz del mundo; una
ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder.
5:15 Ni se enciende una luz y se pone debajo
de un almud,sino
sobre el candelero,
y alumbra a todos los que están en casa.
5:16 Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen
a vuestro Padre que están los cielos.
Jesús y la ley
5:17 No penséis que he venido para
abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino
para cumplir.
5:18 Porque de cierto os digo que hasta
que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará
de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
5:19 De manera que cualquiera que quebrante
uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe
a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino
de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe,
éste será llamado grande en el reino de los cielos.
5:20 Porque os digo que si vuestra justicia
no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis
en el reino de los cielos.
Jesús y la ira
(Lc. 12. 57-59)
5:21 Oísteis que fue dicho a los
antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio.
5:22 Pero yo os digo que cualquiera que
se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable
ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará
expuesto al infierno de fuego.
5:23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar,
y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti,
5:24 deja allí tu ofrenda delante
del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano,
y entonces ven y presenta tu ofrenda.
5:25 Ponte de acuerdo con tu adversario
pronto, entre tanto que estás con él en el camino,
no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil,
y seas echado en la cárcel.
5:26 De cierto te digo que no saldrás
de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Jesús y el adulterio
5:27 Oísteis que fue dicho: No cometerás
adulterio.
5:28 Pero yo os digo que cualquiera que
mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella
en su corazón.
5:29 Por tanto, si tu ojo derecho te es
ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti;
pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo
tu cuerpo sea echado al infierno.
5:30 Y si tu mano derecha te es ocasión
de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te
es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo
sea echado al infierno.
Jesús y el divorcio
5:31 También fue dicho: Cualquiera
que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.
5:32 Pero yo os digo que el que repudia
a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que
ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Jesús y los juramentos
5:33 Además habéis oído
que fue dicho a los antiguos: No perjurarás,
sino cumplirás al Señor tus juramentos.
5:34 Pero yo os digo: No juréis en
ninguna manera;ni
por el cielo, porque es el trono de Dios;
5:35 ni por la tierra, porque es el estrado
de sus pies;
ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
5:36 Ni por tu cabeza jurarás, porque
no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.
5:37 Pero sea vuestro hablar: Sí,
sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede.
El amor hacia los enemigos
(Lc. 6. 27-36)
5:38 Oísteis que fue dicho: Ojo
por ojo, y diente por diente.
5:39 Pero yo os digo: No resistáis
al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra;
5:40 y al que quiera ponerte a pleito y
quitarte la túnica, déjale también la capa;
5:41 y a cualquiera que te obligue a llevar
carga por una milla,vecon
él dos.
5:42 Al que te pida, dale; y al que quiera
tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
5:43 Oísteis que fue dicho: Amarás
a tu prójimo,
y aborrecerás a tu enemigo.
5:44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen,
y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
5:45 para que seáis hijos de vuestro
Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre
malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
5:46 Porque si amáis a los que os
aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No
hacen también lo mismo los publicanos?
5:47 Y si saludáis a vuestros hermanos
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No
hacen también así los gentiles?
5:48 Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Capítulo 6
Jesús y la limosna
6:1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante
de los hombres, para ser vistos de ellos;
de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que
está en los cielos.
6:2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar
trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de
cierto os digo que ya tienen su recompensa.
6:3 Mas cuando tú des limosna, no sepa
tu izquierda lo que hace tu derecha,
6:4 para que sea tu limosna en secreto; y
tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Jesús y la oración
(Lc. 11. 2-4)
6:5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas;
porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas
de las calles, para ser vistos de los hombres;
de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
6:6 Mas tú, cuando ores, entra en
tu aposento, y cerrada la puerta,
ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en
lo secreto te recompensará en público.
6:7 Y orando, no uséis vanas repeticiones,
como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán
oídos.
6:8 No os hagáis, pues, semejantes
a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis
necesidad, antes que vosotros le pidáis.
6:9 Vosotros, pues, oraréis así:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea
tu nombre.
6:10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así también en la tierra.
6:11 El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy.
6:12 Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
6:13 Y no nos metas en tentación,
mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder,
y la gloria,
por todos los siglos. Amén.
6:14 Porque si perdonáis a los hombres
sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial;
6:15 mas si no perdonáis a los hombres
sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas.
Jesús y el ayuno
6:16 Cuando ayunéis, no seáis
austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus
rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo
que ya tienen su recompensa.
6:17 Pero tú, cuando ayunes, unge
tu cabeza y lava tu rostro,
6:18 para no mostrar a los hombres que ayunas,
sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará en público.
Tesoros en el cielo
(Lc. 12. 32-34)
6:19 No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín corrompen,
y donde ladrones minan y hurtan;
6:20 sino haceos tesoros en el cielo, donde
ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no
minan ni hurtan.
6:21 Porque donde esté vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón.
La lámpara del cuerpo
(Lc. 11. 33-36)
6:22 La lámpara del cuerpo es el
ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará
lleno de luz;
6:23 pero si tu ojo es maligno, todo tu
cuerpo estaráen tinieblas. Así que, si la luz que
en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán
las mismas tinieblas?
Dios y las riquezas
6:24 Ninguno puede servir a dos señores;
porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará
al uno y menospreciará al otro. No podéis servir
a Dios y a las riquezas.
El afán y la ansiedad
(Lc. 12. 22-31)
6:25 Por tanto os digo: No os afanéis
por vuestra vida, qué habéis de comer o qué
habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis
de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y
el cuerpo más que el vestido?
6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran,
ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que
ellas?
6:27 ¿Y quién de vosotros
podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura
un codo?
6:28 Y
por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad
los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
6:29 pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria
se vistió así como uno de ellos.
6:30 Y si la hierba del campo que hoy es,
y mañana se echa en el horno, Dios la viste así,
¿no hará mucho más a vosotros, hombres de
poca fe?
6:31 No os afanéis, pues, diciendo:
¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos?
6:32 Porque los gentiles buscan todas estas
cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad
de todas estas cosas.
6:33 Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
6:34 Así que, no os afanéis
por el día de mañana, porque el día de mañana
traerá su afán. Basta a cada día su propio
mal.
Capítulo 7
El juzgar a los demás
(Lc. 6. 37-38, 41-42)
7:1 No juzguéis, para que no seáis
juzgados.
7:2 Porque con el juicio con que juzgáis,
seréis juzgados, y con la medida con que medís, os
será medido.
7:3 ¿Y por qué miras la paja
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga
que está en tu propio ojo?
7:4 ¿O cómo dirás a tu
hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí
la viga en el ojo tuyo?
7:5 ¡Hipócrita! saca primero
la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar
la paja del ojo de tu hermano.
7:6 No deis lo santo a los perros, ni echéis
vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen,
y se vuelvan y os despedacen.
La oración, y la regla de oro
(Lc. 11. 9-13; 6. 31)
7:7 Pedid, y se os dará; buscad,
y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
7:8 Porque todo aquel que pide, recibe;
y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
7:9 ¿Qué hombre hay de vosotros,
que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
7:10 ¿O si le pide un pescado, le
dará una serpiente?
7:11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis
dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre que está en los cielos dará
buenas cosas a los que le pidan?
7:12 Así que, todas las cosas que
queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley
y los profetas.
La puerta estrecha
(Lc. 13. 24)
7:13 Entrad por la puerta estrecha; porque
ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición,
y muchos son los que entran por ella;
7:14 porque estrecha es la puerta, y angosto
el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Por sus frutos los conoceréis
(Lc. 6. 43-44)
7:15 Guardaos de los falsos profetas, que
vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces.
7:16 Por sus frutos los conoceréis.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
7:17 Así, todo buen árbol
da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.
7:18 No puede el buen árbol dar malos
frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.
7:19 Todo árbol que no da buen fruto,
es cortado y echado en el fuego.
7:20 Así que, por sus frutos los
conoceréis.
Nunca os conocí
(Lc. 13. 25-27)
7:21 No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el
que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
7:22 Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre,
y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros?
7:23 Y entonces les declararé: Nunca
os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Los dos cimientos
(Lc. 6. 46-49)
7:24 Cualquiera, pues, que me oye estas
palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente,
que edificó su casa sobre la roca.
7:25 Descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa;
y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
7:26 Pero cualquiera que me oye estas palabras
y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que
edificó su casa sobre la arena;
7:27 y descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra
aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
7:28 Y cuando terminó Jesús
estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina;
7:29 porque les enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los escribas.
Capítulo 8
Jesús sana a un leproso
(Mr. 1. 40-45; Lc.
5. 12-16)
8:1 Cuando descendió Jesús del monte, le seguía
mucha gente.
8:2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él,
diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
8:3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo:
Quiero; sé limpio.
Y al instante su lepra desapareció.
8:4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no
lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta
la ofrenda que ordenó Moisés,
para testimonio a ellos.
Jesús sana al siervo de un centurión
(Lc. 7. 1-10)
8:5 Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión,
rogándole,
8:6 y diciendo: Señor, mi criado está postrado en
casa, paralítico, gravemente atormentado.
8:7 Y Jesús le dijo: Yo iré
y le sanaré.
8:8 Respondió el centurión y dijo: Señor,
no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí
la palabra, y mi criado sanará.
8:9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo
bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y
va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
8:10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo
a los que le seguían: De cierto os
digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
8:11 Y os digo que vendrán muchos
del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham
e Isaac y Jacob en el reino de los cielos;
8:12 mas los hijos del reino serán
echados a las tinieblas de afuera; allí será el
lloro y el crujir de dientes.
8:13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve,
y como creíste, te sea hecho.
Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mr. 1. 29-34; Lc.
4. 38-41)
8:14 Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de
éste postrada en cama, con fiebre.
8:15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella
se levantó, y les servía.
8:16 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos
endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios,
y sanó a todos los enfermos;
8:17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías,
cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó
nuestras dolencias.
Los que querían seguir a Jesús
(Lc. 9. 57-62)
8:18 Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó
pasar al otro lado.
8:19 Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera
que vayas.
8:20 Jesús le dijo: Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no
tiene dónde recostar su cabeza.
8:21 Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme
que vaya primero y entierre a mi padre.
8:22 Jesús le dijo: Sígueme;
deja que los muertos entierren a sus muertos.
Jesús calma la tempestad
(Mr. 4. 35-41; Lc.
8. 22-25)
8:23 Y entrando él en la barca, sus discípulos
le siguieron.
8:24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad
tan grande que las olas cubrían la barca; pero él
dormía.
8:25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo:
¡Señor, sálvanos, que perecemos!
8:26 El les dijo: ¿Por qué
teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose,
reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
8:27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué
hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
Los endemoniados gadarenos
(Mr. 5. 1-20; Lc.
8. 26-39)
8:28 Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los
gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían
de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía
pasar por aquel camino.
8:29 Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros,
Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para
atormentarnos antes de tiempo?
8:30 Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos.
8:31 Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos
ir a aquel hato de cerdos.
8:32 El les dijo: Id.
Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí,
todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero,
y perecieron en las aguas.
8:33 Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad,
contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los
endemoniados.
8:34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús;
y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.
Capítulo 9
Jesús sana a un paralítico
(Mr. 2. 1-12; Lc.
5. 17-26)
9:1 Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al
otro lado y vino a su ciudad.
9:2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido
sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
Ten ánimo, hijo; tus pecados te son
perdonados.
9:3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí:
Este blasfema.
9:4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por
qué pensáis mal en vuestros corazones?
9:5 Porque, ¿qué es más
fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate
y anda?
9:6 Pues para que sepáis que el Hijo
del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
(dice entonces al paralítico): Levántate,
toma tu cama, y vete a tu casa.
9:7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.
9:8 Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó
a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
Llamamiento de Mateo
( Mr. 2. 13-17; Lc.
5. 27-32)
9:9 Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado
Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos,
y le dijo: Sígueme. Y se levantó
y le siguió.
9:10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa
en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores,
que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con
Jesús y sus discípulos.
9:11 Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos:
¿Porqué come vuestro Maestro con los publicanos
y pecadores?
9:12 Al oír esto Jesús, les dijo: Los
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
9:13 Id, pues, y aprended lo que significa:
Misericordia quiero, y no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.
La pregunta sobre el ayuno
(Mr. 2. 18-22; Lc.
5. 33-39)
9:14 Entonces vinieron a él los discípulos de Juan,
diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos
muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
9:15 Jesús les dijo: ¿Acaso
pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que
el esposo está con ellos? Pero vendrán días
cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
9:16 Nadie pone remiendo de paño
nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido,
y se hace peor la rotura.
9:17 Ni echan vino nuevo en odres viejos;
de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los
odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y
lo uno y lo otro se conservan juntamente.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mr. 5. 21-43; Lc.
8. 40-56)
9:18 Mientras él les decía estas cosas, vino un
hombre principal y se postró ante él, diciendo:
Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
9:19 Y se levantó Jesús, y le siguió con
sus discípulos.
9:20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde
hacía doce años, se le acercó por detrás
y tocó el borde de su manto;
9:21 porque decía dentro de sí: Si tocare solamente
su manto, seré salva.
9:22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola,
dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha
salvado. Y
la mujer fue salva desde aquella hora.
9:23 Al entrar Jesús en la casa del principal, viendo a
los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto,
9:24 les dijo: Apartaos, porque la niña
no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él.
9:25 Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró,
y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó.
9:26 Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra.
Dos ciegos reciben la vista
9:27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos,
dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo
de David!
9:28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús
les dijo: ¿Creéis que puedo
hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
9:29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme
a vuestra fe os sea hecho.
9:30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó
rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie
lo sepa.
9:31 Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda
aquella tierra.
Un mudo habla
9:32 Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron
un mudo, endemoniado.
9:33 Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente
se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante
en Israel.
9:34 Pero los fariseos decían: Por el príncipe de
los demonios echa fuera los demonios.
La mies es mucha
9:35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas,
enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio
del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
9:36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas;
porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor.
9:37 Entonces dijo a sus discípulos: A
la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
9:38 Rogad, pues, al Señor de la
mies, que envíe obreros a su mies.
Capítulo 10
Elección de los doce apóstoles
(Mr. 3. 13-19; Lc.
6. 12-16)
10:1 Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad
sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera,
y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
10:2 Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero
Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo
hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;
10:3 Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano,
Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo,
10:4 Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también
le entregó.
Misión de los doce
(Mr. 6. 7-13; Lc.
9. 1-6)
10:5 A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones,
diciendo: Por camino de gentiles no vayáis,
y en ciudad de samaritanos no entréis,
10:6 sino id antes a las ovejas perdidas
de la casa de Israel.
10:7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino
de los cielos se ha acercado.
10:8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad
muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
10:9 No os proveáis de oro, ni plata,
ni cobre en vuestros cintos;
10:10 ni de alforja para el camino, ni de
dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque
el obrero es digno de su alimento.
10:11 Mas en cualquier ciudad o aldea donde
entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad
allí hasta que salgáis.
10:12 Y al entrar en la casa, saludadla.
10:13 Y si la casa fuere digna, vuestra
paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz
se volverá a vosotros.
10:14 Y si alguno no os recibiere, ni oyere
vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el
polvo de vuestros pies.
10:15 De cierto os digo que en el día
del juicio, será más tolerable el castigo para la
tierra de Sodoma y de Gomorra,
que para aquella ciudad.
Persecuciones venideras
10:16 He aquí, yo os envío
como a ovejas en medio de lobos;
sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
10:17 Y guardaos de los hombres, porque
os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán;
10:18 y aun ante gobernadores y reyes seréis
llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los
gentiles.
10:19 Mas cuando os entreguen, no os preocupéis
por cómo o qué hablaréis; porque en aquella
hora os será dado lo que habéis de hablar.
10:20 Porque no sois vosotros los que habláis,
sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
10:21 El hermano entregará a la muerte
al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán
contra los padres, y los harán morir.
10:22 Y seréis aborrecidos de todos
por causa de mi nombre;
mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
10:23 Cuando os persigan en esta ciudad,
huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis
de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo
de Hombre.
10:24 El discípulo no es más
que su maestro,
ni el siervo más que su señor.
10:25 Bástale al discípulo
ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre
de familia llamaron Beelzeb,
¿cuánto más a los de su casa?
A quién se debe temer
(Lc. 12. 2-9)
10:26 Así que, no los temáis;
porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni
oculto, que no haya de saberse.
10:27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo
en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde
las azoteas.
10:28 Y no temáis a los que matan
el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien
a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
10:29 ¿No se venden dos pajarillos
por un cuarto?
Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.
10:30 Pues aun vuestros cabellos están
todos contados.
10:31 Así que, no temáis;
más valéis vosotros que muchos pajarillos.
10:32 A cualquiera, pues, que me confiese
delante de los hombres, yo también le confesaré
delante de mi Padre que está en los cielos.
10:33 Y a cualquiera que me niegue delante
de los hombres, yo también le negaré delante de
mi Padre que está en los cielos.
Jesús, causa de división
(Lc. 12. 49-53; 14.
26-27)
10:34 No penséis que he venido para
traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
10:35 Porque he venido para poner en disensión
al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera
contra su suegra;
10:36 y los enemigos del hombre serán
los de su casa.
10:37 El que ama a padre o madre más
que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o
hija más que a mí, no es digno de mí;
10:38 y el que no toma su cruz y sigue en
pos de mí, no es digno de mí.
10:39 El que halla su vida, la perderá;
y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Recompensas
(Mr. 9. 41)
10:40 El que a vosotros recibe,
a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe
al que me envió.
10:41 El que recibe a un profeta por cuanto
es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe
a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá.
10:42 Y cualquiera que dé a uno de
estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente,
por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá
su recompensa.
Capítulo 11
Los mensajeros de Juan el Bautista
(Lc. 7. 18-35)
11:1 Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus
doce discípulos, se fue de allí a enseñar y
a predicar en las ciudades de ellos.
11:2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo,
le envió dos de sus discípulos,
11:3 para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había
de venir, o esperaremos a otro?
11:4 Respondiendo Jesús, les dijo: Id,
y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.
11:5 Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados, los sordos oyen,
los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
11:6 y bienaventurado es el que no halle tropiezo
en mí.
11:7 Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir
de Juan a la gente: ¿Qué salisteis
a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
11:8 ¿O qué salisteis a ver?
¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí,
los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están.
11:9 Pero ¿qué salisteis a ver?
¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
11:10 Porque éste es de quien está
escrito:
He aquí, yo envío mi
mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino
delante de ti.
11:11 De cierto os digo: Entre los que nacen
de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero
el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es
que él.
11:12 Desde los días de Juan el Bautista
hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos
lo arrebatan.
11:13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron
hasta Juan.
11:14 Y si queréis recibirlo, él
es aquel Elías que había de venir.
11:15 El que tiene oídos para oír,
oiga.
11:16 Mas ¿a qué compararé
esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan
en las plazas, y dan voces a sus compañeros,
11:17 diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis;
os endechamos, y no lamentasteis.
11:18 Porque vino Juan, que ni comía
ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
11:19 Vino el Hijo del Hombre, que come y
bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor
de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría
es justificada por sus hijos.
Ayes sobre las ciudades impenitentes
(Lc. 10. 13-16)
11:20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en
las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no
se habían arrepentido, diciendo:
11:21 Ay de ti, Corazín! Ay de ti,
Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo
ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza.
11:22 Por tanto os digo que en el día
del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro
y para Sidón, que para vosotras.
11:23 Y tú, Capernaum, que eres levantada
hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida;
porque si en Sodoma
se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría
permanecido hasta el día de hoy.
11:24 Por tanto os digo que en el día
del juicio, será más tolerable el castigo para la
tierra de Sodoma,
que para ti.
Venid a mí y descansad
(Lc. 10. 21-22)
11:25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te
alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste
estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste
a los niños.
11:26 Sí, Padre, porque así
te agradó.
11:27 Todas las cosas me fueron entregadas
por mi Padre;
y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno,
sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
11:28 Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas;
11:30 porque mi yugo es fácil, y
ligera mi carga.
Capítulo 12
Los discípulos recogen espigas en
el día de reposo
(Mr. 2. 23-28; Lc.
6. 1-5)
12:1 En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día
de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron
a arrancar espigas
y a comer.
12:2 Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus
discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día
de reposo.
12:3 Pero él les dijo: ¿No habéis
leído lo que hizo David, cuando él y los que con él
estaban tuvieron hambre;
12:4 cómo entró en la casa de
Dios, y comió los panes de la proposición,
que no les era lícito comer ni a él ni a los que con
él estaban, sino solamente a los sacerdotes?
12:5 ¿O no habéis leído
en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes
en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?
12:6 Pues os digo que uno mayor que el templo
está aquí.
12:7 Y si supieseis qué significa:
Misericordia quiero, y no sacrificio,
no condenaríais a los inocentes;
12:8 porque el Hijo del Hombre es Señor
del día de reposo.
El hombre de la mano seca
(Mr. 3. 1-6; Lc.
6. 6-11)
12:9 Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos.
12:10 Y he aquí había allí uno que tenía
seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle:
¿Es lícito sanar en el día de reposo?
12:11 El les dijo: ¿Qué hombre
habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta
cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y
la levante?
12:12 Pues ¿cuánto más
vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito
hacer el bien en los días de reposo.
12:13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende
tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada
sana como la otra.
12:14 Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús
para destruirle.
El siervo escogido
12:15 Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí;
y le siguió mucha gente, y sanaba a todos,
12:16 y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen;
12:17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías,
cuando dijo:
12:18 He aquí mi siervo, a quien he escogido;
Mi Amado, en quien se agrada mi alma;
Pondré mi Espíritu sobre él,
Y a los gentiles anunciará juicio.
12:19 No contenderá, ni voceará,
Ni nadie oirá en las calles su voz.
12:20 La caña cascada no quebrará,
Y el pábilo que humea no apagará,
Hasta que saque a victoria el juicio.
12:21 Y en su nombre esperarán los gentiles.
La blasfemia contra el Espíritu Santo
(Mr. 3. 20-30; Lc.
11. 14-23)
12:22 Entonces fue traído a él un endemoniado,
ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo
veía y hablaba.
12:23 Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será
éste aquel Hijo de David?
12:24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no
echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe
de los demonios.
12:25 Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo:
Todo reino dividido contra sí mismo,
es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma,
no permanecerá.
12:26 Y si Satanás echa fuera a Satanás,
contra sí mismo está dividido; ¿cómo,
pues, permanecerá su reino?
12:27 Y si yo echo fuera los demonios por
Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?
Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
12:28 Pero si yo por el Espíritu
de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros
el reino de Dios.
12:29 Porque ¿cómo puede alguno
entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si
primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
12:30 El que no es conmigo, contra mí
es;
y el que conmigo no recoge, desparrama.
12:31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia
será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el
Espíritu no les será perdonada.
12:32 A cualquiera que dijere alguna palabra
contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que
hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado,
ni en este siglo ni en el venidero.
12:33 O haced el árbol bueno, y su
fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque
por el fruto se conoce el árbol.
12:34 ¡Generación de víboras!
¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?
Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
12:35 El hombre bueno, del buen tesoro del
corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro
saca malas cosas.
12:36 Mas yo os digo que de toda palabra
ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en
el día del juicio.
12:37 Porque por tus palabras serás
justificado, y por tus palabras serás condenado.
La generación perversa demanda señal
(Lc. 11. 29-32)
12:38 Entonces respondieron algunos de los escribas y de los
fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal.
12:39 El respondió y les dijo: La
generación mala y adúltera demanda señal;
pero señal no le será dada, sino la señal
del profeta Jonás.
12:40 Porque como estuvo Jonás en
el vientre del gran pez tres días y tres noches,
así estará el Hijo del Hombre en el corazón
de la tierra tres días y tres noches.
12:41 Los hombres de Nínive se levantarán
en el juicio con esta generación, y la condenarán;
porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás,
y he aquí más que Jonás en este lugar.
12:42 La reina del Sur se levantaráen
el juicio con esta generación, y la condenará; porque
ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría
de Salomón,
y he aquí más que Salomón en este lugar.
El espíritu inmundo que vuelve
(Lc. 11. 24-26)
12:43 Cuando el espíritu inmundo
sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no
lo halla.
12:44 Entonces dice: Volveré a mi
casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada,
barrida y adornada.
12:45 Entonces va, y toma consigo otros
siete espíritus peores que él, y entrados, moran
allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor
que el primero. Así también acontecerá a
esta mala generación.
La madre y los hermanos de Jesús
(Mr. 3. 31-35; Lc.
8. 19-21)
12:46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí
su madre y sus hermanos estaban afuera, y le
querían hablar.
12:47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están
afuera, y te quieren hablar.
12:48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo:
¿Quién es mi madre, y quiénes
son mis hermanos?
12:49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
He aquí mi madre y mis hermanos.
12:50 Porque todo aquel que hace la voluntad
de mi Padre que los cielos, ése es mi hermano, y hermana,
y madre.
Capítulo 13
Parábola del sembrador
(Mr. 4. 1-9; Lc.
8. 4-8)
13:1 Aquel día salió Jesús de la casa y se
sentó unto al mar.
13:2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la
barca, se sentó,
y toda la gente estaba en la playa.
13:3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo:
He aquí, el sembrador salió
a sembrar.
13:4 Y mientras sembraba, parte de la semilla
cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
13:5 Parte cayó en pedregales, donde
no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra;
13:6 pero salido el sol, se quemó;
y porque no tenía raíz, se secó.
13:7 Y parte cayó entre espinos; y
los espinos crecieron, y la ahogaron.
13:8 Pero parte cayó en buena tierra,
y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál
a treinta por uno.
13:9 El que tiene oídos para oír,
oiga.
Propósito de las parábolas
(Mr. 4. 10-12; Lc.
8. 9-10)
13:10 Entonces, acercándose los discípulos, le
dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
13:11 El respondiendo, les dijo: Porque
a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos;
mas a ellos no les es dado.
13:12 Porque a cualquiera que tiene, se
le dará, y tendrá más; pero al que no tiene,
aun lo que tiene le será quitado.
13:13 Por eso les hablo por parábolas:
porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
13:14 De manera que se cumple en ellos la
profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
13:15 Porque el corazón de este
pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
13:16 Pero bienaventurados vuestros ojos,
porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
13:17 Porque de cierto os digo, que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y
oír lo que oís, y no lo oyeron.
Jesús explica la parábola del sembrador
(Mr. 4. 13-20; Lc.
8. 11-15)
13:18 Oíd, pues, vosotros la parábola
del sembrador:
13:19 Cuando alguno oye la palabra del reino
y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado
en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
13:20 Y el que fue sembrado en pedregales,
éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con
gozo;
13:21 pero no tiene raíz en sí,
sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción
o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
13:22 El que fue sembrado entre espinos,
éste es el que oye la palabra, pero el afán de este
siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y
se hace infructuosa.
13:23 Mas el que fue sembrado en buena tierra,
éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y
produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Parábola del trigo y la cizaña
13:24 Les refirió otra parábola, diciendo: El
reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró
buena semilla en su campo;
13:25 pero mientras dormían los hombres,
vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo,
y se fue.
13:26 Y cuando salió la hierba y
dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
13:27 Vinieron entonces los siervos del
padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste
buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene
cizaña?
13:28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto.
Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y
la arranquemos?
13:29 El les dijo: No, no sea que al arrancar
la cizaña, arranquéis también con ella el
trigo.
13:30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo
otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a
los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos
para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mr. 4. 30-32; Lc.
13. 18-19)
13:31 Otra parábola les refirió, diciendo: El
reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre
tomó y sembró en su campo;
13:32 el cual a la verdad es la más
pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido,
es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal
manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Parábola de la levadura
(Lc. 13. 20-21)
13:33 Otra parábola les dijo: El
reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó
una mujer, y escondió en tres medidasde
harina, hasta que todo fue leudado.
El uso que Jesús hace de las parábolas
(Mr. 4. 33-34)
13:34 Todo esto habló Jesús por parábolas
a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
13:35 para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Declararé cosas escondidas desde la fundación
del mundo.
Jesús explica la parábola de la cizaña
13:36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús
en la casa; y acercándose a él sus discípulos,
le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña
del campo.
13:37 Respondiendo él, les dijo: El
que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
13:38 El campo es el mundo; la buena semilla
son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del
malo.
13:39 El enemigo que la sembróes
el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los
ángeles.
13:40 De manera que como se arranca la cizaña,
y se quema en el fuego, asíseráen el fin de este
siglo.
13:41 Enviará el Hijo del Hombre
a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los
que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
13:42 y los echarán en el horno de
fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
13:43 Entonces los justos resplandecerán
como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos
para oír, oiga.
El tesoro escondido
13:44 Además, el reino de los cielos
es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre
halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo
lo que tiene, y compra aquel campo.
La perla de gran precio
13:45 También el reino de los cielos
es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
13:46 que habiendo hallado una perla preciosa,
fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
La red
13:47 Asimismo el reino de los cielos es
semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase
de peces;
13:48 y una vez llena, la sacan a la orilla;
y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.
13:49 Asíserá al fin del siglo:
saldrán los ángeles, y apartarán a los malos
de entre los justos,
13:50 y los echarán en el horno de
fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Tesoros nuevos y viejos
13:51 Jesús les dijo: ¿Habéis
entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí,
Señor.
13:52 El les dijo: Por eso todo escriba
docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia,
que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
Jesús en Nazaret
(Mr. 6. 1-6; Lc.
4. 16-30)
13:53 Aconteció que cuando terminó Jesús
estas parábolas, se fue de allí.
13:54 Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga
de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían:
¿De dónde tiene éste esta sabiduría
y estos milagros?
13:55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No
se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José,
Simón y Judas?
13:56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros?
¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
13:57 Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les
dijo: No hay profeta sin honra, sino en
su propia tierra y en su casa.
13:58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad
de ellos.
Capítulo 14
Muerte de Juan el Bautista
(Mr. 6. 14-29; Lc.
9. 7-9)
14:1 En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús,
14:2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado
de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
14:3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había
encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías,
mujer de Felipe su hermano;
14:4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
14:5 Y Herodes quería matarle, pero temía al pueblo;
porque tenían a Juan por profeta.
14:6 Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la
hija de Herodías danzó en medio, y agradó a
Herodes,
14:7 por lo cual éste le prometió con juramento darle
todo lo que pidiese.
14:8 Ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí
en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
14:9 Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento,
y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se
la diesen,
14:10 y ordenó decapitar a Juan en la cárcel.
14:11 Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha;
y ella la presentó a su madre.
14:12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo
y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús.
Alimentación de los cinco mil
(Mr. 6. 30-44; Lc.
9. 10-17; Jn. 6. 1-14)
14:13 Oyéndolo Jesús, se apartó de allí
en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente
lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades.
14:14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión
de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
14:15 Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos,
diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a
la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.
14:16 Jesús les dijo: No tienen necesidad
de irse; dadles vosotros de comer.
14:17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes
y dos peces.
14:18 El les dijo: Traédmelos acá.
14:19 Entonces mandóa la gente recostarse sobre la hierba;
y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos
al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos,
y los discípulos a la multitud.
14:20 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró
de los pedazos, doce cestas llenas.
14:21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar
las mujeres y los niños.
Jesús anda sobre el mar
(Mr. 6. 45-52; Jn.
6. 15-21)
14:22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar
en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre
tanto que él despedía a la multitud.
14:23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte;
y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
14:24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas;
porque el viento era contrario.
14:25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a
ellos andando sobre el mar.
14:26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el
mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces
de miedo.
14:27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
14:28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor,
si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
14:29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo
Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
14:30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
14:31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió
de él, y le dijo: ¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste?
14:32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el
viento.
14:33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron,
diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
(Mr. 6. 53-56)
14:34 Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret.
14:35 Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron
noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él
todos los enfermos;
14:36 y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de
su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.
Capítulo 15
Lo que contamina al hombre
(Mr. 7. 1-23)
15:1 Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos
de Jerusalén, diciendo:
15:2 ¿Por qué tus discípulos quebrantan la
tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando
comen pan.
15:3 Respondiendo él, les dijo: ¿Por
qué también vosotros quebrantáis el mandamiento
de Dios por vuestra tradición?
15:4 Porque Dios mandó diciendo: Honra
a tu padre y a tu madre;
y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
15:5 Pero vosotros decís: Cualquiera
que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello
con que pudiera ayudarte,
15:6 ya no ha de honrar a su padre o a su
madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios
por vuestra tradición.
15:7 Hipócritas, bien profetizó
de vosotros Isaías, cuando dijo:
15:8 Este pueblo de labios
me honra;
Mas su corazón está lejos
de mí.
15:9 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas, mandamientos
de hombres.
15:10 Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd,
y entended:
15:11 No lo que entra en la boca contamina
al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
15:12 Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron:
¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta
palabra?
15:13 Pero respondiendo él, dijo: Toda
planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.
15:14 Dejadlos; son ciegos guías de
ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el
hoyo.
15:15 Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola.
15:16 Jesús dijo: ¿También
vosotros sois aún sin entendimiento?
15:17 ¿No entendéis que todo
lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?
15:18 Pero lo que sale de la boca, del corazón
sale;
y esto contamina al hombre.
15:19 Porque del corazón salen los
malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,
los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
15:20 Estas cosas son las que contaminan al
hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
La fe de la mujer cananea
(Mr. 7. 24-30)
15:21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región
de Tiro y de Sidón.
15:22 Y he aquí una mujer cananea que había salido
de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente
atormentada por un demonio.
15:23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces
acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo:
Despídela, pues da voces tras nosotros.
15:24 El respondiendo, dijo: No soy enviado
sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
15:25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo:
¡Señor, socórreme!
15:26 Respondiendo él, dijo: No está
bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
15:27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
15:28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh
mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y
su hija fue sanada desde aquella hora.
Jesús sana a muchos
15:29 Pasó Jesús de allí y vino junto al
mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
15:30 Y se le acercó mucha gente que traía consigo
a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los
pusieron a los pies de Jesús, y los sanó;
15:31 de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos
hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos
ver; y glorificaban al Dios de Israel.
Alimentación de los cuatro mil
(Mr. 8. 1-10)
15:32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo:
Tengo compasión de la gente, porque
ya hace tres días que están conmigo, y no tienen
qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que
desmayen en el camino.
15:33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde
tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una
multitud tan grande?
15:34 Jesús les dijo: ¿Cuántos
panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos
pececillos.
15:35 Y mandó a la multitud que se recostase en tierra.
15:36 Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los
partió y dio a sus discípulos, y los discípulos
a la multitud.
15:37 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró
de los pedazos, siete canastas llenas.
15:38 Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres,
sin contar las mujeres y los niños.
15:39 Entonces, despedida la gente, entró en la barca,
y vino a la región de Magdala.
Capítulo 16
La demanda de una señal
(Mr. 8. 11-13; Lc.
12. 54-56)
16:1 Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron
que les mostrase señal
del cielo.
16:2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando
anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
16:3 Y por la mañana: Hoy habrá
tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas!
que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las
señales de los tiempos no podéis!
16:4 La generación mala y adúltera
demanda señal;
pero señal no le será dada, sino la señal del
profeta Jonás. Y dejándolos,
se fue.
La levadura de los fariseos
(Mr. 8. 14-21)
16:5 Llegando sus discípulos al otro lado, se habían
olvidado de traer pan.
16:6 Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos
de la levadura de los fariseos
y de los saduceos.
16:7 Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque
no trajimos pan.
16:8 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por
qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca
fe, que no tenéis pan?
16:9 ¿No entendéis aún,
ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres,
y cuántas cestas recogisteis?
16:10 ¿Ni de los siete panes entre
cuatro mil,
y cuántas canastas recogisteis?
16:11 ¿Cómo es que no entendéis
que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura
de los fariseos y de los saduceos?
16:12 Entonces entendieron que no les había dicho que se
guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos
y de los saduceos.
La confesión de Pedro
(Mr. 8. 27-30; Lc.
9. 18-21)
16:13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de
Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
16:14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías;
y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
16:15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?
16:16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente.
16:17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado
eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló
carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
16:18 Y yo también te digo, que tú
eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
16:19 Y a ti te daré las llaves del
reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será
atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será
desatado en los cielos.
16:20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie
dijesen que él era Jesús el Cristo.
Jesús anuncia su muerte
(Mr. 8. 31--9.1;
Lc. 9. 22-27)
16:21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a
sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén
y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes
y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
16:22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó
a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de
ti; en ninguna manera esto te acontezca.
16:23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate
de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque
no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
16:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame.
16:25 Porque todo el que quiera salvar su
vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa
de mí, la hallará.
16:26 Porque ¿qué aprovechará
al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O
qué recompensa dará el hombre por su alma?
16:27 Porque el Hijo del Hombre vendrá
en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará
a cada uno conforme a sus obras.
16:28 De cierto os digo que hay algunos
de los que están aquí, que no gustarán la
muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su
reino.
Capítulo 17
La transfiguración
(Mr. 9. 2-13; Lc.
9. 28-36)
17:1 Seis días después, Jesús tomó a
Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a
un monte alto;
17:2 y se transfiguró delante de ellos,
y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron
blancos como la luz.
17:3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías,
hablando con él.
17:4 Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es
para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí
tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para
Elías.
17:5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los
cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía:
Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia;
a él oíd.
17:6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre
sus rostros, y tuvieron gran temor.
17:7 Entonces Jesús se acercó y los tocó, y
dijo: Levantaos, y no temáis.
17:8 Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús
solo.
17:9 Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó,
diciendo: No digáis a nadie la visión,
hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
17:10 Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por
qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías
venga primero?
17:11 Respondiendo Jesús, les dijo: A
la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas
las cosas.
17:12 Mas os digo que Elías ya vino,
y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que
quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá
de ellos.
17:13 Entonces los discípulos comprendieron que les había
hablado de Juan el Bautista.
Jesús sana a un muchacho lunático
(Mr. 9. 14-29; Lc.
9. 37-43)
17:14 Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre
que se arrodilló delante de él, diciendo:
17:15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático,
y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego,
y muchas en el agua.
17:16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no le
han podido sanar.
17:17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo
he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de
soportar? Traédmelo acá.
17:18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió
del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
17:19 Viniendo entonces los discípulos a Jesús,
aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo
fuera?
17:20 Jesús les dijo: Por vuestra
poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un
grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de
aquí allá, y se pasará;
y nada os será imposible.
17:21 Pero este género no sale sino
con oración y ayuno.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mr. 9. 30-32; Lc.
9. 43-45)
17:22 Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El
Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres,
17:23 y le matarán; mas al tercer
día resucitará. Y ellos se entristecieron
en gran manera.
Pago del impuesto del templo
17:24 Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban
las dos dracmas,y
le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?
17:25 El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús
le habló primero, diciendo: ¿Qué
te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes
cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de
los extraños?
17:26 Pedro le respondió: De los extraños. Jesús
le dijo: Luego los hijos están exentos.
17:27 Sin embargo, para no ofenderles, ve
al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo,
y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo,
y dáselo por mí y por ti.
Capítulo 18
¿Quién es el mayor?
(Mr. 9. 33-37; Lc.
9. 46-48)
18:1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús,
diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
18:2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio
de ellos,
18:3 y dijo: De cierto os digo, que si no
os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis
en el reino de los cielos.
18:4 Así que, cualquiera que se humille
como este niño, ése es el mayor en el reino de los
cielos.
18:5 Y cualquiera que reciba en mi nombre
a un niño como este, a mí me recibe.
Ocasiones de caer
(Mr. 9. 42-48; Lc.
17. 1-2)
18:6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno
de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera
que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que
se le hundiese en lo profundo del mar.
18:7 ¡Ay del mundo por los tropiezos!
porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel
hombre por quien viene el tropiezo!
18:8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es
ocasión de caer, córtalo y échalo de ti;
mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos
o dos pies ser echado en el fuego eterno.
18:9 Y si tu ojo te es ocasión de
caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar
con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en
el infierno de fuego.
Parábola de la oveja perdida
(Lc. 15. 3-7)
18:10 Mirad que no menospreciéis
a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles
en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está
en los cielos.
18:11 Porque el Hijo del Hombre ha venido
para salvar lo que se había perdido.
18:12 ¿Qué os parece? Si un
hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas,
¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar
la que se había descarriado?
18:13 Y si acontece que la encuentra, de
cierto os digo que se regocija más por aquélla,
que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
18:14 Así, no es la voluntad de vuestro
Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos
pequeños.
Cómo se debe perdonar al hermano
18:15 Por tanto, si tu hermano peca contra
ti, ve y repréndele estando tú y él solos;
si te oyere, has ganado a tu hermano.
18:16 Mas si no te oyere, toma aún
contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos
conste toda palabra.
18:17 Si no los oyere a ellos, dilo a la
iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
18:18 De cierto os digo que todo lo que
atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo
lo que desatéis en la tierra, será desatado en el
cielo.
18:19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros
se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa
que pidieren, les será hecho por mi Padre que está
en los cielos.
18:20 Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
18:21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor,
¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que
peque contra mí? ¿Hasta siete?
18:22 Jesús le dijo: No te digo hasta
siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Los dos deudores
18:23 Por lo cual el reino de los cielos
es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
18:24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue
presentado uno que le debía diez mil talentos.
18:25 A éste, como no pudo pagar,
ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos,
y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
18:26 Entonces aquel siervo, postrado, le
suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo
te lo pagaré todo.
18:27 El señor de aquel siervo, movido
a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
18:28 Pero saliendo aquel siervo, halló
a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios;
y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo
que me debes.
18:29 Entonces su consiervo, postrándose
a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te
lo pagaré todo.
18:30 Mas él no quiso, sino fue y
le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
18:31 Viendo sus consiervos lo que pasaba,
se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor
todo lo que había pasado.
18:32 Entonces, llamándole su señor,
le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné,
porque me rogaste.
18:33 ¿No debías tú
también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve
misericordia de ti?
18:34 Entonces su señor, enojado,
le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que
le debía. 18:35 Así también mi Padre celestial
hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón
cada uno a su hermano sus ofensas.
Capítulo 19
Jesús enseña
sobre el divorcio
(Mr.
10. 1-12; Lc. 16. 18)
19:1 Aconteció que cuando Jesús
terminó estas palabras, se alejó de Galilea, y fue
a las regiones de Judea al otro lado del Jordán.
19:2 Y le siguieron grandes multitudes, y
los sanó allí.
19:3 Entonces vinieron a él los fariseos,
tentándole y diciéndole: ¿Es lícito
al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?
19:4 El, respondiendo, les dijo:
¿No habéis leído que el que los hizo al principio,
varón y hembra los hizo,
19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará
padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán
una sola carne?
19:6 Así que no son ya más dos,
sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre.
19:7 Le dijeron: ¿Por qué, pues,
mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?
19:8 El les dijo:
Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió
repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.
19:9 Y yo os digo que cualquiera que repudia
a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con
otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
19:10 Le dijeron sus discípulos: Si
así es la condición del hombre con su mujer, no conviene
casarse.
19:11 Entonces él les dijo:
No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es
dado.
19:12 Pues hay eunucos que nacieron así
del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por
los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos
por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto,
que lo reciba.
Jesús bendice a los niños
(Mr.
10. 13-16; Lc. 18. 15-17)
19:13 Entonces le fueron presentados unos
niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase;
y los discípulos les reprendieron.
19:14 Pero Jesús dijo:
Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de los cielos.
19:15 Y habiendo puesto sobre ellos las
manos, se fue de allí.
El joven rico
(Mr.
10. 17-31; Lc. 18. 18-30)
19:16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro
bueno, ¿qué bien haré para tener la vida
eterna?
19:17 El le dijo:
¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino
uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
19:18 Le dijo: ¿Cuáles? Y
Jesús dijo: No matarás.
No adulterarás.
No hurtarás.
No dirás falso testimonio.
19:19 Honra a tu padre y a tu madre;
y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
19:20 El joven le dijo: Todo esto lo he
guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
19:21 Jesús le dijo:
Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.
19:22 Oyendo el joven esta palabra, se fue
triste, porque tenía muchas posesiones.
19:23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico
en el reino de los cielos.
19:24 Otra vez os digo, que es más
fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar
un rico en el reino de Dios.
19:25 Sus discípulos, oyendo esto,
se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién,
pues, podrá ser salvo?
19:26 Y mirándolos Jesús,
les dijo: Para los hombres esto es
imposible; mas para Dios todo es posible.
19:27 Entonces respondiendo Pedro, le dijo:
He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido;
¿qué, pues, tendremos?
19:28 Y Jesús les dijo:
De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo
del Hombre se siente en el trono de su gloria,
vosotros que me habéis seguido también os sentaréis
sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
19:29 Y cualquiera que haya dejado casas,
o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o
tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más,
y heredará la vida eterna.
19:30 Pero muchos primeros serán
postreros, y postreros, primeros.
Capítulo 20
Los obreros de la viña
20:1 Porque el reino de los cielos es semejante
a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana
a contratar obreros para su viña.
20:2 Y habiendo convenido con los obreros
en un denario
al día, los envió a su viña.
20:3 Saliendo cerca de la hora tercera del
día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados;
20:4 y les dijo: Id también vosotros
a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
20:5 Salió otra vez cerca de las horas
sexta y novena, e hizo lo mismo.
20:6 Y saliendo cerca de la hora undécima,
halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por
qué estáis aquí todo el día desocupados?
20:7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado.
El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis
lo que sea justo.
20:8 Cuando llegó la noche, el señor
de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales
el jornal,
comenzando desde los postreros hasta los primeros.
20:9 Y al venir los que habían ido
cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
20:10 Al venir también los primeros,
pensaron que habían de recibir más; pero también
ellos recibieron cada uno un denario.
20:11 Y al recibirlo, murmuraban contra el
padre de familia,
20:12 diciendo: Estos postreros han trabajado
una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado
la carga y el calor del día.
20:13 El, respondiendo, dijo a uno de ellos:
Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?
20:14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero
dar a este postrero, como a ti.
20:15 ¿No me es lícito hacer
lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia,
porque yo soy bueno?
20:16 Así, los primeros serán
postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados,
mas pocos escogidos.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mr.
10. 32-34; Lc. 18. 31-34)
20:17 Subiendo Jesús a Jerusalén,
tomó a sus doce discípulos aparte en el camino,
y les dijo:
20:18 He aquí subimos a Jerusalén,
y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes
y a los escribas, y le condenarán a muerte;
20:19 y le entregarán a los gentiles
para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer
día resucitará.
Petición de Santiago y de Juan
(Mr.
10. 35-45)
20:20 Entonces se le acercó la madre
de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante
él y pidiéndole algo.
20:21 El le dijo:
¿Qué quieres? Ella
le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos,
el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
20:22 Entonces Jesús respondiendo,
dijo: No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser
bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y
ellos le dijeron: Podemos.
20:23 El les dijo:
A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con
que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros
a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a
aquellos para quienes está preparado por mi Padre.
20:24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron
contra los dos hermanos.
20:25 Entonces Jesús, llamándolos,
dijo: Sabéis que los gobernantes
de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes
ejercen sobre ellas potestad.
20:26 Mas entre vosotros no será
así,
sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor,
20:27 y el que quiera ser el primero entre
vosotros será vuestro siervo;
20:28 como el Hijo del Hombre no vino para
ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos.
Dos ciegos reciben la vista
(Mr.
10. 6-52; Lc. 18. 35-43)
20:29 Al salir ellos de Jericó,
le seguía una gran multitud.
20:30 Y dos ciegos que estaban sentados
junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron,
diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia
de nosotros!
20:31 Y la gente les reprendió para
que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
20:32 Y deteniéndose Jesús,
los llamó, y les dijo: ¿Qué
queréis que os haga?
20:33 Ellos le dijeron: Señor, que
sean abiertos nuestros ojos.
20:34 Entonces Jesús, compadecido,
les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y
le siguieron.
Capítulo 21
La entrada triunfal
en Jerusalén
(Mr.
11. 1-11; Lc. 19. 28-40; Jn.
12. 12-19)
21:1 Cuando se acercaron a Jerusalén,
y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús
envió dos discípulos,
21:2 diciéndoles:
Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis
una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
21:3 Y si alguien os dijere algo, decid: El
Señor los necesita; y luego los enviará.
21:4 Todo esto aconteció para que se
cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
21:5 Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.
21:6 Y los discípulos fueron, e hicieron
como Jesús les mandó;
21:7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron
sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
21:8 Y la multitud, que era muy numerosa,
tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de
los árboles, y las tendían en el camino.
21:9 Y la gente que iba delante y la que iba
detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna
al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!
21:10 Cuando entró él en Jerusalén,
toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién
es éste?
21:11 Y la gente decía: Este es Jesús
el profeta, de Nazaret de Galilea.
Purificación del templo
(Mr.
11. 15-19; Lc. 19. 45-48; Jn.
2. 13-22)
21:12 Y entró Jesús en el
templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían
y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas,
y las sillas de los que vendían palomas;
21:13 y les dijo: Escrito está: Mi
casa, casa de oración será llamada;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
21:14 Y vinieron a él en el templo
ciegos y cojos, y los sanó.
21:15 Pero los principales sacerdotes y
los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los
muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al
Hijo de David! se indignaron,
21:16 y le dijeron: ¿Oyes lo que
éstos dicen? Y Jesús les dijo:
Sí; ¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y de los
que maman
Perfeccionaste la alabanza?
21:17 Y dejándolos, salió
fuera de la ciudad a Betania, y posó allí.
Maldición de la higuera estéril
(Mr.
11. 12-14, 20-26)
21:18 Por la mañana, volviendo a
la ciudad, tuvo hambre.
21:19 Y viendo una higuera cerca del camino,
vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente;
y le dijo: Nunca jamás nazca
de ti fruto. Y luego se secó
la higuera.
21:20 Viendo esto los discípulos,
decían maravillados: ¿Cómo es que se secó
en seguida la higuera?
21:21 Respondiendo Jesús, les dijo:
De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo
haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis:
Quítate y échate en el mar, será hecho.
21:22 Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis.
La autoridad de Jesús
(Mr.
11. 27-33; Lc. 20. 1-8)
21:23 Cuando vino al templo, los principales
sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él
mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué
autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta
autoridad?
21:24 Respondiendo Jesús, les dijo:
Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis,
también yo os diré con qué autoridad hago
estas cosas.
21:25 El bautismo de Juan, ¿de dónde
era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos
entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos,
del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le
creísteis?
21:26 Y si decimos, de los hombres, tememos
al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
21:27 Y respondiendo a Jesús, dijeron:
No sabemos. Y él también les dijo:
Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los dos hijos
21:28 Pero ¿qué os parece?
Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero,
le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña.
21:29 Respondiendo él, dijo: No quiero;
pero después, arrepentido, fue.
21:30 Y acercándose al otro, le dijo
de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí,
señor, voy. Y no fue.
21:31 ¿Cuál de los dos hizo
la voluntad de su padre? Dijeron
ellos: El primero. Jesús les dijo:
De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante
de vosotros al reino de Dios.
21:32 Porque vino a vosotros Juan en camino
de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las
rameras le creyeron;
y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para
creerle.
Los labradores malvados
(Mr.
12. 1-12; Lc. 20. 9-19)
21:33 Oíd otra parábola:
Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña,
la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó
una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
21:34 Y cuando se acercó el tiempo
de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para
que recibiesen sus frutos.
21:35 Mas los labradores, tomando a los
siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon.
21:36 Envió de nuevo otros siervos,
más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma
manera.
21:37 Finalmente les envió su hijo,
diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
21:38 Mas los labradores, cuando vieron
al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid,
matémosle, y apoderémonos de su heredad.
21:39 Y tomándole, le echaron fuera
de la viña, y le mataron.
21:40 Cuando venga, pues, el señor
de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
21:41 Le dijeron: A los malos destruirá
sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores,
que le paguen el fruto a su tiempo.
21:42 Jesús les dijo:
¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
21:43 Por tanto os digo, que el reino de
Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente
que produzca los frutos de él.
21:44 Y el que cayere sobre esta piedra
será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
21:45 Y oyendo sus parábolas los
principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba
de ellos.
21:46 Pero al buscar cómo echarle
mano, temían al pueblo, porque éste le tenía
por profeta.
Capítulo 22
Parábola de
la fiesta de bodas
22:1 Respondiendo Jesús, les volvió
a hablar en parábolas, diciendo:
22:2 El reino de los cielos es semejante a
un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo;
22:3 y envió a sus siervos a llamar
a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.
22:4 Volvió a enviar otros siervos,
diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi
comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo
está dispuesto; venid a las bodas.
22:5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron,
uno a su labranza, y otro a sus negocios;
22:6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron
y los mataron.
22:7 Al oírlo el rey, se enojó;
y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas,
y quemó su ciudad.
22:8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas
a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados
no eran dignos.
22:9 Id, pues, a las salidas de los caminos,
y llamad a las bodas a cuantos halléis.
22:10 Y saliendo los siervos por los caminos,
juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y
las bodas fueron llenas de convidados.
22:11 Y entró el rey para ver a los
convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido
de boda.
22:12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo
entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.
22:13 Entonces el rey dijo a los que servían:
Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí
será el lloro y el crujir de dientes.
22:14 Porque muchos son llamados, y pocos
escogidos.
La cuestión del tributo
(Mr.
12. 13-17; Lc. 20. 20-26)
22:15 Entonces se fueron los fariseos y
consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra.
22:16 Y le enviaron los discípulos
de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres
amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino
de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia
de los hombres.
22:17 Dinos, pues, qué te parece:
¿Es lícito dar tributo a César, o no?
22:18 Pero Jesús, conociendo la malicia
de ellos, les dijo: ¿Por qué
me tentáis, hipócritas?
22:19 Mostradme la moneda del tributo. Y
ellos le presentaron un denario.
22:20 Entonces les dijo:¿De
quién es esta imagen, y la inscripción?
22:21 Le dijeron: De César. Y les
dijo: Dad, pues, a César lo
que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
22:22 Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole,
se fueron.
La pregunta sobre la resurrección
(Mr.
12. 18-27; Lc. 20. 27-40)
22:23 Aquel día vinieron a él
los saduceos, que dicen que no hay resurrección,
y le preguntaron,
22:24 diciendo: Maestro, Moisés dijo:
Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su
mujer, y levantará descendencia a su hermano.
22:25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos;
el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia,
dejó su mujer a su hermano.
22:26 De la misma manera también
el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.
22:27 Y después de todos murió
también la mujer.
22:28 En la resurrección, pues, ¿de
cuál de los siete será ella mujer, ya que todos
la tuvieron?
22:29 Entonces respondiendo Jesús,
les dijo: Erráis, ignorando
las Escrituras y el poder de Dios.
22:30 Porque en la resurrección ni
se casarán ni se darán en casamiento, sino serán
como los ángeles de Dios en el cielo.
22:31 Pero respecto a la resurrección
de los muertos, ¿no habéis leído lo que os
fue dicho por Dios, cuando dijo:
22:32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob?
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
22:33 Oyendo esto la gente, se admiraba
de su doctrina.
El gran mandamiento
(Mr.
12. 28-34)
22:34 Entonces los fariseos, oyendo que
había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
22:35 Y uno de ellos, intérprete
de la ley, preguntó por tentarle,
diciendo:
22:36 Maestro, ¿cuál es el
gran mandamiento en la ley?
22:37 Jesús le dijo:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente.
22:38 Este es el primero y grande mandamiento.
22:39 Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
22:40 De estos dos mandamientos depende
toda la ley y los profetas.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mr.
12. 35-37; Lc. 20. 41-44)
22:41 Y estando juntos los fariseos, Jesús
les preguntó,
22:42 diciendo:
¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién
es hijo? Le dijeron: De David.
22:43 El les dijo:
¿Pues cómo David en el Espíritu le llama
Señor, diciendo:
22:44 Dijo el Señor a mi
Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies?
22:45 Pues si David le llama Señor,
¿cómo es su hijo?
22:46 Y nadie le podía responder
palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle
más.
Capítulo 23
Jesús acusa
a escribas y fariseos
(Mr.
12. 38-40; Lc. 11. 37-54; 20.
45-47)
23:1 Entonces habló Jesús a
la gente y a sus discípulos, diciendo:
23:2 En la cátedra de Moisés
se sientan los escribas y los fariseos.
23:3 Así que, todo lo que os digan
que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme
a sus obras, porque dicen, y no hacen.
23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles
de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos
ni con un dedo quieren moverlas.
23:5 Antes, hacen todas sus obras para ser
vistos por los hombres.
Pues ensanchan sus filacterias,
y extienden los flecos
de sus mantos;
23:6 y aman los primeros asientos en las cenas,
y las primeras sillas en las sinagogas,
23:7 y las salutaciones en las plazas, y que
los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
23:8 Pero vosotros no queráis que os
llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y
todos vosotros sois hermanos.
23:9 Y no llaméis padre vuestro a nadie
en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en
los cielos.
23:10 Ni seáis llamados maestros; porque
uno es vuestro Maestro, el Cristo.
23:11 El que es el mayor de vosotros, sea
vuestro siervo.
23:12 Porque el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido.
23:13 Mas ¡ay de vosotros, escribas
y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de
los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros,
ni dejáis entrar a los que están entrando.
23:14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas,
y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis
mayor condenación.
23:15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer
un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces
más hijo del infierno que vosotros.
23:16 ¡Ay de vosotros, guías
ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada;
pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
23:17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál
es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
23:18 También decís: Si alguno
jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda
que está sobre él, es deudor.
23:19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál
es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
23:20 Pues el que jura por el altar, jura
por él, y por todo lo que está sobre él;
23:21 y el que jura por el templo, jura por
él, y por el que lo habita;
23:22 y el que jura por el cielo, jura por
el trono de Dios,
y por aquel que está sentado en él.
23:23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y
el comino,
y dejáis lo más importante de la ley: la justicia,
la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de
hacer aquello.
23:24 ¡Guías ciegos, que coláis
el mosquito, y tragáis el camello!
23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y
del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
23:26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero
lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de
fuera sea limpio.
23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados,
que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro
están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
23:28 Así también vosotros por
fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero
por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
23:29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los
profetas, y adornáis los monumentos de los justos,
23:30 y decís: Si hubiésemos
vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos
sido sus cómplices en la sangre de los profetas.
23:31 Así que dais testimonio contra
vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los
profetas.
23:32 ¡Vosotros también llenad
la medida de vuestros padres!
23:33 ¡Serpientes, generación
de víboras!
¿Cómo escaparéis de la condenación del
infierno?
23:34 Por tanto, he aquí yo os envío
profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis
y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas,
y perseguiréis de ciudad en ciudad;
23:35 para que venga sobre vosotros toda la
sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre
de Abel
el justo hasta la sangre de Zacarías
hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el
altar.
23:36 De cierto os digo que todo esto vendrá
sobre esta generación.
Lamento de Jesús sobre Jerusalén
(Lc.
13. 34-35)
23:37 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la
gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
23:38 He aquí vuestra casa os es
dejada desierta.
23:39 Porque os digo que desde ahora no
me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene
en el nombre del Señor.
Capítulo 24
Jesús predice
la destrucción del templo
(Mr.
13. 1-2; Lc. 21. 5-6)
24:1 Cuando Jesús salió del
templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle
los edificios del templo.
24:2 Respondiendo él, les dijo: ¿Veis
todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí
piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Señales antes del fin
(Mr.
13. 3-23; Lc. 21. 7-24)
24:3 Y estando él sentado en el
monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: Dinos, ¿cuándo serán
estas cosas, y qué señal habrá de tu venida,
y del fin del siglo?
24:4 Respondiendo Jesús, les dijo:
Mirad que nadie os engañe.
24:5 Porque vendrán muchos en mi
nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
24:6 Y oiréis de guerras y rumores
de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario
que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.
24:7 Porque se levantará nación
contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes,
y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
24:8 Y todo esto será principio de
dolores.
24:9 Entonces os entregarán a tribulación,
y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las
gentes por causa de mi nombre.
24:10 Muchos tropezarán entonces,
y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
24:11 Y muchos falsos profetas se levantarán,
y engañarán a muchos;
24:12 y por haberse multiplicado la maldad,
el amor de muchos se enfriará.
24:13 Mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo.
24:14 Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones;
y entonces vendrá el fin.
24:15 Por tanto, cuando veáis en
el lugar santo la abominación desoladora de que habló
el profeta Daniel
(el que lee, entienda),
24:16 entonces los que estén en Judea,
huyan a los montes.
24:17 El que esté en la azotea, no
descienda para tomar algo de su casa;
24:18 y el que esté en el campo,
no vuelva atrás para tomar su capa.
24:19 Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días!
24:20 Orad, pues, que vuestra huida no sea
en invierno ni en día de reposo;
24:21 porque habrá entonces gran
tribulación,
cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora,
ni la habrá.
24:22 Y si aquellos días no fuesen
acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos,
aquellos días serán acortados.
24:23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad,
aquí está el Cristo, o mirad, allí está,
no lo creáis.
24:24 Porque se levantarán falsos
Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales
y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere
posible, aun a los escogidos.
24:25 Ya os lo he dicho antes.
24:26 Así que, si os dijeren: Mirad,
está en el desierto, no salgáis; o mirad, está
en los aposentos, no lo creáis.
24:27 Porque como el relámpago que
sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será
también la venida del Hijo del Hombre.
24:28 Porque dondequiera que estuviere el
cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.
La venida del Hijo del Hombre
(Mr.
13. 24-37; Lc. 21. 25-36; 17.
25-36; 12. 41-48)
24:29 E inmediatamente después de
la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá,
y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán
del cielo,
y las potencias de los cielos serán conmovidas.
24:30 Entonces aparecerá la señal
del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán
todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre
viniendo sobre las nubes del cielo,
con poder y gran gloria.
24:31 Y enviará sus ángeles
con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de
los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
24:32 De la higuera aprended la parábola:
Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis
que el verano está cerca.
24:33 Así también vosotros,
cuando veáis todas estas cosas, conoced que está
cerca, a las
puertas.
24:34 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
24:35 El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
24:36 Pero del día y la hora nadie
sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo
mi Padre.
24:37 Mas como en los días de Noé,
así será la venida del Hijo del Hombre.
24:38 Porque como en los días antes
del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando
en casamiento, hasta el día en que Noé entró
en el arca,
24:39 y no entendieron hasta que vino el
diluvio y se los llevó a todos,
así será también la venida del Hijo del Hombre.
24:40 Entonces estarán dos en el
campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
24:41 Dos mujeres estarán moliendo
en un molino; la una será tomada, y la otra será
dejada.
24:42 Velad, pues, porque no sabéis
a qué hora ha de venir vuestro Señor.
24:43 Pero sabed esto, que si el padre de
familia supiese a qué hora el ladrón habría
de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.
24:44 Por tanto, también vosotros
estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la
hora que no pensáis.
24:45 ¿Quién es, pues, el
siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su
casa para que les dé el alimento a tiempo?
24:46 Bienaventurado aquel siervo al cual,
cuando su señor venga, le halle haciendo así.
24:47 De cierto os digo que sobre todos
sus bienes le pondrá.
24:48 Pero si aquel siervo malo dijere en
su corazón: Mi señor tarda en venir;
24:49 y comenzare a golpear a sus consiervos,
y aun a comer y a beber con los borrachos,
24:50 vendrá el señor de aquel
siervo en día que éste no espera, y a la hora que
no sabe,
24:51 y lo castigará duramente, y
pondrá su parte con los hipócritas; allí
será el lloro y el crujir de dientes.
Capítulo 25
Parábola de
las diez vírgenes
25:1 Entonces el reino de los cielos será
semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas,
salieron a recibir al esposo.
25:2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco
insensatas.
25:3 Las insensatas, tomando sus lámparas,
no tomaron consigo aceite;
25:4 mas las prudentes tomaron aceite en sus
vasijas, juntamente con sus lámparas.
25:5 Y tardándose el esposo, cabecearon
todas y se durmieron.
25:6 Y a la medianoche se oyó un clamor:
¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
25:7 Entonces todas aquellas vírgenes
se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
25:8 Y las insensatas dijeron a las prudentes:
Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
25:9 Mas las prudentes respondieron diciendo:
Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien
a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
25:10 Pero mientras ellas iban a comprar,
vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él
a las bodas; y se cerró la puerta.
25:11 Después vinieron también
las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor,
ábrenos!
25:12 Mas él, respondiendo, dijo: De
cierto os digo, que no os conozco.
25:13 Velad, pues, porque no sabéis
el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
Parábola de los talentos
25:14 Porque el reino de los cielos es
como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos
y les entregó sus bienes.
25:15 A uno dio cinco talentos,
y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad;
y luego se fue lejos.
25:16 Y el que había recibido cinco
talentos
fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos
25:17 Asimismo el que había recibido
dos, ganó también otros dos.
25:18 Pero el que había recibido
uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero
de su señor.
25:19 Después de mucho tiempo vino
el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas
con ellos.
25:20 Y llegando el que había recibido
cinco talentos,
trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos
me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos
sobre ellos.
25:21 Y su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor.
25:22 Llegando también el que había
recibido dos talentos,
dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes,
he ganado otros dos talentos sobre ellos.
25:23 Su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor.
25:24 Pero llegando también el que
había recibido un talento,
dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que
siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25:25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí
tu talento
en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
25:26 Respondiendo su señor, le dijo:
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré,
y que recojo donde no esparcí.
25:27 Por tanto, debías haber dado
mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo
que es mío con los intereses.
25:28 Quitadle, pues, el talento,
y dadlo al que tiene diez talentos.
25:29 Porque al que tiene, le será
dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que
tiene le será quitado.
25:30 Y al siervo inútil echadle
en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y
el crujir de dientes.
El juicio de las naciones
25:31 Cuando el Hijo del Hombre venga en
su gloria, y todos los santos ángeles con él,
entonces se sentará en su trono de gloria,
25:32 y serán reunidas delante de
él todas las naciones; y apartarálos unos de los
otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.
25:33 Y pondrá las ovejas a su derecha,
y los cabritos a su izquierda.
25:34 Entonces el Rey dirá a los
de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado
para vosotros desde la fundación del mundo.
25:35 Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
25:36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo,
y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
25:37 Entonces los justos le responderán
diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
25:38 ¿Y cuándo te vimos forastero,
y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
25:39 ¿O cuándo te vimos enfermo,
o en la cárcel, y vinimos a ti?
25:40 Y respondiendo el Rey, les dirá:
De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
25:41 Entonces dirá también
a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
25:42 Porque tuve hambre, y no me disteis
de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
25:43 fui forastero, y no me recogisteis;
estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel,
y no me visitasteis.
25:44 Entonces también ellos le responderán
diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel,
y no te servimos?
25:45 Entonces les responderá diciendo:
De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos
más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
25:46 E irán éstos al castigo
eterno, y los justos a la vida eterna.
Capítulo 26
El complot para prender
a Jesús
(Mr.
14. 1-2; Lc. 22. 1-2; Jn.
11. 45-53)
26:1 Cuando hubo acabado Jesús todas
estas palabras, dijo a sus discípulos:
26:2 Sabéis que dentro de dos días
se celebra la pascua,
y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
26:3 Entonces los principales sacerdotes,
los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio
del sumo sacerdote llamado Caifás,
26:4 y tuvieron consejo para prender con engaño
a Jesús, y matarle.
26:5 Pero decían: No durante la fiesta,
para que no se haga alboroto en el pueblo.
Jesús es ungido en Betania
(Mr.
14. 3-9; Jn. 12. 1-8)
26:6 Y estando Jesús en Betania,
en casa de Simón el leproso,
26:7 vino a él una mujer, con un
vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó
sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.
26:8 Al ver esto, los discípulos
se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio?
26:9 Porque esto podía haberse vendido
a gran precio, y haberse dado a los pobres.
26:10 Y entendiéndolo Jesús,
les dijo: ¿Por qué
molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena
obra.
26:11 Porque siempre tendréis pobres
con vosotros,
pero a mí no siempre me tendréis.
26:12 Porque al derramar este perfume sobre
mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.
26:13 De cierto os digo que dondequiera
que se predique este evangelio, en todo el mundo, también
se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de
ella.
Judas ofrece entregar a Jesús
(Mr.
14. 10-11; Lc. 22. 3-6)
26:14 Entonces uno de los doce, que se
llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,
26:15 y les dijo: ¿Qué me
queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron
treinta piezas de plata.
26:16 Y desde entonces buscaba oportunidad
para entregarle.
Institución de la Cena del Señor
(Mr.
14. 12-25; Lc. 22. 7-23; Jn.
13. 21-30; 1 Co. 11. 23-26)
26:17 El primer día de la fiesta
de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús,
diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos
para que comas la pascua?
26:18 Y él dijo:
Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi
tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua
con mis discípulos.
26:19 Y los discípulos hicieron como
Jesús les mandó, y prepararon la pascua.
26:20 Cuando llegó la noche, se sentó
a la mesa con los doce.
26:21 Y mientras comían, dijo:
De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar.
26:22 Y entristecidos en gran manera, comenzó
cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?
26:23 Entonces él respondiendo, dijo:
El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar.
26:24 A la verdad el Hijo del Hombre va,
según está escrito de él,
mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es
entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
26:25 Entonces respondiendo Judas, el que
le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo:
Tú lo has dicho.
26:26 Y mientras comían, tomó
Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus
discípulos, y dijo: Tomad,
comed; esto es mi cuerpo.
26:27 Y tomando la copa, y habiendo dado
gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
26:28 porque esto es mi sangre
del nuevo pacto,
que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
26:29 Y os digo que desde ahora no beberé
más de este fruto de la vid, hasta aquel día en
que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Jesús anuncia la negación
de Pedro
(Mr.
14. 26-31; Lc. 22. 31-34; Jn.
13. 36-38)
26:30 Y cuando hubieron cantado el himno,
salieron al monte de los Olivos.
26:31 Entonces Jesús les dijo:
Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche;
porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas
del rebaño serán dispersadas.
26:32 Pero después que haya resucitado,
iré delante de vosotros a Galilea.
26:33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque
todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
26:34 Jesús le dijo:
De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me
negarás tres veces.
26:35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario
morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos
dijeron lo mismo.
Jesús ora en Getsemaní
(Mr.
14. 32-42; Lc. 22. 39-46)
26:36 Entonces llegó Jesús
con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus
discípulos: Sentaos aquí,
entre tanto que voy allí y oro.
26:37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos
de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en
gran manera.
26:38 Entonces Jesús les dijo:
Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí,
y velad conmigo.
26:39 Yendo un poco adelante, se postró
sobre su rostro, orando y diciendo:
Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa;
pero no sea como yo quiero, sino como tú.
26:40 Vino luego a sus discípulos,
y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:
¿Así que no habéis podido velar conmigo una
hora?
26:41 Velad y orad, para que no entréis
en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil.
26:42 Otra vez fue, y oró por segunda
vez, diciendo: Padre mío,
si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase
tu voluntad.
26:43 Vino otra vez y los halló durmiendo,
porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
26:44 Y dejándolos, se fue de nuevo,
y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
26:45 Entonces vino a sus discípulos
y les dijo: Dormid ya, y descansad.
He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado
en manos de pecadores.
26:46 Levantaos, vamos; ved, se acerca el
que me entrega.
Arresto de Jesús
(Mr.
14. 43-50; Lc. 22. 47-53; Jn.
18. 2-11)
26:47 Mientras todavía hablaba,
vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas
y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos
del pueblo.
26:48 Y el que le entregaba les había
dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es;
prendedle.
26:49 Y en seguida se acercó a Jesús
y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó.
26:50 Y Jesús le dijo:
Amigo, ¿a qué vienes? Entonces
se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
26:51 Pero uno de los que estaban con Jesús,
extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo
del sumo sacerdote, le quitó la oreja.
26:52 Entonces Jesús le dijo:
Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada,
a espada perecerán.
26:53 ¿Acaso piensas que no puedo
ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más
de doce legiones de ángeles?
26:54 ¿Pero cómo entonces
se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así
se haga?
26:55 En aquella hora dijo Jesús
a la gente:¿Como contra un
ladrón habéis salido con espadas y con palos para
prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando
en el templo,
y no me prendisteis.
26:56 Mas todo esto sucede, para que se
cumplan las Escrituras de los profetas.Entonces
todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Jesús ante el concilio
(Mr.
14. 53-65; Lc. 22. 54, 63-71;
Jn. 18. 12-14, 19-24)
26:57 Los que prendieron a Jesús
le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos
los escribas y los ancianos.
26:58 Mas Pedro le seguía de lejos
hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó
con los alguaciles, para ver el fin.
26:59 Y los principales sacerdotes y los
ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra
Jesús, para entregarle a la muerte,
26:60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos
falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos,
26:61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar
el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.
26:62 Y levantándose el sumo sacerdote,
le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican
éstos contra ti?
26:63 Mas Jesús callaba. Entonces
el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que
nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
26:64 Jesús le dijo:
Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora
veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder
de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
26:65 Entonces el sumo sacerdote rasgó
sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué
más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora
mismo habéis oído su blasfemia.
26:66 ¿Qué os parece? Y respondiendo
ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!
26:67 Entonces le escupieron en el rostro,
y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban,
26:68 diciendo: Profetízanos, Cristo,
quién es el que te golpeó.
Pedro niega a Jesús
(Mr.
14. 66-72; Lc. 22. 55-62; Jn.
18. 15-18, 25-27)
26:69 Pedro estaba sentado fuera en el
patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también
estabas con Jesús el galileo.
26:70 Mas él negó delante
de todos, diciendo: No sé lo que dices.
26:71 Saliendo él a la puerta, le
vio otra, y dijo a los que estaban allí: También
éste estaba con Jesús el nazareno.
26:72 Pero él negó otra vez
con juramento: No conozco al hombre.
26:73 Un poco después, acercándose
los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente
también tú eres de ellos, porque aun tu manera de
hablar te descubre.
26:74 Entonces él comenzó
a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó
el gallo.
26:75 Entonces Pedro se acordó de
las palabras de Jesús, que le había dicho:Antes
que cante el gallo, me negarás tres veces. Y
saliendo fuera, lloró amargamente.
Capítulo 27
Jesús ante Pilato
(Mr.
15. 1; Lc. 23. 1-2; Jn.
18. 28-32)
27:1 Venida la mañana, todos los principales
sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra
Jesús, para entregarle a muerte.
27:2 Y le llevaron atado, y le entregaron
a Poncio Pilato, el gobernador.
Muerte de Judas
27:3 Entonces Judas, el que le había
entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido
las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los
ancianos,
27:4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre
inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a
nosotros? ¡Allá tú!
27:5 Y arrojando las piezas de plata en
el templo, salió, y fue y se ahorcó.
27:6 Los principales sacerdotes, tomando
las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en
el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.
27:7 Y después de consultar, compraron
con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
27:8 Por lo cual aquel campo se llama hasta
el día de hoy: Campo de sangre.
27:9 Así se cumplió lo dicho
por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta
piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto
por los hijos de Israel;
27:10 y las dieron para el campo del alfarero,
como me ordenó el Señor.
Pilato interroga a Jesús
(Mr.
15. 2-5; Lc. 23. 3-5; Jn.
18. 33-38)
27:11 Jesús, pues, estaba en pie
delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo:
¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús
le dijo: Tú lo dices.
27:12 Y siendo acusado por los principales
sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.
27:13 Pilato entonces le dijo: ¿No
oyes cuántas cosas testifican contra ti?
27:14 Pero Jesús no le respondió
ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba
mucho.
Jesús sentenciado a muerte
(Mr.
15. 6-20; Lc. 23. 13-25; Jn.
18. 38--19.16)
27:15 Ahora bien, en el día de la
fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el
que quisiesen.
27:16 Y tenían entonces un preso
famoso llamado Barrabás.
27:17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato:
¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás,
o a Jesús, llamado el Cristo?
27:18 Porque sabía que por envidia
le habían entregado.
27:19 Y estando él sentado en el
tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver
con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por
causa de él.
27:20 Pero los principales sacerdotes y
los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás,
y que Jesús fuese muerto.
27:21 Y respondiendo el gobernador, les
dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
Y ellos dijeron: A Barrabás.
27:22 Pilato les dijo: ¿Qué,
pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le
dijeron: ¡Sea crucificado!
27:23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué
mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo:
¡Sea crucificado!
27:24 Viendo Pilato que nada adelantaba,
sino que se hacía más alboroto, tomó agua
y se lavó las manos
delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de
este justo; allá vosotros.
27:25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo:
Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
27:26 Entonces les soltó a Barrabás;
y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser
crucificado.
27:27 Entonces los soldados del gobernador
llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de
él a toda la compañía;
27:28 y desnudándole, le echaron
encima un manto de escarlata,
27:29 y pusieron sobre su cabeza una corona
tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando
la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo:
¡Salve, Rey de los judíos!
27:30 Y escupiéndole, tomaban la
caña y le golpeaban en la cabeza.
27:31 Después de haberle escarnecido,
le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron
para crucificarle.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mr.
15. 21-41; Lc. 23. 26-49; Jn.
19. 17-30)
27:32 Cuando salían, hallaron a
un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste
obligaron a que llevase la cruz.
27:33 Y cuando llegaron a un lugar llamado
Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,
27:34 le dieron a beber vinagre mezclado
con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
27:35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron
entre sí sus vestidos, echando suertes,
para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre
sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
27:36 Y sentados le guardaban allí.
27:37 Y pusieron sobre su cabeza su causa
escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.
27:38 Entonces crucificaron con él
a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
27:39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando
la cabeza,
27:40 y diciendo: Tú que derribas
el templo, y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de
la cruz.
27:41 De esta manera también los
principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas
y los fariseos y los ancianos, decían:
27:42 A otros salvó, a sí
mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora
de la cruz, y creeremos en él.
27:43 Confió en Dios; líbrele
ahora si le quiere;
porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.
27:44 Lo mismo le injuriaban también
los ladrones que estaban crucificados con él.
27:45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas
sobre toda la tierra hasta la hora novena.
27:46 Cerca de la hora novena, Jesús
clamó a gran voz, diciendo:
Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto
es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado?
27:47 Algunos de los que estaban allí
decían, al oírlo: A Elías llama éste.
27:48 Y al instante, corriendo uno de ellos,
tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola
en una caña, le dio a beber.
27:49 Pero los otros decían: Deja,
veamos si viene Elías a librarle.
27:50 Mas Jesús, habiendo otra vez
clamado a gran voz, entregó el espíritu.
27:51 Y he aquí, el velo
del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra
tembló, y las rocas se partieron;
27:52 y se abrieron los sepulcros, y muchos
cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
27:53 y saliendo de los sepulcros, después
de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad,
y aparecieron a muchos.
27:54 El centurión, y los que estaban
con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y
las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera,
y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
27:55 Estaban allí muchas mujeres
mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús
desde Galilea, sirviéndole,
27:56 entre las cuales estaban María
Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y
la madre de los hijos de Zebedeo.
Jesús es sepultado
(Mr.
15. 42-47; Lc. 23. 50-56;
Jn. 19. 38-42)
27:57 Cuando llegó la noche, vino
un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también
había sido discípulo de Jesús.
27:58 Este fue a Pilato y pidió el
cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le
diese el cuerpo.
27:59 Y tomando José el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia,
27:60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que
había labrado en la peña; y después de hacer
rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
27:61 Y estaban allí María
Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
La guardia ante la tumba
27:62 Al día siguiente, que es después
de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes
y los fariseos ante Pilato,
27:63 diciendo: Señor, nos acordamos
que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después
de tres días resucitaré.
27:64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro
hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos
de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre
los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
27:65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis
una guardia; id, aseguradlo como sabéis.
27:66 Entonces ellos fueron y aseguraron
el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
Capítulo 28
La resurrección
(Mr.
16. 1-8; Lc. 24. 1-12; Jn.
20. 1-10)
28:1 Pasado el día de reposo, al amanecer
del primer día de la semana, vinieron María Magdalena
y la otra María, a ver el sepulcro.
28:2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel
del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió
la piedra, y se sentó sobre ella.
28:3 Su aspecto era como un relámpago,
y su vestido blanco como la nieve.
28:4 Y de miedo de él los guardas temblaron
y se quedaron como muertos.
28:5 Mas el ángel, respondiendo, dijo
a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que
buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
28:6 No está aquí, pues ha resucitado,
como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
28:7 E id pronto y decid a sus discípulos
que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de
vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí,
os lo he dicho.
28:8 Entonces ellas, saliendo del sepulcro
con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.
Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,
28:9 he aquí, Jesús les salió
al encuentro, diciendo: ¡Salve!
Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
28:10 Entonces Jesús les dijo:
No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan
a Galilea, y allí me verán.
El informe de la guardia
28:11 Mientras ellas iban, he aquí
unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales
sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.
28:12 Y reunidos con los ancianos, y habido
consejo, dieron mucho dinero a los soldados,
28:13 diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos
vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos.
28:14 Y si esto lo oyere el gobernador,
nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo.
28:15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron
como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado
entre los judíos hasta el día de hoy.
La gran comisión
(Mr.
16. 14-18; Lc. 24. 36-49; Jn.
20. 19-23)
28:16 Pero los once discípulos se
fueron a Galilea,
al monte donde Jesús les había ordenado.
28:17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero
algunos dudaban.
28:18 Y Jesús se acercó y
les habló diciendo: Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra.
28:19 Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo;
28:20 enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
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