A Hebreos
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En tiempos de los apóstoles se calificaba de Hebreos a los judíos que vivían
en Palestina, a diferencia de esa mayoría de su pueblo que había
emigrado a diversos países, por todo el Imperio Romano. Esta carta
está dirigida a las comunidades cristianas de Palestina que se
habían formado con judíos de raza después de Pentecostés.
Como discípulos de Cristo habían sido perseguidos y a algunos
les habían sido confiscados sus bienes. Ya no tenían nada en el
mundo y debían darse ánimo unos a otros con la convicción de que,
al fin de su exilio, encontrarían la verdadera patria a donde
Jesús se había ido después de sus sufrimientos. Volvían así a
encontrarse en la situación de sus antepasados hebreos que habían
vivido en el desierto, aguardando y buscando una tierra prometida.
No será difícil ver que esta carta se dirige a hombres familiarizados
con el Antiguo Testamento; a lo mejor se trataba de sacerdotes
judíos que habían reconocido a Jesús como el Cristo y que pasaban
entonces por una crisis.
Hasta ese momento, como eran sacerdotes, el Templo había sido
toda su vida; allí ofrecían sacrificios y recibían en paga una
parte de los animales ofrecidos. Pero ahora, no solamente habían
sido excluidos y expulsados del Templo por los judíos sino que
de cualquier modo Cristo los había reemplazado.
Creer en él era reconocerlo como el nuevo Templo, del que el edificio
sagrado de Jerusalén no era más que la figura. El, laico, había
organizado su Iglesia sin tomar en cuenta el sacerdocio de los
"hijos de Aarón", los sacerdotes judíos, pues él y sólo él es
el sacerdote, el que pone a los hombres en contacto con el Dios
santísimo.
De ese modo Cristo les había quitado tanto su trabajo como su
razón de ser. Por eso, a veces, esos hombres que habían conocido
a Jesús en su existencia humana, se habrán puesto a dudar: ¿acaso
todo ha cambiado a causa de él?
Para confirmar su fe, esta carta les muestra que la religión judía,
con sus ceremonias grandiosas en el Templo de Jerusalén, no era
más que la imagen de algo más grande. El perdón de los pecados
y la religión en espíritu, aspiración de todo el Antiguo Testamento,
debían ser la obra del sacerdote auténtico de toda la humanidad,
Jesús, el Hijo de Dios. Ya no hay otro sacrificio fuera del suyo,
sacrificio que comienza en la cruz y se termina en la gloria.
Por otro lado, la palabra sacerdote ha tomado una tal importancia
en la Iglesia que no está de más examinar aquí el texto bíblico
que ha profundizado más el sentido del sacerdocio y su reorientación
por el hecho mismo del sacrificio de Cristo.
Capítulo 1
Dios ha hablado por su Hijo
1:1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en
otro tiempo a los padres por los profetas,
1:2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo,
a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo
hizo el universo;
1:3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma
de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra
de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra
de la Majestad en las alturas,
1:4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó
más excelente nombre que ellos.
El Hijo, superior a los ángeles
1:5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios
jamás:
Mi Hijo eres tú,
Yo te he engendrado hoy,
y otra vez:
Yo seré a él Padre,
Y él me será a mí hijo?
1:6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo,
dice:
Adórenle todos los ángeles de Dios.
1:7 Ciertamente de los ángeles dice:
El que hace a sus ángeles espíritus,
Y a sus ministros llama de fuego.
1:8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del
siglo;
Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
1:9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad,
Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
1:10 Y:
Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra,
Y los cielos son obra de tus manos.
1:11 Ellos perecerán, mas tú permaneces;
Y todos ellos se envejecerán como una vestidura,
1:12 Y como un vestido los envolverás, y serán
mudados;
Pero tú eres el mismo,
Y tus años no acabarán.
1:13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios
jamás:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
1:14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados
para servicio a favor de los que serán herederos de la
salvación?
Capítulo 2
Una salvación tan grande
2:1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos
a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.
2:2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue
firme, y toda transgresión y desobediencia recibió
justa retribución,
2:3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una
salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente
por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
2:4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y
prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu
Santo según su voluntad.
El autor de la salvación
2:5 Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero,
acerca del cual estamos hablando;
2:6 pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo:
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
O el hijo del hombre, para que le visites?
2:7 Le hiciste un poco menor que los ángeles,
Le coronaste de gloria y de honra,
Y le pusiste sobre las obras de tus manos;
2:8 Todo lo sujetaste bajo sus pies.
Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó
que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que
todas las cosas le sean sujetas.
2:9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles,
a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento
de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte
por todos.
2:10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las
cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de
llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones
al autor de la salvación de ellos.
2:11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno
son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
2:12 diciendo:
Anunciaré a mis hermanos tu nombre,
En medio de la congregación te alabaré.
2:13 Y otra vez:
Yo confiaré en él.
Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
2:14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne
y sangre, él también participó de lo mismo,
para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio
de la muerte, esto es, al diablo,
2:15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban
durante toda la vida sujetos a servidumbre.
2:16 Porque ciertamente no socorrió a los ángeles,
sino que socorrió a la descendencia de Abraham.
2:17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos,
para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que
a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
2:18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado,
es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Capítulo 3
Jesús es superior a Moisés
3:1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial,
considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión,
Cristo Jesús;
3:2 el cual es fiel al que le constituyó, como también
lo fue Moisés en toda la casa de Dios.
3:3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno
éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.
3:4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas
las cosas es Dios.
3:5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios,
como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
3:6 pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros,
si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en
la esperanza.
El reposo del pueblo de Dios
3:7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:
Si oyereis hoy su voz,
3:8 No endurezcáis vuestros corazones,
Como en la provocación, en el día de la tentación
en el desierto,
3:9 Donde me tentaron vuestros padres; me probaron,
Y vieron mis obras cuarenta años.
3:10 A causa de lo cual me disgusté contra esa generación,
Y dije: Siempre andan vagando en su corazón,
Y no han conocido mis caminos.
3:11 Por tanto, juré en mi ira:
No entrarán en mi reposo.
3:12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón
malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;
3:13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre
tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca
por el engaño del pecado.
3:14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que
retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio,
3:15 entre tanto que se dice:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
3:16 ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído,
le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto
por mano de Moisés?
3:17 ¿Y con quiénes estuvo él disgustado
cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos
cuerpos cayeron en el desierto?
3:18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían
en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?
3:19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.
Capítulo 4
4:1 Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa
de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.
4:2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena
nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la
palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.
4:3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la
manera que dijo:
Por tanto, juré en mi ira,
No entrarán en mi reposo;
aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación
del mundo.
4:4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día:
Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.
4:5 Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.
4:6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él,
y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva
no entraron por causa de desobediencia,
4:7 otra vez determina un día: Hoy, diciendo después
de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones.
4:8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo,
no hablaría después de otro día.
4:9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
4:10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado
de sus obras, como Dios de las suyas.
4:11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno
caiga en semejante ejemplo de desobediencia.
4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante
que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón.
4:13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia;
antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los
ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Jesús el gran sumo sacerdote
4:14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó
los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
4:15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado.
4:16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Capítulo 5
5:1 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido
a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente
ofrendas y sacrificios por los pecados;
5:2 para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados,
puesto que él también está rodeado de debilidad;
5:3 y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por
sí mismo como también por el pueblo.
5:4 Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado
por Dios, como lo fue Aarón.
5:5 Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo
haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:
Tú eres mi Hijo,
Yo te he engendrado hoy.
5:6 Como también dice en otro lugar:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
5:7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos
y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía
librar de la muerte,
fue oído a causa de su temor reverente.
5:8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió
la obediencia;
5:9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación
para todos los que le obedecen;
5:10 y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden
de Melquisedec.
Advertencia contra la apostasía
5:11 Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil
de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír.
5:12 Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto
tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar
cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios;
y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad
de leche, y no de alimento sólido.
5:13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la
palabra de justicia, porque es niño;
5:14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado
madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados
en el discernimiento del bien y del mal.
Capítulo 6
6:1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo,
vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el
fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios,
6:2 de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos,
de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.
6:3 Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.
6:4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados
y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes
del Espíritu Santo,
6:5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes
del siglo venidero,
6:6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento,
crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y
exponiéndole a vituperio.
6:7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre
ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es
labrada, recibe bendición de Dios;
6:8 pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está
próxima a ser maldecida,
y su fin es el ser quemada.
6:9 Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos
de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque
hablamos así.
6:10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el
trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo
servido a los santos y sirviéndoles aún.
6:11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud
hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,
6:12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores
de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
6:13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo
jurar por otro mayor, juró por sí mismo,
6:14 diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y
te multiplicaré grandemente.
6:15 Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.
6:16 Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos,
y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para
confirmación.
6:17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente
a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo,
interpuso juramento;
6:18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible
que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que
hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.
6:19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que
penetra hasta dentro del velo,
6:20 donde Jesús entró por nosotros como precursor,
hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
Capítulo 7
El sacerdocio de Melquisedec
7:1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios
Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía
de la derrota de los reyes, y le bendijo,
7:2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo;
cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también
Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
7:3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene
principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante
al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
7:4 Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien
aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín.
7:5 Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben
el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos
según la ley,
es decir, de sus hermanos, aunque éstos también
hayan salido de los lomos de Abraham.
7:6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos,
tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía
las promesas.
7:7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el
mayor.
7:8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales;
pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
7:9 Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo
también Leví, que recibe los diezmos;
7:10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando
Melquisedec le salió al encuentro.
7:11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico
(porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué
necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote,
según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según
el orden de Aarón?
7:12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también
cambio de ley;
7:13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual
nadie sirvió al altar.
7:14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la
tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés
tocante al sacerdocio.
7:15 Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec
se levanta un sacerdote distinto,
7:16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de
la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.
7:17 Pues se da testimonio de él:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
7:18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de
su debilidad e ineficacia
7:19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción
de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
7:20 Y esto no fue hecho sin juramento;
7:21 porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos
sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:
Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
7:22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.
7:23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que
por la muerte no podían continuar;
7:24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene
un sacerdocio inmutable;
7:25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los
que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder
por ellos.
7:26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente,
sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime
que los cielos;
7:27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos
sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados,
y luego por los del pueblo;
porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose
a sí mismo.
7:28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles
hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al
Hijo, hecho perfecto para siempre.
Capítulo 8
El mediador de un nuevo pacto
8:1 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo
es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la
diestra del trono de la Majestad en los cielos,
8:2 ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo
que levantó el Señor, y no el hombre.
8:3 Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar
ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también
éste tenga algo que ofrecer.
8:4 Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera
sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan
las ofrendas según la ley;
8:5 los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas
celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando
iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz
todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el
monte.
8:6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador
de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
8:7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente
no se hubiera procurado lugar para el segundo.
8:8 Porque reprendiéndolos dice:
He aquí vienen días, dice el Señor,
En que estableceré con la casa de Israel y la casa de
Judá un nuevo pacto;
8:9 No como el pacto que hice con sus padres
El día que los tomé de la mano para sacarlos
de la tierra de Egipto;
Porque ellos no permanecieron en mi pacto,
Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
8:10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa
de Israel
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo;
8:11 Y ninguno enseñará a su prójimo,
Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;
Porque todos me conocerán,
Desde el menor hasta el mayor de ellos.
8:12 Porque seré propicio a sus injusticias,
Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus
iniquidades.
8:13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo
que se da por viejo y se envejece, está próximo
a desaparecer.
Capítulo 9
9:1 Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto
y un santuario terrenal.
9:2 Porque el tabernáculo
estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar
Santo, estaban el candelabro,
la mesa y los panes de la proposición.
9:3 Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo
llamada el Lugar Santísimo,
9:4 el cual tenía un incensario de oro
y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes,
en la que estaba una urna de oro que contenía el maná,
la vara de Aarón que reverdeció,
y las tablas del pacto;
9:5 y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el
propiciatorio;
de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle.
9:6 Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del
tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir
los oficios del culto;
9:7 pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una
vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo
y por los pecados de ignorancia del pueblo;
9:8 dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún
no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo,
entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese
en pie.
9:9 Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según
el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer
perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto,
9:10 ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas
abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el
tiempo de reformar las cosas.
9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes
venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo,
no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
9:13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos,
y las cenizas de la becerra
rociadas a los inmundos, santifican para la purificación
de la carne,
9:14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de
obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
9:15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para
que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones
que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa
de la herencia eterna.
9:16 Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte
del testador.
9:17 Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es
válido entre tanto que el testador vive.
9:18 De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre.
9:19 Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos
de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros
y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo,
y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,
9:20 diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado.
9:21 Y además de esto, roció también con la
sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre;
y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
El sacrificio de Cristo quita el pecado
9:23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales
fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas,
con mejores sacrificios que estos.
9:24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano,
figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse
ahora por nosotros ante Dios;
9:25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote
en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
9:26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación
de los siglos, se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
9:27 Y de la manera que está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,
9:28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez
para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda
vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que
le esperan.
Capítulo 10
10:1 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros,
no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios
que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a
los que se acercan.
10:2 De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan
este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia
de pecado.
10:3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de
los pecados;
10:4 porque la sangre de los toros y de los machos cabríos
no puede quitar los pecados.
10:5 Por lo cual, entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
10:6 Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
10:7 Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.
10:8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones
por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se
ofrecen según la ley),
10:9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.
10:10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
10:11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día
ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que
nunca pueden quitar los pecados;
10:12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
10:13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos
sean puestos por estrado de sus pies;
10:14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a
los santificados.
10:15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque
después de haber dicho:
10:16 Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré,
10:17 añade:
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.
10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más
ofrenda por el pecado.
10:19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en
el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió
a través del velo, esto es, de su carne,
10:21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre
de fe, purificados los corazones
de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
10:23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra
esperanza, porque fiel es el que prometió.
10:24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al
amor y a las buenas obras;
10:25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre,
sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel
día se acerca.
Advertencia al que peca deliberadamente
10:26 Porque si pecáremos voluntariamente después
de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más
sacrificio por los pecados,
10:27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor
de fuego que ha de devorar a los adversarios.
10:28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio
de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.
10:29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá
el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre
del pacto
en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu
de gracia?
10:30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo
daré el pago, dice el Señor.
Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
10:31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
10:32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los
cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis
gran combate de padecimientos;
10:33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones
fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser
compañeros de los que estaban en una situación semejante.
10:34 Porque de los presos también os compadecisteis, y
el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que
tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los
cielos.
10:35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón;
10:36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho
la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
10:37 Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
10:38 Mas el justo vivirá por fe;
Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
10:39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición,
sino de los que tienen fe para preservación del alma.
Capítulo 11
La fe
11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve.
11:2 Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
11:3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por
la palabra de Dios,
de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
11:4 Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio
que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era
justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún
habla por ella.
11:5 Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue
hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto,
tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador
de los que le buscan.
11:7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca
de cosas que aún no se veían, con temor preparó
el arca en que su casa se salvase;
y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la
justicia que viene por la fe.
11:8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir
al lugar que había de recibir como herencia; y salió
sin saber a dónde iba.
11:9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida
como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos
de la misma promesa;
11:10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto
y constructor es Dios.
11:11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril,
recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo
de la edad,
porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
11:12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto,
salieron como las estrellas del cielo en multitud,
y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
11:13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido
lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo,
y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos
sobre la tierra.
11:14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan
una patria;
11:15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,
ciertamente tenían tiempo de volver.
11:16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual
Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les
ha preparado una ciudad.
11:17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac;
y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito,
11:18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada
descendencia;
11:19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los
muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió
a recibir.
11:20 Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a
cosas venideras.
11:21 Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos
de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.
11:22 Por la fe José, al morir, mencionó la salida
de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
11:23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido
por sus padres por tres meses,
porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del
rey.
11:24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse
hijo de la hija de Faraón,
11:25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que
gozar de los deleites temporales del pecado,
11:26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los
tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en
el galardón.
11:27 Por la fe dejó a Egipto,
no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.
11:28 Por la fe celebró la pascua y la aspersión de
la sangre, para que el que destruía a los primogénitos
no los tocase a ellos.
11:29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando
los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.
11:30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después
de rodearlos siete días.
11:31 Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con
los desobedientes,
habiendo recibido a los espías en paz.
11:32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me
faltaría contando de Gedeón,
de Barac,
de Sansón,
de Jefté,
de David,
así como de Samuel
y de los profetas;
11:33 que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron
promesas, taparon bocas de leones,
11:34 apagaron fuegos impetuosos,
evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron
fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.
11:35 Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección;mas
otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener
mejor resurrección.
11:36 Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de
esto prisiones y cárceles.
11:37 Fueron apedreados,
aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron
de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de
cabras, pobres, angustiados, maltratados;
11:38 de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos,
por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
11:39 Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante
la fe, no recibieron lo prometido;
11:40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que
no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.
Capítulo 12
Puestos los ojos en Jesús
12:1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro
tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y
del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante,
12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de
la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió
la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra
del trono de Dios.
12:3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción
de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo
no se canse hasta desmayar.
12:4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre,
combatiendo contra el pecado;
12:5 y habéis ya olvidado la exhortación que como
a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
12:6 Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.
12:7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos;
porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
12:8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
12:9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos
disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué
no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y
viviremos?
12:10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban
como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos
es provechoso, para que participemos de su santidad.
12:11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa
de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible
de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Los que rechazan la gracia de Dios
12:12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas
paralizadas;
12:13 y haced sendas derechas para vuestros pies,
para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.
12:14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie
verá al Señor.
12:15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia
de Dios; que brotando alguna raíz de amargura,
os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
12:16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como
Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.
12:17 Porque ya sabéis que aun después, deseando
heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad
para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
12:18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía
palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas
y a la tempestad,
12:19 al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual
los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,
12:20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si
aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada
con dardo;
12:21 y tan terrible era lo que se veía, que Moisés
dijo: Estoy espantado y temblando;
12:22 sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la
ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía
de muchos millares de ángeles,
12:23 a la congregación de los primogénitos que
están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos,
a los espíritus de los justos hechos perfectos,
12:24 a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre
rociada que habla mejor que la de Abel.
12:25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no
escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la
tierra,
mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde
los cielos.
12:26 La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero
ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré
no solamente la tierra, sino también el cielo.
12:27 Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción
de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las
inconmovibles.
12:28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible,
tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole
con temor y reverencia;
12:29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Capítulo 13
Deberes cristianos
13:1 Permanezca el amor fraternal.
13:2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos,
sin saberlo, hospedaron ángeles.
13:3 Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente
con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros
mismos estáis en el cuerpo.
13:4 Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla;
pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará
Dios.
13:5 Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé,
ni te dejaré;
13:6 de manera que podemos decir confiadamente:
El Señor es mi ayudador; no temeré
Lo que me pueda hacer el hombre.
13:7 Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de
Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta,
e imitad su fe.
13:8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
13:9 No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas;
porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no
con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de
ellas.
13:10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los
que sirven al tabernáculo.
13:11 Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa
del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote,
son quemados fuera del campamento.
13:12 Por lo cual también Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.
13:13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando
su vituperio;
13:14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que
buscamos la por venir.
13:15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él,
sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan
su nombre.
13:16 Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis;
porque de tales sacrificios se agrada Dios.
13:17 Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos
velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que
lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto
no os es provechoso.
13:18 Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia,
deseando conducirnos bien en todo.
13:19 Y más os ruego que lo hagáis así, para
que yo os sea restituido más pronto.
Bendición y salutaciones finales
13:20 Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro
Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la
sangre del pacto eterno,
13:21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis
su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable
delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
13:22 Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación,
pues os he escrito brevemente.
13:23 Sabed que está en libertad nuestro hermano Timoteo,
con el cual, si viniere pronto, iré a veros.
13:24 Saludad a todos vuestros pastores, y a todos los santos.
Los de Italia os saludan.
13:25 La gracia sea con todos vosotros. Amén
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