Daniel
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En los capítulos 1-6, el autor retoma varias historias que enseñaban
a los judíos establecidos en los países extranjeros y, a veces,
funcionarios de sus reyes, que en ningún caso podían transigir
con las exigencias de su fe y las prácticas de su Ley.
En los capítulos 7-12 él da su propio mensaje a sus compatriotas
perseguidos: esta persecución hace parte del plan de Dios; los
opresores no conseguirán destruir el pueblo creyente y poco después
de la persecución llegará el Reino de Dios. Ahí se encuentran
los tres pasajes más famosos del libro: el texto referente al
Hijo del Hombre, al que Jesús se referirá (Mc 13,26 y 14,62);
el anuncio de la resurrección de los muertos(12,13); la profecía
de las setenta semanas, que se ha prestado para innumerables comentarios
respecto del fin del mundo.
Capítulo 1
Daniel y sus compañeros en Babilonia
1:1 En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá,
vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.
1:2 Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey
de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios;
y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó
los utensilios en la casa del tesoro de su dios.
1:3 Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese
de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
1:4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer,
enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y
de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio
del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los
caldeos.
1:5 Y les señaló el rey ración para cada
día, de la provisión de la comida del rey, y del
vino que él bebía; y que los criase tres años,
para que al fin de ellos se presentasen delante del rey.
1:6 Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael
y Azarías, de los hijos de Judá.
1:7 A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a
Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac;
y a Azarías, Abed-nego.
1:8 Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con
la porción de la comida del rey, ni con el vino que él
bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos
que no se le obligase a contaminarse.
1:9 Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el
jefe de los eunucos;
1:10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor
el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida;
pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos
que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis
para con el rey mi cabeza.
1:11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe
de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
1:12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días,
y nos den legumbres a comer, y agua a beber.
1:13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos
que comen de la ración de la comida del rey, y haz después
con tus siervos según veas.
1:14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó
con ellos diez días.
1:15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro
de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos
que comían de la porción de la comida del rey.
1:16 Así, pues, Melsar se llevaba la porción de
la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les
daba legumbres.
1:17 A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia
en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en
toda visión y sueños.
1:18 Pasados, pues, los días al fin de los cuales había
dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo
delante de Nabucodonosor.
1:19 Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre
todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías;
así, pues, estuvieron delante del rey.
1:20 En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el
rey les consultó, los halló diez veces mejores que
todos los magos y astrólogos que había en todo su
reino.
1:21 Y continuó Daniel hasta el año primero del
rey Ciro.
Capítulo 2
Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor
2:1 En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, tuvo
Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu,
y se le fue el sueño.
2:2 Hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores
y caldeos, para que le explicasen sus sueños. Vinieron,
pues, y se presentaron delante del rey.
2:3 Y el rey les dijo: He tenido un sueño, y mi espíritu
se ha turbado por saber el sueño.
2:4 Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey,
para siempre vive; di el sueño a tus siervos, y te mostraremos
la interpretación.
2:5 Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto lo
olvidé; si no me mostráis el sueño y su interpretación,
seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas
en muladares.
2:6 Y si me mostrareis el sueño y su interpretación,
recibiréis de mí dones y favores y gran honra. Decidme,
pues, el sueño y su interpretación.
2:7 Respondieron por segunda vez, y dijeron: Diga el rey el sueño
a sus siervos, y le mostraremos la interpretación.
2:8 El rey respondió y dijo: Yo conozco ciertamente que
vosotros ponéis dilaciones, porque veis que el asunto se
me ha ido.
2:9 Si no me mostráis el sueño, una sola sentencia
hay para vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa
y perversa que decir delante de mí, entre tanto que pasa
el tiempo. Decidme, pues, el sueño, para que yo sepa que
me podéis dar su interpretación.
2:10 Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay
hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además
de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó
cosa semejante a ningún mago ni astrólogo ni caldeo.
2:11 Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y
no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada
no es con la carne.
2:12 Por esto el rey con ira y con gran enojo mandó que
matasen a todos los sabios de Babilonia.
2:13 Y se publicó el edicto de que los sabios fueran llevados
a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para
matarlos.
2:14 Entonces Daniel habló sabia y prudentemente a Arioc,
capitán de la guardia del rey, que había salido
para matar a los sabios de Babilonia.
2:15 Habló y dijo a Arioc capitán del rey: ¿Cuál
es la causa de que este edicto se publique de parte del rey tan
apresuradamente? Entonces Arioc hizo saber a Daniel lo que había.
2:16 Y Daniel entró y pidió al rey que le diese
tiempo, y que él mostraría la interpretación
al rey.
2:17 Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había
a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros,
2:18 para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre
este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no
pereciesen con los otros sabios de Babilonia.
2:19 Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión
de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.
2:20 Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios
de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría.
2:21 El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes;
da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.
2:22 El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está
en tinieblas, y con él mora la luz.
2:23 A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque
me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado
lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey.
2:24 Después de esto fue Daniel a Arioc, al cual el rey
había puesto para matar a los sabios de Babilonia, y le
dijo así: No mates a los sabios de Babilonia; llévame
a la presencia del rey, y yo le mostraré la interpretación.
2:25 Entonces Arioc llevó prontamente a Daniel ante el
rey, y le dijo así: He hallado un varón de los deportados
de Judá, el cual dará al rey la interpretación.
2:26 Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban
Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme conocer el
sueño que vi, y su interpretación?
2:27 Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio
que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos
ni adivinos lo pueden revelar al rey.
2:28 Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios,
y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer
en los postreros días. He aquí tu sueño,
y las visiones que has tenido en tu cama:
2:29 Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos
por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que
revela los misterios te mostró lo que ha de ser.
2:30 Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque
en mí haya más sabiduría que en todos los
vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación,
y para que entiendas los pensamientos de tu corazón.
2:31 Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran
imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy
sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible.
2:32 La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus
brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce;
2:33 sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en
parte de barro cocido.
2:34 Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con
mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro
cocido, y los desmenuzó.
2:35 Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el
barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo
de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que
de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió
a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.
2:36 Este es el sueño; también la interpretación
de él diremos en presencia del rey.
2:37 Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del
cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad.
2:38 Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo
y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te
ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de
oro.
2:39 Y después de ti se levantará otro reino inferior
al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará
sobre toda la tierra.
2:40 Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como
el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará
y quebrantará todo.
2:41 Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro
cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino
dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del
hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.
2:42 Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte
de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte
frágil.
2:43 Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán
por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno
con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.
2:44 Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará
un reino que no será jamás destruido, ni será
el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá
a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,
2:45 de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra,
no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el
barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que
ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero,
y fiel su interpretación.
2:46 Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro
y se humilló ante Daniel, y mandó que le ofreciesen
presentes e incienso.
2:47 El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios
vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que
revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio.
2:48 Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos
honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la provincia
de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.
2:49 Y Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre
los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego;
y Daniel estaba en la corte del rey.
Capítulo 3
Rescatados del horno de fuego
3:1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura
era de sesenta codos,
y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura,
en la provincia de Babilonia.
3:2 Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los
sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros,
consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias,
para que viniesen a la dedicación de la estatua que el
rey Nabucodonosor había levantado.
3:3 Fueron, pues, reunidos los sátrapas, magistrados, capitanes,
oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores
de las provincias, a la dedicación de la estatua que el
rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie delante
de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.
3:4 Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros,
oh pueblos, naciones y lenguas,
3:5 que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril,
del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento
de música, os postréis y adoréis la estatua
de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado;
3:6 y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será
echado dentro de un horno de fuego ardiendo.
3:7 Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la
bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de
la zampoña y de todo instrumento de música, todos
los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua
de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
3:8 Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron
y acusaron maliciosamente a los judíos.
3:9 Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre
vive.
3:10 Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír
el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del
salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música,
se postre y adore la estatua de oro;
3:11 y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno
de fuego ardiendo.
3:12 Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre
los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego;
estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses,
ni adoran la estatua de oro que has levantado.
3:13 Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen
a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos
estos varones delante del rey.
3:14 Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad,
Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi
dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
3:15 Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al
oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del
arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento
de música, os postréis y adoréis la estatua
que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis
echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué
dios será aquel que os libre de mis manos?
3:16 Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor,
diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto.
3:17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos
del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.
3:18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni
tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
3:19 Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó
el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó
que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado.
3:20 Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en
su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para
echarlos en el horno de fuego ardiendo.
3:21 Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus
calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro
del horno de fuego ardiendo.
3:22 Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían
calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que
habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego.
3:23 Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron
atados dentro del horno de fuego ardiendo.
3:24 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó
apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron
a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al
rey: Es verdad, oh rey.
3:25 Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos,
que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño;
y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.
3:26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno
de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos
del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac
y Abed-nego salieron de en medio del fuego.
3:27 Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los
capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones,
cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre
sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había
quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego
tenían.
3:28 Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos,
de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel
y libró a sus siervos que confiaron en él, y que
no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes
que servir y adorar a otro dios que su Dios.
3:29 Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua
que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego,
sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto
no hay dios que pueda librar como éste.
3:30 Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego
en la provincia de Babilonia.
Capítulo 4
La locura de Nabucodonosor
4:1 Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas
que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada.
4:2 Conviene que yo declare las señales y milagros que
el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
4:3 ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán
potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío
de generación en generación.
4:4 Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente
en mi palacio.
4:5 Vi un sueño que me espantó, y tendido en cama,
las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron.
4:6 Por esto mandé que vinieran delante de mí todos
los sabios de Babilonia, para que me mostrasen la interpretación
del sueño.
4:7 Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos, y
les dije el sueño, pero no me pudieron mostrar su interpretación,
4:8 hasta que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre
es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu
de los dioses santos. Conté delante de él el sueño,
diciendo:
4:9 Beltsasar, jefe de los magos, ya que he entendido que hay
en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún
misterio se te esconde, declárame las visiones de mi sueño
que he visto, y su interpretación.
4:10 Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en
mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol,
cuya altura era grande.
4:11 Crecía este árbol, y se hacía fuerte,
y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde
todos los confines de la tierra.
4:12 Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había
en él alimento para todos. Debajo de él se ponían
a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían
morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda
carne.
4:13 Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama,
que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo.
4:14 Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad
el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad
su fruto; váyanse las bestias que están debajo de
él, y las aves de sus ramas.
4:15 Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra,
con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea
mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su
parte entre la hierba de la tierra.
4:16 Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón
de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.
4:17 La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho
de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes
que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que
a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al
más bajo de los hombres.
4:18 Yo el rey Nabucodonosor he visto este sueño. Tú,
pues, Beltsasar, dirás la interpretación de él,
porque todos los sabios de mi reino no han podido mostrarme su
interpretación; mas tú puedes, porque mora en ti
el espíritu de los dioses santos.
4:19 Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltsasar, quedó
atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaban.
El rey habló y dijo: Beltsasar, no te turben ni el sueño
ni su interpretación. Beltsasar respondió y dijo:
Señor mío, el sueño sea para tus enemigos,
y su interpretación para los que mal te quieren.
4:20 El árbol que viste, que crecía y se hacía
fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía
desde todos los confines de la tierra,
4:21 cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en que
había alimento para todos, debajo del cual moraban las
bestias del campo, y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo,
4:22 tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte,
pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y
tu dominio hasta los confines de la tierra.
4:23 Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que
descendía del cielo y decía: Cortad el árbol
y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis
en la tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del
campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias
del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete
tiempos;
4:24 esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia
del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey:
4:25 Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias
del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán
como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás
bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta
que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino
de los hombres, y que lo da a quien él quiere.
4:26 Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las
raíces del mismo árbol, significa que tu reino te
quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna.
4:27 Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime
con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con
los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación
de tu tranquilidad.
4:28 Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor.
4:29 Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia,
4:30 habló el rey y dijo: ¿No es ésta la
gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza
de mi poder, y para gloria de mi majestad?
4:31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino
una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino
ha sido quitado de ti;
4:32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias
del campo será tu habitación, y como a los bueyes
te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti,
hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en
el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.
4:33 En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor,
y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como
los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo,
hasta que su pelo creció como plumas de águila,
y sus uñas como las de las aves.
4:34 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos
al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo,
y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo
dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.
4:35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada;
y él hace según su voluntad en el ejército
del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga
su mano, y le diga: ¿Qué haces?
4:36 En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la
majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí,
y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido
en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.
4:37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al
Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos
justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.
Capítulo 5
La escritura en la pared
5:1 El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes,
y en presencia de los mil bebía vino.
5:2 Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen
los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había
traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen
en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas.
5:3 Entonces fueron traídos los vasos de oro que habían
traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén,
y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres
y sus concubinas.
5:4 Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata,
de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
5:5 En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de
hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado
de la pared del palacio real, y el rey veía la mano que
escribía.
5:6 Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron,
y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra
la otra.
5:7 El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos,
caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: Cualquiera
que lea esta escritura y me muestre su interpretación,
será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará
en su cuello, y será el tercer señor en el reino.
5:8 Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, pero
no pudieron leer la escritura ni mostrar al rey su interpretación.
5:9 Entonces el rey Belsasar se turbó sobremanera, y palideció,
y sus príncipes estaban perplejos.
5:10 La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes,
entró a la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre;
no te turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro.
5:11 En tu reino hay un hombre en el cual mora el espíritu
de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló
en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría
de los dioses; al que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey, constituyó
jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos,
5:12 por cuanto fue hallado en él mayor espíritu
y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar
enigmas y resolver dudas; esto es, en Daniel, al cual el rey puso
por nombre Beltsasar. Llámese, pues, ahora a Daniel, y
él te dará la interpretación.
5:13 Entonces Daniel fue traído delante del rey. Y dijo
el rey a Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos
de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea?
5:14 Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses
santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento
y mayor sabiduría.
5:15 Y ahora fueron traídos delante de mí sabios
y astrólogos para que leyesen esta escritura y me diesen
su interpretación; pero no han podido mostrarme la interpretación
del asunto.
5:16 Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones
y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y
darme su interpretación, serás vestido de púrpura,
y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás
el tercer señor en el reino.
5:17 Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey:
Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré
la escritura al rey, y le daré la interpretación.
5:18 El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre
el reino y la grandeza, la gloria y la majestad.
5:19 Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones
y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien
quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía
a quien quería, y a quien quería humillaba.
5:20 Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su
espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto
del trono de su reino, y despojado de su gloria.
5:21 Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente
se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses
fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo
fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció
que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los
hombres, y que pone sobre él al que le place.
5:22 Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón,
sabiendo todo esto;
5:23 sino que contra el Señor del cielo te has ensoberbecido,
e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y tú
y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en
ellos; además de esto, diste alabanza a dioses de plata
y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven,
ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu vida,
y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste.
5:24 Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó
esta escritura.
5:25 Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN.
5:26 Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó
Dios tu reino, y le ha puesto fin.
5:27 TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto.
5:28 PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los
persas.
5:29 Entonces mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura,
y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él
era el tercer señor del reino.
5:30 La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos.
5:31 Y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta
y dos años.
Capítulo 6
Daniel en el foso de los leones
6:1 Pareció bien a Darío constituir sobre el reino
ciento veinte sátrapas, que gobernasen en todo el reino.
6:2 Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era
uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el
rey no fuese perjudicado.
6:3 Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores,
porque había en él un espíritu superior;
y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino.
6:4 Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión
para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían
hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel,
y ningún vicio ni falta fue hallado en él.
6:5 Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este
Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos
contra él en relación con la ley de su Dios.
6:6 Entonces estos gobernadores y sátrapas se juntaron
delante del rey, y le dijeron así: ¡Rey Darío,
para siempre vive!
6:7 Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas,
príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues
un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio
de treinta días demande petición de cualquier dios
u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones.
6:8 Ahora, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que
no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia,
la cual no puede ser abrogada.
6:9 Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.
6:10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado,
entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara
que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al
día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo
solía hacer antes.
6:11 Entonces se juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel
orando y rogando en presencia de su Dios.
6:12 Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: ¿No
has confirmado edicto que cualquiera que en el espacio de treinta
días pida a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey,
sea echado en el foso de los leones? Respondió el rey diciendo:
Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no
puede ser abrogada.
6:13 Entonces respondieron y dijeron delante del rey: Daniel,
que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta
a ti, oh rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres
veces al día hace su petición.
6:14 Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran
manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del
sol trabajó para librarle.
6:15 Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sepas,
oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto
u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado.
6:16 Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron
en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo,
a quien tú continuamente sirves, él te libre.
6:17 Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del
foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo
de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel
no se alterase.
6:18 Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó ayuno;
ni instrumentos de música fueron traídos delante
de él, y se le fue el sueño.
6:19 El rey, pues, se levantó muy de mañana, y fue
apresuradamente al foso de los leones.
6:20 Y acercándose al foso llamó a voces a Daniel
con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el
Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te
ha podido librar de los leones?
6:21 Entonces Daniel respondió al rey: Oh rey, vive para
siempre.
6:22 Mi Dios envió su ángel, el cual cerró
la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque
ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey,
yo no he hecho nada malo.
6:23 Entonces se alegró el rey en gran manera a causa de
él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel
sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él,
porque había confiado en su Dios.
6:24 Y dio orden el rey, y fueron traídos aquellos hombres
que habían acusado a Daniel, y fueron echados en el foso
de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no
habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se
apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos.
6:25 Entonces el rey Darío escribió a todos los
pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz
os sea multiplicada.
6:26 De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo
el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia
del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece
por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido,
y su dominio perdurará hasta el fin.
6:27 El salva y libra, y hace señales y maravillas en el
cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder
de los leones.
6:28 Y este Daniel prosperó durante el reinado de Darío
y durante el reinado de Ciro el persa.
Capítulo 7
Visión de las cuatro bestias
7:1 En el primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo
Daniel un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba
en su lecho; luego escribió el sueño, y relató
lo principal del asunto.
7:2 Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he
aquí que los cuatro vientos del cielo combatían
en el gran mar.
7:3 Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían
del mar.
7:4 La primera era como león, y tenía alas de águila.
Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue
levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera
de hombre, y le fue dado corazón de hombre.
7:5 Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso,
la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía
en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así:
Levántate, devora mucha carne.
7:6 Después de esto miré, y he aquí otra,
semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas;
tenía tembién esta bestia cuatro cabezas; y le fue
dado dominio.
7:7 Después de esto miraba yo en las visiones de la noche,
y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran
manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro;
devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era
muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía
diez cuernos.
7:8 Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro
cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él
fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí
que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que
hablaba grandes cosas.
7:9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos,
y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era
blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia;
su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.
7:10 Un río de fuego procedía y salía de
delante de él; millares de millares le servían,
y millones de millones asistían delante de él;
el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.
7:11 Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras
que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y
su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego.
7:12 Habían también quitado a las otras bestias
su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta
cierto tiempo.
7:13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí
con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre,
que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse
delante de él.
7:14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieran;
su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino
uno que no será destruido.
7:15 Se me turbó el espíritu a mí, Daniel,
en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron.
7:16 Me acerqué a uno de los que asistían, y le
pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló,
y me hizo conocer la interpretación de las cosas.
7:17 Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán
en la tierra.
7:18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo,
y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para
siempre.
7:19 Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta
bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en
gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas
de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con
sus pies;
7:20 asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su
cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual
habían caído tres; y este mismo cuerno tenía
ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más
grande que sus compañeros.
7:21 Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra
los santos, y los vencía,
7:22 hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio
a los santos del Altísimo;
y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.
7:23 Dijo así: La cuarta bestia será un cuarto reino
en la tierra, el cual será diferente de todos los otros
reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y
despedazará.
7:24 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán
diez reyes;
y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente
de los primeros, y a tres reyes derribará.
7:25 Y hablará palabras contra el Altísimo, y a
los santos del Altísimo quebrantará, y pensará
en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en
su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo.
7:26 Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio
para que sea destruido y arruinado hasta el fin,
7:27 y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos
debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del
Altísimo,
cuyo reino es reino eterno,
y todos los dominios le servirán y obedecerán.
7:28 Aquí fue el fin de sus palabras. En cuanto a mí,
Daniel, mis pensamientos me turbaron y mi rostro se demudó;
pero guardé el asunto en mi corazón.
Capítulo 8
Visión del carnero y del macho cabrío
8:1 En el año tercero del reinado del rey Belsasar me
apareció una visión a mí, Daniel, después
de aquella que me había aparecido antes.
8:2 Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que
es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en
visión, estando junto al río Ulai.
8:3 Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero
que estaba delante del río, y tenía dos cuernos;
y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el
otro; y el más alto creció después.
8:4 Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente,
al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante
de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía
conforme a su voluntad, y se engrandecía.
8:5 Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío
venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra,
sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un
cuerno notable entre sus ojos.
8:6 Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había
visto en la ribera del río, y corrió contra él
con la furia de su fuerza.
8:7 Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó
contra él y lo hirió, y le quebró sus dos
cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante
de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó,
y no hubo quien librase al carnero de su poder.
8:8 Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera;
pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado,
y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los
cuatro vientos del cielo.
8:9 Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que
creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.
8:10 Y se engrandeció hasta el ejército del cielo;
y parte del ejército y de las estrellas echó por
tierra,
y las pisoteó.
8:11 Aun se engrandeció contra el príncipe de los
ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio,
y el lugar de su santuario fue echado por tierra.
8:12 Y a causa de la prevaricación le fue entregado el
ejército junto con el continuo sacrificio; y echó
por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó.
8:13 Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los
santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo
durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación
asoladora entregando el santuario y el ejército para ser
pisoteados?
8:14 Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas;
luego el santuario será purificado.
8:15 Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la
visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso
delante de mí uno con apariencia de hombre.
8:16 Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai,
que gritó y dijo: Gabriel,
enseña a éste la visión.
8:17 Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré,
y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende,
hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del
fin.
8:18 Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en
tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo
estar en pie.
8:19 Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que
ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del
fin.
8:20 En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos,
éstos son los reyes de Media y de Persia.
8:21 El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande
que tenía entre sus ojos es el rey primero.
8:22 Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro
en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán
de esa nación, aunque no con la fuerza de él.
8:23 Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores
lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro
y entendido en enigmas.
8:24 Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia;
y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará
arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo
de los santos.
8:25 Con su sagacidad hará prosperar el engaño en
su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin
aviso destruirá a muchos; y se levantará contra
el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado,
aunque no por mano humana.
8:26 La visión de las tardes y mañanas que se ha
referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque
es para muchos días.
8:27 Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos
días, y cuando convalecí, atendí los negocios
del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y
no la entendía.
Capítulo 9
Oración de Daniel por su pueblo
9:1 En el año primero de Darío hijo de Asuero, de
la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino
de los caldeos,
9:2 en el año primero de su reinado, yo Daniel miré
atentamente en los libros el número de los años de
que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían
de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
9:3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole
en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.
9:4 Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión
diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido,
que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan
tus mandamientos;
9:5 hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente,
y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos
y de tus ordenanzas.
9:6 No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre
hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros
padres y a todo el pueblo de la tierra.
9:7 Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión
de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá,
los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y
los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa
de su rebelión con que se rebelaron contra ti.
9:8 Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro,
de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres;
porque contra ti pecamos.
9:9 De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el
perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado,
9:10 y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para
andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio
de sus siervos los profetas.
9:11 Todo Israel traspasó tu ley apartándose para
no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la
maldición y el juramento que está escrito en la ley
de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos.
9:12 Y él ha cumplido la palabra que habló contra
nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre
nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada
semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén.
9:13 Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo
este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová
nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender
tu verdad.
9:14 Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo
sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas
sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz.
9:15 Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo
de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre
cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente.
9:16 Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese
ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu
santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad
de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio
de todos en derredor nuestro.
9:17 Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo,
y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario
asolado, por amor del Señor.
9:18 Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus
ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es
invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados
en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
9:19 Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído,
Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío;
porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
Profecía de las setenta semanas
9:20 Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado
y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante
de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios;
9:21 aún estaba hablando en oración, cuando el varón
Gabriel,
a quien había visto en la visión al principio, volando
con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de
la tarde.
9:22 Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel,
ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.
9:23 Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido
para enseñártela, porque tú eres muy amado.
Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.
9:24 Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo
y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación,
y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia
perdurable, y sellar la visión y la profecía, y
ungir al Santo de los santos.
9:25 Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para
restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías
Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas;
se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.
9:26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará
la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de
un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad
y el santuario; y su fin será con inundación, y
hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.
9:27 Y por otra semana confirmará el pacto con muchos;
a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá
el desolador,
hasta que venga la consumación, y lo que está determinado
se derrame sobre el desolador.
Capítulo 10
Visión de Daniel junto al río
10:1 En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada
palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera,
y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra,
y tuvo inteligencia en la visión.
10:2 En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio
de tres semanas.
10:3 No comí manjar delicado, ni entró en mi boca
carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que
se cumplieron las tres semanas.
10:4 Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a
la orilla del gran río Hidekel.
10:5 Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un
varón vestido de lino,
y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz.
10:6 Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía
un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus
brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el
sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.
10:7 Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no
la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó
de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.
10:8 Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión,
y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió
en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno.
10:9 Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír
el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo
sueño, con mi rostro en tierra.
10:10 Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me
pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos.
10:11 Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento
a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a
ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse
en pie temblando.
10:12 Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer
día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte
en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras;
y a causa de tus palabras yo he venido.
10:13 Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante
veintiún días; pero he aquí Miguel,
uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y
quedé allí con los reyes de Persia.
10:14 He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo
en los postreros días; porque la visión es para
esos días.
10:15 Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los
ojos puestos en tierra, y enmudecido.
10:16 Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre
tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé,
y dije al que estaba delante de mí: Señor mío,
con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda
fuerza.
10:17 ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi
señor hablar con mi señor? Porque al instante me
faltó la fuerza, y no me quedó aliento.
10:18 Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó
otra vez, y me fortaleció,
10:19 y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate
y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré
las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido.
10:20 El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a tí?
Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe
de Persia; y al terminar con él, el príncipe de
Grecia vendrá.
10:21 Pero yo te declararé lo que está escrito en
el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel
vuestro príncipe.
Capítulo 11
11:1 Y yo mismo, en el año primero de
Darío el medo, estuve para animarlo y fortalecerlo.
Los reyes del norte y del sur
11:2 Y ahora yo te mostraré la verdad. He aquí
que aún habrá tres reyes en Persia, y el cuarto
se hará de grandes riquezas más que todos ellos;
y al hacerse fuerte con sus riquezas, levantará a todos
contra el reino de Grecia.
11:3 Se levantará luego un rey valiente, el cual dominará
con gran poder y hará su voluntad.
11:4 Pero cuando se haya levantado, su reino será quebrantado
y repartido hacia los cuatro vientos del cielo; no a sus descendientes,
ni según el dominio con que él dominó; porque
su reino será arrancado, y será para otros fuera
de ellos.
11:5 Y se hará fuerte el rey del sur; mas uno de sus príncipes
será más fuerte que él, y se hará
poderoso; su dominio será grande.
11:6 Al cabo de años harán alianza, y la hija del
rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la paz.
Pero ella no podrá retener la fuerza de su brazo, ni permanecerá
él, ni su brazo; porque será entregada ella y los
que la habían traído, asimismo su hijo, y los que
estaban de parte de ella en aquel tiempo.
11:7 Pero un renuevo de sus raíces se levantará
sobre su trono, y vendrá con ejército contra el
rey del norte, y entrará en la fortaleza, y hará
en ellos a su arbitrio, y predominará.
11:8 Y aun a los dioses de ellos, sus imágenes fundidas
y sus objetos preciosos de plata y de oro, llevará cautivos
a Egipto; y por años se mantendrá él contra
el rey del norte.
11:9 Así entrará en el reino el rey del sur, y volverá
a su tierra.
11:10 Mas los hijos de aquél se airarán, y reunirán
multitud de grandes ejércitos; y vendrá apresuradamente
e inundará, y pasará adelante; luego volverá
y llevará la guerra hasta su fortaleza.
11:11 Por lo cual se enfurecerá el rey del sur, y saldrá
y peleará contra el rey del norte; y pondrá en campaña
multitud grande, y toda aquella multitud será entregada
en su mano.
11:12 Y al llevarse él la multitud, se elevará su
corazón, y derribará a muchos millares; mas no prevalecerá.
11:13 Y el rey del norte volverá a poner en campaña
una multitud mayor que la primera, y al cabo de algunos años
vendrá apresuradamente con gran ejército y con muchas
riquezas.
11:14 En aquellos tiempos se levantarán muchos contra el
rey del sur; y hombres turbulentos de tu pueblo se levantarán
para cumplir la visión, pero ellos caerán.
11:15 Vendrá, pues, el rey del norte, y levantará
baluartes, y tomará la ciudad fuerte; y las fuerzas del
sur no podrán sostenerse, ni sus tropas escogidas, porque
no habrá fuerzas para resistir.
11:16 Y el que vendrá contra él hará su voluntad,
y no habrá quien se le pueda enfrentar; y estará
en la tierra gloriosa, la cual será consumida en su poder.
11:17 Afirmará luego su rostro para venir con el poder
de todo su reino; y hará con aquél convenios, y
le dará una hija de mujeres para destruirle; pero no permanecerá,
ni tendrá éxito.
11:18 Volverá después su rostro a las costas, y
tomará muchas; mas un príncipe hará cesar
su afrenta, y aun hará volver sobre él su oprobio.
11:19 Luego volverá su rostro a las fortalezas de su tierra;
mas tropezará y caerá, y no será hallado.
11:20 Y se levantará en su lugar uno que hará pasar
un cobrador de tributos por la gloria del reino; pero en pocos
días será quebrantado, aunque no en ira, ni en batalla.
11:21 Y le sucederá en su lugar un hombre despreciable,
al cual no darán la honra del reino; pero vendrá
sin aviso y tomará el reino con halagos.
11:22 Las fuerzas enemigas serán barridas delante de él
como con inundación de aguas; serán del todo destruidos,
junto con el príncipe del pacto.
11:23 Y después del pacto con él, engañará
y subirá, y saldrá vencedor con poca gente.
11:24 Estando la provincia en paz y en abundancia, entrará
y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres de
sus padres; botín, despojos y riquezas repartirá
a sus soldados, y contra las fortalezas formará sus designios;
y esto por un tiempo.
11:25 Y despertará sus fuerzas y su ardor contra el rey
del sur con gran ejército; y el rey del sur se empeñará
en la guerra con grande y muy fuerte ejército; mas no prevalecerá,
porque le harán traición.
11:26 Aun los que coman de sus manjares le quebrantarán;
y su ejército será destruido, y caerán muchos
muertos.
11:27 El corazón de estos dos reyes será para hacer
mal, y en una misma mesa hablarán mentira; mas no servirá
de nada, porque el plazo aún no habrá llegado.
11:28 Y volverá a su tierra con gran riqueza, y su corazón
será contra el pacto santo; hará su voluntad, y
volverá a su tierra.
11:29 Al tiempo señalado volverá al sur; mas no
será la postrera venida como la primera.
11:30 Porque vendrán contra él naves de Quitim,
y él se contristará, y volverá, y se enojará
contra el pacto santo, y hará según su voluntad;
volverá, pues, y se entenderá con los que abandonen
el santo pacto.
11:31 Y se levantarán de su parte tropas que profanarán
el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio,
y pondrán la abominación desoladora.
11:32 Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto;
mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará.
11:33 Y los sabios del pueblo instruirán a muchos; y por
algunos días caerán a espada y a fuego, en cautividad
y despojo.
11:34 Y en su caída serán ayudados de pequeño
socorro; y muchos se juntarán a ellos con lisonjas.
11:35 También algunos de los sabios caerán para
ser depurados y limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo determinado;
porque aun para esto hay plazo.
11:36 Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá,
y se engrandecerá sobre todo dios;
y contra el Dios de los dioses hablará maravillas,
y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo
determinado se cumplirá.
11:37 Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor
de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre
todo se engrandecerá.
11:38 Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas,
dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y
plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio.
11:39 Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más
inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan,
y por precio repartirá la tierra.
11:40 Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá
con él; y el rey del norte se levantará contra él
como una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas
naves; y entrará por las tierras, e inundará, y
pasará.
11:41 Entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias
caerán; mas éstas escaparán de su mano: Edom
y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón.
11:42 Extenderá su mano contra las tierras, y no escapará
el país de Egipto.
11:43 Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de
todas las cosas preciosas de Egipto; y los de Libia y de Etiopía
le seguirán.
11:44 Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán,
y saldrá con gran ira para destruir y matar a muchos.
11:45 Y plantará las tiendas de su palacio entre los mares
y el monte glorioso y santo; mas llegará a su fin, y no
tendrá quien le ayude.
Capítulo 12
El tiempo del fin
12:1 En aquel tiempo se levantará Miguel,
el gran príncipe que está de parte de los hijos de
tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde
que hubo gente hasta entonces;
pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los
que se hallen escritos en el libro.
12:2 Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán
despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza
y confusión perpetua.
12:3 Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad.
12:4 Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro
hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para
allá, y la ciencia se aumentará.
12:5 Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban
en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado
del río.
12:6 Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre
las aguas del río: ¿Cuándo será el fin
de estas maravillas?
12:7 Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre
las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra
al cielo, y juró por el que vive por los siglos,
que será por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo.
Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo,
todas estas cosas serán cumplidas.
12:8 Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor
mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?
12:9 El respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están
cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.
12:10 Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados;
los impíos procederán impíamente,
y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos
comprenderán.
12:11 Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta
la abominación desoladora,
habrá mil doscientos noventa días.
12:12 Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta
y cinco días.
12:13 Y tú irás hasta el fin, y reposarás,
y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.
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