1ª de S. Pedro
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Por tanto, fue poco antes de su muerte cuando, desde Roma, escribió esta
carta. No tenía el genio ni el talento literario de Pablo. Quiso,
sin embargo, dirigirse a los cristianos de la provincia de Asia,
donde empezaban las primeras persecuciones. A diferencia de Pablo,
no se preocupa aquí por aclarar y defender la fe. Solamente quiere
dar ánimo a creyentes que sufren, presentándoles el ejemplo de
Cristo y recordando las consecuencias del bautismo.
Capítulo 1
1:1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los
expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia,
Asia y Bitinia,
1:2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación
del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre
de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
Una esperanza viva
1:3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que según su grande misericordia nos hizo renacer para
una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de
los muertos,
1:4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible,
reservada en los cielos para vosotros,
1:5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo postrero.
1:6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un
poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos
en diversas pruebas,
1:7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa
que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
1:8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo,
aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable
y glorioso;
1:9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación
de vuestras almas.
1:10 Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros,
inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
1:11 escudriñando qué persona y qué tiempo
indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el
cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias
que vendrían tras ellos.
1:12 A éstos se les reveló que no para sí
mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora
os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por
el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales
anhelan mirar los ángeles.
Llamamiento a una vida santa
1:13 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento,
sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá
cuando Jesucristo sea manifestado;
1:14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos
que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
1:15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
1:16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
1:17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción
de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos
en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles,
como oro o plata,
1:19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero
sin mancha y sin contaminación,
1:20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo,
pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,
1:21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó
de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza
sean en Dios.
1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la
verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no
fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón
puro;
1:23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible,
por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
1:24 Porque:
Toda carne es como hierba,
Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.
La hierba se seca, y la flor se cae;
1:25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre.
Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Capítulo 2
2:1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía,
envidias, y todas las detracciones,
2:2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual
no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,
2:3 si es que habéis gustado la benignidad del Señor.
La piedra viva
2:4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente
por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
2:5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados
como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
2:6 Por lo cual también contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo,
escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
2:7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso;
pero para los que no creen, La piedra que los edificadores
desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
2:8 y:
Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,
porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual
fueron también destinados.
El pueblo de Dios
2:9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa,
pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable;
2:10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora
sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado
misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
Vivid como siervos de Dios
2:11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que
os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra
el alma,
2:12 manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles;
para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen
a Dios en el día de la visitación, al considerar
vuestras buenas obras.
2:13 Por causa del Señor someteos a toda institución
humana, ya sea al rey, como a superior,
2:14 ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo
de los malhechores y alabanza de los que hacen bien.
2:15 Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis
callar la ignorancia de los hombres insensatos;
2:16 como libres, pero no como los que tienen la libertad como
pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.
2:17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad
al rey.
2:18 Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos;
no solamente a los buenos y afables, sino también a los
difíciles de soportar.
2:19 Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de
la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente.
2:20 Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados,
y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís,
y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de
Dios.
2:21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que
sigáis sus pisadas;
2:22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño
en su boca;
2:23 quien cuando le maldecían, no respondía con
maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba
la causa al que juzga justamente;
2:24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
2:25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas,
pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras
almas.
Capítulo 3
Deberes conyugales
3:1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados
sin palabra por la conducta de sus esposas,
3:2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa.
3:3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos,
de adornos de oro o de vestidos lujosos,
3:4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible
ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande
estima delante de Dios.
3:5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo
aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a
sus maridos;
3:6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor;
de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis
el bien, sin temer ninguna amenaza.
3:7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como
a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones
no tengan estorbo.
Una buena conciencia
3:8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables;
3:9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición,
sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición.
3:10 Porque:
El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen engaño;
3:11 Apártese del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala.
3:12 Porque los ojos del Señor están sobre los
justos,
Y sus oídos atentos a sus oraciones;
Pero el rostro del Señor está contra aquellos
que hacen el mal.
3:13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer
daño, si vosotros seguís el bien?
3:14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa
de la justicia, bienaventurados sois.
Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os
conturbéis,
3:15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones,
y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre
y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros;
3:16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de
vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian
vuestra buena conducta en Cristo.
3:17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si
la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.
3:18 Porque también Cristo padeció una sola vez
por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios,
siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
3:19 en el cual también fue y predicó a los espíritus
encarcelados,
3:20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba
la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras
se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho,
fueron salvadas por agua.
3:21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando
las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de
una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de
Jesucristo,
3:22 quien habiendo subido al cielo está a la diestra de
Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades
y potestades.
Capítulo 4
Buenos administradores de la gracia de Dios
4:1 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros
también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido
en la carne, terminó con el pecado,
4:2 para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las
concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.
4:3 Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los
gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías,
disipación y abominables idolatrías.
4:4 A éstos les parece cosa extraña que vosotros no
corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución,
y os ultrajan;
4:5 pero ellos darán cuenta al que está preparado
para juzgar a los vivos y a los muertos.
4:6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio
a los muertos, para que sean juzgados en carne según los
hombres, pero vivan en espíritu según Dios.
4:7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios,
y velad en oración.
4:8 Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el
amor cubrirá multitud de pecados.
4:9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.
4:10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo
a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia
de Dios.
4:11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si
alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que
en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen
la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Padeciendo como cristianos
4:12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que
os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,
4:13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos
de Cristo, para que también en la revelación de
su gloria os gocéis con gran alegría.
4:14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados,
porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.
Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero
por vosotros es glorificado.
4:15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida,
o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno;
4:16 pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence,
sino glorifique a Dios por ello.
4:17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de
Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál
será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de
Dios?
4:18 Y:
Si el justo con dificultad se salva,
¿En dónde aparecerá el impío y
el pecador?
4:19 De modo que los que padecen según la voluntad de Dios,
encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.
Capítulo 5
Apacentad la grey de Dios
5:1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano
también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo,
que soy también participante de la gloria que será
revelada:
5:2 Apacentad la grey de Dios
que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza,
sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto;
5:3 no como teniendo señorío sobre los que están
a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
5:4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros
recibiréis la corona incorruptible de gloria.
5:5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y
todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque:
Dios resiste a los soberbios,
Y da gracia a los humildes.
5:6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él
os exalte cuando fuere tiempo;
5:7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él
tiene cuidado de vosotros.
5:8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como
león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
5:9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos
se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
5:10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria
eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido
un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca
y establezca.
5:11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos. Amén.
Salutaciones finales
5:12 Por conducto de Silvano,
a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos,
y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios,
en la cual estáis.
5:13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente
con vosotros, y Marcos
mi hijo, os saludan.
5:14 Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea
con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
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