Lamentaciones
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Después de la ruina de Jerusalén y de las cosas horrendas que sucedieron
en esta ocasión, los creyentes tratan de comprender. No se quejan,
ven la ruina como castigo merecido por los muchos desórdenes y
por el constante rechazo de las advertencias de Dios. Y, sin embargo,
saben que Yavé ama a su pueblo, lo creen, lo sienten y lo afirman.
Cuando los desterrados volvieron a Jerusalén, muy posiblemente
se reunían para orar en común en los escombros de lo que había
sido el Templo, y juntos alternaban estos lamentos. Después siguieron
rezándolos cada año en la fecha que recordaban la catástrofe,
y más tarde la Iglesia se acostumbró a usarlos para recordar la
muerte de Jesús.
Una tradición judía atribuye a Jeremías estos poemas, que revelan
un espíritu bien parecido al suyo.
Capítulo 1
Tristezas de Sion la cautiva
1:1 ¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa!
La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda,
La señora de provincias ha sido hecha tributaria.
1:2 Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están
en sus mejillas.
No tiene quien la consuele de todos sus amantes;
Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos.
1:3 Judá ha ido en cautiverio a causa de la aflicción
y de la dura servidumbre;
Ella habitó entre las naciones, y no halló descanso;
Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las estrechuras.
1:4 Las calzadas de Sion tienen luto, porque no hay quien venga
a las fiestas solemnes;
Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen,
Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura.
1:5 Sus enemigos han sido hechos príncipes, sus aborrecedores
fueron prosperados,
Porque Jehová la afligió por la multitud de sus
rebeliones;
Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo.
1:6 Desapareció de la hija de Sion toda su hermosura;
Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto,
Y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor.
1:7 Jerusalén, cuando cayó su pueblo en mano
del enemigo y no hubo quien la ayudase,
Se acordó de los días de su aflicción,
y de sus rebeliones,
Y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos
antiguos.
La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída.
1:8 Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella
ha sido removida;
Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron
su vergüenza;
Y ella suspira, y se vuelve atrás.
1:9 Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó
de su fin;
Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene
quien la consuele.
Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo
se ha engrandecido.
1:10 Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas;
Ella ha visto entrar en su santuario a las naciones
De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.
1:11 Todo su pueblo buscó su pan suspirando;
Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener
la vida.
Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida.
1:12 ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el
camino?
Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido;
Porque Jehová me ha angustiado en el día de su
ardiente furor.
1:13 Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos;
Ha extendido red a mis pies, me volvió atrás,
Me dejó desolada, y con dolor todo el día.
1:14 El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano;
Ataduras han sido echadas sobre mi cerviz; ha debilitado mis
fuerzas;
Me ha entregado el Señor en manos contra las cuales
no podré levantarme.
1:15 El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes
en medio de mí;
Llamó contra mí compañía para quebrantar
a mis jóvenes;
Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá.
1:16 Por esta causa lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas,
Porque se alejó de mí el consolador que dé
reposo a mi alma;
Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció.
1:17 Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele;
Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos
fuesen sus enemigos;
Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos.
1:18 Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé.
Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor;
Mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en
cautiverio.
1:19 Di voces a mis amantes, mas ellos me han engañado;
Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron,
Buscando comida para sí con que entretener su vida.
1:20 Mira, oh Jehová, estoy atribulada, mis entrañas
hierven.
Mi corazón se trastorna dentro de mí, porque
me rebelé en gran manera.
Por fuera hizo estragos la espada; por dentro señoreó
la muerte.
1:21 Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí;
Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo
que tú hiciste.
Harás venir el día que has anunciado, y serán
como yo.
1:22 Venga delante de ti toda su maldad,
Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones;
Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está
adolorido.
Capítulo 2
Las tristezas de Sion vienen de Jehová
2:1 ¡Cómo oscureció el Señor en su
furor a la hija de Sion!
Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel,
Y no se acordó del estrado de sus pies en el día
de su furor.
2:2 Destruyó el Señor, y no perdonó;
Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob;
Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá,
Humilló al reino y a sus príncipes.
2:3 Cortó con el ardor de su ira todo el poderío
de Israel;
Retiró de él su diestra frente al enemigo,
Y se encendió en Jacob como llama de fuego que ha devorado
alrededor.
2:4 Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano
derecha como adversario,
Y destruyó cuanto era hermoso.
En la tienda de la hija de Sion derramó como fuego su
enojo.
2:5 El Señor llegó a ser como enemigo, destruyó
a Israel;
Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas,
Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el
lamento.
2:6 Quitó su tienda como enramada de huerto;
Destruyó el lugar en donde se congregaban;
Jehová ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los días
de reposo en Sion,
Y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote.
2:7 Desechó el Señor su altar, menospreció
su santuario;
Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios;
Hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día
de fiesta.
2:8 Jehová determinó destruir el muro de la hija
de Sion;
Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción;
Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro; fueron desolados
juntamente.
2:9 Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y
quebrantó sus cerrojos;
Su rey y sus príncipes están entre las naciones
donde no hay ley;
Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová.
2:10 Se sentaron en tierra, callaron los ancianos de la hija
de Sion;
Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio;
Las vírgenes de Jerusalén bajaron sus cabezas a
tierra.
2:11 Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron
mis entrañas,
Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento
de la hija de mi pueblo,
Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en
las plazas de la ciudad.
2:12 Decían a sus madres: ¿Dónde está
el trigo y el vino?
Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad,
Derramando sus almas en el regazo de sus madres.
2:13 ¿Qué testigo te traeré, o a quién
te haré semejante, hija de Jerusalén?
¿A quién te compararé para consolarte, oh
virgen hija de Sion?
Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién
te sanará?
2:14 Tus profetas vieron para ti vanidad y locura;
Y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio,
Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.
2:15 Todos los que pasaban por el camino batieron las manos sobre
ti;
Silbaron, y movieron despectivamente sus cabezas sobre la hija
de Jerusalén, diciendo:
¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura,
el gozo de toda la tierra?
2:16 Todos tus enemigos abrieron contra ti su boca;
Se burlaron, y crujieron los dientes; dijeron: Devorémosla;
Ciertamente este es el día que esperábamos; lo
hemos hallado, lo hemos visto.
2:17 Jehová ha hecho lo que tenía determinado;
Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado
desde tiempo antiguo.
Destruyó, y no perdonó;
Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti,
Y enalteció el poder de tus adversarios.
2:18 El corazón de ellos clamaba al Señor;
Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día
y noche;
No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.
2:19 Levántate, da voces en la noche, al comenzar las
vigilias;
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos,
Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
2:20 Mira, oh Jehová, y considera a quién has hecho
así.
¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas,
los pequeñitos a su tierno cuidado?
¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el
sacerdote y el profeta?
2:21 Niños y viejos yacían por tierra en las calles;
Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada;
Mataste en el día de tu furor; degollaste, no perdonaste.
2:22 Has convocado de todas partes mis temores, como en un día
de solemnidad;
Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase
ni quedase vivo;
Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó.
Capítulo 3
Esperanza de liberación por la misericordia
de Dios
3:1 Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo
de su enojo.
3:2 Me guió y me llevó en tinieblas, y no en luz;
3:3 Ciertamente contra mí volvió y revolvió
su mano todo el día.
3:4 Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos;
3:5 Edificó baluartes contra mí, y me rodeó
de amargura y de trabajo.
3:6 Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho
tiempo.
3:7 Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho
más pesadas mis cadenas;
3:8 Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos
a mi oración;
3:9 Cercó mis caminos con piedra labrada, torció
mis senderos.
3:10 Fue para mí como oso que acecha, como león
en escondrijos;
3:11 Torció mis caminos, y me despedazó; me dejó
desolado.
3:12 Entesó su arco, y me puso como blanco para la saeta.
3:13 Hizo entrar en mis entrañas las saetas de su aljaba.
3:14 Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los
días;
3:15 Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.
3:16 Mis dientes quebró con cascajo, me cubrió
de ceniza;
3:17 Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del
bien,
3:18 Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová.
3:19 Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento,
del ajenjo y de la hiel;
3:20 Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está
abatida dentro de mí;
3:21 Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto
esperaré.
3:22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos,
porque nunca decayeron sus misericordias.
3:23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
3:24 Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto,
en él esperaré.
3:25 Bueno es Jehová a los que en él esperan, al
alma que le busca.
3:26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
3:27 Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.
3:28 Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso;
3:29 Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza;
3:30 Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.
3:31 Porque el Señor no desecha para siempre;
3:32 Antes si aflige, también se compadece según
la multitud de sus misericordias;
3:33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos
de los hombres.
3:34 Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la
tierra,
3:35 Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del
Altísimo,
3:36 Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo
aprueba.
3:37 ¿Quién será aquel que diga que sucedió
algo que el Señor no mandó?
3:38 ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y
lo bueno?
3:39 ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese
el hombre en su pecado.
3:40 Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos
a Jehová;
3:41 Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos;
3:42 Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú
no perdonaste.
3:43 Desplegaste la ira y nos perseguiste; mataste, y no perdonaste;
3:44 Te cubriste de nube para que no pasase la oración
nuestra;
3:45 Nos volviste en oprobio y abominación en medio de
los pueblos.
3:46 Todos nuestros enemigos abrieron contra nosotros su boca;
3:47 Temor y lazo fueron para nosotros, asolamiento y quebranto;
3:48 Ríos de aguas echan mis ojos por el quebrantamiento
de la hija de mi pueblo.
3:49 Mis ojos destilan y no cesan, porque no hay alivio
3:50 Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos;
3:51 Mis ojos contristaron mi alma por todas las hijas de mi
ciudad.
3:52 Mis enemigos me dieron caza como a ave, sin haber por qué;
3:53 Ataron mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí;
3:54 Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy.
3:55 Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel
profunda;
3:56 Oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor
de mis suspiros.
3:57 Te acercaste el día que te invoqué; dijiste:
No temas.
3:58 Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi
vida.
3:59 Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende
mi causa.
3:60 Has visto toda su venganza, todos sus pensamientos contra
mí.
3:61 Has oído el oprobio de ellos, oh Jehová, todas
sus maquinaciones contra mí;
3:62 Los dichos de los que contra mí se levantaron, y
su designio contra mí todo el día.
3:63 Su sentarse y su levantarse mira; yo soy su canción.
3:64 Dales el pago, oh Jehová, según la obra de
sus manos.
3:65 Entrégalos al endurecimiento de corazón; tu
maldición caiga sobre ellos.
3:66 Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de
debajo de los cielos, oh Jehová.
Capítulo 4
El castigo de Sion consumado
4:1 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro!
¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!
Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas
de todas las calles.
4:2 Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el
oro puro,
¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de
manos de alfarero!
4:3 Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;
La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto.
4:4 La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar
por la sed;
Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.
4:5 Los que comían delicadamente fueron asolados en las
calles;
Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros.
4:6 Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo
más que el pecado de Sodoma,
Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella
compañías.
4:7 Sus nobles fueron más puros que la nieve, más
blancos que la leche;
Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más
hermoso que el zafiro.
4:8 Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen
por las calles;
Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.
4:9 Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos
por el hambre;
Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos
de la tierra.
4:10 Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos;
Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del
quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
4:11 Cumplió Jehová su enojo, derramó el
ardor de su ira;
Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus
cimientos.
4:12 Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en
el mundo,
Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas
de Jerusalén.
4:13 Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades
de sus sacerdotes,
Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.
4:14 Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados
con sangre,
De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras.
4:15 ¡Apartaos! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apartaos,
apartaos, no toquéis!
Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones:
Nunca más morarán aquí.
4:16 La ira de Jehová los apartó, no los mirará
más;
No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión
de los viejos.
4:17 Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro
socorro;
En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede
salvar.
4:18 Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos
por nuestras calles;
Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días;
porque llegó nuestro fin.
4:19 Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las
águilas del cielo;
Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron
emboscadas.
4:20 El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,
De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre
las naciones, fue apresado en sus lazos.
4:21 Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas
en tierra de Uz;
Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y
vomitarás.
4:22 Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion;
Nunca más te hará llevar cautiva.
Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;
Descubrirá tus pecados.
Capítulo 5
Oración del pueblo afligido
5:1 Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido;
Mira, y ve nuestro oprobio.
5:2 Nuestra heredad ha pasado a extraños,
Nuestras casas a forasteros.
5:3 Huérfanos somos sin padre;
Nuestras madres son como viudas.
5:4 Nuestra agua bebemos por dinero;
Compramos nuestra leña por precio.
5:5 Padecemos persecución sobre nosotros;
Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo.
5:6 Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos
de pan.
5:7 Nuestros padres pecaron, y han muerto;
Y nosotros llevamos su castigo.
5:8 Siervos se enseñorearon de nosotros;
No hubo quien nos librase de su mano.
5:9 Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan
Ante la espada del desierto.
5:10 Nuestra piel se ennegreció como un horno
A causa del ardor del hambre.
5:11 Violaron a las mujeres en Sion,
A las vírgenes en las ciudades de Judá.
5:12 A los príncipes colgaron de las manos;
No respetaron el rostro de los viejos.
5:13 Llevaron a los jóvenes a moler,
Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña.
5:14 Los ancianos no se ven más en la puerta,
Los jóvenes dejaron sus canciones.
5:15 Cesó el gozo de nuestro corazón;
Nuestra danza se cambió en luto.
5:16 Cayó la corona de nuestra cabeza;
¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos.
5:17 Por esto fue entristecido nuestro corazón,
Por esto se entenebrecieron nuestros ojos,
5:18 Por el monte de Sion que está asolado;
Zorras andan por él.
5:19 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre;
Tu trono de generación en generación.
5:20 ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros,
Y nos abandonas tan largo tiempo?
5:21 Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos;
Renueva nuestros días como al principio.
5:22 Porque nos has desechado;
Te has airado contra nosotros en gran manera.
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