Gálatas
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¿Quiénes eran los Gálatas? Este apelativo tan poco preciso designa a lo
mejor a las comunidades de Pisidia evangelizadas por Pablo en
su primera misión (H 13,22; 14,25; 16,1-3); tal vez podría tratarse
de otras comunidades que Pablo habría fundado más al norte en
la antigua Galacia durante su segunda misión (H 16,6; 18,23).
Pablo escribe porque la comunidad está en peligro. Cosa extraña,
no hace alusión ni a escándalos, ni a un relajamiento, ni a conflictos
de autoridad como fue el caso de Corinto. Había seguramente tensiones
y dudas, ya que algunos se propasaban y querían volver a valorizar
las prácticas judías. Sin embargo, según parece, ni los promotores
de esa vuelta a la Ley, ni los que se les oponían, podrían haber
esperado una tal advertencia de Pablo. Pero él ha visto más lejos
que ellos: los fieles vuelven a pedir prácticas religiosas porque
no han comprendido o porque han olvidado que ser cristiano no
es en primer lugar practicar una religión sino más bien vivir
una fe.
El descubrimiento del Evangelio había sido para los Gálatas un
baño de libertad. Los que eran judíos habían así escapado a la
tiranía de las prácticas que marcaban toda la existencia. Los
que eran griegos (y paganos) se habían liberado de una visión
fatalista del mundo y de los prejuicios de su sociedad; ahí también
la liberación se había hecho en la forma más radical. Mas, ¿eran
capaces de seguir a Pablo cuando les participaba su propia experiencia?
¿Habían descubierto que Cristo es lo suficientemente grande como
para llenar nuestra existencia y que el Espíritu nos dirige mucho
mejor que las obligaciones religiosas?
Durante un tiempo, los Gálatas habían vivido lo mismo que vivía
Pablo, pero era difícil que la comunidad se mantuviera en una
línea tan nueva. Transcurrido el momento del primer entusiasmo,
la gran mayoría de estos nuevos cristianos sintió la necesidad
de reglas y de prácticas. Tenían fe en Cristo, pero era demasiado
pedirles que fueran todos "espirituales".
Ahora bien, había allí gente que ofrecía una respuesta. Eran a
lo mejor cristianos de origen judío que sabían lo bueno que es
tener una ley. Aspiraban, por supuesto, a tomar la dirección de
la comunidad, pero el capítulo 6 de esta carta nos da a entender
que no eran totalmente desinteresados, ya que la vuelta a las
prácticas judías les abría todas las puertas de la comunidad judía.
Existía una solidaridad muy fuerte entre los judíos, en un mundo
que les era habitualmente hostil, y juntarse con ellos procuraba
una seguridad real. Algunos preferían esta seguridad a la aventura
de la fe y los riesgos que las comunidades cristianas enfrentaban
en aquel tiempo.
La respuesta de Pablo es severa, y tal vez nos parecerá muy parcial
y negativa con respecto a las prácticas religiosas, - pero es
palabra de Dios. Dar demasiado crédito a las reglas y prácticas
de una religión es encerrarse en un sistema, en un orden en el
cual se espera, aún sin decirlo, la recompensa por las buenas
acciones. La fe, por el contrario, significa entregarse a Dios
y a su misterio tan temible como la cruz que es su símbolo.
Capítulo 1
Salutación
1:1 Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino
por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los
muertos),
1:2 y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias
de Galacia:
1:3 Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro
Señor Jesucristo,
1:4 el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para
librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro
Dios y Padre,
1:5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
No hay otro evangelio
1:6 Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado
del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un
evangelio diferente.
1:7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y
quieren pervertir el evangelio de Cristo.
1:8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare
otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
1:9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si
alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido,
sea anatema.
1:10 Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de
Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
El ministerio de Pablo
1:11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado
por mí, no es según hombre;
1:12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre
alguno, sino por revelación de Jesucristo.
1:13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta
en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera
a la iglesia de Dios, y la asolaba;
1:14 y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos
en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones
de mis padres.
1:15 Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde
el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
1:16 revelar a su Hijo en mí,
para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté
en seguida con carne y sangre,
1:17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles
antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a
Damasco.
1:18 Después, pasados tres años, subí a Jerusalén
para ver a Pedro, y permanecí con él quince días;
1:19 pero no vi a ningún otro de los apóstoles,
sino a Jacobo el hermano del Señor.
1:20 En esto que os escribo, he aquí delante de Dios que
no miento.
1:21 Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia,
1:22 y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran
en Cristo;
1:23 solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos
perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba.
1:24 Y glorificaban a Dios en mí.
Capítulo 2
2:1 Después, pasados catorce años, subí otra
vez a Jerusalén
con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.
2:2 Pero subí según una revelación, y para
no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían
cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles.
2:3 Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego,
fue obligado a circuncidarse;
2:4 y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas,
que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo
Jesús, para reducirnos a esclavitud,
2:5 a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para
que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.
2:6 Pero de los que tenían reputación de ser algo
(lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace
acepción de personas),
a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron.
2:7 Antes por el contrario, como vieron que me había sido
encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro
el de la circuncisión
2:8 (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la
circuncisión, actuó también en mí para
con los gentiles),
2:9 y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo,
Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a
mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo,
para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.
2:10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres;
lo cual también procuré con diligencia hacer.
Pablo reprende a Pedro en Antioquía
2:11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí
cara a cara, porque era de condenar.
2:12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía
con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía
y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.
2:13 Y en su simulación participaban también los
otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue
también arrastrado por la hipocresía de ellos.
2:14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad
del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo
judío, vives como los gentiles y no como judío,
¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
2:15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de
entre los gentiles,
2:16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de
la ley,
sino por la fe de Jesucristo,
nosotros también hemos creído en Jesucristo, para
ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la
ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
2:17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también
nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro
de pecado? En ninguna manera.
2:18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo
a edificar, transgresor me hago.
2:19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir
para Dios.
2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí.
2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la
justicia, entonces por demás murió Cristo.
Capítulo 3
El Espíritu se recibe por la fe
3:1 ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os
fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos
ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como
crucificado?
3:2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu
por las obras de la ley, o por el oír con fe?
3:3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu,
ahora vais a acabar por la carne?
3:4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que
realmente fue en vano.
3:5 Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas
entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el
oír con fe?
El pacto de Dios con Abraham
3:6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado
por justicia.
3:7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son
hijos de Abraham.
3:8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar
por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham,
diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
3:9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
3:10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están
bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo
aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro
de la ley, para hacerlas.
3:11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe vivirá;
3:12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas
cosas vivirá por ellas.
3:13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
hecho por nosotros maldición (porque está escrito:
Maldito todo el que es colgado en un madero),
3:14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham
alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos
la promesa del Espíritu.
3:15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque
sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.
3:16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su
simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos,
sino como de uno: Y a tu simiente,
la cual es Cristo.
3:17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios
para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años
después,
no lo abroga, para invalidar la promesa.
3:18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa;
pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.
El propósito de la ley
3:19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida
a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a
quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles
en mano de un mediador.
3:20 Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.
3:21 ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios?
En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la
justicia fuera verdaderamente por la ley.
3:22 Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para
que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los
creyentes.
3:23 Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados
bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
3:24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos
a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
3:25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
3:26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
3:27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo,
de Cristo estáis revestidos.
3:28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre;
no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús.
3:29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham
sois, y herederos según la promesa.
Capítulo 4
4:1 Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño,
en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;
4:2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo
señalado por el padre.
4:3 Así también nosotros, cuando éramos niños,
estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.
4:4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió
a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
4:5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que
recibiésemos la adopción de hijos.
4:6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones
el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
4:7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también
heredero de Dios por medio de Cristo.
Exhortación contra el volver a la esclavitud
4:8 Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais
a los que por naturaleza no son dioses;
4:9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos
por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo
a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis
volver a esclavizar?
4:10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y
los años.
4:11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
4:12 Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque
yo también me hice como vosotros. Ningún agravio
me habéis hecho.
4:13 Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad
del cuerpo os anuncié el evangelio al principio;
4:14 y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que
tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un
ángel de Dios, como a Cristo Jesús.
4:15 ¿Dónde, pues, está esa satisfacción
que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis
podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.
4:16 ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la
verdad?
4:17 Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren
apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo por
ellos.
4:18 Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente
cuando estoy presente con vosotros.
4:19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores
de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,
4:20 quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono,
pues estoy perplejo en cuanto a vosotros.
Alegoría de Sara y Agar
4:21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no
habéis oído la ley?
4:22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno
de la esclava,
el otro de la libre.
4:23 Pero el de la esclava nació según la carne;
mas el de la libre, por la promesa.
4:24 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los
dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da
hijos para esclavitud; éste es Agar.
4:25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde
a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus
hijos, está en esclavitud.
4:26 Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos
nosotros, es libre.
4:27 Porque está escrito:
Regocíjate, oh estéril, tú que no das
a luz;
Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes
dolores de parto;
Porque más son los hijos de las desolada, que de la
que tiene marido.
4:28 Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos
de la promesa.
4:29 Pero como entonces el que había nacido según
la carne perseguía al que había nacido según
el Espíritu,
así también ahora.
4:30 Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la
esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava
con el hijo de la libre.
4:31 De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino
de la libre.
Capítulo 5
Estad firmes en la libertad
5:1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres,
y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
5:2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis,
de nada os aprovechará Cristo.
5:3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está
obligado a guardar toda la ley.
5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis;
de la gracia habéis caído.
5:5 Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza
de la justicia;
5:6 porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale
algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.
5:7 Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó
para no obedecer a la verdad?
5:8 Esta persuasión no procede de aquel que os llama.
5:9 Un poco de levadura leuda toda la masa.
5:10 Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que
no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará
la sentencia, quienquiera que sea.
5:11 Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión,
¿por qué padezco persecución todavía?
En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz.
5:12 ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!
5:13 Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente
que no uséis la libertad como ocasión para la carne,
sino servíos por amor los unos a los otros.
5:14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
5:15 Pero si os mordéis y os coméis unos a otros,
mirad que también no os consumáis unos a otros.
Las obras de la carne y el fruto del Espíritu
5:16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis
los deseos de la carne.
5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu,
y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
5:18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis
bajo la ley.
5:19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia,
5:20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
5:21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas
semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya
os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán
el reino de Dios.
5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe,
5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
5:24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos.
5:25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también
por el Espíritu.
5:26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a
otros, envidiándonos unos a otros.
Capítulo 6
6:1 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros
que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también
seas tentado.
6:2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así
la ley de Cristo.
6:3 Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí
mismo se engaña.
6:4 Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces
tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí
mismo, y no en otro;
6:5 porque cada uno llevará su propia carga.
6:6 El que es enseñado en la palabra, haga partícipe
de toda cosa buena al que lo instruye.
6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues
todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará
corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del
Espíritu segará vida eterna.
6:9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos,
si no desmayamos.
6:10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos
bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Pablo se gloría en la cruz de Cristo
6:11 Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia
mano.
6:12 Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os
obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer
persecución a causa de la cruz de Cristo.
6:13 Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley;
pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse
en vuestra carne.
6:14 Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me
es crucificado a mí, y yo al mundo.
6:15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale
nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.
6:16 Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia
sea a ellos, y al Israel de Dios.
6:17 De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque
yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.
Bendición final
6:18 Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea
con vuestro espíritu. Amén.
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