Epístola a los Romanos
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EL EVANGELIO ANUNCIADO
A LOS GRIEGOS
Jesús se había presentado como el
Salvador, y ante todo quería salvar al pueblo judío. Les habló
del Reino, y ellos comprendían que Dios iba a reinar entre ellos
en la medida que reinara en sus vidas. Él no ignoraba sus aspiraciones
colectivas, pero las orientaba hacia una misión más universal:
para ellos era realmente una "Buena Nueva".
Pero después del fracaso de su misión en Israel, con la apertura
de la misión a tierras romanas, convenía que el Evangelio fuera
asimismo una buena nueva para los griegos del imperio romano que
escuchaban la palabra de los apóstoles. Protegidos por sólidas
estructuras sociales que nadie discutía, ellos permanecían ajenos
al deseo de liberación de los judíos. El imperio romano, al absorberlos,
había reducido prácticamente a nada el orgullo y las ambiciones
de naciones pequeñas y grandes, dejando un vacío donde las preocupaciones
religiosas iban a crecer. Estos hombres se interesaban por todo
lo que afectaba a la persona y buscaban entre una balumba de doctrinas
y de religiones un medio para escapar al destino. Había que hablarles
por consiguiente de Cristo como de aquel que resuelve nuestras
contradicciones y nos da la vida.
En esta carta a los cristianos de Roma, capital del Imperio, Pablo
quiere responder a las preocupaciones de los griegos sin descuidar
empero a los judíos, porque ellos eran muy numerosos en la comunidad
de Roma, como en todas las del imperio romano, y para ellos que
habían creído a Cristo, lo difícil era resituarse ante Dios después
de que la gran masa de su pueblo rechazara la fe cristiana. Hasta
entonces ellos habían compartido las esperanzas de su pueblo,
pensando que todo Israel reconocería la venida del Dios Salvador,
y ahora no eran más que una minoría aparentemente al margen de
la dilatada historia bíblica.
LA CARTA A LOS ROMANOS
La carta a los Romanos es en gran parte una extensa exposición
sobre la vocación cristiana. Nos parecerá sin duda difícil, y
en efecto lo es. Econtraremos en ella discusiones y una utilización
de los textos bíblicos que nos desconcertará con frecuencia, porque
Pablo argumenta como aprendiera a hacerlo en las escuelas de los
rabinos de Jerusalén. Pero conviene recordar que Pablo no parte
de un sistema doctrinal, de una teología: parte constantemente
de su propia experiencia. El encuentro con Jesús resucitado, la
conversión dramática que le pone al servicio del Evangelio, y
posteriormente la amplia experiencia de su vida de apóstol y de
los dones del Espíritu que actúa en él, la comunión constante
con Jesús, el Señor, son las bases de su visión de la fe.
Pablo va a hablar, pues, de salvación de Dios, olvidando casi
el contexto explosivo de Palestina, donde el nacionalismo judío
ha de vérselas con los romanos y donde todas las esperanzas religiosas
están politizadas. La salvación de Dios es la salvación de la
raza humana como un todo, pero se juega en el corazón de las personas.
Todo dependerá de nuestra respuesta a la llamada de Dios. ¿Sabremos
confiar en ella?
Pablo, marcado por su propia historia, presenta la llegada a la
fe como una conversión más o menos dramática. El hobre es esclavo
del pecado (convendrá ver qué es lo que Pablo entiende con esto);
nosotros quisiéramos liberarnos de él, pero nos falta la clave
para comprendernos a nosotros mismo: hemos sido creados para compartir
la vida de Dios, y mientras no lo consigamos, experimentaremos
una rebelión consciente o inconsciente contra Dios. ¿Habrá que
volverse hacia la religión? Con ello ganaríamos muy poco, dice
Pablo con una insistencia que sorprenderá a muchos; pues mientras
creamos superarnos por las prácticas religiosas, volveremos la
espalda a la única fuerza que puede liberarnos: el amor misericordioso
de Dios. Pero dios nos tiende la mano y nos enseña a amar. Jesús
viene a nuestro encuentro y nosotros lo crucificamos, y es entonces
cuando Dios nos muestra cómo nos ama y perdona. Él no espera otra
respuesta que nuestro acto de fe, una fe que nos libera de un
solo golpe.
Esta salvación es la que anunciaba
toda la Biblia, pero desconcierta a todos lo que, en la religión
judía, se habían quedado con las prácticas. Estas pertenecen a
una época de la historia humana a la que ha puesto fin la muerte
de Jesús. Nuestro bautismo nos hace entrar en un mundo misterioso,
que no es otro que el Cristo resucitado: ahora ya estamos "en
Cristo" y vivimos de su Espíritu. El don del Espíritu abre una
nueva era donde aquellos que se han hecho hijos e hijas de Dios
tendrán que inventarlo todo según las leyes del amor.
Pablo insiste sobre el problema del pueblo judío: ¿qué pensar
de toda la historia de Israel, al que Dios promete un salvador,
y que al fin no lo reconoce? Pablo dirá que no hay que confundir
dos cuestiones: el llamamiento del pueblo al que Dios confía un
papel particular en la historia, y el llamamiento de las personas
que pertenecen a este pueblo. Para cada uno la fe en Cristo será
el resultado de un llamamiento gratuito de Dios.
Pablo envía esta carta el año 57 ó 58, probablemente desde Corinto.
Hasta entonces se había dirigido a comunidades que conocía y cuyas
dificultades no ignoraba. Esta vez no; al final de su exposición
hablará de manera muy general de la vida cristiana, y sobre todo
de la manera de aceptarse unos a otros entre personas de orígenes
muy diversos. En Roma, como en cualquier otra parte, no fue tan
sencillo reunir en una misma comunidad a judíos y paganos convertidos.
Pablo les recomienda lo que ni nosotros mismos logramos practicar:
que acepten sus diferencias.
LA CARTA A LOS ROMANOS EN LA
IGLESIA
Es casi imposible hablar de la carta a los Romanos sin decir al
menos unas palabras sobre la importancia que ha tenido y sigue
teniendo en las iglesias protestantes.
Se sabe que Lutero maduró la Reforma empezando por esta epístola.
No se equivocaba viendo en ella la condenación de una Iglesia
instalada en el mundo, en la cual la fe se había degradado a menuda
en prácticas ajenas a la fe que salva. La cristiandad de la Edad
Media era un pueblo parecido al de Israel. Se era cristiano de
nacimiento y tal se permanecía; se era creyente, pero, como en
cualquier otra cultura, pensaban salvarse mediante los ritos religiosos
y las prácticas de las buenas obras que nos merecen el cielo.
Era, pues, importante recordar que la fe es el alma de toda conversión,
y que esta conversión es la respuesta a una llamada gratuita de
Dios. En esta carta no se trata de otra cosa que de Cristo Salvador,
y esto era suficiente para devaluar todo el sistema religioso
imperante, aplastado por sus tradiciones y devociones. Se habla
de la fe, cuando apenas se oía predicar otra coas que la moral,
o más bien las categorías de la moral. Se habla de la Palabra
de Dios dirigida a todos los hombres, cuando se contentaban con
confiar en los hombres de la Iglesia. Era, pues, una crítica radical
de la Iglesia que había acabado mirándose a sí misma en lugar
de volverse a Dios, y cuyo sistema político, doctrinal o represivo
ocultaba el horizonte.
Sin embargo hemos dicho que esta carta se basa en la experiencia
de Pablo como judío y como fariseo y después como apóstol llamado
directamente por Cristo. A partir de aquí hablará de pecado y
de justificación , de llamamiento y de salvación mediante la fe.
Capítulo 1
Salutación
1:1 Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol,
apartado para el evangelio de Dios,
1:2 que él había prometido antes por sus profetas
en las santas Escrituras,
1:3 acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era
del linaje de David según la carne,
1:4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el
Espíritu de santidad, por la resurrección de entre
los muertos,
1:5 y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia
a la fe en todas las naciones por amor de su nombre;
1:6 entre las cuales estáis también vosotros, llamados
a ser de Jesucristo;
1:7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados
a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y
del Señor Jesucristo.
Deseo de Pablo de visitar Roma
1:8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con
respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo
el mundo.
1:9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu
en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención
de vosotros siempre en mis oraciones,
1:10 rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad
de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
1:11 Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual,
a fin de que seáis confirmados;
1:12 esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos
es común a vosotros y a mí.
1:13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas
veces me he propuesto ir a vosotros
(pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también
entre vosotros algún fruto, como entre los demás
gentiles.
1:14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.
1:15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros
el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
El poder del evangelio
1:16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder
de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío
primeramente, y también al griego.
1:17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por
fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe
vivirá.
La culpabilidad del hombre
1:18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia
la verdad;
1:19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios
se lo manifestó.
1:20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder
y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de
modo que no tienen excusa.
1:21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos,
y su necio corazón fue entenebrecido.
1:22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
1:23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza
de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos
y de reptiles.
1:24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia,
en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron
entre sí sus propios cuerpos,
1:25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando
y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es
bendito por los siglos. Amén.
1:26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas;
pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra
naturaleza,
1:27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso
natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros,
cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo
en sí mismos la retribución debida a su extravío.
1:28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los
entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen;
1:29 estando atestados de toda injusticia, fornicación,
perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades;
1:30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos,
soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,
1:31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
1:32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que
practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las
hacen, sino que también se complacen con los que las practican.
Capítulo 2
El justo juicio de Dios
2:1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas
tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas
a ti mismo;
porque tú que juzgas haces lo mismo.
2:2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales
cosas es según verdad.
2:3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los
que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás
del juicio de Dios?
2:4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia
y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?
2:5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras
para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación
del justo juicio de Dios,
2:6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
2:7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria
y honra e inmortalidad,
2:8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a
la verdad, sino que obedecen a la injusticia;
2:9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace
lo malo, el judío primeramente y también el griego,
2:10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío
primeramente y también al griego;
2:11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
2:12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también
perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la
ley serán juzgados;
2:13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino
los hacedores de la ley serán justificados.
2:14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza
lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley
para sí mismos,
2:15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando
testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles
sus razonamientos,
2:16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo
los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Los judíos y la ley
2:17 He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío,
y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios,
2:18 y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo
mejor,
2:19 y confías en que eres guía de los ciegos, luz
de los que están en tinieblas,
2:20 instructor de los indoctos, maestro de niños, que
tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad.
2:21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te
enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha
de hurtar, ¿hurtas?
2:22 Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras?
Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
2:23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción
de la ley deshonras a Dios?
2:24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado
entre los gentiles por causa de vosotros.
2:25 Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas
la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión
viene a ser incircuncisión.
2:26 Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley,
¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión?
2:27 Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda
perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra
de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la
ley.
2:28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es
la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
2:29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu,
no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino
de Dios.
Capítulo 3
3:1 ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o
de qué aprovecha la circuncisión?
3:2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido
confiada la palabra de Dios.
3:3 ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos?
¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de
Dios?
3:4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre
mentiroso; como está escrito:
Para que seas justificado en tus palabras,
Y venzas cuando fueres juzgado.
3:5 Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué
diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo
como hombre.)
3:6 En ningua manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría
Dios al mundo?
3:7 Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para
su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?
3:8 ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como
algunos, cuya condenación es justa, afirma que nosotros decimos):
Hagamos males para que vengan bienes?
No hay justo
3:9 ¿Qué, pues? Somos nosotros mejores que ellos?
En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles,
que todos están bajo pecado.
3:10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
3:11 No hay quien entienda.
No hay quien busque a Dios.
3:12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
3:13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
3:14 Su boca está llena de maldición
y de amargura.
3:15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;
3:16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
3:17 Y no conocieron camino de paz.
3:18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
3:19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que
están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo
el mundo quede bajo el juicio de Dios;
3:20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será
justificado delante de él;
porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
La justicia es por medio de la fe
3:21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia
de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
3:22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,
para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios,
3:24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante
la redención que es en Cristo Jesús,
3:25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la
fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
3:26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin
de que él sea el justo, y el que justifica al que es de
la fe de Jesús.
3:27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda
excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras?
No, sino por la ley de la fe.
3:28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin
las obras de la ley.
3:29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No
es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también
de los gentiles.
3:30 Porque Dios es uno, y él justificará por la
fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los
de la incircuncisión.
3:31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera,
sino que confirmamos la ley.
Capítulo 4
El ejemplo de Abraham
4:1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham,
nuestro padre según la carne?
4:2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué
gloriarse, pero no para con Dios.
4:3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham
a Dios, y le fue contado por justicia.
4:4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino
como deuda;
4:5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío,
su fe le es contada por justicia.
4:6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre
a quien Dios atribuye justicia sin obras,
4:7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.
4:8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no
inculpa de pecado.
4:9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de
la circuncisión, o también para los de la incircuncisión?
Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
4:10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando
en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en
la circuncisión, sino en la incircuncisión.
4:11 Y recibió la circuncisión
como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando
aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes
no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les
sea contada por justicia;
4:12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente
son de la circuncisión, sino que también siguen las
pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
La promesa realizada mediante la fe
4:13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia
la promesa de que sería heredero del mundo,
sino por la justicia de la fe.
4:14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta
la fe, y anulada la promesa.
4:15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay
transgresión.
4:16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que
la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para
la que es de la ley, sino también para la que es de la
fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.
4:17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas
gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida
a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
4:18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar
a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había
dicho: Así será tu descendencia.
4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo,
que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años),
o la esterilidad de la matriz de Sara.
4:20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios,
sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
4:21 plenamente convencido de que era también poderoso
para hacer todo lo que había prometido;
4:22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
4:23 Y no solamente con respecto a él se escribió
que le fue contada,
4:24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha
de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó
de los muertos a Jesús, Señor nuestro,
4:25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado
para nuestra justificación.
Capítulo 5
Resultados de la justificación
5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo;
5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia
en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios.
5:3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos
en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce
paciencia;
5:4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5:5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo
que nos fue dado.
5:6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles,
a su tiempo murió por los impíos.
5:7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo,
pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros.
5:9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre,
por él seremos salvos de la ira.
5:10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por
la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos
salvos por su vida.
5:11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos
en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos
recibido ahora la reconciliación.
Adán y Cristo
5:12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.
5:13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero
donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
5:14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta
Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión
de Adán, el cual es figura del que había de venir.
5:15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si
por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron
mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por
la gracia de un hombre, Jesucristo.
5:16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó;
porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para
condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones
para justificación.
5:17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó
la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo,
Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don
de la justicia.
5:18 Así que, como por la transgresión de uno vino
la condenación a todos los hombres, de la misma manera
por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación
de vida.
5:19 Porque así como por la desobediencia de un hombre
los muchos fueron constituidos pecadores, así también
por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos
justos.
5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas
cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
5:21 para que así como el pecado reinó para muerte,
así también la gracia reine por la justicia para
vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Capítulo 6
Muertos al pecado
6:1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en
el pecado para que la gracia abunde?
6:2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?
6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados
en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte
por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en vida nueva.
6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza
de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente
con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin
de que no sirvamos más al pecado.
6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
6:8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos
con él;
6:9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya
no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
6:10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez
por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
6:12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo
que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
6:13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios
como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia.
6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros;
pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Siervos de la justicia
6:15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos
bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.
6:16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien
como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia
para justicia?
6:17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado,
habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina
a la cual fuisteis entregados;
6:18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
6:19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así
como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir
a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación
presentad vuestros miembros para servir a la justicia.
6:20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca
de la justicia.
6:21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas
cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin
de ellas es muerte.
6:22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y
hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación,
y como fin, la vida eterna.
6:23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Capítulo 7
Analogía tomada del matrimonio
7:1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los
que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre
tanto que éste vive?
7:2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido
mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre
de la ley del marido.
7:3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón,
será llamada adúltera; pero si su marido muriere,
es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido,
no será adúltera.
7:4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis
muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis
de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos
fruto para Dios.
7:5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas
que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto
para muerte.
7:6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella
en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen
nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la
letra.
El pecado que mora en mí
7:7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado?
En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por
la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera:
No codiciarás.
7:8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento,
produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado
está muerto.
7:9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el
mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
7:10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida,
a mí me resultó para muerte;
7:11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento,
me engañó, y por él me mató.
7:12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento
santo, justo y bueno.
7:13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí?
En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado,
produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a
fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera
pecaminoso.
7:14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal,
vendido al pecado.
7:15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco, eso hago.
7:16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
7:17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado
que mora en mí.
7:18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no
mora el bien; porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo.
7:19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
eso hago.
7:20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí.
7:21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley:
que el mal está en mí.
7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la
ley de Dios;
7:23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la
ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que
está en mis miembros.
7:24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará
de este cuerpo de muerte?
7:25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado.
Capítulo 8
Viviendo en el Espíritu
8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están
en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.
8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús
me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil
por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
8:4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que
no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne;
pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
8:6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz.
8:7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios;
porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;
8:8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según
el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no
es de él.
8:10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad
está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive
a causa de la justicia.
8:11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de
los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
8:12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para
que vivamos conforme a la carne;
8:13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis;
mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la
carne, viviréis.
8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios.
8:15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud
para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el
espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre!
8:16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios.
8:17 Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados.
8:18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente
no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.
8:19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar
la manifestación de los hijos de Dios.
8:20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su
propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
8:21 porque también la creación misma será
libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa
de los hijos de Dios.
8:22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a
una está con dolores de parto hasta ahora;
8:23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos,
que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también
gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción,
la redención de nuestro cuerpo.
8:24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se
ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué
esperarlo?
8:25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad;
pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
8:27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque conforme a la
voluntad de Dios intercede por los santos.
Más que vencedores
8:28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito
son llamados.
8:29 Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen
de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos.
8:30 Y a los que predestinó, a éstos también
llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos
también glorificó.
8:31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?
8:32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
dará también con él todas las cosas?
8:33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?
Dios es el que justifica.
8:34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es
el que murió; más aun, el que también resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que
también intercede por nosotros.
8:35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución,
o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
8:36 Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
8:37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó.
8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida,
ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir,
8:39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro.
Capítulo 9
La elección de Israel
9:1 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio
en el Espíritu Santo,
9:2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
9:3 Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por
amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
9:4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la
gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las
promesas;
9:5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según
la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito
por los siglos. Amén.
9:6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los
que descienden de Israel son israelitas,
9:7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino:
En Isaac te será llamada descendencia.
9:8 Esto es: No los que son hijos según la carne son los
hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa
son contados como descendientes.
9:9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré,
y Sara tendrá un hijo.
9:10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió
de uno, de Isaac nuestro padre
9:11 (pues no habían aún nacido, ni habían
hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de
Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras
sino por el que llama),
9:12 se le dijo: El mayor servirá al menor.
9:13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú
aborrecí.
9:14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia
en Dios? En ninguna manera.
9:15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que
yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
9:16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre,
sino de Dios que tiene misericordia.
9:17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te
he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre
sea anunciado por toda la tierra.
9:18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que
quiere endurecer, endurece.
9:19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa?
porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
9:20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú,
para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro
al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?
9:21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para
hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
9:22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer
notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de
ira preparados para destrucción,
9:23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró
para con los vasos de misericordia que él preparó
de antemano para gloria,
9:24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros,
no sólo de los judíos, sino también de los
gentiles?
9:25 Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
9:26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo
mío,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
9:27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere
el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan
sólo el remanente será salvo;
9:28 porque el Señor ejecutará su sentencia sobre
la tierra en justicia y con prontitud.
9:29 Y como antes dijo Isaías:
Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
descendencia,
Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos
semejantes.
La justicia que es por fe
9:30 ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que
no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir,
la justicia que es por fe;
9:31 mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó.
9:32 ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe,
sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de
tropiezo,
9:33 como está escrito:
He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
Capítulo 10
10:1 Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi
oración a Dios por Israel, es para salvación.
10:2 Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero
no conforme a ciencia.
10:3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer
la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios;
10:4 porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel
que cree.
10:5 Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe
así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.
10:6 Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas
en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?
(esto es, para traer abajo a Cristo);
10:7 o, ¿quién descenderá al abismo? (esto
es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
10:8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra,
en tu boca y en tu corazón.
Esta es la palabra de fe que predicamos:
10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los
muertos, serás salvo.
10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con
la boca se confiesa para salvación.
10:11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere,
no será avergonzado.
10:12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues
el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los
que le invocan;
10:13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor,
será salvo.
10:14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el
cual no han creído? ¿Y cómo creerán
en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán
sin haber quien les predique?
10:15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies
de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
10:16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías
dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro
anuncio?
10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír,
por la palabra de Dios.
10:18 Pero digo: ¿No han oído? Antes bien,
Por toda la tierra ha salido la voz de ellos,
Y hasta los fines de la tierra sus palabras.
10:19 También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente
Moisés dice:
Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo;
Con pueblo insensato os provocaré a ira.
10:20 E Isaías dice resueltamente:
Fui hallado de los que no me buscaban;
Me manifesté a los que no preguntaban por mí.
10:21 Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí
mis manos a un puebo rebelde y contradictor.
Capítulo 11
El remanente de Israel
11:1 Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna
manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia
de Abraham, de la tribu de Benjamín.
11:2 No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció.
¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura,
cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:
11:3 Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares
han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme?
11:4 Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he
reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante
de Baal.
11:5 Así también aun en este tiempo ha quedado un
remanente escogido por gracia.
11:6 Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia
ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera
la obra ya no es obra.
11:7 ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado;
pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás
fueron endurecidos;
11:8 como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor,
ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día
de hoy.
11:9 Y David dice:
Sea vuelto su convite en trampa y en red,
En tropezadero y en retribución;
11:10 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean,
Y agóbiales la espalda para siempre.
La salvación de los gentiles
11:11 Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que
cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino
la salvación a los gentiles, para provocarles a celos.
11:12 Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su
defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto
más su plena restauración?
11:13 Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol
a los gentiles, honro mi ministerio,
11:14 por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de
mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos.
11:15 Porque si su exclusión es la reconciliación
del mundo, ¿qué será su admisión,
sino vida de entre los muertos?
11:16 Si las primicias son santas, también lo es la masa
restante; y si la raíz es santa, también lo son
las ramas.
11:17 Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú,
siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas,
y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia
del olivo,
11:18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que
no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a
ti.
11:19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que
yo fuese injertado.
11:20 Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú
por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.
11:21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales,
a ti tampoco te perdonará.
11:22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad
ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo,
si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también
serás cortado.
11:23 Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán
injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.
11:24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza
es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el
buen olivo, ¿cuánto más éstos, que
son las ramas naturales, serán injertados en su propio
olivo?
La restauración de Israel
11:25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio,
para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos:
que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que
haya entrado la plenitud de los gentiles;
11:26 y luego todo Israel será salvo, como está
escrito:
Vendrá de Sion el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad.
11:27 Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados.
11:28 Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por
causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados
por causa de los padres.
11:29 Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
11:30 Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes
a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la
desobediencia de ellos,
11:31 así también éstos ahora han sido desobedientes,
para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también
alcancen misericordia.
11:32 Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para
tener misericordia de todos.
11:33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría
y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus
juicios, e inescrutables sus caminos!
11:34 Porque ¿quién entendió la mente del
Señor? ¿O quién fue su consejero?
11:35 ¿O quién le dio a él primero, para
que le fuese recompensado?
11:36 Porque de él, y por él, y para él,
son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos.
Amén.
Capítulo 12
Deberes cristianos
12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta.
12:3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está
entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí
que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
12:4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros,
pero no todos los miembros tienen la misma función,
12:5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo,
y todos miembros los unos de los otros.
12:6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia
que nos es dada,
si el de profecía, úsese conforme a la medida de la
fe;
12:7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la
enseñanza;
12:8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con
liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia,
con alegría.
12:9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.
12:10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a
honra, prefiriéndoos los unos a los otros.
12:11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en
espíritu, sirviendo al Señor;
12:12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación;
constantes en la oración;
12:13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando
la hospitalidad.
12:14 Bendecid a los que os persiguen;
bendecid, y no maldigáis.
12:15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
12:16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos
con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
12:17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante
de todos los hombres.
12:18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz
con todos los hombres.
12:19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos,
sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía
es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
12:20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer;
si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego
amontonarás sobre su cabeza.
12:21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Capítulo 13
13:1 Sométase toda persona a las autoridades superiores;
porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por
Dios han sido establecidas.
13:2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido
por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación
para sí mismos.
13:3 Porque los magistrados no están para infundir temor
al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer
la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
13:4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo,
teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios,
vengador para castigar al que hace lo malo.
13:5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por
razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
13:6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque
son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
13:7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo;
al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra,
honra.
13:8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros;
porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
13:9 Porque: No adulterarás,
no matarás,
no hurtarás,
no dirás falso testimonio,
no codiciarás,
y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
13:10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento
de la ley es el amor.
13:11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos
del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros
nuestra salvación que cuando creímos.
13:12 La noche está avanzada, y se acerca el día.
Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos
las armas de la luz.
13:13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías
y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
13:14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis
para los deseos de la carne.
Capítulo 14
Los débiles en la fe
14:1 Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre
opiniones.
14:2 Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil,
come legumbres.
14:3 El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come,
no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.
14:4 ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno?
Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará
firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.
14:5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga
iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido
en su propia mente.
14:6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor;
y el que no hace caso del día, para el Señor no lo
hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias
a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias
a Dios.
14:7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere
para sí.
14:8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos,
para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos,
o que muramos, del Señor somos.
14:9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió
a vivir, para ser Señor así de los muertos como de
los que viven.
14:10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?
O tú también, ¿por qué menosprecias
a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
14:11 Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará
toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.
14:12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta
de sí.
14:13 Así que, ya no nos juzguemos más los unos a
los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión
de caer al hermano.
14:14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús,
que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que
algo es inmundo, para él lo es.
14:15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado,
ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se
pierda aquel por quien Cristo murió.
14:16 No sea, pues, vituperado vuestro bien;
14:17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia,
paz y gozo en el Espíritu Santo.
14:18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es
aprobado por los hombres.
14:19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la
mutua edificación.
14:20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas
las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga
tropezar a otros con lo que come.
14:21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu
hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.
14:22 ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de
Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo
que aprueba.
14:23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no
lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.
Capítulo 15
15:1 Así que, los que somos fuertes debemos soportar las
flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
15:2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es
bueno, para edificación.
15:3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes
bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban,
cayeron sobre mí.
15:4 Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza
se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación
de las Escrituras, tengamos esperanza.
15:5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os
dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,
15:6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
El evangelio a los gentiles
15:7 Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también
Cristo nos recibió, para gloria de Dios.
15:8 Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de
la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar
las promesas hechas a los padres,
15:9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia,
como está escrito:
Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles,
Y cantaré a tu nombre.
15:10 Y otra vez dice:
Alegraos, gentiles, con su pueblo.
15:11 Y otra vez:
Alabad al Señor todos los gentiles,
Y magnificadle todos los pueblos.
15:12 Y otra vez dice Isaías:
Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará
a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él.
15:13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el
creer, para que abundéis en esperanza por el poder del
Espíritu Santo.
15:14 Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de
que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de
todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros
los unos a los otros.
15:15 Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento,
como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada
15:16 para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando
el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable,
santificada por el Espíritu Santo.
15:17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús
en lo que a Dios se refiere.
15:18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha
hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles,
con la palabra y con las obras,
15:19 con potencia de señales y prodigios, en el poder
del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén,
y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado
del evangelio de Cristo.
15:20 Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio,
no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre
fundamento ajeno,
15:21 sino, como está escrito:
Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él,
verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán.
Pablo se propone ir a Roma
15:22 Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir
a vosotros.
15:23 Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones,
y deseando desde hace muchos años ir a vosotros,
15:24 cuando vaya a España, iré a vosotros; porque
espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros,
una vez que haya gozado con vosotros.
15:25 Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos.
15:26 Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda
para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén.
15:27 Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque
si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales,
deben también ellos ministrarles de los materiales.
15:28 Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado
este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España.
15:29 Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con
abundancia de la bendición del evangelio de Cristo.
15:30 Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo
y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando
por mí a Dios,
15:31 para que sea librado de los rebeldes que están en
Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén
sea acepta;
15:32 para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios,
y que sea recreado juntamente con vosotros.
15:33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
Capítulo 16
Saludos personales
16:1 Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es
diaconisa de la iglesia en Cencrea;
16:2 que la recibáis en el Señor, como es digno de
los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite
de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.
16:3 Saludad a Priscila y a Aquila,
mis colaboradores en Cristo Jesús,
16:4 que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo
yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles.
16:5 Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a Epeneto,
amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo.
16:6 Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros.
16:7 Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis
compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre
los apóstoles, y que también fueron antes de mí
en Cristo.
16:8 Saludad a Amplias, amado mío en el Señor.
16:9 Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús,
y a Estaquis, amado mío.
16:10 Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la
casa de Aristóbulo.
16:11 Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la
casa de Narciso, los cuales están en el Señor.
16:12 Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor.
Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en
el Señor.
16:13 Saludad a Rufo,
escogido en el Señor, y a su madre y mía.
16:14 Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas,
a Hermes y a los hermanos que están con ellos.
16:15 Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana,
a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.
16:16 Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os
saludan todas las iglesias de Cristo.
16:17 Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan
divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos.
16:18 Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo,
sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan
los corazones de los ingenuos.
16:19 Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos,
así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis
sabios para el bien, e ingenuos para el mal.
16:20 Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás
bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo
sea con vosotros.
16:21 Os saludan Timoteo
mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes.
16:22 Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo
en el Señor.
16:23 Os saluda Gayo,
hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto,
tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.
16:24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos
vosotros. Amén.
Doxología final
16:25 Y al que puede confirmaros según mi evangelio y
la predicación de Jesucristo, según la revelación
del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,
16:26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras
de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno,
se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la
fe,
16:27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo
para siempre. Amén.
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